Creer e imaginar
Hay un vínculo interno que une imaginación, conocimiento y acción. Sin imaginación, sin mediación entre lo visible y lo invisible, entre el cuerpo y el espíritu, no hay acción. No nos sentimos movidos a intentar aquello que nos parece del todo “inimaginable”, absolutamente imposible de comprender o de realizar.
La Biblia concede una gran importancia a la imaginación. Baste mencionar el libro del Apocalipsis - plagado de imágenes-, que invita a ver el mundo de otro modo, con la finalidad de obrar concretamente en él para el bien. Se escribe en medio de los avatares que provoca la acometida del Imperio Romano contra la Iglesia naciente, persiguiéndola o relegándola. De las revelaciones y visiones que Cristo le concede, la Iglesia obtiene la fuerza para no sucumbir ante la amenaza del Imperio. Con imágenes se denuncia la idolatría imperial, que pretende usurpar el papel de Dios y exigir la adoración de sus súbditos. Pero nada puede impedir la irrupción de lo nuevo: la ciudad santa que descendía del cielo, con una “muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados”.