23.02.09

Ayuno y abstinencia

Llega la Cuaresma, un tiempo de penitencia que nos ayuda a prepararnos para la Pascua de Resurrección. La obligación de hacer penitencia proviene de un mandato del Señor, que pide no sólo obras exteriores, sino la conversión del corazón: “Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 17-18).

La Iglesia, siguiendo este mandato de Cristo, ha querido que todos los fieles se “se unan en alguna práctica común de penitencia” y para ello ha fijado algunos días penitenciales “en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia” (CIC, c. 1249).

Obviamente, estas prácticas comunes no agotan el deber de hacer penitencia. Constituyen más bien un recuerdo para cada uno y un signo de pertenencia al Pueblo de Dios; una expresión externa y social de la búsqueda de la conversión. Nos ayudan a vivir en sintonía con la liturgia para avanzar en el amor a Dios y al prójimo; adquiriendo el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón.

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22.02.09

Rezar por el Papa

Lo ha solicitado él: “Os pido que recéis por mí, para que pueda cumplir fielmente el alto cometido que la Providencia divina me ha encomendado como sucesor del Apóstol Pedro”. Pero, aunque no lo hubiese pedido expresamente, seguiría siendo una obligación nuestra. Hay que rezar por el Papa, siempre, y más que nunca en un momento en que su autoridad – autoridad recibida de Cristo- está siendo contestada; no sólo por los que formalmente están fuera de la Iglesia, sino incluso por los que, aparentemente, están dentro.

El Papa es el Papa. No puedo ocultar mi simpatía por un Papa, Juan Pablo II. La primera vez que lo vi – en Portugal, allá por el año 1982, en el Santuario de Nuestra Señora de Sameiro – me causó una profunda impresión. Tenía yo quince años, a punto de cumplir dieciséis. Se celebraba una “Misa por las familias”. El Papa llegó tarde, por un problema de transporte o de lo que fuera. Y allí estábamos, sin dormir desde el día anterior, esperándole. No defraudó.

Después, en muchísimas ocasiones y en lugares diferentes, vi a Juan Pablo II. Para mí, un santo. Un cristiano ejemplar, un sacerdote ejemplar, un Obispo ejemplar, un Papa ejemplar. Le sucedió Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, el mejor teólogo vivo de siglo XX. Benedicto XVI me inspira una admiración distinta. Veo al Papa Benedicto como un hombre que no apela más que a la fuerza de la razón. No me imagino a Benedicto XVI dando un golpe en la mesa. Yo creo que él espera que lo que resulta evidente a sus ojos resulte evidente a los ojos de todos. Y quizá, en esto, como en tantas cosas, el Papa actual nos supera. Él está por encima, con su suavidad, con su firmeza, con su modestia, con su humildad.

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Colaborar en Religión en Libertad

Religión en Libertad es un espacio habitable. Y encontrar un espacio habitable, en medio de tantos páramos y de tantas junglas, constituye ya de por sí un privilegio. Para un sacerdote, el ofrecimiento de escribir en un portal de notable difusión es una invitación que no puede ser desatendida. Claro que no basta con una invitación, ni con escribir por escribir, ya que se requiere, pienso yo, que haya una cierta coherencia entre aquello que se escribe y el medio en el que se difunde lo escrito. Y también, si la vocación de escritura ha de tener cierta continuidad en el tiempo, se agradece un mínimo de confortabilidad. Podemos pasar una noche a la intemperie, pero resulta mucho más crudo pasar un invierno entero.

A mí me ayuda escribir en este portal. Me ayuda, en primer lugar, a preparar con mayor esfuerzo y atención la homilía de cada domingo. Un quehacer apasionante, pero a la vez arduo. Predicar no es fácil. De ahí que no se pueda ahorrar trabajo para intentar hacerlo bien. Leyendo, meditando, orando y - ¿por qué no? – tratando de exponer por escrito el esquema de lo que se va a decir. El post de mi blog al que le dedico más tiempo es, sin duda, el que se corresponde con la homilía de cada domingo. En esta tarea sigo una máxima newmaniana: “Si me convence a mí, puede convencer a otros”. Es decir, trato de reflejar en el texto algo que a mí me resulte de interés, con la esperanza de que pueda también ayudar a otros – a mi parroquia real y a mi parroquia virtual-.

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21.02.09

La sinceridad de Dios

San Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, escrita en el otoño del año 57, se presenta como un hombre veraz y sincero, libre de fingimiento: “La palabra que os dirigimos no fue primero ‘sí’ y luego ‘no’”. En esta falta de doblez el Apóstol sigue el ejemplo de Jesucristo, que “no fue primero ‘sí’ y luego ‘no’”, ya que “en Él todo se ha convertido en un ‘sí’; en Él todas las promesas han recibido un ‘sí’”. En definitiva, la sinceridad de San Pablo se fundamenta en la sinceridad de Dios mismo, en la fiabilidad de su Palabra, en la lealtad con la que, enviando a Jesucristo, ha cumplido todas sus promesas.

Lo contrario de la sinceridad es la doblez de corazón; la astucia o la malicia en la manera de obrar o de hablar dando a entender lo contrario de lo que se siente. Un corazón doble dice unas veces ‘sí’ y otras ‘no’, según la conveniencia de cada momento. Uno de los más antiguos textos cristianos, la Didaché o Enseñanzas de los Doce Apóstoles, contrapone dos caminos, el de la vida y el de la muerte. El camino de la muerte se caracteriza, entre otras cosas, por los falsos testimonios, la hipocresía, la doblez de corazón, el engaño y la malicia (cf Didaché, V,1).

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20.02.09

¿Y si nos ponemos en el mismo plan que algunos judíos?

Las imprudentes e injustificables declaraciones de un Obispo lefebvrista, Mons. Williamson, minimizando el Holocausto nazi desencadenaron una ola de airadas protestas, no sólo contra ese Obispo, sino, injustificadamente, contra el mismo Papa Benedicto XVI. Un Papa que el viernes 19 de agosto de 2005 pronunció las siguientes palabras en la Sinagoga de Colonia: “En el siglo XX, en el tiempo más oscuro de la historia alemana y europea, una demencial ideología racista, de matriz neopagana, dio origen al intento, planeado y realizado sistemáticamente por el régimen, de exterminar el judaísmo europeo: se produjo así lo que ha pasado a la historia como la Shoá. Sólo en Colonia, las víctimas de este crimen inaudito, y hasta aquel momento también inimaginable, conocidas por su nombre, se elevan a once mil; en realidad, seguramente fueron muchas más. No se reconocía la santidad de Dios, y por eso se menospreció también el carácter sagrado de la vida humana”.

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