20.10.10

Santidad femenina

La Iglesia, escribía Juan Pablo II en “Mulieris dignitatem”, “manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina”. Y Benedicto XVI se suma a esta acción de gracias por tantas mujeres santas recordando, en las últimas audiencias de los miércoles, el perfil de algunas de ellas que vivieron en la Edad Media: Santa Hildegarda de Bingen, Santa Clara, Santa Matilde de Hackeborn, Santa Gertrudis, la Beata Ángela de Foligno y Santa Isabel de Hungría.

Mujeres fuertes y cultas, como Hildegarda de Bingen, la llamada “profetisa teutónica”. Hildegarda se ocupó de medicina y de ciencias naturales, así como de música, al estar dotada de talento artístico. Destinataria de visiones místicas, siempre se mostró dispuesta a someterse a la autoridad de la Iglesia. Este es, anota el Papa, “el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo, fuente de todo carisma: la persona depositaria de dones sobrenaturales nunca presume de ellos, no los ostenta y, sobre todo, muestra una obediencia total a la autoridad eclesial. En efecto, todo don que distribuye el Espíritu Santo está destinado a la edificación de la Iglesia, y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad”.

Benedicto XVI resalta la agudeza con la que Santa Hildegarda desarrolla el tema del matrimonio místico entre Dios y la humanidad realizado en la Encarnación. “La teología – añade - puede recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su peculiar inteligencia y sensibilidad. Por eso, aliento a todas aquellas que desempeñan este servicio a llevarlo a cabo con un profundo espíritu eclesial, alimentando su reflexión con la oración y mirando a la gran riqueza, todavía en parte inexplorada, de la tradición mística medieval, sobre todo a la representada por modelos luminosos, como Hildegarda de Bingen”.

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19.10.10

Estudios Eclesiásticos

La “Carta a los seminaristas” de Benedicto XVI, en su punto quinto, aborda con densidad y con relativa extensión – proporcionada a la totalidad del documento – la cuestión de los Estudios Eclesiásticos, que los candidatos al sacerdocio han de realizar como capacitación para su ministerio.

El Papa insiste en algunos elementos que merece la pena tomar en consideración. No se trata de novedades, pero sí de acentos significativos. La primera frase de este punto no por obvia deja de tener relevancia: “El tiempo en el seminario es también, y sobre todo, tiempo de estudio”. Hay muchas dimensiones que han de cultivarse en la formación de los futuros sacerdotes: la dimensión humana, espiritual, académica, comunitaria y pastoral, entre las principales. Sin embargo, en tiempo, en dedicación de horas, la primera ocupación es el estudio. Podríamos decir que en esa tarea consiste el “trabajo” de un seminarista.

La razón de esta prioridad en lo que al cómputo del tiempo se refiere deriva de un elemento nuclear de la fe: “la fe cristiana tiene una dimensión racional e intelectual esencial”. La Teología como “ciencia de la fe”, como “fides quaerens intellectum”, no es un añadido opcional al movimiento que brota del creer, sino un elemento intrínseco del mismo. El Papa aporta dos razones: para el bautizado existe un “modelo de doctrina” – es decir, la fe no es mero sentimiento, sino asentimiento que tiene que ver con la verdad – y el bautizado tiene la obligación de estar dispuesto a dar razón de su esperanza (cf 1 Pe 3,15). La dimensión teológico-fundamental, la preocupación por “dar razones”, así como el estatuto epistemológico de la Teología, son cuestiones justamente destacadas por Benedicto XVI.

El Papa llama la atención sobre una tentación que puede asediar a los seminaristas, a sus profesores y - ¿por qué no? – también a los obispos: el pragmatismo. No todo es “hacer”. También está el “comprender”. No todo es cubrir, de hecho, las plazas vacantes en una diócesis, sino pararse a pensar cuál es “la estructura interna de la fe” a fin de que se convierta, en profundidad, “en una respuesta a las preguntas de los hombres”. En cierto sentido, los estudios – y me refiero a los estudios en general - tienden a enfocarse excesivamente hacia lo práctico, hacia la adquisición de “competencias” – palabra sagrada en el vocabulario de Bolonia - . Pero, como dice Jesús, no sólo de pan vive el hombre. La verdadera cultura es irreductible a la inmediata aplicación práctica, lo que no quiere decir que no ayude a la vida concreta cada ser humano.

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18.10.10

Una preciosa carta

Hoy, festividad de San Lucas, he recibido en mi correo electrónico un mensaje del secretario del Obispo de mi diócesis. Me enviaba, como documento adjunto, la Carta de Benedicto XVI a los seminaristas, escrita con motivo de la clausura del Año Sacerdotal.

