Por qué no soy sedevacantista
Santa Catalina de Siena confrontando al Papa y los cardenales - Eleanor Fortescue Brickdale | ©: WikiMedia

Por qué no soy sedevacantista

Me gustaría explicar por qué no soy sedevacantista, dejar clara la razón por la que, pese a poder admitir sin reservas los errores y ambigüedades doctrinales de un Papa, no puedo sin embargo unirme a aquellos que deslegitiman su pontificado.

Si un Papa yerra, ya sea en sus declaraciones o en sus actos, tengo por costumbre actuar de la siguiente manera: en primer lugar reconozco ese error como tal, no intento darle interpretaciones forzadas ni retorcer la evidencia, sino que lo denuncio y llamo como testigos a los Padres de la Iglesia, a los santos, a los Doctores, a los Papas anteriores, para oponer la verdad al error. En esta primera etapa me gano la simpatía de los sedevacantistas, que acuden para felicitarme y darme palmaditas en la espalda, pero por otro lado enfurezco a los papólatras. Esta situación, sin embargo, dura poco tiempo, porque en segundo lugar sostengo que ningún error de un ministro de la Iglesia, sea el de un sacerdote desconocido que oficia en una pequeña parroquia de los suburbios, sea el del mismísimo Vicario de Cristo en la tierra, puede justificar el abandono de la Iglesia visible. En esta segunda etapa las tornas se cambian: me gano la simpatía de los papólatras, pero enfurezco a los sedevacantistas. Hace tiempo que me he resignado a esta alternancia, para mí es como la salida y la puesta del sol.

Pero en esta ocasión me gustaría explicar por qué no soy sedevacantista, dejar clara la razón por la que, pese a poder admitir sin reservas los errores y ambigüedades doctrinales de un Papa, no puedo sin embargo unirme a aquellos que deslegitiman su pontificado.

Para aclarar la cuestión, debo indicar en primer lugar que mi postura no se fundamenta en la cuestión de hecho, a saber, si la Sede está realmente vacante o no lo está. Es en efecto posible –y estoy dispuesto a considerarlo tan probable como se quiera– que en el futuro la Iglesia católica decrete esa vacancia y constate la ilegitimidad de los pontificados que se han sucedido desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, pero ni siquiera entonces se podría decir que me había equivocado, pues de antemano había confesado que ese hecho era posible, sólo que no me parecía un criterio firme para adelantarme a la decisión de la Iglesia visible. Mi postura se fundamenta en la completa seguridad de que Dios no puede reprochar a ningún católico el que a pesar de los errores doctrinales de sus gobernantes temporales haya permanecido en comunión con la Iglesia visible y recibido sus sacramentos (siempre que él mismo no haya admitido esos errores en su vida), mientras que, incluso si llega a ser cierto que los errores doctrinales de la jerarquía son tales como para deslegitimar los pontificados que se aducen, los sedevacantistas se exponen a un peligro infinito, pues no se trata de acertar en la cuestión de hecho, como si nuestra vida fuera un concurso de televisión en el que Dios nos recompensara con la eterna felicidad si acertamos la pregunta, sino que se trata de acertar en la cuestión de fe, aun si para ello hay que renunciar a tener razón en un punto concreto.

Se puede aplicar a esta cuestión la famosa Apuesta de Pascal. El argumento, muy resumido y por lo tanto simplificado, es el siguiente: quien cree en Dios, en caso de que Él exista, tendrá una ganancia infinita, mientras que si no existe no perderá nada por haber creído. En cambio, quien no cree en Dios, en caso de que Él exista tendrá una pérdida infinita, y en caso de que no exista no ganará nada por no haber creído. Por lo tanto, lo más razonable es creer, ya que en en el peor de los casos no se pierde nada, y en el mejor de los casos la ganancia es infinita.

