La identidad familiar en el contexto social (I)
Colgaré aquí algunos posts sobre el tema “La identidad familiar en el contexto social". Lamentablemente, no es fácil trasladar las notas a pie de página… Aun así, es fácil identificar los documentos de donde proceden las citas.
0. Esquema
1.Una mirada de fe
1.1. Logros y ambigüedades
1.2. La supresión de Dios del horizonte existencial
1.3. El hombre débil
2.Un desafío de la nueva evangelización
3.¿Qué implica construir una cultura de la familia y de la vida?
4. ¿Cuál es el papel de las autoridades en la sociedad civil?
5. Devolver a las familias su protagonismo: su identidad y papel social
5.1. La identidad de la familia
5.2. La familia como sujeto social
6. El reconocimiento público de la importancia de la familia
7. Buscar la defensa explícita de la vida en las leyes que configuran nuestro ordenamiento social
8. La intervención política en favor de la familia
9. Conclusión
1. Una mirada de fe
Una mirada de fe dirigida a nuestro tiempo, y a la situación de la familia en el contexto actual, resulta necesaria para “descubrir, conocer y vivir la verdad completa de todas las realidades, sobre todo las que se refieren al ser humano, a su vida y a su destino trascendente” .
1.1. Logros y ambigüedades
Esta mirada pone de relieve logros y ambigüedades. Entre los primeros, cabe destacar la progresiva maduración de la conciencia democrática; importantes adquisiciones de carácter moral – como el avance en la defensa de libertades y derechos, así como mejoras en el ámbito específico de la familia – en la que, por ejemplo, se resalta el papel de la mujer – o de la solidaridad.
Pero tampoco se pueden silenciar las ambigüedades de la cultura dominante. En particular, se puede percibir una gran ambigüedad en lo que corresponde al ámbito de la familia y de la vida. La familia resulta muy valorada a nivel privado, pero rechazada en buena medida en su aceptación pública. Los Obispos españoles señalan la situación paradójica de “una familia (cuna y santuario de la vida) apreciada en su función personal y vilipendiada en su dimensión social” .
Se aceptan como “normales” el divorcio, las parejas de hecho, los llamados “matrimonios” entre personas del mismo sexo, el aborto, la eutanasia, la técnicas de fecundación in vitro con transferencia de embrión (FIVET), la clonación terapéutica, etc.
1.2 La supresión de Dios del horizonte existencial
Si queremos descubrir las raíces de esta cultura, nos encontramos con la secularización y con las consecuencias que el rechazo de Dios entraña para la comprensión del hombre; para la comprensión de su vocación, de su capacidad de conocer la verdad y de elegir libremente el bien. El materialismo induce a valorar a la persona y a la familia desde claves utilitaristas y economicistas. La ruptura entre la fe y la vida fuerza a relegar la pregunta por Dios al ámbito meramente privado y, en consecuencia, se tiende a evitar el diálogo sobre las cuestiones fundamentales.
El olvido o rechazo de Dios no es gratuito para el hombre. Sin la referencia a Dios, la inteligencia humana se ofusca a la hora de reconocer la verdad (cf Romanos 1, 21) y el corazón se endurece (cf Mateo 19, 8) para buscar el bien. Sin la referencia a Dios, se extiende el escepticismo en el campo moral y la razón ética se desliza con frecuencia por la pendiente de una razón instrumental; atenta sólo al cálculo y a la experimentación.
En su Discurso en la ONU, Benedicto XVI destacaba la necesidad de unir la ciencia y la tecnología con la ética:
“nuestro pensamiento se dirige al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica. No obstante los enormes beneficios que la humanidad puede recabar de ellos, algunos aspectos de dicha aplicación representan una clara violación del orden de la creación, hasta el punto en que no solamente se contradice el carácter sagrado de la vida, sino que la persona humana misma y la familia se ven despojadas de su identidad natural. Del mismo modo, la acción internacional dirigida a preservar el entorno y a proteger las diversas formas de vida sobre la tierra no ha de garantizar solamente un empleo racional de la tecnología y de la ciencia, sino que debe redescubrir también la auténtica imagen de la creación. Esto nunca requiere optar entre ciencia y ética: se trata más bien de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos” .
Privada de su referencia a Dios, a la verdad y al bien, la libertad se deforma y se ve reducida a una elección según el arbitrio personal. La ética deriva en utilitarismo y en subjetivismo moral.
1.3. El hombre débil
El sujeto personal no sale tampoco indemne de esta marginación de Dios. El hombre se convierte en un hombre débil, que renuncia a la búsqueda de sentido y que experimenta en sí mismo un dualismo, una separación, entre su cuerpo y su espíritu. Fenómenos como los de la soledad o el individualismo son corolarios fácilmente deducibles.
En esta deformación del sujeto personal ha influido la revolución sexual de los años 70 y sus consecuencias: la ruptura entre la sexualidad y el matrimonio; entre la sexualidad y la procreación, así como la comercialización de la sexualidad.
La sociedad se vuelve, con frecuencia, hipócrita, pues “se escandaliza de los efectos cuando alienta hipócritamente las causas de estos males” . Un ejemplo lo tenemos en el escándalo que producen los abusos a menores. El escándalo es justo, ya que abusar de un menor es una acción absolutamente inmoral. Pero puede ser también farisaico, si ese escándalo va a acompañado de la defensa y de la promoción de una sociedad hipersexualizada, en la que se admite que cualquier cosa vale siempre que las partes estén conformes.
Fenómenos como la ideología de género, que sostiene que el sexo es un producto meramente cultural, o la reclamación de nuevos derechos que pretenden una libertad sexual sin límites son factores que no contribuyen a la construcción del sujeto personal ni tampoco a la defensa de la familia y de la vida.
Otros problemas resultan igualmente fáciles de detectar. Entre ellos, la supravaloración del bienestar económico; la presión económica a la que están sometidas las familias; la dificultad de compaginar maternidad y trabajo o la escasa comunicación familiar. También en el campo de la vida se perciben amenazas. La vida humana ha perdido valor para nuestra sociedad. Los hijos se ven a menudo como un problema y no como una esperanza y la cultura dela muerte ha impregnado incluso muchas de las leyes aprobadas por el Parlamento.