XVI. Primera manifestación de Cristo

Manifestación a los gentiles[1]
El nacimiento de Cristo, además de a su Madre (Lc 1, 26-38) y a San José (Mt 1, 18-25), fue manifestado a los pastores (Lc 2, 8-21), a los profetas Simeón y Ana (Lc 2, 22-38), y los Magos de Oriente (Mt 2, 1-12). Sobre estas manifestaciones examina Santo Tomás su conveniencia en el siguiente artículo.
Hay varias dificultades para comprender su idoneidad. Dos de ellas son con respecto a la Epifanía a los reyes Magos, La primera que expone es la siguiente: «Ordenó el Señor a sus discípulos: «No vayáis a los gentiles» (Mt 10,5), para que antes se diese a conocer a los judíos que a los gentiles. Luego parece que mucho menos debió darse a conocer desde el principio el nacimiento de Cristo a los gentiles, que vinieron del Oriente (cf. Mt 2, 1)»[2].
La segunda aparece si se tiene en cuenta que: «la manifestación de la verdad divina debe hacerse sobretodo a los amigos de Dios, conforme a aquellas palabras de Job: «Se lo comunica a su amigo» (Jb 36, 33)». Sin embargo, «parece que los Magos son enemigos, pues se dice en: «No acudáis a los magos ni preguntéis a los adivinos». Debe concluirse, por ello que: «el nacimiento de Cristo no debió ser revelado a los Magos»[3].


En los tres últimos artículos de la cuestión sobre el nacimiento de Cristo, Santo Tomás se ocupa, en primer lugar, del modo que ocurrió. Respecto a ello sostiene que Cristo nació sin causar ningún dolor a su Madre.
En la misma cuestión dedicada a la Natividad de Cristo, en el artículo tercero, se pregunta Santo Tomás si puede decirse de la Santísima Virgen que es madre de Cristo según el nacimiento temporal de éste. Su respuesta es afirmativa, porque: «el cuerpo de Cristo no fue traído del cielo (…) sino que fue tomado de la Virgen su madre y formado de su purísima sangre. Y sólo esto se requiere para la noción de madre», Por consiguiente: «la bienaventurada Virgen María es verdadera y natural madre de Cristo»
Santo Tomás, después de las cuatro cuestiones dedicadas a la concepción de Cristo, destina otras dos a su nacimiento. Indica en la introducción a ambas que tratará: «en primer lugar, del mismo nacimiento», en la primera cuestión (q. 35); luego, de la manifestación del nacido», en la siguiente (q.36)».





