El Espíritu Santo
1. El Espíritu Santo es Dios
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nos ha revelado la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre. El Dios revelado por Cristo es uno y trino; uno en naturaleza (un solo Dios) y trino en personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Si bien el misterio de Dios uno y trino está en el centro de la fe cristiana, la doctrina sobre la Santísima Trinidad no fue desarrollada sistemáticamente en el Nuevo Testamento. La Iglesia, con el auxilio del Espíritu Santo, desarrolló a lo largo de los siglos la doctrina trinitaria por medio de una reflexión teológica que explicita los contenidos de la Divina Revelación transmitida en la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición. Con mucha frecuencia el desarrollo dogmático se generó como una respuesta eclesial al peligro mortal representado por las herejías.
Hacia el año 260 el Papa Dionisio condenó las dos herejías trinitarias básicas (cf. Carta de Dionisio Romano a Dionisio Alejandrino, FIC 436/DS 112):
- El triteísmo, que separa al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo considerándolos como tres dioses.
- El sabelianismo, que confunde al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, considerándolos como tres modalidades de la única persona divina.
Las herejías trinitarias del siglo IV fueron subordinacionistas. No negaban la unidad de Dios ni la distinción de las tres personas divinas, sino la divinidad del Hijo o del Espíritu Santo, considerándolos como criaturas. La Iglesia condenó estas herejías en los dos primeros Concilios ecuménicos.
El Concilio de Nicea (del año 325) definió dogmáticamente la divinidad del Hijo, contra el arrianismo.
El Concilio de Constantinopla I (del año 381) definió dogmáticamente la divinidad del Espíritu Santo, contra los macedonianos. Este Concilio completó el Símbolo del Concilio de Nicea, principalmente mediante el agregado de un párrafo referido al Espíritu Santo: “Creemos… en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas.” (Concilio de Constantinopla I, FIC 1382/DS 150). Así se formó el Credo llamado niceno-constantinopolitano.
En el siglo V el Símbolo Quicumque expresó la fe católica en la Santísima Trinidad de un modo espléndido. Citaré sólo un párrafo de ese símbolo de la fe: “Y la fe católica es ésta: que veneremos a un solo Dios en trinidad y a la trinidad en unidad, no confundiendo las personas ni separando las sustancias. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es una sola, la gloria igual, la majestad coeterna.” (Símbolo Quicumque, FIC 1383/DS 75).
2. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
El Credo de Nicea y Constantinopla decía que el Espíritu Santo procede del Padre. A partir del siglo V se produjo un nuevo desarrollo del dogma trinitario, puesto que en los credos de la Iglesia de Occidente se comenzó a afirmar que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (cf. Símbolo Quicumque, FIC 1386/DS 75; Concilio de Toledo I, FIC 454/DS 188; Carta de San León Magno a Toribio, FIC 458/DS 284). Poco a poco en Occidente se fue agregando al Credo niceno-constantinopolitano la expresión latina Filioque, que significa “y del Hijo”.
Recién en el siglo IX, en el contexto del primer cisma de Oriente, el Patriarca bizantino Focio rechazó esa “innovación” de los latinos. Así el Filioque pasó a ser el principal tema de controversia teológica entre católicos y ortodoxos.
El Concilio de Lyon II (del año 1274) que procuró restablecer la unión con los griegos, abordó la cuestión y estableció que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como de un solo principio, por una única espiración (cf. Concilio de Lyon II, FIC 502/DS 850).
El Concilio de Florencia (de los años 1438-1445) volvió a intentar la unión con las Iglesias orientales. Aprobó un decreto de unión con los griegos (la bula Laetentur coeli del Papa Eugenio IV) que reiteró la doctrina del Concilio de Lyon II sobre el Filioque y la explicó de este modo: “Y puesto que todo cuanto es el Padre, lo ha dado el mismo Padre a su Hijo unigénito (a excepción del ser Padre), este mismo proceder el Espíritu Santo del Hijo, lo recibe el mismo Hijo eternamente del Padre, del cual es también eternamente engendrado.” (Eugenio IV, Bula Laetentur coeli, FIC 503/DS 1300).
En el acto de clausura del “año de la fe” (30 de junio de 1968), el Papa Pablo VI pronunció una solemne profesión de fe en nombre de todo el Pueblo de Dios, en la cual explicitó una vez más la doctrina católica sobre la procesión del Espíritu Santo: “Creemos en el Espíritu Santo, persona increada, que procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ellos.” (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, n. 10; FIC 1403).