Recuerdo perfectamente el mensaje a los seminaristas – en aquel entonces yo lo era – que Juan Pablo II, en su primer viaje a España, entregó, si no recuerdo mal, en Valencia. Aquellas palabras del Papa me acompañaron a lo largo de mi formación sacerdotal: Fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a la propia vocación y misión.

Benedicto XVI entrelaza en esta Carta sus propios recuerdos con las orientaciones que, como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desea hacer llegar a los candidatos al sacerdocio.

“En diciembre de 1944 – confiesa el Papa -, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. El subteniente replicó: Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas. Yo sabía que esta ‘nueva Alemania’ estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al País, habría más que nunca necesidad de sacerdotes”.

La convicción acerca de la necesidad de los sacerdotes va más allá de una época determinada. Los sacerdotes serán necesario siempre: “Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre”.

De esa necesidad deriva la importancia del Seminario, “una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal”. El Papa, desde la sabiduría de la experiencia y desde su responsabilidad suprema de Pastor, incide en algunos elementos importantes para los años de formación sacerdotal.

Se trata de siete puntos sobre los que Benedicto XVI llama la atención:

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17.10.10

Sobre la oración (escrito por Koko)

El tema fundamental de las lecturas de este Domingo es sin duda el de la oración perseverante. Y esto no significa estar todo el día recitando oraciones, si no mantenernos en la presencia de Dios durante todo el día y a partir ahí la oración fluye sola. Por que sé con quien estoy, sé a quien me dirijo.

Hace dos días celebrábamos la fiesta de Santa Teresa de Jesús, tal vez la mística que más ha tratado el tema de la oración. Y de ella es una frase que debería quedar impresa de por vida en la mente de cualquier cristiano que quiera llegar a una comunión íntima con Dios.

Decía ella lo siguiente: “A los que quieran ir por este camino (de oración y santidad) digo que importa mucho… una muy grande determinación… venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, murmure quien murmure”.

Por tanto ésta es la decisión más importante y crucial que todo creyente debe hacer en su vida, ya que cualquier problema que nos sobrevenga se volverá insoluble, sin solución, si no aplicamos este principio de ser almas de oración.

Tal vez hoy se tiene una idea inapropiada de la oración, ya que algunos la consideran simplemente como una petición de favores a Dios, y a eso la reducen. Pero esta concepción es claramente simplista y reduccionista, en el que sólo se ve la oración como una cadena de favores que Dios a la fuerza tiene que concedernos por el hecho de ser Dios.

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16.10.10

Norberto: Había estado (VI)

“Había estado” (VI)

Escrito por Norberto.

Para Mohse y Judith, el adelanto en la llegada de los visitantes les supuso, contrariamente a lo que sucede de ordinario, un alivio, Judith estaba contrariada, pues la casa estaba un poco más desordenada de lo acostumbrado, y, esperaban visita, llegaron de mañana y les esperaban al atardecer o a la mañana siguiente, y Mohse, por su parte estaba preocupado, dudando si podría cumplir los encargos para el Shavuot: los primos se pusieron manos a la obra, Mohse con la ayuda de Eulogio, preparó el despiece y pesó, cuidadosamente, cada encargo, Ana y Judith limpiaron y recogieron, volviendo todo a su ser, tal como Judith quería tener su casa.

El día siguiente a la llegada, quinto yôm de la semana, fue un día de calma y sosiego, muy familiar, los recién llegados visitaron a los parientes que, aún, conservaban en Jerusalén, les llevaron un presente, entregado en cada casa, y les presentaron los mejores deseos de Shalom en nombre de Isaac ben Simón.

Realizadas las visitas, Ana se puso a disposición de Judith, para las tareas domésticas, Judith la calmó, pues había poca faena, así pues, tras el almuerzo y una breve siesta ambas se pusieron a conversar, pues una estaba ávida de noticias, Judith, y, la otra estaba deseosa de contar, Ana; estaban solas, pues Mohse había salido a repartir encargos con la ayuda de Eulogio, tardarían en volver pues en recompensa le llevaría de paseo por todo Jerusalén y alrededores, salvo el monte Calvario, Eulogio no sabía esto, lo supo tiempo después.

Ana le contó, tras la puesta al día de noticias de la familia, de cómo era su esposo, de cómo estaban sus padres, de cómo le iba a Eliecer; ambas rieron de buena gana, cuando le contó algunas anécdotas de la boda, cuando la carcajada resonó, el gato de la casa, que sesteaba rezongando bajo la silla de su ama, levantó la cabeza y las miró, sorprendido de tal sonido.

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