Veamos qué consecuencias tiene esto aplicado al caso del sedevacantismo. En primer lugar, supongamos que la Sede está vacante; supongamos que, como dicen los sedevacantistas, desde Juan XXIII hasta Francisco todos los Papas han sido ilegítimos. En ese caso, respecto a la cuestión de hecho, los sedevacantistas habrían tenido razón, pero, ¿estarían libres de reproche a los ojos de Dios? ¿No les podría reprender la impaciencia que mostraron al adelantarse a la decisión de la Iglesia visible? Bien, la Sede estaba en efecto vacante, pero, ¿por qué adelantarse al tiempo que Dios había dispuesto para comunicarlo al cuerpo de todos los fieles esparcidos por todo el mundo? Los sedevacantistas habían dado tanta importancia a sus propias vidas que no podían consentir que la decisión quedara relegada al momento posterior a sus muertes, y así prefirieron anticiparse a los planes de Dios y dictar sentencia antes de tiempo. ¿Y de qué les había servido esa antelación? ¿Acaso creen que Dios les iba a salvar sólo a ellos y abandonar a todos aquellos católicos que por ignorancia en cuestiones teológicas o por pura candidez habían seguido recibiendo los sacramentos? ¿Creen que Dios iba a hacer depender la salvación eterna de cada hombre de una sutil cuestión teológica reservada a unos pocos versados en controversias eclesiales?

Incluso si era cierto que el ministerio humano era inválido, no tendrían que haber dejado de recibir los Sacramentos, pues con ello estaban supeditando la fe al cálculo, lo divino a lo humano, dando por hecho que Dios era incapaz de servirse de un ministerio invalido para hacer presente su gracia a todos los fieles que lo ignoraban. La cuestión de hecho externa, que la Sede estaba vacante, les habría ocultado la cuestión de hecho interna: que no tenían fe, precisamente porque no la habían sabido mantener en la prueba del hecho externo que la contrariaba. ¿No habría sido mejor para ellos, entonces, estar equivocados en relación a si el ministerio humano era legítimo, pero acertar en tener fe en la Iglesia visible a pesar de todos los errores humanos?

Demos por hecho que en el futuro, cuando los sedevacantistas actuales hayan muerto, la Iglesia invalide los pontificados que aquellos habían señalado. ¿De qué les servirá eso en el Día del Juicio? Allí no se les examinará de eclesiología, sino del amor. Podría decir el sedevacantista en su defensa: «al fin y al cabo tenía razón, pasó tal como yo dije, supe adelantarme a los acontecimientos». Pero, ¿acaso tendría eso algo que ver con el Juicio? ¿No sería como si alguien que está siendo juzgado por hurto basara su defensa en que adivinó qué tiempo haría el día siguiente? Dios podría responder: «ese hecho nada quita o añade a tu causa. ¿Acaso entre los diez Mandamientos conoces alguno que diga: tendrás razón en la cuestión de hecho? ¿Acaso lees en mis Escrituras: quien adivine si la Sede está vacante, será salvo? ¿Te revelé a través de la Tradición que tu salvación dependía de tu acierto o falta de acierto en esa materia? Por supuesto que no había que caer en los mismos errores que los pastores que me traicionaron, pero, ¿significaba eso acaso que debíais salir del redil? Bien podías mantenerte en él confiando en que era Yo quien te alimentaba, en que Yo te procuraría buenos pastos y eliminaría de ellos el veneno que habían introducido los malos pastores».

Por lo tanto, si bien el sedevacantista habrá tenido razón en un hecho aislado y temporal, se habrá equivocado en el hecho general y eterno, pues no habrá tenido la fe suficiente como para creer que Dios podía mantener la integridad de la Iglesia visible pese a la traición del ministerio humano. En esta apuesta, por consiguiente, el sedevacantista lo habrá arriesgado todo por la probabilidad de una ganancia que siempre había sido exigua o nula.

