Philip Trower, El trasfondo del ecumenismo -IV
El trasfondo del ecumenismo
por Philip Trower
Capítulos anteriores
I. Algunas palabras por adelantado
II. El movimiento para la unidad de los cristianos en los tiempos modernos
III. Lo que la Iglesia y el Concilio tienen para decir sobre la unidad de los cristianos
IV. El abuso del ecumenismo
Tras el Concilio, al lanzar a sus hijos al movimiento ecuménico, la Iglesia les pidió principalmente, como lo había hecho el Papa Juan, que enmendaran sus vidas y fueran amables y amistosos para que en este nuevo clima los cristianos separados pudieran ver mejor la belleza de la Iglesia y de sus enseñanzas y así, atraídos por ella, lograran la incorporación plena que el Concilio deseaba.
En cuanto a las medidas prácticas, ella puso en primer lugar la oración, luego el diálogo y, en la medida de lo posible, las actividades conjuntas.
[La Iglesia] instó a sus hijos a ser generosos. Ellos deberían “dar los primeros pasos". Pero ella también puso condiciones y dio advertencias. Los fieles debían abstenerse de “descuido o exceso de celo". Lo que dijeran “debe estar de acuerdo con la fe que la Iglesia Católica ha profesado siempre". Y “nada es tan ajeno al ecumenismo como la falsa actitud de apaciguamiento que tanto daña la pureza de la doctrina católica y oscurece su significado genuino y establecido” [UR 11a]; y mucho más en la misma línea.
El peligro previsto era el obvio; a saber, que los fieles, al ver que ahora podían orar y trabajar con los hermanos protestantes separados, adoptaran sus ideas y perspectivas. Los errores de fe perpetuados en las comunidades protestantes separadas, que la Iglesia había expulsado con tanta dificultad hace siglos, serían reintroducidos (inocentemente) por los miembros de esas comunidades en el cuerpo católico.
¿Por qué debería suceder esto? ¿Por qué la influencia no debería haber sido al revés?
A causa —la conclusión parece ineludible— de la condición espiritualmente debilitada del cuerpo católico en vísperas del Concilio.