InfoCatólica / Reforma o apostasía / Categoría: Gracia y libertad

11.03.10

(70) Gracia y libertad –V. vida espiritual. y II

–Si es que ya casi no me atrevo a hablar…
–Va usted bien: «el temor de Dios es el principio de la sabiduría». Y de paso me deja más tranquilo.

Para alcanzar un discernimiento espiritual verdadero es necesario que haya 1.–Humildad, y 2.–Abnegación de la voluntad propia. Pero hay también otras condiciones necesarias y otros signos fidedignos:

3.–La paz. La misericordia entrañable de nuestro Dios guía siempre nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1,78-79). Y así es porque nuestro «Dios no es un Dios de confusión, sino de paz» (1 Cor 14,38). Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). Por eso todo lo que se hace en Cristo y con Cristo, bajo el impulso de su gracia, se hace con paz . Se hace con gozo o con dolor, pero siempre con paz. Por el contrario, cuando el cristiano, obrando desde sí mismo, aunque sea con la mejor intención, hace más o menos o algo distinto de lo que Dios quiere hacer con él, no está obrando con Cristo, no le deja obrar al Espíritu Santo, y necesariamente ve su paz disminuida o perdida. Por eso, la espiritualidad cristiana siempre ha considerado la paz como uno de los criterios principales para el discernimiento.

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7.03.10

(69) Gracia y libertad –IV. vida espiritual. I

–De acuerdo, sí, ya, me equivoqué, diciendo que el post anterior apenas iba a tener lectores.
–Usted, con tal de no quedarse calladito, dice cualquier cosa. Y luego ocurre lo que sucede.

De las premisas doctrinales ya expuestas en los artículos anteriores, iré sacando ahora consecuencias concretas para la vida espiritual.

¿Qué he de hacer, Señor? La perfección cristiana, la santidad, está en la total fidelidad a la gracia de Cristo. Y en la medida en que amamos a Cristo, en esa medida recibimos dócilmente su gracia. En otras palabras: ama al Señor el que cumple su voluntad.

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4.03.10

(68) Gracia y libertad –III. Biblia, Concilios y Liturgia

–Mucho documento. Mucha cita. Esto no lo va a leer nadie.
–Bueno, bueno, ya veremos. Pero si bajara el número habitual de visitantes de este blog, cuando les ofrezco una antología maravillosa de textos bíblicos, conciliares y litúrgicos sobre gracia y libertad, ese descenso me parecería inexcusable y vergonzoso. Hasta ahí podíamos llegar.

Entren, por favor, en este jardín precioso, donde la Palabra divina, en todo el esplendor de su verdad y belleza, se manifiesta acerca del tema gracia y libertad en textos de la sagrada Escritura, del Magisterio apostólico y de la Liturgia. Yo sólamente los presento y comento.

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27.02.10

(67) Gracia y libertad –II. doctrina católica

–Vaya tema. A ver cómo se las apaña usted…
–Limitaré mucho mi intento, y evitando en lo posible los conceptos especulativos que no sean estrictamente necesarios, me apoyaré sobre todo en Biblia, Liturgia, Magisterio apostólico y explicaciones teológicas más comunes.

El papá y su niño, entre los dos, escriben una carta. Voy a partir de esta imagen. El papá, acercándose a una mesa, sienta en sus rodillas al pequeño –por supuesto, analfabeto total–, y tomando la mano del niño, que sostiene el lápiz, se dispone a escribir: «vamos a escribirle una carta a la Virgen María». Atención: la carta, efectivamente, va a ser escrita entre los dos, padre e hijo. El objeto pretendido, escribir una carta, queda absolutamente fuera de las posibilidades del niño, ya que no sabe ni leer ni escribir. Pero este hecho no es impedimento alguno para que se realice esa obra, siempre, claro está, que la mano infantil se deja guiar continuamente por la mano de su padre. Y aquí se dan tres alternativas:

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23.02.10

(66) Gracia y libertad –I. luteranismo y quietismo

–Éstos me parece que nos quedan un poco más lejos. A los católicos. Digo.
–Coincidimos. Pero ojo.

El luteranismo es Lutero. Es una herejía muy personal, aunque todas lo son, por supuesto. Consideremos la experiencia fundamental del hombre sobre su vida moral. Todos tenemos conciencia de que somos libres, de que «podemos» elegir. Y si obramos mal, sentimos el peso de nuestra culpa. Pero también es cierto que todos tenemos conciencia de que no somos libres, de que nuestra libertad está enferma, atada, impotente para hacer el bien que quiere y evitar el mal que aborrece (Rm 7,15). Pues bien, en Pelagio prevaleció el primer convencimiento –somos libres: podemos–, hasta oscurecer la necesidad de la gracia. Y en Lutero, después de luchas morales angustiosas, predominó el segundo, hasta negar la necesidad de obrar el bien –no somos libres: no podemos–; no podemos ni siquiera con la ayuda de la gracia.

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