2.12.17

Puños en Alto por México

Distinguía John Henry Newman dos modalidades del conocimiento humano: el conocimiento “nocional” y el “real”. El conocimiento “nocional” es aquel que nada tiene que ver con la propia experiencia. Es un saber que instruye nuestra mente, pero que no nos “motiva”, que no nos “mueve” a nada.

El conocimiento “real” es muy diferente. No es anónimo, sino que está vinculado a la experiencia. Lo conocido de modo “real” nos afecta profundamente.

A mí el tristemente célebre terremoto de México sí me ha afectado. Tengo allí, en México DF, a familiares muy cercanos y queridos. A ellos no les ha pasado “casi” nada. Y digo “casi”, porque uno no permanece impasible aunque no haya sido una víctima directa del desastre. Pero sí les ha pasado mucho, en la medida en que han visto el daño que han sufrido muchos de sus vecinos.

El libro que comento, “Puños en Alto por México”, debe su título a un signo que obedece a la generosa respuesta de la población de ese país ante el desastre: Levantar los puños y pedir silencio, paralizando el ruido, con el fin de atisbar cualquier aliento de vida, para proceder al rescate.

Es una imagen poderosa, que ha sabido captar, en su dramática belleza, el fotógrafo Pedro Mera. El 19 de septiembre de 2017 México pareció sucumbir a una enorme catástrofe. Y en cierto modo fue así: una tragedia. Pero, sin que antes se sospechase del todo, emergió en medio de ese horror una ola inmensa de solidaridad, un mar lleno de “Puños en Alto”. Algo que recuerda a la metáfora del grano de trigo que cae en tierra y muere y da, así, mucho fruto.

Las palabras pueden ser como espadas; pueden sembrar la discordia. Pero tienen la virtualidad de ser más fuertes que las espadas. Las palabras pueden ser puentes y convertirse en vínculos de solidaridad. Más aún en la época de las redes sociales.

Y este libro que reseño, ya recensionado mejor de lo que yo pueda hacer, es un síntoma del triunfo de la palabra y del poder benéfico de las redes. Lo firma @MundoPorMexico.

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1.12.17

Domingo I de Adviento: El centinela y la "UVI"

Domingo I de Adviento: El centinela y la “UVI”

El Adviento es tiempo de espera, de conversión y de esperanza, que recuerda la venida del Señor en la carne y que aguarda su venida como Juez universal. Podemos destacar como imágenes adecuadas para este tiempo litúrgico la del centinela y la de la “UVI” – unidad de vigilancia intensiva - ; aunque hoy se emplea comúnmente la expresión “UCI”, unidad de cuidados intensivos.

I. ¿Quién es el centinela? Es el soldado que está de guardia durante la noche y que desea, más que ninguna otra cosa, que amanezca. El Salmo 130 testimonia esta actitud al decir: “Mi alma espera en el Señor,/ espera en su palabra/; mi alma aguarda al Señor/, más que el centinela la aurora”.

El que vela atisba el nacimiento de la aurora, el comienzo del amanecer que precede la salida del Sol, la venida del Señor, cuyo resplandor ilumina toda la tierra. Para nosotros esa aurora es María. Su presencia alivia y llena de optimismo al centinela que cumple el mandato de Jesús: “Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento” (Mc 13,33).

II. Vigilar, hacer vela, es estar pendiente de todo, de lo grande y de lo pequeño, de cualquier signo. En los hospitales existe la mencionada unidad de cuidados intensivos  - antes llamada  “unidad de vigilancia intensiva” - , en la que se está atento a cualquier síntoma del paciente. Y nosotros, sin Dios, somos los más enfermos de los enfermos.

Se trata de vigilar a fin de que nada se escape, “intensivamente”, con más dedicación que de costumbre, manteniéndose bien despiertos para que no pase inadvertido lo más importante: La presencia de Dios, su llegada, es una visita que, si no estamos atentos a descubrirla, podríamos hasta ignorarla.

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28.11.17

Homilías

Entre las responsabilidades que comporta el ministerio ordenado – de los obispos, presbíteros y diáconos - , ocupa un lugar destacado la predicación de la homilía. Para muchos cristianos, la homilía es – casi - la única explicación y comentario que escuchan sobre la Palabra de Dios, Palabra que tiene su principal instancia testimonial en la Escritura unida a la Tradición.

En mi tarea ministerial he intentado escribir las homilías – si no todas, sí casi todas – correspondientes a los tres ciclos litúrgicos: A, B y C. De ese esfuerzo han salido cinco libros: “La cercanía de Dios”, “El camino de la fe”, “El encuentro con Jesús”, “La humanidad de Dios” y “El camino del discípulo”. Esas publicaciones se han gestado en este blog e, indudablemente, han surgido de la obligación propia de tener que predicar en mi parroquia. Una obligación gozosa, por la que doy gracias a Dios.

