El lector Bernardo, que vive en Japón, comparte cómo algunas supersticiones relacionadas con números afectan la vida de los japoneses:
“[Una mujer,] habiendo recibido el alta médica estuvo 5 días más en el hospital esperando una fecha propicia (de buena suerte) para salir. Parece que esto es normal aquí, tanto es así que el mismo médico le dio el alta diciéndole que a partir de ese momento podía elegir día para salir. [Ella consultó] un calendario budista y debajo de cada fecha indica si es un dia propicio o no y según para qué.
“Ahora estoy trabajando en una empresa en la que no existen varios números en las taquillas y en las consignas de los clientesporque se cree que dan mala suerte.
“Otro ejemplo de lo mismo es que a la hora de buscar un nombre para el bebé hay que tener muy en cuenta el número de trazos del kanji que se elige para que sumados al número de trazos del apellido den como resultado un buen número total. Hay personas que creen que no les va bien en la vida porque les eligieron mal el nombre. Un auténtico atraso.”
“Estas supersticiones relacionadas con números son aquí una constante. […] Parece que para las niñas [que cumplen 12 años] ese número no es bueno y hay que hacer una ceremonia para que no tengan mala suerte. Todo esto me hace pensar en la suerte que tenemos los católicos de que por Jesucristo podemos conocer la Verdad y sentirnos libres de estas cosas.
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Esas prácticas supersticiosas ofrecen una falsa seguridad porque atan con un temor del futuro las manos de los que confían en ellas. En el Evangelio del XXV domingo de tiempo ordinario, el Señor comenta cómo un hombre rico admira: “la astucia con la que había procedido” (Lc. 16, 8) su administrador infiel. Pero, éste obra por temor a un futuro incierto. Sabe ser astuto como una serpiernte, pero no manso como una paloma, como recomienda el Señor (cf. Mt. 10, 16).
Más astuto es S. Pio de Pietrelcina (1887-1968) cuando dice: “La oración es el mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios”. Además, también fue manso a lo largo de su vida tanto a los embistes del demonio que sufrió desde su infancia hasta a las intrigas de sus enemigos, que le ocasionaron muchas dificultades.
Ante todo eso, no cambiaba su estrategia: “Dulce es el yugo de Jesús, liviano su peso, por lo tanto, no demos lugar al enemigo para insinuarse en nuestro corazón y robarnos la paz.” Encontró fuerza y ánimo no en números inútiles sino en Dios Todopoderoso. Calculó su gran necesidad ante el amor de Dios y se abandonó a Su cuidado. Decía el santo en sus pruebas: “Siento cada vez más la imperiosa necesidad de entregarme con más confianza a la misericordia divina y de poner sólo en Dios toda mi esperanza.”
No sorprende, pues, que este santo sacerdote franciscano recomiende: “No te canses en cosas que producen inquietud, perturbaciones y afanes. Sólo una cosa es necesaria: elevar el espíritu y amar a Dios.” En concreto, aconseja: “Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración…”
La verdadera seguridad se encuentra haciendo la voluntad del Señor, que nos ama como sólo Él puede. Como dice S. Pio de Pietrelcina: “Comencemos hoy, hermanos, a hacer el bien, que hasta ahora no hemos hecho nada.” No nos hacen falta supersticiones que nos distraigan y hagan perder el tiempo. Peor aún, hasta nos pueden apartar de Dios al pecar contra el Primer Mandamiento de Dios. Sería mejor hacer caso de S. Pio de Pietrelcina cuando nos recuerda:
“El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallarán antes que la protección de vuestro Salvador.”
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Conoce supersticiones parecidas? ¿Ha superado alguna vez alguna superstición? ¿Cómo lo hizo?
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