14.12.18

A lo inteligible por lo sensible

Santo Tomás de Aquino afirma que “es natural elevarse a lo inteligible por lo sensible, porque todo nuestro conocimiento toma su origen en los sentidos”.

En el marco de la filosofía contemporánea, un pensador como X. Zubiri se opone a sostener el dualismo de dos facultades, la sensibilidad y la inteligencia. Para él, la sensibilidad y la inteligencia son dos potencias que constituyen una facultad, que llama inteligencia sentiente.

En la aproximación al mundo, K. Rahner señaló que el ser humano, considerado como espíritu en el mundo, se abre a la realidad de una manera consciente y libre. Rahner aplica los sentidos a la realidad concreta del mundo. Esta perspectiva filosófica se encuentra en continuidad con el papel desempeñado por los sentidos en los Ejercicios espirituales de San Ignacio y con su función en la experiencia de la fe.

Leer más... »

13.12.18

Los sentidos y la fe

La revelación, la auto-comunicación de Dios a los hombres que llega a su centro y plenitud en Jesucristo, se transmite históricamente, sacramentalmente, encarnadamente. Y es el hombre entero el que, en contacto con ella, responde con la fe. San Juan vincula la Encarnación del Verbo con la visibilidad de Jesús: “pues la Vida se hizo visible” (1 Jn 1,2).

Juan da testimonio y anuncia una Persona que se ha manifestado sensiblemente, humanamente, y que, en su concreción, ha impresionado los sentidos de quienes se encontraron con Él: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida” (1 Jn 1,1).

La estructura sacramental de la fe, al implicar la totalidad del hombre, incluye también la sensibilidad humana y los sentidos como cauces cognoscitivos que posibilitan el encuentro con Jesucristo, el Verbo encarnado, la Vida que se ha hecho visible.

Leer más... »

11.12.18

Nuevo número de "Telmus"

Acaba de ser publicado el número doble 9/10 (2016-2017) de “Telmus", Anuario del Instituto Teológico y del Seminario Mayor San José, de Vigo.

El número está dedicado, de modo monográfico, a las XVIII Jornadas de Teología Fundamental, celebradas en el Instituto Teológico de Vigo del 7 al 9 de Junio de 2017.

Reproduzco aquí el texto de la “Presentación: XVIII Jornadas de Teología Fundamental", texto que abre el volumen de “Telmus".

Presentación: XVIII Jornadas de Teología Fundamental

Prof. Dr. D. Guillermo Juan Morado

Instituto Teológico de Vigo/ ITC      

Coordinador de las Jornadas

Publicamos en este número de TELMUS  la mayoría de las ponencias  y comunicaciones – aquellas que han sido enviadas a este Anuario - que se presentaron en las XVIII Jornadas de Teología Fundamental, dedicadas a “El imaginario del hombre contemporáneo y la transmisión de la fe”, celebradas en el Instituto Teológico de Vigo del 7 al 9 de Junio de 2017.

El miércoles 7 de Junio de 2017 tuvo lugar la sesión de apertura en el Salón de Actos del Instituto Teológico “San José” de Vigo. Tras unas palabras de saludo del director del Centro, el Prof. Dr. D. Antonio Menduiña Santomé, y del concejal de Distritos del Ayuntamiento de Vigo, Sr. D. Ángel Rivas, el coordinador de las Jornadas, el Prof. Dr. D. Guillermo Juan Morado, hizo una introducción a las mismas.

La primera ponencia estuvo a cargo del Prof. Dr. D. Giuseppe Lorizio, de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, con el título: “La teologia tra scienza e fantascienza”. El Prof. Lorizio se preguntaba sobre la imagen de lo divino que aparece en la ciencia ficción – en la literatura y en el cine – como muestra del llamado “retorno de lo sacro” de la posmodernidad. Partiendo de algunos ejemplos tomados del cine, el Prof. Lorizio se interrogaba sobre el modo de relatar la creación y la redención. Para él, se trata de una suerte de cripto-teología, que la teología puede ayudar a descifrar para que la recepción de esos contenidos sea profunda y crítica. Tras la exposición del ponente, siguió un debate entre los participantes en las Jornadas.

