Herodes, los sumos sacerdotes, los Magos
En el relato evangélico de la adoración de los Magos (cf Mt 2,1-12) contrastan tres actitudes diversas: La actitud de Herodes, que presiente que la salvación de Dios es un peligro; la actitud de los sumos pontífices y de los letrados, que conociendo las profecías permanecen en la indiferencia; y, finalmente, la actitud de los Magos, que se ponen en camino para buscar a Jesús y adorarlo.
Herodes era el rey de Judea. Su modo de actuar es el de un tirano que busca, a toda costa, alcanzar y mantener el poder. El historiador Flavio Josefo trazó el siguiente retrato de su personalidad: “Era de carácter indómito y apasionado, cruel e inflexible. Le eran extraños los sentimientos de ternura y las emociones sensibles. Dondequiera su interés parecía exigirlo, obraba con mano férrea hasta hacer correr ríos de sangre”. El comportamiento de Herodes en absoluto es pasivo, sino que hace todo lo que está en su mano para disipar una posible amenaza. Se sobresaltó, nos dice San Mateo, al enterarse de que los Magos preguntaban por el Rey de los Judíos que había nacido. Convocó a los sabios de su reino para indagar dónde tenía que nacer el Mesías. Llamó a los Magos con la intención de saber exactamente dónde se encontraba el Niño.