Ahora, continuando con la suposición de que la Sede haya estado realmente vacante, veamos qué pasaría con todos los fieles que no hubieran sabido advertir ese hecho, o que pese a advertirlo hubieran tenido la fe suficiente como para creer que Dios podía mantener la eficacia de sus Sacramentos incluso entre la corrupción de sus administradores. Porque, ¿acaso Dios, el mismo que inspiró al salmista para escribir «su pregón sale por toda la tierra, y sus palabras hasta los confines del orbe», iba a condenar a esos fieles por acudir a la llamada de la Iglesia visible, que resonaba en todo el mundo? ¿Acaso Dios, el mismo que inspiró al evangelista para escribir: «no puede estar oculta una ciudad situada en la cima de un monte, y no se enciende una candela para ponerla debajo del celemín», acaso Él iba a reprochar al católico el que hubiera seguido asistiendo a la Iglesia esparcida por toda la tierra y visible desde todos sus puntos? ¿Podría Dios, después de dejar claro en las Escrituras, y en dos mil años de historia, que la Iglesia es visible, condenar al católico que, sin caer en los errores de la jerarquía humana, sin embargo hubiera seguido vinculado a la Iglesia visible y recibido sus Santos Sacramentos? Al contrario, en ese caso la fe del católico habría quedado probada por las circunstancias más tentadoras, se habría mantenido en la verdad de la fe confiando en que Dios no podía defraudarle, en que su promesa era más fuerte que las adversidades. Ni para bien ni para mal habría puesto su confianza en los hombres, sino que su fe habría quedado en un estadio superior, imperturbable ante las vicisitudes de la historia, sin dar tanta importancia a su vida como para creer que Dios sólo tenía ese plazo para dirimir los asuntos de la Iglesia militante.

Ese católico lo habría encomendado todo a Dios, se habría conformado (aunque en este caso la palabra «conformar» es equívoca, pues se trata de la más alta exigencia) con hacer lo que la Revelación, por medio de la Tradición y las Escrituras, le había ordenado, sin dar demasiada relevancia a la cuestión de si el Papa era o no legítimo, puesto que lo relevante era si él conseguía mantener la fe en Dios hasta el punto de creer que nada más era relevante, incluso lo que humanamente sí lo es; puesto que lo importante era si confiaba en la Iglesia hasta el punto de creer que ningún error humano la despojaba de su misión, y que sus Sacramentos, por muy mal administrados que estuvieran, jamás perdían la eficacia que Dios les confería. Por tanto, en esta apuesta, y aun si la Santa Sede hubiera estado vacante, el católico que permaneció en la Iglesia visible no habría perdido nada.

Todavía queda, sin embargo, considerar la otra posibilidad, a saber, que la Sede no hubiera estado vacante, que los errores de sus dirigentes humanos no hubieran sido suficientes para invalidar sus ministerios. Pero respecto a esta posibilidad seremos mucho más breves, pues es evidente que en este caso el sedevacantista se vería en apuros en el Juicio Final, ya que ni siquiera tendría la cuestión de hecho de su parte, y habría abandonado la Iglesia visible por una conjetura que finalmente había resultado falsa. Estaría, pues, cerca de perder su felicidad eterna por una apuesta en la que no tenía nada que ganar, lo habría arriesgado todo por una hipótesis que de resultar verdadera no tenía ninguna repercusión en lo que respecta a su salvación. Por su parte, el católico que permaneció en la Iglesia visible, si bien debería dar cuenta de su vida y de sus pecados, como todo hombre, en lo que se refiere a la fidelidad a la Iglesia Dios no encontraría nada que reprocharle, de modo que en ese sentido habría ganado lo infinito en una apuesta donde lo peor que le podía pasar era no ganar nada.

Consideradas, pues, todas las posibilidades, aparece claro que el sedevacantista lo puede perder todo y no tiene nada que ganar, mientras el católico que permanece en la Iglesia visible lo puede ganar todo y no tiene nada que perder. La elección, pues, parece clara.

