18.11.10

Precisiones a un post

No creo que haga falta precisar nada, porque nada de lo que he dicho resulta a mi modo de ver reprobable. Pero es verdad que todo texto tiene su contexto. Ese entorno lingüístico está hoy viciado por la pasión y el ruido. Un ruido que tiende a aumentar.

Al referirme al Valle de los Caídos he querido expresar solamente cuatro cosas:

1. Que no se puede ceder ni un ápice. Que no se puede permitir que la fuerza del poder - o el poder de la fuerza - se imponga sobre los más débiles. Y los más débiles son, hoy, los monjes de la Abadía de la Santa Cruz.
2. Que la defensa de la libertad de culto y de la libertad religiosa les compete a ellos, sí, pero, sobre todo, a los católicos – y a las personas de buena fe – que vivimos en España.
3. Que la Iglesia, y en concreto, la Jerarquía de la Iglesia – en este caso, el Arzobispado de Madrid – no se ha desentendido del asunto.
4. Que debemos pedirle a los monjes que no cedan a chantajes. Pero no tenemos derecho a pedirles una resistencia heroica que no tenga término en el tiempo. Allí, o en otro lugar, el ideal de un monje está por encima de cualquier coyuntura. Y para el monje lo esencial es la primacía de Dios. En eso radica – en la búsqueda de Dios – la razón de ser de su consagración. Para ellos, nada se puede anteponer al amor de Cristo.

Deducir de estas cuatro ideas otra cosa, otra finalidad u otro interés de mi parte no se corresponde con la realidad.

No deseo debatir sobre el particular. Sí precisar muy claramente mi pensamiento, que puede gustar o no, ser compartido o no. En eso ya no me meto.

Guillermo Juan Morado.

Había estado (X). Escrito por Norberto

Miryām, la madre de Ioshua bar Iosef, que había participado en la vigilia del Shavuot, junto a los seguidores de su hijo, estaba acostada en un camastro, en la estancia habilitada como dormitorio para las mujeres, giró la cabeza y abrió los ojos al sentir calor en su rostro y párpados, una cinta de luz solar se colaba por una rendija entre los visillos de la ventana alumbrando la faz de la mujer que concibió, alumbró y crió, a sus pechos al Crucificado.

Por la ventana, que daba al patio posterior de la casa, propiedad del abuelo de Ana, y, que Mohsé conservaba en usufructo, pudo contemplar como la niebla formada iba levantando, dejando un rastro de rocío que absorberían las hortalizas sembradas y las plantas de flores; las grandes hojas de unas ramas de la higuera dejaban caer gotas de agua, condensadas por efecto del naciente sol, ella miraba la aurora y vino a su mente el versículo del Tehilím 110 “…yo mismo te engendré, como rocío antes de la aurora”. Rocío tan abundante no era conocido en el mes de Sivan, habría de ser algún signo del cielo, Miryām alzó la mirada y pronunció el Shajarit (Oración de la mañana), se dirigió a la cocina y comenzó a preparar el desayuno para todos los pernoctandos, varones y mujeres, unos veinte, el resto habían marchado a sus hogares, ora propios, ora de hospedaje.

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17.11.10

El Papa en España (IV). Escuela de matrimonios (escrito por Nieves)

Como esposa católica, las siguientes palabras del Santo Padre, en la consagración de la Iglesia de la Sagrada Familia, quedaron resonando en mi cabeza: “……..el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad”.

Estas palabras me han hecho pensar en la importancia de la pareja, del matrimonio, en el buen desarrollo de una familia, así como reflexionar en cómo transmitir a mis hijos mi experiencia, gracias a Dios maravillosa, en ese aspecto.

Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, una búsqueda en google bajo el epígrafe “escuela de padres” devuelve 318.000 entradas y, entre ellas, la primera es del Ministerio de Educación y Ciencia del gobierno de España. En la búsqueda de “escuela de matrimonios” el número de enlaces baja a 18.300 y ¿saben cuántas salen bajo “educación sexual”? La cifra llega a 1.060.000. Cifras elocuentes ¿no es así?