3. El Espíritu Santo y la analogía del ser
Dios, el misterio absoluto, permanece en último término incomprensible para la razón humana. Sin embargo el hombre puede conocer verdaderamente a Dios por su analogía con los seres creados. La analogía supone a la vez una semejanza y una desemejanza. Pero siempre debe recordarse que “entre el Creador y la creatura no puede señalarse una semejanza, sin ver que la desemejanza es aún mayor.” (Concilio de Letrán IV, FIC 500/DS 806).
Podemos comprender algo más acerca de la persona del Espíritu Santo valiéndonos de sus semejanzas con algunas realidades creadas, pero purificándolas mediante la superación de toda limitación. Por eso la Sagrada Escritura emplea varios símbolos que pueden ayudarnos a conocer al Espíritu Santo: el agua, la unción, el sello, el fuego, la nube, la luz, la mano, el dedo y la paloma.
4. El Espíritu Santo y la analogía de la fe
Según la doctrina cristiana, Dios no es un ser solitario, sino una comunión de tres personas divinas tan íntimamente unidas entre sí que son un solo Ser divino. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven eternamente un dinamismo de amor infinito en sus relaciones mutuas (que la teología llama “perijóresis”). El Padre engendra eternamente al Hijo de su misma substancia divina; el Espíritu Santo procede eternamente del Padre por el Hijo.
Teniendo esto presente podemos emplear diversas analogías para aproximarnos al misterio trinitario. Quizás el esfuerzo más audaz en este sentido fue el realizado por San Agustín en su obra De Trinitate, en la cual el gran teólogo analizó numerosas analogías de la Trinidad. De entre ellas se destacan dos que suelen ser denominadas la analogía intrasubjetiva y la analogía intersubjetiva.
La analogía intrasubjetiva compara la Trinidad con la persona humana, en la cual se pueden distinguir tres realidades (mente, inteligencia y voluntad) unidas en la única persona. Aquí la mente representa al Padre, la inteligencia al Hijo y la voluntad al Espíritu Santo.
La analogía intersubjetiva compara la Trinidad con la comunidad humana fundada en el amor. En este caso pueden distinguirse tres realidades (el amante, el amado y el amor) unidas en la misma relación. Aquí el amante representa al Padre, el amado al Hijo y el amor al Espíritu Santo.
Estas dos analogías presentan una importante coincidencia en la representación del Espíritu Santo como voluntad y como amor. El Concilio de Toledo XI, desarrollando esa noción, afirmó que el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, es la caridad o santidad de ambos (cf. Concilio de Toledo XI, FIC 469-471/DS 527).
Daniel Iglesias Grèzes
9 comentarios
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DIG: Gracias, Leonardo. Me enteré por ti. Que el Señor bendiga a Mons. Cotugno, a Mons. Sturla y a toda la Arquidiócesis de Montevideo.
Saludos cordiales.
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DIG: Gracias, Néstor. Las analogías siempre son un poco riesgosas, porque si se interpretan mal se puede tomar como semejante algo que pertenece a la desemejanza, no a la semejanza. Pero también pueden ser bien entendidas.
A mí me resulta útil también una nueva analogía trinitaria propuesta por Karl Rahner: la analogía de la autocomunicación. En una comunicación hay un emisor, un receptor y un mensaje (emitido y recibido). En la autocomunicación de Dios a Dios mismo, quien emite y recibe representa al Padre, quien es emitido representa al Hijo y quien es recibido representa al Espíritu Santo. Esta analogía en cierto modo "explica" el Filioque. Lo recibido procede del emisor por medio de lo emitido. O sea, el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo.
Soy de la firme opinión que el usar a diestra y siniestra la frase de que "todos somos hijos de Dios" es una de las barreras que impiden tener un mayor saber sobre el misterio de la Trinidad divina.
Saludos en Cristo.
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DIG: En mi opinión, conviene partir de la unidad de Dios y luego tratar de captar algo del misterio trinitario. Ésta es la tendencia dominante en la teología de Occidente. La existencia, la unicidad y la unidad de Dios son verdades accesibles a la sola razón natural. La Trinidad es un misterio cognoscible sólo por la fe sobrenatural.
Aunque, con buena voluntad, la frase "todos somos hijos de Dios" se puede interpretar en sentido ortodoxo, es bastante peligrosa. Me parece mejor y más conforme al lenguaje bíblico decir que todos estamos llamados a ser hijos de Dios.
Estos nombres significan por un lado relaciones de origen, lo que es claro en el caso de la paternidad y la filiación, y también en el de la “espiración”, porque “espíritu” tiene relación con “espirar”, que se relaciona con dejar salir el aire y por ahí también con el impulso afectivo hacia algo.