Pero ahora viene la decepción para los papólatras: puesto que la posibilidad de que la Sede esté vacante, por muy remota que le pueda parecer a un católico, debe ser tenida en cuenta, todo el que esté realmente interesado en su salvación deberá prestar atención a un punto que he procurado enfatizar en todo momento, y es que la ganancia sólo es segura si permanecemos fieles a la Tradición y a las Escrituras, si no las retorcemos para adaptarlas a un hombre, sea este quien sea, pues sólo entonces estaremos seguros de que, pase lo que pase y con independencia de la cuestión de hecho, Dios no tendrá nada que reprocharnos en ese aspecto. Una cosa es permanecer en la Iglesia visible, y otra muy distinta es que esa permanencia nos sirva de pretexto para desviarnos de la verdadera doctrina, que intentemos excusar nuestros pecados por la obediencia a una jerarquía que los cohonesta, pues en este caso somos mucho más culpables que los sedevacantistas, y nuestra salvación será menos probable que la de ellos.

No hay ninguna necesidad, por lo tanto, de formular interpretaciones rebuscadas e inverosímiles a las declaraciones erróneas de un Papa, de defender hasta lo histriónico aquellas afirmaciones en evidente contradicción con el Evangelio y la Tradición, procurando salvar siempre, con malabares dialécticos, un sentido ortodoxo que no es el que naturalmente se presenta cuando se escuchan. Eso es lo que hacen los papólatras, y el motivo por el que estoy tan alejado de ellos como de los propios sedevacantistas. Con esto me gano la antipatía de ambos, pero ya lo dije al principio: para mí es como la salida y la puesta del sol.

 

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22 comentarios

Teo
En toda esta exposición «apologética» exhibe usted una preocupante indiferencia respecto a la verdad, rayana en el cinismo, que me resulta desalentadora, y que me temo repugnará a los espíritus amantes de la verdad. Sus argumentos parecen basarse en un «utilitarismo escatológico» que solo mira a salir personalmente bien parado en el Juicio Final, sin dar importancia alguna a nada más: ni al vivir bien, ni al andar en verdad, ni a la gloria de Dios, ni a la salvación de otras almas. Podrían servir también para animar a los fieles a mantenerse en creencias contra la fe o a obrar contra la Ley de Dios, «justificados» en que los errores doctrinales y morales tienen curso en la predicación actual de la Iglesia y en que, por tanto, cabe esperar que en el Juicio Final Dios tratará con tolerancia a los fieles descarriados por el clero. Seguro que no es esa su intención, pero lo parece.
26/09/24 3:54 PM
Fernando
Excelente. Comparto punto por punto. Creo que uno de los graves problemas de los católicos de hoy es la errónea formación o el erróneo concepto que se tiene del papado. Tanto papólatras como sedevacantistas se equivocan porque le dan al Papa una importancia que no tiene. No digo que no tiene importancia, pero no tiene la que le dan. En la larga historia de la Iglesia ha habido Papas herejes o que han dicho herejías, ha habido Papas de mala vida, ha habido Papas mediocres, y la vida siguió y la Iglesia siguió adelante. Hoy parece que el Papa es un semidios o no es Papa. En fin, hay que conservar la fe y rogar a Dios por buenos pastores.
26/09/24 4:25 PM
Néstor
Aplaudo con las dos manos (en realidad es la única forma :))

Saludos cordiales.
26/09/24 4:25 PM
El Sanjua
Teo disculpeme pero me parece que no leyó bien la primera parte del artículo: "Si un Papa yerra, ya sea en sus declaraciones o en sus actos, tengo por costumbre actuar de la siguiente manera: en primer lugar reconozco ese error como tal, no intento darle interpretaciones forzadas ni retorcer la evidencia, sino que lo denuncio y llamo como testigos a los Padres de la Iglesia, a los santos, a los Doctores, a los Papas anteriores, para oponer la verdad al error."
Supongo que Alonso se puede defender solo, pero su crítica me parece carente de fundamento
26/09/24 4:28 PM
Néstor
Al contrario, se mira por el bien de los demás al resaltar la verdad fundamental que está en juego aquí: la indefectibilidad de la Iglesia y el hecho de que el católico nunca puede tener motivos válidos para salirse de la Iglesia. No se combate al progresismo diciendo que Francisco no es Papa legítimo, sino denunciando y criticando los errores progresistas, vengan de quien vengan.

