Me ha parecido muy interesante el libro de Nicolas Steeves, Grâce à l’imagination. Intégrer l’imagination en théologie fondamentale, Cogitatio Fidei 299, Les Éditions du Cerf, Paris 2016, ISBN 978-2-204-10774-7, 454 páginas.
Nicolas Steeves es un sacerdote jesuita profesor de Teología Fundamental en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En la obra que reseñamos el autor se plantea un doble interrogante: Si, como cristianos, creemos que Dios ha decidido revelar su Rostro en Jesucristo, dando una Imagen de Sí, ¿qué papel puede desempeñar la imaginación en Teología Fundamental? O, planteado de otro modo, ¿se puede y se debe integrar la imaginación en Teología Fundamental, sin olvidar la necesaria referencia a la cultura? (cf. p. 15).
Imaginar, incluso lo inimaginable, comprendidos el Bien y el Mal absolutos, es un deber para conocer lo real y actuar concretamente, como ya había indicado a su modo San Ignacio de Loyola cuando imaginando a Cristo crucificado se preguntaba: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿qué hago? ¿qué debo hacer? Sin imágenes no hay pensamientos. Más aun, “sin la imaginación, el espíritu pierde la carne” (p. 17).
En nuestra cultura, la imaginación queda muchas veces aprisionada en imaginarios de mal gusto pero, a la vez, nuestro mundo está lleno de combates que se libran en los imaginarios y que hunden su raíz en “una modernidad incapaz de imaginar juntos, en el mismo mundo, un Dios libre y un hombre libre” (p.18).
No puede negarse que existe una dificultad a la hora de vincular razón e imaginación, como lo testimonia la historia de la filosofía. No obstante, en los últimos años algunos teólogos han intentado volver a conectarlas, sobre todo en el mundo teológico anglófono. Pero también entre los teólogos germánicos – como Rahner y von Balthasar – la cuestión se plantea, bien que de un modo más implícito pero a la vez más sistemático.
Para reconocer el papel de la imaginación en teología, es preciso diseñar sus funciones: mediación, representación, síntesis, potencia, investigación, interpretación, saber, actuar, defensa, enseñanza… y la función más grande: “reconciliar los contrarios”; por ejemplo, pensar lo impensable (p. 19). En sus orígenes la Iglesia ha empleado la imaginación mediadora para inculturar a Jesús en la mentalidad greco-romana. De modo significativo, lo ha hecho en Calcedonia, articulando las naturalezas humana y divina de Cristo sin confusión ni separación. ¿Por qué no proseguir esa tarea?
En cuanto al método, N. Steeves propone un método dialogal e imaginativo que permita conversar entre sí a los filósofos y teólogos que se han ocupado del tema; sin renunciar al uso de la razón, aunque no estrechando, al modo racionalista, la noción de razón, sino alargándola, para no privar al logos de la carne (cf. p. 20). Otra pauta metodológica consiste en enraizar el discurso en la gran tradición teológica de la Iglesia.
Que el método elegido sea imaginativo comporta varios matices: el método será, por consiguiente, heurístico, hermenéutico, poético, cognitivo y noético, ético, didáctico y apologético (p.22).
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