El Magisterio humilde
En Dei Verbum 10, a propósito de la transmisión de la revelación divina, se habla de la relación que vincula a la Escritura con la Tradición y el Magisterio: “La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia”. El “depósito sagrado” es un concepto de enorme alcance ecuménico, porque aúna Escritura y Tradición, subordinando ambos testimonios, inseparables, que “manan de la misma fuente” (DV 9), a la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura y la tradición son la única Palabra de Dios transmitida de formas diferentes.
El ”depósito”; es decir, lo confiado por Jesucristo a los apóstoles y a la Iglesia, permite que, en fidelidad a él, a lo confiado, “el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores”, persevere siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y en la oración (DV 10). En relación a ese depósito, en una función subordinada, encontramos el papel del Magisterio de la Iglesia: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado solo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10).
Los adverbios “auténticamente” y “solo” permiten comprender la peculiaridad del oficio magisterial: “auténticamente” significa “con autoridad”, y “solo” restringe esa autoridad a los pastores de la Iglesia. Muchos en la Iglesia, significativamente los teólogos, interpretan con competencia la palabra de Dios. Pero la autoridad pastoral es exclusiva, pertenece “solo” a los obispos y al Papa.