Aprovechando el internet, en las últimas dos semanas he tenido reuniones por grupos con los sacerdotes de nuestra Arquidiócesis. Los he escuchado uno por uno, para saber cómo están ellos y las comunidades de fieles cuya guía pastoral les ha sido encomendada, y les he pedido su opinión sobre la posible reapertura de los templos y paulatino retorno a la vida ordinaria de la Iglesia. Paralelamente, he conversado con varios médicos de nuestra ciudad, incluidos algunos que están atendiendo a enfermos del COVID-19 tanto en los hospitales como en otros centros de salud. En general, todos comparten la misma visión y preocupación que paso a sintetizar.
Por un lado, el coronavirus está sumamente activo y agresivo en nuestra provincia y se está extendiendo a provincias cercanas como Islay y Caylloma, que pronto podrían estar colapsadas como Arequipa cuya situación todos conocemos. Pese a eso, un alto porcentaje de la población no termina de tomar conciencia de la gravedad de la pandemia y no está siguiendo las conductas adecuadas: respeto a la cuarentena, uso de dispositivos de protección, higiene personal, distanciamiento social y atención temprana a los contagiados. Los médicos aseguran que si se siguieran esas conductas serían mucho menos los que necesitarían oxígeno medicinal o atención hospitalaria, con lo cual podrían ser debidamente atendidos, evitándose muchas muertes y las escenas dramáticas que estamos viendo en estos días. Los sacerdotes, por su parte, son conscientes de la importancia de ir reabriendo los templos para que los fieles puedan ir a rezar, participar en la Misa y recibir otros sacramentos. Les preocupa, no obstante, que no todos estén dispuestos a acatar las normas previstas en el protocolo respectivo, el cual entre otras cosas recomienda que no asistan las personas vulnerables o que eventualmente puedan estar infectadas y, por necesidad, limita el número de asistentes a cada celebración a fin de que se mantenga el distanciamiento personal.
Podemos concluir, entonces, que la dramática situación que estamos atravesando no está causada sólo por el coronavirus sino también por la falta de previsión de muchas personas. Es cierto que un porcentaje considerable de la población no puede respetar la cuarentena porque necesita salir para generar algunos ingresos que le permitan alimentar a su familia. Lo que resulta menos comprensible es que muchos no se cuiden de modo adecuado y terminen enfermándose y haciéndose daño a sí mismos y a su familia, ocasionando el efecto contrario al que los motivó a salir de casa. Por eso, humildemente les ruego a todos que sean prudentes. Vencer al coronavirus está en nuestras manos. Cuidémonos y así cuidaremos a los demás y podremos volver a nuestra vida ordinaria en la sociedad y la Iglesia. Mientras tanto, he pedido a los sacerdotes que no dejen de estar disponibles en los despachos o casas parroquiales, para los que deseen confesarse, la atención a los enfermos, exequias de difuntos u otra necesidad, y que se vayan preparando para reabrir los templos en cuanto se den las condiciones necesarias.
+ Javier Del Río Alba, Arzobispo de Arequipa