El sacerdote Pablo Cervera Barranco nos ofrece, de nuevo, un gran servicio. Ha recogido en un volumen,  “El Año litúrgico predicado por Benedicto XVI. Ciclo B”, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2017, 437 páginas, 22 euros, las homilías del papa Benedicto correspondientes a este inmediato ciclo litúrgico.

Son pequeñas obras maestras, como todo lo escrito por Benedicto XVI. En el futuro, no lejano; es decir, cuando se prepare una nueva edición de la “Liturgia de las Horas”, los textos de Benedicto XVI aparecerán, eso creo, con profusión en el Oficio de Lectura. Escribe con la hondura y con la claridad de un Padre de la Iglesia. En mi letanía particular - de personas admiradas - están Newman y Benedicto XVI, los dos muy seguidos, muy cercanos. Y está Juan Pablo II, no tanto por sus escritos, sino por su vida. Aunque sus escritos no sean desdeñables, porque son muy importantes doctrinalmente.

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6.11.17

A ciertas cosas, no hay derecho

Hay cosas que suceden sin más. Pero, entre las cosas que suceden, algunas de ellas se escapan a nuestra lógica, que nos mueve a reivindicar derechos y a exigir obligaciones. Otras lógicas no lo hacen. Uno no puede desear hacer comparecer al Universo porque un rayo haya caído sobre su casa. No podrá hacerlo. Y, si hubiese caído sobre una persona, tampoco.

Pero uno sí puede sentirse responsable si, por su culpa, se causa un enorme daño debido a la falta de cuidado que no es imputable a nadie, en principio, sino a uno mismo. No es sensato que, por satisfacer a saber qué gusto, alguien se permita tener una corte de tigres, o de leones o de lobos. Y no sé cómo se comportan los tigres, los leones o los lobos si se ven condenados a formar parte de la corte de alguien, presuntamente, irresponsable e irracional. Pero sí vemos qué pasa con ciertos perros.

Leer que una señora mayor, a la vuelta de Misa, se haya visto devorada por unos perros; saber que se debate, ahora, entre la vida y la muerte, es mucho más de lo que es posible soportar.

Cualquier mal – los incendios, las catástrofes, etc. – son evaluables en la medida en que los afectados sean tales, afectados, por la dejación de funciones de los responsables. Pero un monte quemado no es nada en comparación con una persona devorada por perros, no salvajes, sino, supuestamente, bajo control.

Hay gente que, si hay espectáculo, si es noticia, se apunta. Y, si no, no le importa, pasa. A algunas personas, hasta buenas, no les importan las personas, sino solo las causas, o solo el quedar bien. O a saber qué. Si hay un incendio enorme, no ahorran calificativos.

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2.11.17

No se la pierdan: “Red de libertad”

Todos asociamos Hollywood con el cine. También Bollywood, en la India, suena ya a cine. De estos últimos estudios ha salido el protagonista masculino, Ali Fazal, de la divertida película “La Reina Victoria y Abdul”, un filme que hace reír, sin duda, pero que, al mismo tiempo, ayuda a pensar.

En nuestro reino gallego - no independentista - contamos con la creciente importancia del festival de “Cans”. Quizá comenzó como una broma, pero ya es algo más que una broma. Empieza – o ha empezado a serlo – algo serio.

La película “Red de Libertad” nos remite a otro paisaje, distinto pero no lejano: A Rodriwood. A una tierra de cine que es Ciudad Rodrigo. Más importante que Cans, quizá no de momento, pero llamada a emular a Cannes, a Bollywood y hasta a Hollywood. ¿Por qué no iba a serlo?

El director de “Red de Libertad” es Pablo Moreno Hernández, que como guionista y productor de cine tiene ya un curriculum importante: Largometrajes: “Talitá Kum” (2007), “Pablo de Tarso, el último viaje” (2009), “Crónicas del camino, historias de hospitaleros y peregrinos” (2010), “Un Dios prohibido” (2012), “Poveda” (2015), “Luz de Soledad” (2016).

Es un director que lo que hace, en cine, lo hace muy bien. Y, encima, con muy poco dinero. Y esa capacidad de mejorar la relación calidad-precio ha hecho grande no solo a Hollywood, sino también a Bollywood y, por supuesto, a nuestro Cans, que ya hace tiempo que ha dejado de ser, como he dicho, una broma.

La película, “Red de libertad”, es preciosa. La protagonista es una “monja”  - según el Derecho Canónico sería una integrante de una Sociedad de Vida Apostólica – dotada de una enorme personalidad, de una gran valentía y de una extraordinaria fe. La protagonista, Sor Elena, es toda una mujer y toda una santa. Y esa gran mujer está representada por una gran actriz que es Asunta Serna. Que brilla en su interpretación.

Pero Sor Elena no está sola. En torno a ella, y urdida por ella, hay una gran “Red de Libertad”. Una red que no “pasa” de lo que sucede en el mundo, sino que se implica. Una red que incorpora, en su afán de salvar a presos de la dictadura nazi, a todo hombre de bien. Y el hombre de bien no es, en principio, un héroe. Puede ser un cobarde o un colaboracionista, pero, al final, sale su parte buena.

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