Saludos cordiales.
26/09/24 4:30 PM
Alonso Pinto
Estimado Teo:

En todo momento recuerdo la importancia de la verdad, revelada a través de la Tradición y el Evangelio. Lo que ocurre es que hay verdades que no tienen relevancia para la salvación, pues están supeditadas a otras verdades más grandes. Por otra parte, en varios lugares de este artículo dejo claro que el católico que permanece en la Iglesia visible no debe sin embargo caer en los errores de una jerarquía corrupta, pues en ese caso es culpable. Le recuerdo los siguientes pasajes:

«Mi postura se fundamenta en la completa seguridad de que Dios no puede reprochar a ningún católico el que a pesar de los errores doctrinales de sus gobernantes temporales haya permanecido en comunión con la Iglesia visible y recibido sus sacramentos (siempre que él mismo no haya admitido esos errores en su vida)».
«¿Podría Dios, después de dejar claro en las Escrituras, y en dos mil años de historia, que la Iglesia es visible, condenar al católico que, sin caer en los errores de la jerarquía humana, sin embargo hubiera seguido vinculado a la Iglesia visible y recibido sus Santos Sacramentos?»

«...la ganancia sólo es segura si permanecemos fieles a la Tradición y a las Escrituras, si no las retorcemos para adaptarlas a un hombre, sea este quien sea, pues sólo entonces estaremos seguros de que, pase lo que pase y con independencia de la cuestión de hecho, Dios no tendrá nada que reprocharnos en ese aspecto».

«Una cosa es permanecer en la Iglesia visible, y otr
26/09/24 5:47 PM
Vetus Ordo
De todas formas tanto en la opción del sedevacantismo como en la de la papolatría hay un pecado de origen común: la falta grave contra el primer mandamiento. En el caso de los papolatras se niegan a formarse como es su deber como buenos católicos, basándose en la Tradición y Magisterio de la Iglesia de 2000 años, y siguen a hombres en vez de a Dios. En el caso de los sedevacantes se rebelan contra Dios por la forma en que instituyó su iglesia, con Pedro como cabeza. Cometen un acto grave de desobediencia contra el Creador, y se niegan a aceptar la autoridad que Él instituyó. Se ponen ellos en lugar de Dios para decidir quién es papa y quien no, por muy nefasto que sea ese papa ellos no tienen esa autoridad. Muchos santos se santificaron por la persecución de su propia jerarquía eclesiástica, a la que se sometieron encomendándose a Dios.
26/09/24 7:19 PM
Octavio Rodríguez
Carísimo Alonso:

Recibe mis sentimientos de aprecio. Me animo a escribirte puesto que te considero receptivo a una fraterna corrección.

Los discípulos del Señor, en medio de una tormenta, imaginaron que naufragarían. Jesús les reprochó: “¿Dónde está vuestra fe?” (cf. Lc 8, 24-25).

Tu fe también vacila, en cuanto atañe a tu personal confianza en la infalibilidad de la Iglesia. El Señor, mediante la asistencia de su Espíritu, no permite que el Cuerpo de la Iglesia se equivoque, en cuestiones esenciales de la vida cristiana. Así ocurre cuando todo éste, en cualquier parte del mundo, proclama, en la celebración eucarística, a Francisco, como su referente:

«Padre misericordioso, te pedimos humildemente, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes y bendigas estos dones /.../ ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Francisco...»

