(Véanse en este blog los dos capítulos anteriores y las partes anteriores del Capítulo III).
EL NUEVO MENSAJE DE SALVACIÓN
El progreso merece ser considerado, a pesar de que escribí bastante sobre él en un artículo anterior [falta la referencia]. Como el Père Teilhard, en un estudio general de la formación del modernismo, el progreso es demasiado importante para dejarlo de lado.
La fe en el progreso como una fuerza de alguna manera inmanente en la naturaleza y que la impulsa hacia un estado de perfección, un paraíso terrenal, es, como sabemos, el nuevo mensaje de salvación, que ha ido creciendo en poder e influencia desde que fue predicado por primera vez hace 250 años —con la libertad, la igualdad y la fraternidad reemplazando a la fe, la esperanza y la caridad como los tres requisitos absolutamente necesarios para la bienaventuranza. En una de sus ramas o en todas, marxista, humanista secular o liberal utópica, es el principal rival religioso de la Iglesia, cuyas enseñanzas ella tiene que tener en cuenta y con las que se enfrenta a cada paso.
Desde 1900, a medida que cristianos de todo tipo, con rapidez creciente, se han apartado de su religión y se han unido a los que creen en algún tipo de religión del progreso, la influencia de la religión del progreso sobre los cristianos restantes se ha vuelto proporcionalmente mayor. Su poder también parece crecer con la prosperidad.
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