El Papa en España (IV). Escuela de matrimonios (escrito por Nieves)
Como esposa católica, las siguientes palabras del Santo Padre, en la consagración de la Iglesia de la Sagrada Familia, quedaron resonando en mi cabeza: “……..el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad”.
Estas palabras me han hecho pensar en la importancia de la pareja, del matrimonio, en el buen desarrollo de una familia, así como reflexionar en cómo transmitir a mis hijos mi experiencia, gracias a Dios maravillosa, en ese aspecto.
Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, una búsqueda en google bajo el epígrafe “escuela de padres” devuelve 318.000 entradas y, entre ellas, la primera es del Ministerio de Educación y Ciencia del gobierno de España. En la búsqueda de “escuela de matrimonios” el número de enlaces baja a 18.300 y ¿saben cuántas salen bajo “educación sexual”? La cifra llega a 1.060.000. Cifras elocuentes ¿no es así?
¿Cómo va a formarse una familia donde perdure el amor y la fidelidad, si los mensajes que les llegan a nuestros jóvenes sólo incluyen términos como preservativos, pildora del día después y posturas eróticas? Un matrimonio incluye la unión sexual, por supuesto, pero tiene una riqueza de vivencias muy superior. Quién les habla de la unión de voluntades, de la ternura, la entrega generosa, la emoción y profundidad de la paternidad/maternidad…… Hay muchos detalles que, a lo largo del tiempo, van cimentando sólidamente esa unión que, en su día, nació con ilusión pero también con incertidumbre y miedo a lo desconocido.

Pero creo que debo decir algo, quizá equivocadamente, porque yo no gozo del carisma de la infalibilidad, pero el riesgo de equivocarse es inevitable si uno escribe en un blog. Me refiero al asunto del Valle de los Caídos.
Mientras los medios hostiles, la militancia anticatólica y los grupos de presión intraeclesiales de todo pelaje aguardaban ansiosos el momento en que el Papa pronunciara la frase anhelada, aquella que, por muy tenue que fuese la relación, les permitiese pulsar la tecla para cursar un titular concebido de antemano, o rubricara, siquiera tras una disparatada exégesis, alguna de sus particulares obsesiones, los fieles que pastorea Benedicto XVI permanecían en la escucha expectante a quien venía a confirmarlos en la fe.
“Tenía 29 años en 2007 cuando fui madre por primera vez. Nuestro pequeño Tim era un niño saludable y hermoso, y formábamos una familia feliz. Por ello decidimos regalarle rápidamente un hermanito. En el verano de 2008 me quedé nuevamente embarazada y aquel viernes, en mi vigésimo primera semana de embarazo, estaba deseando ver mediante la ecografía las primeras imágenes de mi hijo. Pero algo no iba bien: la doctora me enseñó las zonas de la columna vertebral que estaban dañadas y me explicó que mi hijo padecía de espina bífida. Yo misma soy comadrona y había oído hablar de casos de aborto tardío, pero ahora tenía que tomar una decisión: ¿quiero continuar con este embarazo o no? Visité con mi marido varios médicos especialistas en diagnóstico prenatal.
En unión con Benedicto XVI se nos convoca, a los católicos, a celebrar una