Es imposible que la Iglesia universal, mediante el magisterio ordinario de los obispos, unidos al Papa, se equivoque (cf. CIC 750) en la identificación de la cabeza del Colegio episcopal, Vicario de Cristo y Pastor en la tierra (cf. CIC 331). Por tanto, con una fe clara, no hay que pretender que, en un futuro, la misma Iglesia “constate la ilegitimidad de los pontificados” que sucedidos tras el último Concilio. Es absurdo suponer que la Iglesia del futuro contradiga a la presente –o d
26/09/24 11:06 PM
David
Hoy tenemos un Papa que suelta una herejía tras otra y el episcopado mundial calla. Amoris Laetitia, Fiducia Supplicans, etc.
Dicho eso, Honorio fue condenado décadas después de su muerte. Y no se les ocurrió decir que no había sido Papa. 
27/09/24 7:49 AM
Urbel
¿Qué es el sedevacantismo? Una opinión teológica y canónica. Una opinión es un juicio que se forma sobre algo debatible, una proposición o conclusión de cuya verdad no se está completamente seguro.

Y no podemos estar completamente seguros de que la Sede Apostólica esté hoy o lleve décadas vacante porque la Iglesia no se ha pronunciado nunca sobre la cuestión disputada del Papa hereje en general.

Ni sabemos si en el futuro la Iglesia declarará o no antipapas a todos o parte de los hoy generalmente considerados como sucesores de Pío XII.

Nunca la Iglesia se ha pronunciado definitivamente sobre un problema que, en realidad, nunca se contempló tal y como hoy lo vivimos.

Cierto que hay autores eminentes como el dominico Cayetano, el jesuita Belarmino y otros más, que discreparon sobre si un Papa puede ser hereje y si, siéndolo, pierde o no, de suyo o previo cumplimiento de qué condición o requisito, la autoridad pontificia.

Las conclusiones de aquellos autores son opiniones doctas que, además, no se pueden seguir tal y como fueron formuladas, porque suponían una Iglesia en la que el único que habría caído en la herejía sería el Romano Pontífice, mientras que el resto permanecería firme en nuestra santa religión.

Hoy no es sólo el Papa sino también cardenales, obispos, sacerdotes y fieles los que mitigan, están camino de perder o abiertamente han perdido ya la fe católica.
27/09/24 12:57 PM
HaRegalîm
Muchas gracias por tu artículo, Alonso, aunque no concordo con el raciocinio un tanto calculista y que toca poco - a mi parecer - el amor desinteresado que nos debería suscitar nuestra Madre la Iglesia, tan maltratada desde fuera y desde dentro.

Se me ocorre preguntarte:
¿ Y que piensas de lo que puede pasar en el Juicio Final a los que pasan a frecuentar la SSPX por rechazo a tantas cosas raras que veen en las liturgias del Novus Ordo y escuchan de los hierarcas católicos?
27/09/24 2:52 PM
África Marteache
Esto es así, pero también es así que la situación actual tiene efectos en los sacramentos, en la liturgia y en la vida comunitaria por lo que supone oír misas irreverentes, no poder confesarte y muchas cosas más.
No se trata del Papa sino de la dejadez que se ha trasmitido a los sacerdotes que actúan según confusión. Si la nuestra no fuera una iglesia sacramental la cosa sería más llevadera, pero, siéndolo, quieras o no acabas llorando sí o sí y diciendo como Dom Dolindo Rutolo: "Señor, hazlo Tú", pero no sabiendo como actuar.
El sedevacantismo es por algo y, aunque una no se sume, sigue padeciendo. Tengo miedo de que Dios me pregunte: "¿Y tú que hiciste para ayudar a mi Iglesia, la que fundé y a la que perteneces? y no tenga nada que responder.
27/09/24 4:46 PM
Néstor
La Iglesia es infalible también en los "hechos dogmáticos" y uno de ellos es la legitimidad de los Papas, además la infalibilidad de la Iglesia se ejerce también mediante el Magisterio ordinario y universal de los Obispos.

Con todo, me parece que el argumento del "post" todavía funciona como argumento "por imposible", es decir, incluso en la hipótesis imposible de que mañana la Iglesia declarase ilegítimo a un Papa que primero fue recibido como legítimo por la Iglesia universal, seguiría teniendo razón hoy el que no es sedevacantista, por las razones dadas.

