El punto más difícil de interpretar de la «Amoris laetitia» es el nº 305, que dice:
«A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado –que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno– se pueda vivir en gracia de Dios, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia».
No nos detenemos a considerar en qué sentido se puede estar en la gracia de Dios en medio de una situación objetiva de pecado. Ciertamente, es justo que cualquier persona, en cualquier situación, reciba «la ayuda de la Iglesia». En este punto el documento remite a la nota al nº 351:
«En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos». De la confesión y la comunión, se entiende, y precisa que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles»
¿Cómo interpretar el texto y esta explicación de la nota? Hay dos alternativas, una «de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia», como el mismo Papa dice en el nº 300; y otra que terminaría introduciendo el divorcio en la Iglesia Católica.
La primera es la siguiente: El Papa dice: «en ciertos casos». De hecho, hay dos casos en las que es posible dar la comunión a los divorciados vueltos a casar: cuando hay certeza moral que el primer matrimonio era nulo, pero no hay pruebas para demostrarlo en los tribunales (y por lo tanto no se puede obtener la anulación canónica); y luego cuando los dos divorciados vueltos a casar aceptan abstenerse de los actos propios de los cónyuges, y por lo tanto dejan de vivir como marido y mujer. En estos dos casos se puede dar la comunión, con cuidado de evitar el peligro de escándalo.
Pero hay que tener en cuenta que el Papa usa el condicional «podría ser»: lo que quiere decir que ni siquiera él está completamente seguro de que sea lo más apropiado. Esta observación es especialmente válida para la segunda alternativa. De hecho, algunos podrían interpretar estas palabras como si el Papa autorizase a dar la comunión a divorciados vueltos a casar, cuyo primer matrimonio era verdadero y justo, y en la segunda unión viven como marido y mujer. Pero el Papa no ha dado esta autorización.
Es preciso por tanto decir simplemente que el Papa en la «Amoris laetitia» ha escrito más de 56.600 palabras, pero no ha escrito estas cinco palabras sencillas: «Se puede dar la comunión a divorciados vueltos a casar» [N. de T. «È possibile dare la comunione ai divorciati risposati»] ¿Por qué no las ha escrito? Existe algún motivo. Si él no las ha escrito, creo que nadie debe introducirlas, y nadie debe hacer lo que él no ha dicho.
El papa Francisco, de hecho, no quiere ir en contra del magisterio de los papas anteriores. He aquí estas tres declaraciones precisas, especialmente de San Juan Pablo II, quien en la «Familiaris consortio», n. 84, dice: «La Iglesia reafirma su práctica, basada en la Sagrada Escritura, de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar.» En «Reconciliatio y paenitentia», n. 34, sin embargo, Juan Pablo II dice que la Iglesia invita a sus hijos que se encuentran en estas condiciones dolorosas, es decir, que están «divorciados vueltos a casar », a «acercarse a la misericordia divina por otros caminos, pero no por el de los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía». Y Benedicto XVI, en la «Sacramentum Caritatis», n. 29, reitera: «El Sínodo de los Obispos [sobre la Eucaristía, 2005] ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura, de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo»
El contexto precisa el valor de estas claras afirmaciones. Al leer los documentos de la Iglesia no se puede contraponer a un sínodo con otro y a un papa con otro. Por la hermenéutica de la continuidad no se puede atribuir al papa Francisco la intención de cambiar esta doctrina del magisterio. Quién hace lo contrario no hace un buen servicio al Papa y a la Iglesia.
Por lo demás, todos estamos de acuerdo en que la Eucaristía es un «remedio» para los enfermos, pero hay algunos pacientes que son alérgicos a ciertos medicamentos, como los antibióticos: si los toman, no se curan, sino que empeoran. Y es cierto que es un «alimento para los débiles», pero ahora sabemos que hay intolerancias a los alimentos, por ejemplo, al gluten, y que el alimento mejor, como el pan, resulta ser perjudicial para las personas que lo comen.
Son sólo ejemplos y podrían ponerse otros, para decir lo mismo: la Eucaristía, que es para la vida, puede convertirse en causa de muerte. Así que ya se dijo Santo Tomás de Aquino: «Sumunt boni sumunt mali, sorte tamen inaequali, vitae vel interitus»; «lo comen los buenos y los malos, con distinta suerte, de vida o de muerte».
La Eucaristía es necesaria para la vida cristiana y para el camino espiritual. Sin embargo, si se toma sin las debidas disposiciones, resulta contraproducente, como claramente dicen los textos de Mateo 22,1 1-14 y 1 Corintios 11, 27-30. Nos encontramos en un momento delicado en el que es necesario acoger la invitación del papa Francisco a favorecer la integración de los divorciados y vueltos a casar en la comunidad eclesial, pero no hay que comprometer la verdad de la práctica sacramental de la Iglesia. La prudencia y discernimiento ayudarán a encontrar el camino correcto.
Del blog Settimo Cielo de Sandro Magister en L'Expresso, quien transcribe una parte de la presentación de la AL publicada en el número de agosto del periódico Ascolta