San Ignacio de Loyola y su tiempo
Albert Chevallier-Tayler, Ignacio convaleciente en Loyola, 1904

San Ignacio de Loyola y su tiempo

La concentración en espacio y tiempo de estos referentes históricos, nos lleva a plantear una pregunta obvia: ¿mera casualidad, o consecuencia de los valores morales y espirituales de una determinada época?

Este año celebramos a san Ignacio en el contexto del quinto centenario del inicio de la primera vuelta al mundo, coronada por nuestro paisano Juan Sebastián Elcano. Llama poderosamente la atención que no pocos de los guipuzcoanos que han dejado una honda huella en la historia de la humanidad, fuesen coetáneos. Me refiero de forma especial a Juan Sebastián Elcano, Ignacio de Loyola, Andrés de Urdaneta y Miguel López de Legazpi; quienes vinieron al mundo con una escasa diferencia en el tiempo. San Ignacio era cuatro años más joven que Juan Sebastián Elcano; Urdaneta siete años menor que Iñigo de Loyola; y Legazpi tan solo dos años más joven que Urdaneta. La concentración en espacio y tiempo de estos referentes históricos, nos lleva a plantear una pregunta obvia: ¿mera casualidad, o consecuencia de los valores morales y espirituales de una determinada época?

Mientras que Juan Sebastián Elcano luchaba por llegar a su meta atravesando un inmenso océano, viendo cómo la tripulación se diezmaba aquejada de escorbuto; Iñigo se debatía en Loyola entre la vida y la muerte, convaleciente por las heridas sufridas en la defensa del castillo de Pamplona, a punto de iniciar la cruzada más decisiva de su vida: la batalla interior de la conversión. Al cabo de unos años, cuando Ignacio de Loyola escribe sus «Ejercicios Espirituales», recurre a la metáfora del ‘rey temporal’ y el ‘rey eternal’. He aquí el planteamiento de Ignacio expresado con nuestras palabras: «Imagínate que el más noble e ilustre de todos los reyes te llamase para colaborar con él en la mayor de las empresas jamás realizada (¡es como si evocase la orden de Carlos I convocando la expedición que daría la vuelta al mundo!)… ¡Qué honor sería para ti servir a tan gran rey, siendo copartícipe de sus sufrimientos y alegrías! Pues bien… piensa ahora que quien te hace este llamamiento no es un rey temporal, sino el rey eternal, el autor de cielos y tierra… ¿Cabe mayor honor en tu vida que servir al Rey de reyes?».

¡Este símil utilizado por Ignacio retrata su alma! Es obvio que los valores éticos del fin del medievo –el sentido del honor, la fidelidad a la palabra, la capacidad de sacrificio, la obediencia, la fe en una Verdad suprema…– fueron el trampolín desde el que Iñigo de Loyola dio el salto a la carrera por la santidad.

Todo tiempo tiene sus luces y sus sombras, y es absurdo idealizar una época histórica en detrimento de otras. Sería un anacronismo juzgar la historia fuera de su propio contexto. Es mucho más práctico y ecuánime que nuestra crítica constructiva se centre en el momento presente. De hecho, uno de los males más frecuentes de la cultura contemporánea consiste en avergonzarse de nuestra historia, llegando incluso a formular leyendas negras sobre el medievo y su encuentro con el renacimiento.

Las hazañas llevadas a cabo por aquellos notables guipuzcoanos, difícilmente se habrían podido realizar en un contexto cultural en el que se reivindicaran los ‘derechos’ en detrimento de los correlativos ‘deberes’; en el que se confundiera la voluntad con la apetencia, el amor con la atracción, o la libertad con el simple libre albedrío… Me ha parecido especialmente certero el siguiente retrato moral de nuestra cultura, formulado recientemente por Juan Manuel de Prada: «Para el liberalismo de nuestros días, la verdadera naturaleza del hombre es la «libertad del querer»; o sea, la voluntad soberana imponiéndose sobre la naturaleza de las cosas». Ciertamente, las gestas de aquellos guipuzcoanos, se explican en buena medida por el humus cultural y espiritual en el que vivieron.

Dicho lo cual, introduzco un contrapunto o una matización a esta afirmación. Y es que, si bien es verdad que san Ignacio de Loyola fue hijo de su tiempo, a su vez hay que señalar que trascendió con gran libertad los condicionamientos de su época. Las dos afirmaciones son ciertas. El intuitivo Chesterton decía a este respecto: «El catolicismo libera al hombre de la degradante esclavitud de ser hijo de su tiempo». ¿A qué se estaba refiriendo con esta provocativa expresión? El Evangelio de Cristo es eterno y está llamado a inspirar todas las culturas y épocas de la historia. El devenir cultural de los pueblos suele ir acompañado de algunos avances éticos, a la par de notables contradicciones e incongruencias. La revelación de Cristo es la que nos ofrece la clarividencia suficiente para acoger los verdaderos valores latentes en cada momento histórico, al tiempo que permite denunciar los pecados de cada época, ante los cuales, por cierto, suele existir una gran ceguera colectiva. La afirmación de Chesterton tiene su razón de ser en que la revelación de Cristo nos permite «vivir en el mundo sin ser del mundo» (cfr. Jn 15, 18ss); o dicho de otra manera: ser hijos de nuestro tiempo, pero libres de sus condicionamientos más nefastos.

