¿Cómo encontrar paz cuando hay rencor en el matrimonio?
Recibí hace poco este mensaje de una lectora (a quien llamaré “Sara”), que enfrenta dificultades en su matrimonio, principalmente por su actitud, según reconoce ella misma:
“Tengo problemas que están debastando mi matrimonio. Uno de ellos es que soy muy rencorosa, pero principalmente con mi esposo. No hay forma de que yo olvide, más bien perdone, algo que él me haga, y siempre le echo en cara las cosas pasadas. Si seguimos así, no sé.
“Por ejemplo, lo último que nos tiene peleando es que, bueno, gracias a Dios le salió beca para ir a estudiar al extranjero. Yo también había solicitado para hacer una especialidad, pero no me lo dieron y a él sí, pero habíamos acordado que igual nos íbamos todos.
“Pero, un día después de que me dieron la noticia de que a mí no me aceptaron, él sale con que por qué no me iba mejor después, ya que uno de sus amigos que se iba a ir no tenía dónde vivir por lo menos un tiempo (para que él se estableciera).
“Realmente sentí una puñalada. Su amigo ya ni siquiera se fue y fue entonces cuando me dijo que sería mejor si nos fuéramos. Y por orgullo y porque me sentía más cómoda en mi país, me quedé, pero me puse a pensar que a él no le importo, que qué iba a hacer porque no estaba trabajando. Me tuve que trasladar a la casa que tiene mi madre para alquilar (pero a mí no me cobró). Lo más importante es que me iba a quedar sola con la nena, aunque luego nos comunicamos por Internet, etc.
“Ya de esto hace 6 meses. Yo fui la que decidió quedarse más tiempo. Ya viene para sus vacaciones y ahora nos vamos todos juntos y dice: ‘Las extraño muchísimo. Tenemos que estar juntos’. Siempre me lo ha dicho desde que se fue. La verdad es que no he podido perdonarlo a pesar de que me dice que lo perdone, que fue una tontería. ¿Qué hago con este rencor? Ayúdenme, por favor.”
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Quizás le puedan ayudar estos consejos de “La imitación de Cristo” por el Bto. Tomás de Kempis (1379-1471):
“Parte tercera: Felicidad Espiritual
“Capítulo XXV: Firme paz del corazón y verdadero progreso”“Jesucristo:
‘1. Hijo, yo he dicho: ‘Mi paz les dejo, mi paz les doy; se la doy, no como la da el mundo’ (Jn 14,27). Todos desean la paz pero no todos se preocupan de lo que concierne a la verdadera paz. Mi paz está con los humildes y sosegados de corazón. Tú paz estará en la mucha paciencia. Si me escuchas, y sigues mi voz podrás disfrutar de mucha paz.’“Discípulo:
‘2. ¿Qué haré pues?’“Jesucristo:
‘Atiende en todo a ti mismo, qué haces, qué dices y dirige toda tu intención a mi exclusivo beneplácito, y nada desees o busques fuera de Mí, no juzgues temerariamente los dichos o hechos ajenos ni te impliques en asuntos que no te hayan encomendado, con esto podrá ser poco o rara vez te desconciertes. Porque jamás sentir alguna confusión, o no sufrir molestia interna o externamente corresponde al estado de eterna quietud, no a esta vida. No vayas a considerar que encontraste la verdadera paz si no sientes alguna pesadumbre ni que todo está bien cuando tus adversarios no te causan molestias ni que todo es perfecto si todo se realiza conforme con tu voluntad. Ni te creas más grande que otro o estimes que eres especialmente elegido si sientes una gran devoción o dulzura, porque en estas cosas no se reconoce al verdadero amante del bien ni consiste en ellas el provecho y la perfección de las personas.“Discípulo:
‘3. ¿Entonces en qué, Señor?’“Jesucristo:
‘En ofrecerte de todo corazón a la voluntad de Dios, no buscando tu interés, ni poco ni mucho, ni en el tiempo ni en la eternidad de manera que con la misma actitud permanezcas agradecido en lo próspero y en lo adverso pesándolo todo con la misma balanza. Si fueras tan firme y constante en la esperanza que incluso al quitársete la consolación interior, prepares tu corazón a soportar más todavía y no te justifiques como si no debieras padecer tanto sino que consideres mi acierto y me alabes por Santo en todo lo que disponga entonces caminarás por la auténtica y recta vía de la paz y podrás tener esperanza cierta de ver con alegría nuevamente mi rostro. Si llegas al total rechazo de tu egoísmo sabrás entonces que gozarás de paz abundante según las posibilidades de tu destierro.”
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En el Evangelio del XXI domingo de tiempo ordinario, le pregunta uno a Jesús: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” (Lc. 13, 23). La respuesta del Señor: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha” (Lc. 13, 24), nos indica que lo más importante para cada uno de nosotros en esta vida es buscar nuestra propia salvación. El Señor nos anima a no fijarnos tanto en el sufrimiento que podamos pasar (por culpa del demonio, mundo o carne), sino más bien en la meta que nos espera tras la puerta estrecha: el banquete del Reino de Dios.
En su caso, Sara, el Señor le ha concedido la vocación de esposa y de madre, y la generosidad caritativa que requiere esta vocación es tener en cuenta los intereses de su familia. Por ejemplo, ¿qué es lo que mejor le ayudará a su hija a crecer en gracia con Dios? Ella necesita tanto a su madre como a su padre. Según lo que comenta, su esposo le ama y le apoya y no está abandonando a su familia, sino que está haciendo lo posible para reunirse con su esposa y con su hija.
Quizás a ratos no se sienta amada por su esposo, pero no se debe uno de fiar siempre en los sentimientos, sobre todo cuando parece ser que el demonio está intentando sembrar malos pensamientos en su vida para perjudicarle y angustiarle. Le quiere hacer ver sólo la puerta estrecha en vez del gozo en el otro lado de esa puerta para que no se acerque a ese medio de alcanzar la felicidad eterna. No le escuche a ese “padre de la mentira", sino a la Ssma. Virgen María, Esposa y Madre sin igual [por ejemplo, rezando el Rosario como sugiere el lector Madrileño en su comentario]. Lo que importa es que Dios le ama muchísimo más de lo que se cree y le ayudará en su matrimonio a superar las dificultades tanto exteriores como interiores, si se apoya en Él e imita Su gran amor.
Si se siente abrumada, recuerde que el mismo Señor nos dijo en otro momento que basta para cada día su propio afán. No nos entristezcamos por un pasado que no podemos cambiar, ni nos asustemos por un futuro que no conocemos, sino que en este presente que nos concede, hagamos todo lo posible para amarle más a Él. Por medio de los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía y de la oración nos acercaremos más a Él y Él nos podrá conceder esa verdadera paz de corazón que no conoce el mundo.
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Vídeo pertinente que comparte la lectora Odet:
[Fotos de Wikimedia Commons: manos (Leon Brocard), puerta estrecha (Lis Burke)]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué consejo le puede dar a Sara? ¿Qué le ayuda a perdonar a otros?
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