¿Son iguales todas las religiones?
¿Son iguales todas las religiones? ¿Tienen el mismo valor en orden a la salvación? ¿Es indiferente ser católico, musulmán o budista? Interrogantes de este tipo se formulan en el momento presente, en un contexto marcado por el pluralismo y por una cultura democrática para la que, en principio, las distintas opciones - en el terreno político, cultural y también religioso - gozan de idénticos derechos.
En este marco, el Cristianismo avanza una pretensión escandalosa. Aún reconociendo la posibilidad de manifestación de Dios en otras religiones, considera que lo que de verdadero hay en ellas constituye una preparación para el Evangelio; las ve como una especie de “Antiguo Testamento", apuntando a un cumplimiento último que sólo se da en Jesucristo, Salvador único y definitivo. El cristianismo pretende ser la religión verdadera, la “revelatio revelata", el camino de salvación por antonomasia. ¿Es una pretensión exagerada? ¿Debería la Iglesia silenciarla y contentarse con proponer un mensaje más, equivalente a otros?