¿Cómo va a formarse una familia donde perdure el amor y la fidelidad, si los mensajes que les llegan a nuestros jóvenes sólo incluyen términos como preservativos, pildora del día después y posturas eróticas? Un matrimonio incluye la unión sexual, por supuesto, pero tiene una riqueza de vivencias muy superior. Quién les habla de la unión de voluntades, de la ternura, la entrega generosa, la emoción y profundidad de la paternidad/maternidad…… Hay muchos detalles que, a lo largo del tiempo, van cimentando sólidamente esa unión que, en su día, nació con ilusión pero también con incertidumbre y miedo a lo desconocido.

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Ya sé que no debería decir nada

Pero creo que debo decir algo, quizá equivocadamente, porque yo no gozo del carisma de la infalibilidad, pero el riesgo de equivocarse es inevitable si uno escribe en un blog. Me refiero al asunto del Valle de los Caídos.

Que en ese tema haya más de lo que aparece, yo, sinceramente, no lo dudo. Son muchas “casualidades” para pensar que todo sea “casual”. ¿Que puede haber un riesgo para los que asistan a la Misa, por razones de seguridad? Sí, quizá. O no. Probablemente no.

Las cosas se enmarañan tanto que, llegado el momento, uno no sabe bien qué pensar. Me alegro del respaldo que muchos católicos han dado, con su asistencia a la Santa Misa el pasado domingo, a la comunidad benedictina y, sobre todo, a la libertad de culto y a la libertad religiosa.

Es hora de testimonio, de “martirio”, de defender con uñas y dientes, dentro de lo que permita la moral católica, nuestros derechos. En este sentido, nada en contra, sino todo a favor.

Pero también comprendo que, ante un problema, se deben agotar todas las vías “civilizadas” para llegar a resolverlo. No he llegado a comprender las desconfianzas con respecto al Arzobispado de Madrid. En el comunicado que ha hecho público, la postura del Arzobispado me parece muy razonable:

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16.11.10

El Papa en España (III). La gran necesidad (escrito por Yolanda)

Mientras los medios hostiles, la militancia anticatólica y los grupos de presión intraeclesiales de todo pelaje aguardaban ansiosos el momento en que el Papa pronunciara la frase anhelada, aquella que, por muy tenue que fuese la relación, les permitiese pulsar la tecla para cursar un titular concebido de antemano, o rubricara, siquiera tras una disparatada exégesis, alguna de sus particulares obsesiones, los fieles que pastorea Benedicto XVI permanecían en la escucha expectante a quien venía a confirmarlos en la fe.

Haciendo efectivo una vez más el jocoso aforismo periodístico, según el cual a la realidad no debe permitírsele arruinar un buen titular (y, hoy en día, tampoco un titular torpe o feo) de nada sirvió que el Santo Padre tuviera la consideración de proporcionar a los periodistas que lo acompañaban en el trayecto a Santiago el contenido explícito de su visita: “Yo diría que este viaje tiene dos temas. Tiene el tema de la peregrinación, del estar en camino, y tiene el tema de la belleza, de la expresión de la verdad en la belleza, de la continuidad entre tradición y renovación”, ni que confirmara con un contundente “así es” que ése es “uno de los temas importantes de su pontificado”1.

Que el Papa acredite esas afirmaciones con constantes referencias al anhelo de la belleza no es una cuestión menor, ni una adherencia decorativa. Recordar que el esplendor de un templo como el de la Sagrada Familia es un “espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma” y que esta “ belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad”2 se agradece en un mundo presidido por una vulgaridad insaciablemente devoradora de la delicadeza, de la naturaleza y del arte –y cuyos más decididos agentes son esas minorías acaparadoras de la impostura cultural- hasta tal punto que estamos al límite de padecer el colapso definitivo de la sensibilidad, por tantas inclemencias esparcidas sobre el gusto, en forma de pacotilla cultural, artilugio de saldo y paisajes de atrezzo.

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