Por otro lado, la naturaleza puramente espiritual de Dios hace que efectivamente esos procesos de origen sólo puedan consistir en actos de la Inteligencia y la Voluntad divinas, y así es natural que el Verbo nos haga pensar en la palabra interior, intelectual, el “verbum mentis”, y el Espíritu, en el amor, con el cual además la Revelación lo relaciona explícitamente.
Eso explica también la procedencia del Espíritu Santo no solamente del Padre, sino también del Hijo (Filioque), porque el amor supone el conocimiento, y por tanto, la procesión de la Tercera Persona por vía de amor supone la procesión de la Segunda Persona por vía de conocimiento y depende también de ella.
E igualmente, casa perfectamente con la absoluta Unidad y Simplicidad de la Esencia divina el hecho de que estos nombres indiquen relaciones de origen, porque la única distinción real concebible en Dios es la que se da en el plano de lo relativo, no en el de lo Absoluto de la Esencia divina.
A saber, la distinción real entre las relaciones opuestas entre sí.
El principio fundamental de la teología trinitaria, dogma según uno de los Concilios de Letrán, es que “en Dios todo es uno y lo mismo salvo donde hay oposición de relaciones”.
No sólo conviene, es necesario partir de la Unidad divina si se quiere pensar teológicamente la Trinidad y no limitarse a proponer metáforas, y a la vez evitar el triteísmo.
Las Personas divinas, por tanto, son relaciones subsistentes. Relaciones, porque se constituyen por los mismos orígenes de unas a partir de las otras. Subsistentes, porque se identifican realmente con la Esencia divina subsistente y absoluta, distinguiéndose de ella solamente con una distinción de razón fundada "in re".
Por eso, tenemos por un lado en Dios la paternidad o generación activa, que es el mismo Padre, por otro lado la filiación o generación pasiva, el Hijo, por otro lado la espiración activa, que son el mismo Padre e Hijo en cuanto origen común del Espíritu Santo, y la espiración pasiva, que es el mismo Espíritu Santo.
Son cuatro relaciones, pero sólo tres Personas realmente distintas entre sí. Porque la espiración activa no se distingue de la paternidad (el Padre) y la filiación (el Hijo) en cuanto origen común de la espiración pasiva, el Espíritu Santo, ya que el Padre y el Hijo bajo ese preciso aspecto no se oponen entre sí.
Incluso los “actos nocionales”, es decir, los actos que según nuestro modo de pensar dan origen a esas relaciones, concretamente, la generación y la espiración, no se distinguen de las relaciones mismas.
La generación activa es el Padre, y la espiración activa, son el Padre y el Hijo. Hablar de generación (activa), en Dios, en concreto, es hablar de la Esencia divina, bajo la relación de paternidad.
La altura, profundidad y rigor de esta doctrina teológica elaborada a lo largo de los siglos bajo la luz de la fe expresada solemnemente en los Concilios e investigada por generaciones de teólogos, muestra que se trata del ápice al que puede llegar la inteligencia humana, en sus representantes más eximios, tratando del Misterio por excelencia, que es el misterio del ser íntimo de Dios.
Cualquier otra forma de pensar a las Personas divinas nos lleva al triteísmo.
Por tanto, entiendo que hay que distinguir, en todo caso, entre analogía propia y analogía impropia o metafórica. Sólo esta profunda teología trinitaria que en partes suyas al menos no se distingue de la misma fe de la Iglesia puede ser considerada una analogía propia y teológica.
Lo otro pueden ser imágenes útiles (según) a la catequesis o a la predicación, Pero me parece claro que sería imposible a partir de esas otras imágenes dar cuenta de la fe revelada en todos sus detalles del modo en que lo hace la analogía teológica tradicional.
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DIG: Estoy de acuerdo contigo, pero no hay que subestimar el valor de las demás analogías o imágenes de la Trinidad. San Patricio evangelizó Irlanda usando ampliamente la imagen del trébol para representar la Trinidad.
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En la imagen que presentas como de Rahner, parece claro que muchos de los problemas resueltos en la teología tradicional quedan de nuevo sin respuesta.
Pero concretamente, por lo que ahí dice, si hay un emisor, un mensaje y un receptor, y el que es emitido es el Hijo, pues el mensaje es emitido y recibido, se supone entonces que el Hijo es el mensaje, y entonces, debe ser también lo recibido, y no, por tanto, el Espíritu Santo.
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DIG: El Hijo y el Espíritu Santo son lo mismo (Dios, la misma naturaleza divina), aunque no son el mismo (la misma persona divina). Y en la analogía de la autocomunicación de Dios, lo emitido es lo mismo que lo recibido (o sea, Dios), aunque lo son de distinta manera: uno (el Hijo) en cuanto emitido y otro (el Espíritu Santo) en cuanto recibido.
