Santidad femenina
La Iglesia, escribía Juan Pablo II en “Mulieris dignitatem”, “manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina”. Y Benedicto XVI se suma a esta acción de gracias por tantas mujeres santas recordando, en las últimas audiencias de los miércoles, el perfil de algunas de ellas que vivieron en la Edad Media: Santa Hildegarda de Bingen, Santa Clara, Santa Matilde de Hackeborn, Santa Gertrudis, la Beata Ángela de Foligno y Santa Isabel de Hungría.
Mujeres fuertes y cultas, como Hildegarda de Bingen, la llamada “profetisa teutónica”. Hildegarda se ocupó de medicina y de ciencias naturales, así como de música, al estar dotada de talento artístico. Destinataria de visiones místicas, siempre se mostró dispuesta a someterse a la autoridad de la Iglesia. Este es, anota el Papa, “el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo, fuente de todo carisma: la persona depositaria de dones sobrenaturales nunca presume de ellos, no los ostenta y, sobre todo, muestra una obediencia total a la autoridad eclesial. En efecto, todo don que distribuye el Espíritu Santo está destinado a la edificación de la Iglesia, y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad”.
Benedicto XVI resalta la agudeza con la que Santa Hildegarda desarrolla el tema del matrimonio místico entre Dios y la humanidad realizado en la Encarnación. “La teología – añade - puede recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su peculiar inteligencia y sensibilidad. Por eso, aliento a todas aquellas que desempeñan este servicio a llevarlo a cabo con un profundo espíritu eclesial, alimentando su reflexión con la oración y mirando a la gran riqueza, todavía en parte inexplorada, de la tradición mística medieval, sobre todo a la representada por modelos luminosos, como Hildegarda de Bingen”.