Saludos cordiales.
27/09/24 7:39 PM
Argia
Para mi esta situación es una prueba divina, para revelar como es la Fe de cada uno. Dios ya la conoce, pero quizás nosotros mismos no sabemos en que basamos nuestra Fe.
No podemos decidir lo que es responsabilidad de Dios, es su Iglesia.
Sin embargo podemos tener certezas interiores con respecto a Papas anteriores que aunque pudieran estar equivocadas, nos han hecho mucho bien, y no nos han hecho pensar ni de lejos en que la Iglesia pudiera estar vacante.
Doy gracias a Dios por Papas anteriores que he conocido, me han ayudado en mi Fe. Y me han dado una alegria espiritual que nunca olvidaré.
Pero la conclusión final, es que deberiamos estar en la Iglesia por amor a Jesucristo, y porque confiamos en El.
Los Papas son solo administradores y guardianes del depósito de la Fe,
Si hacen bien su misión, bendito sea Dios, si no es asi, Dios ya sabe lo que tiene que hacer.
27/09/24 8:32 PM
Urbel
Escribe doña África:

"Tengo miedo de que Dios me pregunte: ¿Y tú que hiciste para ayudar a mi Iglesia, la que fundé y a la que perteneces? y no tenga nada que responder."

Palabras que recuerdan las de un célebre arzobispo misionero francés en el verano de 1976:

"En el momento de mi muerte, cuando Nuestro Señor Jesucristo me pregunte: ¿Qué has hecho de tu episcopado, qué has hecho de tu gracia episcopal y sacerdotal?, no quiero tener que escuchar de la boca del Señor: Tú has contribuido a destruir la Iglesia con los demás."
28/09/24 11:42 AM
Urbel
"La Iglesia es infalible también en los "hechos dogmáticos" y uno de ellos es la legitimidad de los Papas, además la infalibilidad de la Iglesia se ejerce también mediante el Magisterio ordinario y universal de los Obispos."

La Iglesia ha vacilado sobre la consideración de papas y antipapas a lo largo de su historia.

Sobre los papas o antipapas del Gran Cisma de Occidente, por ejemplo, el listado oficial computa únicamente a los papas de Roma, no a los de Aviñón, a los solos efectos de numeración uniforme, sin que, no obstante, haya declarado nunca antipapas a estos segundos.

Es significativo que en el siglo XVIII un Orsini comenzase a reinar como Benedicto XIV (como si Benedicto XIII, el Papa Luna de Aviñón, hubiese sido papa legítimo) y cambiara después su numeración a Benedicto XIII (como si el Papa Luna hubiese sido antipapa).

28/09/24 11:57 AM
Urbel
Y el infalible Magisterio ordinario y universal es la predicación conforme de los obispos, dispersos por el mundo, constante a lo largo de los siglos.

Lo que se ha creído siempre y en todo lugar (Commonitorium de San Vicente Lerins, siglo V).
28/09/24 11:59 AM
sofía
Totalmente de acuerdo con Argia.
28/09/24 12:50 PM
Jorge Cantu
Es frecuente olvidar que la Iglesia está inmersa en el mundo y que el mundo la permea y con frecuencia la trata de sabotear. En siglos pasados la elección de algunos obispos estaba sujeta a la aprobación de ciertos monarcas presuntamente cristianos.

