Meditación para el Corpus Christi: La eucaristía y el obrar cristiano
La mirada sacramental se sitúa dentro del espacio abierto por Dios al hombre para revelársele. Los sacramentos edifican el hábitat donde florece la vida humana plena. La práctica sacramental, en consecuencia, abre espacios para la manifestación de Dios y el encuentro con Él: “la fe tiene que ver con Dios, y solo donde se acoge su cercanía, solo donde las intenciones humanas retroceden frente a la veneración que se le debe, surge aquella credibilidad que ocasiona la fe” (J. Ratzinger).
La secularización – con todos los matices con los que se deba hablar de este fenómeno - toca la pregunta sobre la exterioridad de la fe, sobre su irradiación en el mundo social y cósmico. Igualmente, toca la pregunta sobre la radicalidad de la fe, sobre su capacidad para constituir los cimientos del espacio del hombre y las coordenadas de su tiempo. El repliegue o la fuga de la religión hacia la interioridad es solo una forma aneja a la secularización.
Los sacramentos son esenciales para iluminar el interrogante sobre la exterioridad de la fe: La fe se juega en acciones comunes que tocan el cuerpo y el tiempo del hombre, inaugurando un espacio de relaciones nuevas con Dios y entre nosotros. La fe sacramental esclarece también el interrogante sobre la radicalidad de la fe, ya que esta precede el querer y el conocer humano, generándolo y sosteniéndolo.
Los sacramentos resultan la clave para proponer la fe a una cultura secular, revitalizando así esa cultura. Para fraseando a K. Rahner, J. Granados dirá que «el cristianismo del futuro será sacramental o no será».
La credibilidad de la revelación se expresa, pues, en la celebración del misterio de Cristo: “En este sentido el culto de los cristianos no es un conjunto de ceremonias, sino la expresión de su máxima participación en el reino de Dios, especialmente a través de los siete sacramentos. Todos y cada uno de ellos están orientados a la celebración eucarística, en la cual –según una profunda reflexión de Juan Pablo II en Ecclesia de Eucharistia– Cristo se hace nuestro contemporáneo” (G. Lorizio).