Evidentemente, todas las analogías tienen "problemas" o riesgos, porque contienen no sólo semejanzas sino también desemejanzas. La misma analogía psicológica también tiene riesgos. Por ejemplo, la mente, la inteligencia y la voluntad humanas son una misma persona, pero en Dios hay tres personas, no una.
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No digamos nada de otras imágenes como la “familia”, que se usa a veces, y que se si se quiere tomar en serio, es decir, teológicamente, implicaría que el Espíritu Santo, que procede del Padre y el Hijo, sería hijo de ambos…
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DIG: La analogía del amor no es tan imperfecta como la de la familia. El Padre ama eternamente al Hijo (es el Amante); el Hijo es amado eternamente por el Padre (es el Amado); y el Espíritu Santo es eternamente el Amor del Padre y del Hijo (es la Persona-Amor o Persona-Don, como enseñó Juan Pablo II). Pero se trata de un solo Dios, que subsiste de tres maneras distintas, como Amante, como Amado y como Amor.
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Es cierto que la analogía no es univocidad, pero permite hacer afirmaciones verdaderas y no es equivocidad tampoco.
Saludos cordiales.
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DIG: Muchas gracias, Néstor.
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DIG: Gracias, Efrén. El Filioque no fue la causa del cisma de Oriente sino más bien su excusa teológica. Creo que actualmente el Filioque no es un obstáculo importante para la unión entre católicos y ortodoxos. Ambas partes estarían de acuerdo con la proposición "el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo" interpretada así: "el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo".
Lo de la Trinidad SIEMPRE me ha quedado muy claro. Un Solo Dios manifestado en 3 personas distintas, de la misma naturaleza divina, hipostática.
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DIG: Dios no sólo se manifiesta como Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino que también en Sí mismo es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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Sin embargo, me surge una duda...
El post dice:
El sabelianismo, que confunde al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, considerándolos como tres modalidades de la única persona divina.
Acaso, esto refiere algo así parecido como la creencia del unicitario que el Padre habita en el cuerpo del Hijo-Jesús(o "velo de carne de Jesús" como describiría el unicitario) de lo cual éste(Jesús) es solamente tomado en cuenta su naturaleza humana, algo así como arrianismo. Y finalmente, el Espíritu Santo es tomado en cuenta como una "fuerza externa" del Padre, pero que no es Dios.
ALGO ASÍ SIGNIFICA EL SABELIANISMO??
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DIG: El sabelianismo o modalismo fue una herejía de la Antigüedad que sostenía que las tres Personas divinas son sólo tres formas de manifestación de Dios en la historia de salvación, pero que al interior de Dios existe una sola persona divina, el Padre. Por eso una de sus consecuencias era el "patripasianismo": el mismo Padre habría padecido en la Cruz, encarnado en el hombre Jesús.
Supongo que lo que llamas "unicitarismo" es el "unitarismo", la forma moderna del sabelianismo. El unitarismo apareció (o reapareció, según como se mire) en tiempos de la reforma protestante.
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SALUDOS CORDIALES, DANIEL!!
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DIG: Gracias, Hernán.
Dices (o decís, según la región geográfico-cultural ):
“El Hijo y el Espíritu Santo son lo mismo (Dios, la misma naturaleza divina), aunque no son el mismo (la misma persona divina). Y en la analogía de la autocomunicación de Dios, lo emitido es lo mismo que lo recibido (o sea, Dios), aunque lo son de distinta manera: uno (el Hijo) en cuanto emitido y otro (el Espíritu Santo) en cuanto recibido.”
Pero entonces ahí deberíamos tener cuatro personas: Dios en cuanto emisor (el Padre), Dios en cuanto emitido (el Hijo), Dios en cuanto recibido (el Espíritu Santo), Dios en cuanto receptor (¿quién?).
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DIG: La analogía en cuestión se refiere a la autocomunicación de Dios a Dios mismo. Por eso el Padre no es sólo el emisor, sino también el receptor. El hecho de que el Padre figure allí con dos "relaciones" no implica que sea dos personas. El Padre engendra al Hijo y espira al Espíritu Santo y no por eso es dos personas. Además, la "circularidad" de esa autocomunicación es compatible con la doctrina católica de la perijóresis. Todo viene del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo; pero también se va por el Hijo en el Espíritu Santo al Padre.
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Sin duda que todas las Personas divinas se identifican con la Esencia divina y en ese sentido, se identifican entre sí en todo aquello que no implica oposición de relaciones. Pero el tema aquí es qué es lo que las distingue. Y s una de las cosas que las distingue es la diferencia entre “emitido” y “recibido”, entonces también tiene que serlo la diferencia entre “emisor” y “receptor”.
