Ya está el libro sobre San Pablo
Benedicto XVI, “San Pablo y el Resucitado. Catequesis paulinas”, Ciudad Nueva, Madrid 2009, 183 pág., 11 euros.
Uno de los regalos del Año Jubilar de San Pablo ha estado constituido por las catequesis que el Papa Benedicto XVI, en las audiencias de los miércoles, ha dedicado a la figura y al pensamiento del Apóstol de las gentes. La editorial Ciudad Nueva ha tenido el acierto de publicarlas en forma de libro.
Admiración e imitación del Apóstol parecen ser las dos líneas de referencia que hilan las diversas intervenciones del Papa, desde la convicción de que acudir “tanto a su ejemplo apostólico como a su doctrina, será un estímulo, si no una garantía, para la consolidación de la identidad cristiana de cada uno de nosotros y para el rejuvenecimiento de toda la Iglesia”.
El libro está articulado en dos partes. En la primera de ellas – “Catequesis sobre San Pablo en el contexto de los apóstoles” – se recogen cuatro audiencias de 2006 sobre San Pablo: el perfil del hombre y del apóstol, la centralidad de Cristo, el Espíritu en nuestros corazones y la vida en la Iglesia.

De la diputada Villalobos cabe esperar cualquier cosa. Basta oírla durante unos segundos para deducir, sin gran esfuerzo, la escasa talla intelectual de esta señora.
El Evangelio de este tercer domingo de Pascua presenta a Jesús apareciéndose a los discípulos en el Cenáculo. El Señor, pedagógicamente, ayuda a entender a los suyos la realidad de su resurrección. Les muestra que no es un espíritu: “Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24, 39). La relación, no sólo visual, sino mediante el tacto y el gesto de compartir la comida manifiesta claramente que su cuerpo glorificado es un cuerpo auténtico y real.
Los cristianos creemos que Jesús, con su muerte, expió nuestros pecados; que los borró por medio de su sacrificio. Desde muy pronto se contempló la muerte de Jesús a la luz del cuarto canto del siervo de Yahvé del profeta Isaías: “Fue traspasado por nuestros pecados, molido por nuestras maldades”.
Guillermo de Juan Morado, en la parroquia de San Pablo. R, Grobas