Hace unos meses un investigador católico de Estados Unidos reveló un documento desclasificado del gobierno americano, era un informe de un representante de ese gobierno en Italia a la muerte del Papa Pío XII. En él manifiesta que el candidato más probable para suceder al Papa fallecido (preferido suyo para sucederle) era el cardenal Siri, de línea 'conservadora', mientras que el agente que escribe el comunicado recomienda que el gobierno americano mueva sus contactos con obispos de su país dóciles o afines para que influyan en la elección del nuevo Papa a favor del cardenal Juan Roncalli (Juan XXIII) a quien el agente valora como mucho más afín a la agenda del gobierno de los Estados Unidos. El resultado todos lo conocemos y la repercusión para la Iglesia de este cambio de persona en el pontificado.
28/09/24 11:52 PM
Jordi
El derecho canónico deja claro, objetivo y constatativo, que un Papa sí es hereje y excomulgado, y por tanto, con sede impedida, pues aprobó Amoris laetitia y Fiducia supplicans, documentos tenidos por muchos por heréticos:

- El canon 750, 1 define qué se debe creer con fe divina y católica

- El canon 751 llama herejía a la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma

- El canon 1364 tipifica a la herejía como delito canónico castigado con excomunión latae sententiae

- El canon 1324, 1, 1, junto con el canon 1324, 3 exime de la pena a los que sin culpa ignoraba que la ley llevan aneja una pena latae sententiae: Francisco, por razón de estudios teológicos y canónicos, y por estar asesorado de la Congregación de la Doctrina de la Fe, tiene perfecto saber y consentir

- El canon 1314 indica que la excomunión latae sententiae no requiere declaración de autoridad, pues el delincuente se juzga por su propio acto. Francisco se autoenjuició y autocondenó, evitando el problema del canon 1404, que establece que la Primera Sede no puede ser juzgada por nadie, y superando el principio "nemo tenetur se detegere" ("nadie está obligado a admitir su culpabilidad"), ya que él mismo la reconoció.

- El canon 194, 1, 2, establece que queda removido del oficio eclesiástico ipso iure ?quien se ha apartado públicamente de la fe católica o de la

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LF:
El derecho canónico deja claro, objetivo y constatativo que la Sede Apostólica no puede ser juzgada:

1404. La Primera Sede por nadie puede ser juzgada.

Cualquier experto en derecho canónico le explicará que eso significa que NI UNA sola de las sanciones del derecho canónico, sea latear o sententiae, se le aplican a un Papa.
Fin.
29/09/24 1:29 AM
Catalina
Comprendo tu postura, pero estás haciendo juicios errados desde lo que tú crees que cree un sedevacantista. Como si esto fuera cuestión de ver quién tiene la razón y como si la confianza en Dios implicara que crucemos los brazos a la hora de denunciar a los enemigos de Cristo. Si se llegara a declarar tu “hipotética” declaración de vacancia de la Sede desde Juan XXIII (cosa que dudo mucho suceda”), no será por arte de magia sino por el trabajo de aquellos que no se conformaron con ser el “perro mudo” ante los asesinos de la fe. Si tú no tienes el valor de hacerlo, no juzgues a quienes sí, como si su único objetivo fuera poder decir “se lo dije”. Sería estúpido y pueril tener esto por motivación.

Cito a san Atanasio: “NO PUEDE HABER COMUNIÓN ENTRE LA IGLESIA CATÓLICA Y UNA HEREJÍA QUE COMBATE A CRISTO”

Y otra cita de San Pío X: “EL MODERNISMO ES LA SUMA DE TODAS LAS HEREJÍAS”

Dios nos dio ojos no solo para ver lo que es sino para conociendo lo que es, reconozcamos lo que no es, identifiquemos mentiras e imposturas. Se ve donde está la iglesia por sus ritos, por su culto, por su doctrina… se ve donde no está la iglesia donde a pesar de tener los templos y los disfraces de prelados, se combate la fe, se pone al hombre en el centro, se pervierte a las mentes y se corrompen las almas.

Una cosa más, es una analogía absurda lo del creer/no creer y ser sedevacantista/no ser sedevacantista. Tú afirmas que quedarse en la Iglesia “visible” (apóstata) es la
29/09/24 10:34 PM
Ronald
De acuerdo en todo, pero que todas las religiones son un camino hacia Dios, es una cuestión de primera clase de catecismo de niños, no “una sutil cuestión teológica”.
30/09/24 1:07 PM

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