¿Cómo entra en esta imagen aquello de que “en Dios todo es uno y lo mismo excepto donde hay oposición de relaciones?
En principio habría allí seis pares de relaciones:
1) Emisor – (mensaje en cuanto) emitido; (Mensaje en cuanto) emitido – Emisor.
2) Emisor – Receptor; Receptor – Emisor.
3) Emisor – (Mensaje en cuanto) recibido – (Mensaje en cuanto) recibido – Emisor.
4) Receptor – (Mensaje en cuanto) emitido – (Mensaje en cuanto) emitido – Receptor.
5) Receptor – (Mensaje en cuanto) recibido – (Mensaje en cuanto) recibido – Receptor.
6) (Mensaje en cuanto) emitido – (Mensaje en cuanto) recibido; (Mensaje en cuanto) recibido – (Mensaje en cuanto) emitido.
Pero además las relaciones opuestas tienen que ser relaciones de origen. Ahí las únicas relaciones de origen son las que hay entre el emisor y el mensaje en tanto que emitido, o sea, dos relaciones realmente distintas entre sí: 2 personas.
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DIG: No veo por qué. El mensaje emitido procede del emisor; y el mensaje recibido procede del emisor por medio del mensaje emitido (dos "procesiones", tres personas).
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Además, la imagen atribuida a Rahner se refiere sólo a la inteligencia, a la comunicación de un mensaje, dejando fuera el plano de la voluntad y el amor.
O bien se dirá que la autocomunicación divina incluye tanto la transmisión de un conocimiento como el amor, y entonces,
o se identifican ambas cosas entre sí, también en nuestra forma de concebir, con lo cual o desaparece la inteligencia o desaparece la voluntad divinas,
o se distinguen con distinción de razón fundada en la realidad, y entonces, hay que decidir a cuál de los dos planos, inteligencia o voluntad, se aplica la imagen en cuestión, quedando fuera el otro.
Por la misma razón, la analogía del amor se va para el otro lado, deja fuera la inteligencia divina.
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DIG: No hay analogías trinitarias perfectas, es decir que incluyan en la semejanza todo lo que es Dios. Cada analogía trinitaria, también la "psicológica", contiene semejanzas y desemejanzas, puntos "fuertes" y "débiles". En mi respuesta anterior indiqué una limitación de la analogía psicológica.
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Por otra parte, las analogías distintas de la “psicológica” hablan un lenguaje que presupone la existencia de las otras personas en vez de explicarla.
Para darle un mensaje a alguien ese alguien ya debe existir. Para amar a alguien, igual.
En cambio, en la teología tradicional se parte del conocimiento que Dios tiene de sí mismo, y así se explica la generación del Verbo-Hijo y que Dios en cuanto engendra al Verbo sea Padre.
Y por el amor que Dios tiene por Sí mismo, que supone que Dios se conoce, y que por tanto, supone la generación del Verbo, y que va inevitablemente unido por eso mismo al amor entre el Padre y el Hijo, procede el Espíritu Santo.
Pero presuponer la existencia de las otras Personas es partir de la pluralidad de Personas, no de la unidad de Esencia, y ese punto de partida nos lleva lógicamente al triteísmo.
Decir en el punto de partida que el Padre ama eternamente al Hijo es presuponer la existencia del Hijo que no se sabe porqué existe y sobre todo cómo su existencia en cuanto distinto del Padre es conciliable con la Unidad divina.
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DIG: Depende de lo que quieras decir con punto de partida. Un monoteísta que cree en la Divina Revelación puede iniciar su reflexión teológica a partir de lo que el Nuevo Testamento dice sobre las tres personas divinas sin caer en el triteísmo. Cierto, ya es un monoteísta cuando empieza a hacer teología; pero su reflexión teológica sistemática puede partir de la Trinidad sin negar en ningún momento la unidad de Dios. Coincido contigo en que no es el mejor método, pero no lo condeno.
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De nuevo: ¿cómo entra en esta imagen aquello de que “en Dios todo es uno y lo mismo excepto donde hay oposición de relaciones?
Al contrario, para amar al Hijo, así sin más, en el punto de partida, el Hijo ya debe existir como distinto del Padre y por tanto, ha de ser anterior a la relación de amor entre ambos, y por tanto, ha de tener una realidad absoluta y no sólo relativa en cuanto Persona divina distinta, lo cual lleva a negar la Unidad de la Esencia divina.
En el mejor y poco probable de los casos, entonces, estas otras imágenes son enfoques parciales que necesitan de la analogía tradicional para mantenerse en pie. Por ejemplo, para explicar la existencia del Hijo en primer lugar.