Leer más... »

10.12.18

Los riesgos de olvidar la naturaleza sacramental de la fe

Por el acto de creer, el hombre se abre, a través de lo visible y de lo material, al misterio de lo eterno. De esta manera, la fe se convierte en una protesta frente a la desacralización y en una apuesta a favor del reconocimiento del sentido y la significatividad de los espacios y tiempos consagrados a Dios; espacios y tiempos que suponen y que preservan el valor simbólico de lo real.

Entre estos espacios consagrados, reservados a Dios, están los templos, las iglesias. Son lugares que apuntan hacia lo alto y que, con su potencial simbólico, nos recuerdan que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4).

La iglesia visible “simboliza la casa paterna hacia la cual el pueblo de Dios está en marcha y donde el Padre ‘enjugará toda lágrima de sus ojos’ (Ap 21,4). Por eso también la Iglesia es la casa de todos los hijos de Dios, ampliamente abierta y acogedora” (Catecismo, 1186).

Entre los tiempos consagrados, merece especial mención el domingo, día que constituye el centro mismo de la vida cristiana: “El descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias propias de la fe, sino también para dar una respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano. El tiempo ofrecido a Cristo nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado para la humanización profunda de nuestras relaciones y de nuestra vida” (S. Juan Pablo II).

Un mundo desacralizado es un mundo que cierra las puertas a lo nuevo, que solo puede provenir de Dios, y que se auto-clausura en una especie de eterno retorno de lo mismo.

La naturaleza sacramental de la fe constituye también un antídoto frente a la reducción de la hondura de lo real a la que aboca el funcionalismo, una mentalidad que ya no sea asombra ante lo que las cosas o las personas son, sino que ve todo desde la perspectiva utilitaria. Las cosas ya no serían, desde esta perspectiva, valiosas en sí mismas, sino que lo serían en la medida en que resultasen útiles, funcionales, para mí.

Leer más... »

7.12.18

Cierre (de la Parroquia) por Navidad

Ha salido en algunos medios de comunicación que un párroco de Génova, en protesta por la política sobre inmigración del Gobierno de Italia, que a él – al párroco – no parece agradarle, ha resuelto, como quien decide hacer una huelga de hambre, o un ayuno, cerrar su parroquia durante el tiempo de Navidad. “Para signo profético, el mío”, me imagino que habrá pensado “Il Reverendo”.

Bueno, realmente tanto ese párroco como esa parroquia lo son de derecho, pero no de hecho. Se trata de un “párroco” y de una “parroquia” llamados así por razones históricas, heredadas de los privilegios de una familia noble italiana. A día de hoy, es una parroquia tan singular que no tiene ni territorio ni parroquianos. Con lo cual es una entidad cuasi de razón, como son cuasi de razón muchas otras entidades (también eclesiásticas, a veces, aunque no exclusivamente).

O sea, que Il Reverendo cierre o no la iglesia durante la Navidad se acerca, de hecho, hasta casi tocarlo, al límite de lo irrelevante. No sé cuantas iglesias hay en Génova, pero conociendo un poco mi admirada Italia, supongo que habrá muchísimas.

Estoy estos días disfrutando en mis ratos libres – mientras no me decida yo también a cerrar mi parroquia, como Il Reverendo acaba de anunciar con respecto a la suya – con la lectura de una biografía de Leonardo da Vinci. Cuando este genio de las ciencias y de las artes vivía en Florencia, esa hermosa ciudad tenía unos cuarenta mil habitantes y ciento ocho iglesias.

Génova seguro que tiene, hoy, más habitantes y no menos iglesias. O sea, que da igual que ese párroco cuasi potencial cierre o no la que regenta. En mi fuero interno, creo que lo mejor es que cierre, pero no solo en Navidad, sino todo el año. Y no solo este año, sino todos los que Dios le conceda de vida.

Muchas veces lo más caritativo y sensato que se puede hacer es cerrar el “chiringuito”, si ya no se trata de la Iglesia sino de lo que uno entiende por tal, y jubilarse de una vez. No hay que aspirar, en la mayoría de los casos, a dejar más vestigio que humo en la tierra o “en el agua espuma” (Dante).

Leer más... »