La crisis real que enfrenta la Iglesia no es determinar el significado exacto de la guía pastoral de «Amoris Laetitia» (AL) sobre la recepción de la Sagrada Comunión.
AL está completamente enmarañada con una lucha centenaria con el Subjetivismo, que busca establecer la primacía del juicio privado como la norma efectiva de la vida cristiana. Por consiguiente no responder a los dubia de los Cardenales puede resolver esta situación, porque AL no la ha originado. Además, la controversia ha llegado a un punto en que la cuestión que tenemos delante es la interpretación auténtica del Magisterio Ordinario de la Iglesia, no el significado de directivas prudenciales que aparecen en cartas pastorales de menor categoría de Papas u Obispos individuales.
El ataque del subjetivismo al Evangelio tiene sus orígenes no solo en el «libre examen» (interpretación privada) de la Sagrada Escritura de los reformadores, sino en el individualismo y relativismo consecuentes, que han caracterizado al Occidente Moderno y Postmoderno. Es el mismo error al que se opuso el Cardenal Newman en el siglo XIX. Aunque Newman siempre defendió la conciencia, insistió en que el único juicio privado de la misma era el acto de aceptación de la Iglesia como Maestra, después del cual estaba obligada a ser dócil a la proclamación normativa del Evangelio.
Él afirmaba continuamente la verdad apostólica de que, en conciencia, como en la vida, nosotros estamos delante de Dios, con Cristo y la Iglesia, nunca solos. En el siglo XX, el Subjetivismo ha hecho metástasis entre los católicos y otros cristianos, deshaciendo el testimonio y la membresía de las principales denominaciones protestantes, y dando origen a la desastrosa tergiversación del Vaticano II (la así llamada ‘Hermenéutica de la discontinuidad’). La «Humanae Vitae» (HV) fue una línea divisoria, desde luego, y las falsas teologías morales ganaron popularidad desde entonces.
Los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI trabajaron durante sus ministerios para corregir los errores del Subjetivismo, con mínimas denuncias, prefiriendo las afirmaciones cuidadosas, claras y consistentes de la fe, que aclaraban el auténtico espíritu del Vaticano II. Si lo vemos con retrospectiva, parece que ellos han intentado con toda paciencia, reunir la Iglesia y guiarnos con cuidado lejos de la confusión.
Ellos hicieron significativos avances entre la más joven generación de católicos comprometidos y, al menos en Estados Unidos, con el clero más joven. No lo consiguieron, sin embargo, con muchos de los más antiguos adherentes al Subjetivismo entre los teólogos, clero, y obispos. Así, el siglo XXI encontró a la Iglesia más fuerte, pero con la controversia sin resolver. Este es el comprometido contexto del Papa Francisco, de los dos Sínodos y «Amoris Laetitia».
La preexistente lucha con el Subjetivismo explica la razón por la que unos cuantos pasajes inconclusos en una simple exhortación papal, se han tomado como justificación para cambios fundamentales en la creencia y en la práctica de la Iglesia. Por lo demás, esos pasajes deberían haber sido entendidos y llevados a la práctica en continuidad con toda la enseñanza que les ha precedido.
En su lugar, vemos un esfuerzo para promover prácticas en relación con el matrimonio y la moral –sean las que sean las intenciones de los intérpretes- de acuerdo con el subjetivismo de las ya refutadas teologías morales de los últimos cincuenta años.
Las verdades que están en peligro particularmente son:
1ª) El Evangelio enseñado por la Iglesia es una norma real de comportamiento, más bien que una mera guía o un ideal.
2ª) En toda circunstancia, Dios concede la gracia para vivir las normas evangélicas.
3ª) Un matrimonio válido es para siempre.
4ª) El matrimonio, la conciencia y la recepción de la Sagrada Comunión son Cristológicos y eclesiales, más bien que un asunto privado.
Sabemos lo que ocurrió después de la HV. Una vez que las falsas creencias y prácticas son aceptadas públicamente u ordenadas, será muy difícil, casi imposible, traer a los equivocados, obispos, sacerdotes, teólogos y fieles, de vuelta a la fidelidad aun por medio de decididos esfuerzos pastorales que duren décadas.
Por definición, los sacerdotes y obispos que afirmen la verdad serán menospreciados porque no están dispuestos a la unidad en esas creencias y prácticas. Habrá esfuerzos para asegurar que las interpretaciones falsas y erróneas del Evangelio son consistentes con el Magisterio auténtico, representando el verdadero ‘desarrollo’, ‘renovación’, o el ‘espíritu’ de la fe católica. Para tener éxito, estos esfuerzos necesitarán marginar a los críticos, cargarles con nombres como ‘fariseos’, ‘nostálgicos’, ‘rígidos’, o etiquetándoles como una minoría desleal.
Los obispos malteses y otros independientemente, han ido muchos más allá del texto de AL, afirmando que la enseñanza establecida de la Iglesia nos instruye para que aquellos «en paz» con su conciencia (una situación no limitada a los ‘recasados’) sean admitidos a la Sagrada Comunión. Así, ellos reclaman hablar según las ‘verdaderas’ intenciones del Papa en AL y ofrecer la ‘única interpretación auténtica’ de la fe católica.
Ello implica, aunque no se diga explícitamente, que aquellos que no están de acuerdo no actúan ‘en comunión’ con el Papa.
De esta manera, en un solo año el tema ha pasado de considerar la recepción de la Sagrada Comunión solo en ciertos casos para los ‘recasados’ a encargar a los obispos locales determinadas actuaciones, a obligar a la dar la Sagrada Comunión a todo aquel que tenga ‘buena conciencia’, a reclamar que esta innovación es parte integrante de estar o no en comunión con Roma. Si esta última es la posición oficial, no habrá espacio para la conciencia de los sacerdotes o la autoridad de los obispos que no están de acuerdo con ello.
Para ser claros: lo que se está promoviendo –algunas veces desde el propio periódico del Vaticano- son teologías y prácticas que hasta ahora fueron rechazadas como contrarias a la fe. Recuerden las consecuencias de la HV y piensen dónde estaremos en unos pocos años si las enseñanzas sobre la conciencia, el matrimonio y la Sagrada Comunión son denigradas y, al mismo tiempo, abandonadas por los fieles, el clero y los obispos de la misma manera. Solamente una acción rápida prevendría el grave daño a las almas y a la vida de la Iglesia.
El problema no es AL. El problema es si la nueva forma de ver las cosas refleja el Magisterio ordinario de la Iglesia en comunión con Roma, como se dice, y, si no, ¿qué hay que hacer?
Después de la HV la Iglesia entró en una guerra fría con el Subjetivismo, pero sin un gran éxito. Aquella forma de actuar no funcionará hoy, ya que el mero paso del tiempo se probaría catastrófico como interpretación errónea del Magisterio difundido.
Con el significado del Evangelio en juego, el creyente necesita, tanto del Papa como de los obispos, algo más que guías ambiguas, silencios, o declaraciones en respuesta a declaraciones.
Necesitamos la claridad y la autoridad de un testigo digno de los Apóstoles.
P. Timothy V. Varek, sacerdote
Traducido por Laudater Jesús Christus, del equipo de traductores de InfoCatólica
Publicado originalmente en The Catholic Thing