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DIG: La relación de amor del Padre al Hijo no es algo distinto de la relación de paternidad. El Padre ama al Hijo y de esa manera (amándolo eternamente) lo engendra eternamente. Por supuesto, también lo conoce, pero eso va implícito en el amor mismo. No se puede amar lo que no se conoce.
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No hay paridad entre la teología tradicional y las imágenes nuevas. La teología trinitaria tradicional en Occidente es la explicitación rigurosa de los datos bíblicos en armonía con las exigencias de la razón.
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DIG: Tampoco hay paridad entre la teología tradicional y las imágenes viejas de la Trinidad. Esas imágenes ayudan, pero no son la doctrina.
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No es cuestión opcional partir de la Unidad de Esencia o partir de la pluralidad de Personas. Lo primero da lugar al intento de comprender hasta donde sea posible un misterio, el más grande de todos. Lo segundo da lugar a un absurdo: cómo lograr la unidad a partir de la multiplicidad.
En ese sentido, toda analogía trinitaria verdaderamente teológica tiene que ser “psicológica”, porque no veo otra forma de partir de la Unidad divina.
Obviamente, también existe la imagen de los tres fósforos y una sola llama que puede servir para dar a entender algo en la catequesis, pero en teología estamos en otro nivel absolutamente distinto.
Y es que la Teología, en el fondo, no es, como muchos de estos autores parecen pensar, un juego kantiano consistente en aplicar imágenes fenoménicas a un númeno incognoscible, imágenes que son totalmente desechables e intercambiables entre sí porque de todos modos no nos dan a conocer la “cosa en sí” misma.
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DIG: San Agustín propuso la analogía del amor, y no era kantiano.
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Saludos cordiales.
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DIG: Muchas gracias, Néstor.
Cuando leemos el nuevo testamento nunca encontraremos, ni en boca de Jesús ni de sus apóstoles, algún dicho que dé lugar para interpretar que Jehová, Jesús y el espíritu santo son uno solo en naturaleza y divinidad. De ahí que las siguientes palabras, que aparecen en el 2do párrafo de este tema a modo de justificación, estén más que acertadas: -[Si bien el misterio de Dios uno y trino está en el centro de la fe cristiana, la doctrina sobre la Santísima Trinidad no fue desarrollada sistemáticamente en el Nuevo Testamento. La Iglesia, con el auxilio del Espíritu Santo, desarrolló a lo largo de los siglos la doctrina trinitaria por medio de una reflexión teológica que explicita los contenidos de la Divina Revelación transmitida en la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición.]
Pero sin duda el mejor modo de saber la posición que él Hijo tiene para con El Padre es prestando mucha atención a las propias enseñanzas de Jesús al respecto, como por ejemplo lo dicho por él en Juan 20:17. Así, él Señor, dejo claro como aceptaba el papel preponderante que se le ha asignado en los propósitos de Dios para la humanidad, según lo registro el fiel Juan en el cap 3 verso 16.
Saludos.
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DIG: En este blog he publicado ya una serie de cuatro posts titulada "Diálogo sobre la Santísima Trinidad", en forma de una discusión entre un católico y un testigo de Jehová. He aquí el primero de esos posts: http://infocatolica.com/blog/razones.php/1106050132-dialogo-sobre-la-santisima-tr-1 El tema de la divinidad del Espíritu Santo se trata en el cuarto post de esa serie. Ahora no voy a repetir toda esa larga discusión, sino que me limitaré a ofrecer un argumento simple pero muy claro.
La Biblia llama al Espíritu Santo "Espíritu de Dios". Dado que todo espíritu es persona, también el Espíritu Santo es persona, no una fuerza impersonal. Un espíritu impersonal es una contradicción, un absurdo. Además, dado que ese Espíritu es el Espíritu de Dios, es una persona divina. El Espíritu de Dios no puede ser distinto de Dios, así como (de un modo semejante, no idéntico) el espíritu de Héctor no puede ser alguien distinto de Héctor.
Es abuso de lenguaje decir que el mensaje recibido procede del mensaje emitido, porque son el mismo mensaje. Si “procede” está tomado ahí en el sentido de las procesiones divinas, debería haber distinción real entre el mensaje emitido y el mensaje recibido, lo cual no tiene sentido. La carta enviada y la carta recibida es la misma carta.
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DIG: Pero "emitido" no es lo mismo que "recibido".
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Justamente, como dices, la pluralidad de relaciones no dice necesariamente pluralidad de personas.
Y si, por el contrario, se puede hacer entre ellos una distinción real, con la misma razón hay que hacer una distinción real entre Dios emisor y Dios receptor, no veo porqué en este caso debería haber menos distinción real que en el otro.
“Emisor” y “receptor” implican ciertamente una relación, a aquello que se emite o se recibe.
