10 mandamientos para los escrupulosos
El evangelio del 3er. domingo de Cuaresma nos dice que Jesús: “sabía lo que hay dentro de cada hombre” (Jn. 2, 25). Una conciencia bien formada muestra a la luz de la verdad el interior de cada persona. Si no es bastante exigente, puede uno llevar a la presunción, y si demasiado, a la escrupulosidad.
La palabra “escrúpulo” deriva del latín “scrupulus”, que significa pequeña piedra afilada. Es algo que han sentido grandes santos como S. Juan de la Cruz, S. Ignacio de Loyola, Sta. Juana de Chantal y S. Buenaventura.
“El escrúpulo es la duda irrazonable sobre la moralidad de un acto hecho o por hacer. La persona escrupulosa vive preocupada viendo pecado donde no lo hay. El escrúpulo es un problema que puede sanarse con la asistencia de una buena dirección espiritual y la gracia de Dios. Para ello es necesario que el escrupuloso confíe en su director espiritual."(www.corazones.org)
S. Alfonso de Ligorio también lo padeció y dice: “Cuando existe en la persona escrupulosa la voluntad habitual de no ofender a Dios, es seguro que él o ella actúa en duda y no hay pecado…” También recomienda lo siguiente:
“Los escrupulosos se inclinan a temer que todo lo que hacen es pecado. El confesor debería mandarles que actúen sin restingirse y que superen su ansiedad. Debería decirles que su primera obligación es conquistar sus escrúpulos. Deberían actuar contra sus infundados temores. El confesor podría mandar al escrupuloso conquistar su ansiedad y no prestar atención a ella, haciendo libremente lo que les dice que no hagan. El confesor puede asegurar al penitente que él o ella no necesita nunca confesar tal cosa.”(Citado en “Ten Commandments for the Scrupulous” por P. Thomas M. Santa, C.SS.R., traducción mía)