El Papa en España (III). La gran necesidad (escrito por Yolanda)
Mientras los medios hostiles, la militancia anticatólica y los grupos de presión intraeclesiales de todo pelaje aguardaban ansiosos el momento en que el Papa pronunciara la frase anhelada, aquella que, por muy tenue que fuese la relación, les permitiese pulsar la tecla para cursar un titular concebido de antemano, o rubricara, siquiera tras una disparatada exégesis, alguna de sus particulares obsesiones, los fieles que pastorea Benedicto XVI permanecían en la escucha expectante a quien venía a confirmarlos en la fe.
Haciendo efectivo una vez más el jocoso aforismo periodístico, según el cual a la realidad no debe permitírsele arruinar un buen titular (y, hoy en día, tampoco un titular torpe o feo) de nada sirvió que el Santo Padre tuviera la consideración de proporcionar a los periodistas que lo acompañaban en el trayecto a Santiago el contenido explícito de su visita: “Yo diría que este viaje tiene dos temas. Tiene el tema de la peregrinación, del estar en camino, y tiene el tema de la belleza, de la expresión de la verdad en la belleza, de la continuidad entre tradición y renovación”, ni que confirmara con un contundente “así es” que ése es “uno de los temas importantes de su pontificado”1.
Que el Papa acredite esas afirmaciones con constantes referencias al anhelo de la belleza no es una cuestión menor, ni una adherencia decorativa. Recordar que el esplendor de un templo como el de la Sagrada Familia es un “espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma” y que esta “ belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad”2 se agradece en un mundo presidido por una vulgaridad insaciablemente devoradora de la delicadeza, de la naturaleza y del arte –y cuyos más decididos agentes son esas minorías acaparadoras de la impostura cultural- hasta tal punto que estamos al límite de padecer el colapso definitivo de la sensibilidad, por tantas inclemencias esparcidas sobre el gusto, en forma de pacotilla cultural, artilugio de saldo y paisajes de atrezzo.

“Tenía 29 años en 2007 cuando fui madre por primera vez. Nuestro pequeño Tim era un niño saludable y hermoso, y formábamos una familia feliz. Por ello decidimos regalarle rápidamente un hermanito. En el verano de 2008 me quedé nuevamente embarazada y aquel viernes, en mi vigésimo primera semana de embarazo, estaba deseando ver mediante la ecografía las primeras imágenes de mi hijo. Pero algo no iba bien: la doctora me enseñó las zonas de la columna vertebral que estaban dañadas y me explicó que mi hijo padecía de espina bífida. Yo misma soy comadrona y había oído hablar de casos de aborto tardío, pero ahora tenía que tomar una decisión: ¿quiero continuar con este embarazo o no? Visité con mi marido varios médicos especialistas en diagnóstico prenatal.
En unión con Benedicto XVI se nos convoca, a los católicos, a celebrar una
TENGO CURIOSIDAD POR CONOCER A ESE BENEDICTO XVI