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DIG: Si la autocomunicación de la que hablamos fuera la gracia, el emisor podría ser Dios Padre y el receptor el hombre; pero hablamos de la autocomunicación de Dios a Dios mismo, por lo que el emisor y el receptor deben ser la misma persona divina (el Padre).
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Es claro que siempre se trata de la misma y única Esencia divina, pero son las relaciones la que establecen la pluralidad y las distinciones reales, y por eso digo que si la diferencia de relaciones en el caso del mensaje emitido y el mensaje recibido basta para establecer entre ellos una distinción real, entonces debería bastar también para hacer una distinción real entre el emisor y el receptor.
Pero además las relaciones opuestas tienen que ser relaciones de origen. Ahí las únicas relaciones de origen son las que hay entre el emisor y el mensaje en tanto que emitido, o sea, dos relaciones realmente distintas entre sí: 2 personas.
Dices: "No veo por qué. El mensaje emitido procede del emisor; y el mensaje recibido procede del emisor por medio del mensaje emitido (dos "procesiones", tres personas)."
Hablar así es hacer una distinción real entre mensaje emitido y mensaje recibido que no tiene sentido. De nada sirve la comunicación si el mensaje que se recibe no es el mismo que se emite.
Y de nuevo, si se puede hacer distinción real entre el mensaje, bajo la relación de “emitido”, y el mensaje bajo la relación de “recibido”; entonces también entre Dios bajo la relación de “emisor” y Dios bajo la relación de “receptor”.
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DIG: Entonces, ¿por qué no hay una distinción real entre el Padre que engendra al Hijo y el Padre que espira al Espíritu Santo?
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De nuevo: ¿cómo entra en esta imagen aquello de que “en Dios todo es uno y lo mismo excepto donde hay oposición de relaciones?
Al contrario, para amar al Hijo, así sin más, en el punto de partida, el Hijo ya debe existir como distinto del Padre y por tanto, ha de ser anterior a la relación de amor entre ambos, y por tanto, ha de tener una realidad absoluta y no sólo relativa en cuanto Persona divina distinta, lo cual lleva a negar la Unidad de la Esencia divina.
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DIG: El Padre y el Hijo son coeternos; también lo es el Amor del Padre y del Hijo.
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En el mejor y poco probable de los casos, entonces, estas otras imágenes son enfoques parciales que necesitan de la analogía tradicional para mantenerse en pie. Por ejemplo, para explicar la existencia del Hijo en primer lugar.
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DIG: Todas las analogías son enfoques parciales. Hay semejanza en un sentido y desemejanza en otros.
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Dices: "La relación de amor del Padre al Hijo no es algo distinto de la relación de paternidad. El Padre ama al Hijo y de esa manera (amándolo eternamente) lo engendra eternamente. Por supuesto, también lo conoce, pero eso va implícito en el amor mismo. No se puede amar lo que no se conoce."
¿La relación de amor del Padre al Hijo no era el Espíritu Santo? ¿El Espíritu Santo es la Paternidad, es el Padre? ¿El Espíritu Santo tiene parte entonces en la generación del Hijo? Eso sería decir que el Hijo procede del Padre “Spirituque”, “y del Espíritu”.
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DIG: Aquí demuestras que la analogía del amor es imperfecta (como necesariamente debe serlo), no que no es una analogía.
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Dices: "Evidentemente, todas las analogías tienen "problemas" o riesgos, porque contienen no sólo semejanzas sino también desemejanzas. La misma analogía psicológica también tiene riesgos. Por ejemplo, la mente, la inteligencia y la voluntad humanas son una misma persona, pero en Dios hay tres personas, no una."
Eso no es un problema de la analogía “psicológica”, sino que es el preciso misterio de la Trinidad, que en la unidad de Esencia, las operaciones de inteligencia y voluntad explican la subsistencia de esa Esencia divina en pluralidad de Personas realmente distintas entre sí. La clave, por supuesto, está en las relaciones.
En Dios también hay una sola mente, una sola inteligencia, y una sola voluntad. En nosotros no es que sean una sola persona, sino que son facultades de una sola persona. En Dios son facultades comunes a las Tres Personas. La desemejanza no es un problema de la analogía, es parte de su naturaleza.
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DIG: Esto demuestra que también la analogía psicológica es imperfecta, en la medida de que en Dios hay tres personas y en esa analogía hay una sola persona.
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El problema es cuando las imágenes propuestas nos llevan lógicamente a hablar de dos o cuatro personas, o a presuponer la existencia de personas distintas independientemente de las relaciones de origen, o a alterar el orden de esas procesiones.