Por ello, impresiona comprobar en el citado libro de los «Ejercicios Espirituales» la clarividencia de Ignacio a la hora de exigir la plena libertad ante el apego a las prebendas y falsos honores mundanos (un evidente punto débil de la cultura de aquel momento), requiriendo a sus seguidores estar dispuestos a ser considerados como locos a los ojos del mundo…

El 500 aniversario de la vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano es una buena oportunidad para profundizar en el contexto histórico que vivió san Ignacio, al tiempo que para acercarnos a conocer nuestras raíces históricas, tantas veces ignoradas y manipuladas desde las ideologías contemporáneas. Os invito a leer la obra de Vittorio Messori que lleva el título de «Leyendas negras de la Iglesia». Inazio donea, otoitz gure alde! ¡San Ignacio, ruega por nosotros!

 

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6 comentarios

Fernando Cavanillas
"Llama poderosamente la atención que no pocos de los guipuzcoanos que han dejado una honda huella en la historia de la humanidad, fuesen coetáneos" [...]

...llama poderosamente la atención que no mencione a España y a los reyes españoles (empezando por Isabel la Católica). ¡Qué casualidad tan misteriosa!, ¡unos guipuzcoanos dejando honda huella en la historia de "la humanidad" en el siglo XVI!.

Sí, ya sé que en la viciada e irrespirable atmósfera del país vasco es tabú y está prohibido mencionar a España, a la cual odian con todas sus fuerzas sus hijos nazionalistas vascos. Qué triste situación, qué mal ambiente, qué imperio de la mentira y de la cobardía.

Sé que su Excelencia Reverendísima lo tiene muy difícil para si quiera mencionar la Verdad (ya sea ésta política ó religiosa), y realmente me compadezco de su situación en ese aspecto... pero así está su patria chica, realmente encanallada.

¡¡Que San Ignacio interceda por las maravillosas provincias vascongadas y por España para que seamos fieles a Cristo y a la Verdad, y obedientes a Dios!!

¡Viva Guipúzcoa! ¡Viva Vascongadas! ¡Viva España! ¡Viva Cristo Rey!
31/07/19 12:36 PM
Chico
Me gusta mucho. Hace pensar. Y rezar
31/07/19 5:26 PM
Rafael
Me permito sugerirle, dado que verá al obispo de Alcalá Reig Pla, que, si tiene a bien, le sugiera que ponga la cabeza a la estatua de San Pedro de la fachada de la antigua iglesia de los jesuitas en Alcalá.
31/07/19 5:53 PM
Rafael
El jesuita provincial de España, España, en febrero pasado escribió una carta a los jesuitas, que hicieron pública. Era sobre el tema catalán. Les decía: “A nuestras instituciones universitarias las invito, en la medida de sus posibilidades, a estudiar posibles vías de avance” No dice en qué sentido el “avance”. Podemos imaginar cuál es el “avance” del “procés”. Después, en su primera y única entrevista, a Alfa y Omega, insistía en que los temas actuales de los jesuitas son el asunto catalán, junto a los abusos.
¿Para esto fundó la Compañía San Ignacio?
Hoy mismo, el Secretario de comunicación de la Provincia de España, José María Rodríguez Olaizola, escribe un artículo en que se muestra muy encantado de lo que son hoy los jesuitas, sin importarle que no haya vocaciones. En su twitter publicó un crucifijo pintado con la bandera gay. No ha habido sanción canónica.

En esa entrevista a Alfa y Omega, el provincial decía: “Tenemos las iniciativas de Deusto para la reconciliación en el País Vasco” Después publicaron el libro “Con la Biblia y la Parabellum” prologado por catedrático de teología de Deusto.

¿No necesitarán los jesuitas que les prediquen, por la autoridad competente, que no se puede ir con la parabellum?
31/07/19 6:35 PM
Joel
La reina Isabel I La Católica, fue Reina de Castilla y por matrimonio reina consorte de Aragón, tanto monta monta tanto; así mismo era Señora de Guipúzcoa . La cuñada de San Ignacio de Loyola , doña Magdalena de Araoz fue camarera de Isabel cuando aun era solamente infanta y residía obligadamente en Ocaña por mandato expreso de su hermano Enrique IV para evitar los partidarios de Isabel a que la elevaran al trono.
Precisamente D. Martín de Loyola y doña Magdalena de Araoz que se portaría como una madre con el muchacho Iñigo de Loyola, se casaron en Ocaña con cuyo motivo la infanta Isabel le regaló el cuadro de pintura flamenca con la imagen de La Virgen que esta, o estaba hasta hace al menos treinta años, en el oratorio de la casa natal de San Ignacio.
Se comprende que esa época fuera de esplendor irrepetible del señorío de Guipúzcoa con personajes formidables de una calidad humana excepcional
. En la villa guipuzcoana de Oyarzun, hoy bastión político del movimiento secesionista bildutarra, se conserva o al menos se conservaba hasta hace unos años, el llamado hospitalillo que se debe a los Reyes Católicos que le dieron al pueblo el título de villa, que hasta entonces había sido feudo de los señores de Lartaun aunque Rentería desgajada del término del territorio de Oyarzun había sido declarada villa desde el rey Alfonso Onceno que la fundó, hecho de gran importancia porque suponía un titulo para tener más o menos representantes en las Juntas Generales de Guip
5/08/19 2:31 AM
pedro de madrid
Leí hace años un libro y no me acuerdo del título, sobre otro guipuzcoano que los acompañó en la vuelta al mundo, algo relacionado con Acurio, me gustaría recordar el título
26/08/19 1:15 PM

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