4.03.10

(68) Gracia y libertad –III. Biblia, Concilios y Liturgia

–Mucho documento. Mucha cita. Esto no lo va a leer nadie.
–Bueno, bueno, ya veremos. Pero si bajara el número habitual de visitantes de este blog, cuando les ofrezco una antología maravillosa de textos bíblicos, conciliares y litúrgicos sobre gracia y libertad, ese descenso me parecería inexcusable y vergonzoso. Hasta ahí podíamos llegar.

Entren, por favor, en este jardín precioso, donde la Palabra divina, en todo el esplendor de su verdad y belleza, se manifiesta acerca del tema gracia y libertad en textos de la sagrada Escritura, del Magisterio apostólico y de la Liturgia. Yo sólamente los presento y comento.

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27.02.10

(67) Gracia y libertad –II. doctrina católica

–Vaya tema. A ver cómo se las apaña usted…
–Limitaré mucho mi intento, y evitando en lo posible los conceptos especulativos que no sean estrictamente necesarios, me apoyaré sobre todo en Biblia, Liturgia, Magisterio apostólico y explicaciones teológicas más comunes.

El papá y su niño, entre los dos, escriben una carta. Voy a partir de esta imagen. El papá, acercándose a una mesa, sienta en sus rodillas al pequeño –por supuesto, analfabeto total–, y tomando la mano del niño, que sostiene el lápiz, se dispone a escribir: «vamos a escribirle una carta a la Virgen María». Atención: la carta, efectivamente, va a ser escrita entre los dos, padre e hijo. El objeto pretendido, escribir una carta, queda absolutamente fuera de las posibilidades del niño, ya que no sabe ni leer ni escribir. Pero este hecho no es impedimento alguno para que se realice esa obra, siempre, claro está, que la mano infantil se deja guiar continuamente por la mano de su padre. Y aquí se dan tres alternativas:

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23.02.10

(66) Gracia y libertad –I. luteranismo y quietismo

–Éstos me parece que nos quedan un poco más lejos. A los católicos. Digo.
–Coincidimos. Pero ojo.

El luteranismo es Lutero. Es una herejía muy personal, aunque todas lo son, por supuesto. Consideremos la experiencia fundamental del hombre sobre su vida moral. Todos tenemos conciencia de que somos libres, de que «podemos» elegir. Y si obramos mal, sentimos el peso de nuestra culpa. Pero también es cierto que todos tenemos conciencia de que no somos libres, de que nuestra libertad está enferma, atada, impotente para hacer el bien que quiere y evitar el mal que aborrece (Rm 7,15). Pues bien, en Pelagio prevaleció el primer convencimiento –somos libres: podemos–, hasta oscurecer la necesidad de la gracia. Y en Lutero, después de luchas morales angustiosas, predominó el segundo, hasta negar la necesidad de obrar el bien –no somos libres: no podemos–; no podemos ni siquiera con la ayuda de la gracia.

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20.02.10

(65) Voluntarismo semipelagiano –V. aún más síntomas. y 4

–¿Más síntomas todavía?
–En una casa edificada sobre un fundamento torcido, todo está mal: puertas y ventanas no se abren y cierran bien, el suelo es cuesta arriba o cuesta abajo, y las personas se tambalean al andar, etc. Un horror. Es lo que sucede en la casa espiritual semipelagiana. Todo en ella está más o menos torcido y malentendido. Por eso sería una tarea de nunca acabar ir señalando las innumerables consecuencias negativas que causa en la vida cristiana. Así que voy a terminar ya el tema con este artículo, aunque resulte un poquito largo.

Dios no te puede pedir. Allí donde se generalice un tanto en la cultura cristiana el Dios te pide, no tendrá nada de raro que, con un poco más, se dé el paso al Dios no te puede pedir. Cualquier contradicción en el pensamiento cristiano puede esperarse en cuanto se aleja de la verdad católica. Las dos actitudes, que son ciertamente contradictorias, coinciden en que centran la vida cristiana en la voluntad, la parte humana. Por el contrario, los católicos reconocemos la iniciativa absoluta de la gracia de Dios, a la que el hombre debe una docilidad incondicional, que no resiste ni pone nunca límites a lo que Dios quiera darle en su infinita misericordia.

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16.02.10

(64) Voluntarismo semipelagiano –IV. más síntomas. 3

–Vengan más síntomas. ¡Yo los tengo todos!
–Y Cristo le va a sanar de todos con la gracia de su verdad. Va a quedar usted nuevo.

El voluntarismo semipelagiano, como todas las enfermedades, tiene muchos síntomas. Y conviene que quienes lo padecen sean sanados por Cristo, que les da su gracia para conocerlos y vencerlos.

La vocación. Comienzo por aquí, porque en la vocación está el principio de todo. Dios, en el orden natural, llama al ser a cada criatura, y la mantiene en la existencia. Dios, en el orden sobrenatural, llama a la gracia al hombre caído: «le llama de las tinieblas a su luz admirable» (1Pe 2,9). Dios es «el que llama» (Gál 5,8: kalon) y los cristianos somos «los llamados» (Rm 8,30: keklemenoi).

La llamada de Dios es absolutamente gratuita. Y por parte Suya, «los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (Rom 11,29: karismata kai e klesis). Todo en la vocación es amor gratuito de Dios, que sólo en Él tiene su causa. Él elige desde la eternidad, llama con una vocación dada en el tiempo –la llamada al pueblo de Israel, a ser cristiano, al apostolado, al matrimonio, al camino concreto personal–, consagra a los llamados –bautismo, orden, matrimonio, profesión religiosa–, y envía en la misión propia de cada vocación. Dios elige-llama-consagra-envía.

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