Dices: "Depende de lo que quieras decir con punto de partida. Un monoteísta que cree en la Divina Revelación puede iniciar su reflexión teológica a partir de lo que el Nuevo Testamento dice sobre las tres personas divinas sin caer en el triteísmo. Cierto, ya es un monoteísta cuando empieza a hacer teología; pero su reflexión teológica sistemática puede partir de la Trinidad sin negar en ningún momento la unidad de Dios. Coincido contigo en que no es el mejor método, pero no lo condeno."
La cuestión del punto de partida consiste en si se afirma inicialmente la unidad de la Esencia divina y a partir de ahí se explica la pluralidad de Personas, o si se afirma inicialmente la pluralidad de Personas y a partir de ahí se explica la Unidad de la esencia divina.
Es un dilema de hierro: no hay otra posibilidad y no pueden ser las dos al mismo tiempo.
Lo que se afirma inicialmente es algo absoluto, no tiene sentido poner en el comienzo una relación, porque la relación supone los términos relacionados.
Por tanto, afirmar al comienzo las Personas como distintas entre sí lleva a pensarlas como algo absoluto, y sobre esa base, la Unidad de la esencia divina se vuelve imposible.
O bien, si, acudiendo a la imaginación, que todo lo tolera, en el comienzo se pone a las Personas como puras relaciones, la “unidad” divina resultante será un puro entramado de relaciones, como es el caso en muchas presentaciones actuales “relacionales” y antiabsolutistas de la Trinidad.
Por el contrario, partir de la Esencia divina, y por tanto, de ella como algo absoluto, lleva necesariamente a pensar las Personas como relaciones idénticas a esa misma Esencia y realmente distintas entre sí en tanto que opuestas, que es la única forma de sostener no contradictoriamente la verdad revelada y que además tiene consagración dogmática en aquello de que “en Dios todo es uno y lo mismo excepto donde hay oposición de relaciones.”
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DIG: Estoy de acuerdo en que el punto de partida de la teología cristiana tiene que ser monoteísta. Pero se suele hacer una distinción entre la teología occidental (que privilegia en su reflexión la Unidad divina) y la oriental (que privilegia en su reflexión la Trinidad divina). Creo que lo que realmente hubo, históricamente, fue una simple diferencia de matices entre los Padres de la Iglesia de ambas regiones, todos ellos ortodoxos.
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Dices: "Tampoco hay paridad entre la teología tradicional y las imágenes viejas de la Trinidad. Esas imágenes ayudan, pero no son la doctrina."
Lo que se llama “analogía psicológica” no es una “imagen”. La teología no se hace con imágenes, sino con conceptos.
Es la sistematización de los datos de la revelación: unidad de Dios, existencia en Dios de un “Padre”, un “Hijo”, y un “Espíritu Santo” realmente distintos entre sí, con nombres que implican relación de origen y oposición de esas relaciones de origen, y que hacen referencia a las dos facultades espirituales que hay en la naturaleza divina: la inteligencia (de ahí el Verbo, la Palabra) y la voluntad (de ahí el Espíritu, el Amor).
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DIG: Hacen referencia, sí. Pero, ¿son realmente idénticos? ¿Podemos decir que el Hijo es (en sentido fuerte, no sólo analógico) la Inteligencia de Dios el Padre? ¿Y que el Espíritu Santo es (en el mismo sentido) la voluntad de la mente divina (el Padre)?
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Lo único que hay ahí de “imagen” es el título que le que le han agregado los intérpretes modernos influidos por el kantismo y la filosofía moderna en general, que consideran que de Dios sólo se puede hablar con metáforas y que han inventado ese nombre menos feliz de “analogía psicológica”.
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DIG: Es doctrina católica que de Dios se puede hablar sólo analógicamente, no sólo con metáforas. También la analogía psicológica es eso, una analogía y no más.
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El caso de San Agustín es bien distinto del de Kant. San Agustín estaba tratando de encontrar una explicación teológica de la Trinidad y al hacerlo puso las bases justamente de la que hoy es denominada “analogía psicológica”.
Santo Tomás logra la sistematización perfecta de lo que dijo San Agustín, que para nada reduce su visión de Dios al amor solamente, sino que pone en juego en su explicación precisamente la inteligencia y la voluntad divinas.
Por ejemplo, una de las tríadas que propone es “mens, notitia, amor”: mente, conocimiento, amor.
San Agustín no tenía idea alguna de estar forjando una “imagen”, sino que creía estar balbuceando, ciertamente, lo que Dios es en Sí mismo, a la luz de la Revelación y la razón.
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DIG: Bien, pero no sólo San Agustín tiene derecho a balbucear de ese modo. También los teólogos modernos, en la medida en que se mantengan en la ortodoxia.
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Saludos cordiales.
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DIG: Muchas gracias, Néstor.
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