10.11.10

La visita del Papa y sus críticos

Oyendo algunas críticas a la visita del Papa uno se pregunta si merece la pena escuchar y, sobre todo, si merece la pena responder. Es evidente que determinadas personas van a lo que van, a la carga contra todo lo que suene a “católico”. Son, en este propósito, incansables. Cualquier pretexto les basta y si no hay pretexto se lo inventan.

Algunos críticos obvian un dato fundamental: El Papa ha venido a Santiago de Compostela y a Barcelona porque ha sido invitado. Y no una ni dos veces, sino muchas veces. Y esa invitación no ha sido revocada. Invitado por las autoridades de la Iglesia y por las del Estado. Que yo sepa, el embajador del Reino de España ante la Santa Sede no se ha dirigido al Papa diciéndole: “Lo siento, Santidad, España está tan pobre que no podemos hacer frente a los gastos que ocasionará su viaje”. Si le hubiesen dicho esto, el Papa no vendría. Es más, es muy probable que se organizase una colecta en San Pedro para socorrer nuestra miseria.

Algunos críticos obvian una evidencia: Los católicos – que también somos ciudadanos – pagamos impuestos. Exactamente igual que los no católicos y que los anticatólicos. Pagamos el IRPF, el IVA y las demás tasas establecidas. No nos hacen ni una rebaja. Bueno, pues parece que sólo valemos para pagar. ¿Que viene el Papa a España y que hay que hacer frente a unos gastos a cargo del erario público? ¿Y? ¿De dónde sale el dinero público sino del bolsillo de los ciudadanos, también de los ciudadanos católicos? Todos los contribuyentes nos rascamos el bolsillo hasta para pagar lo que no nos gustaría en absoluto pagar, pero que nos obligan a hacerlo: la limpieza de los residuos que siguen a cada botellón; las subvenciones al cine, a los sindicatos, a los partidos; el coste de determinadas acciones presuntamente sanitarias que nos repugnan profundamente – abortos incluidos -. Pero, en la estricta aplicación de una misteriosa ley del embudo, no tenemos derecho a nada. Nosotros, a pagar y a callar como si fuésemos ciudadanos de segunda.

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9.11.10

Homilía en el Obradoiro: 10 frases y una conclusión

1. “En el punto de partida de todo lo que el cristianismo ha sido y sigue siendo no se halla una gesta o un proyecto humano, sino Dios”.
2. A nosotros “nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio”.
3. “Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser”.
4. “Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios que, reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de la Gloria”.
5. La aportación de la Iglesia a Europa “se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida”.
6. “Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad”.

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8.11.10

Sentimientos encontrados

Si he de hacer un primer balance de lo que para mí ha supuesto esta visita del Papa debo hablar de sentimientos encontrados, de una especie de amalgama de alegría y decepción. Alegría por la presencia entre nosotros del Sucesor de Pedro, por su magisterio claro y profundo, por la sintonía evidente de los fieles sencillos con el Pastor de la Iglesia universal. Pero he experimentado, también, tristeza al constatar que una parte – no sé si numerosa, pero sí influyente – de la población es cada vez más hostil al mensaje cristiano y a quien lo proclama de modo autorizado.

Los debates mercantilistas centrados en la relación coste-beneficio a propósito del viaje del Papa me han causado un profundo disgusto. Parecería que no se justificase la presencia del Papa si los hosteleros no llenan sus hoteles, si los dueños de los restaurantes no sirven más comidas o si los vendedores de souvenirs no hacen más caja. Me niego a seguir este argumento, incluso a sabiendas de que es falso. Mucho más dinero se gasta en otras cosas, sin que nadie alce en contra una sola palabra de protesta. Y, por si alguien lo olvida, también los católicos pagamos impuestos. También los católicos, que somos más de dos o de tres, tenemos derechos.

Unas palabras del Papa en el avión, antes de aterrizar en Santiago de Compostela, han levantado polémica. Benedicto XVI se refería a la aportación de España al catolicismo moderno, pero también a la existencia en nuestro país de un pensamiento laicista y anticlerical, de un “secularismo fuerte y agresivo”. Es decir, en nuestra historia está presente la fe, pero también lo está la laicidad y entre un paradigma y otro debe haber – y este es el reto de cara al futuro - no desencuentro, sino encuentro.

Que hoy en España se da un desencuentro entre fe y modernidad es una constatación evidente. Pero también existe un secularismo agresivo. Algunos medios de comunicación se han encargado de corroborarlo, proporcionando crónicas o informaciones marcadas por un laicismo inmisericorde; por no decir, simplemente, por la falta de respeto y hasta de educación. Uno se pregunta si un país así tiene futuro y si hay espacio en él para la convivencia. Sin duda, los españoles tenemos que trabajar mucho apostando por una cultura cívica que permita que, pensando de modo diferente, todos podamos respirar.

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5.11.10

La pregunta de los saduceos

Homilía para el Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Textos: 2 M 7,1-2.9-14; Sal 16; 2 Te 2,16-3,5; Lc 20,27-38.

Los saduceos formaban un importante grupo religioso dentro del judaísmo. No creían ni en la inmortalidad del alma ni en la resurrección de los muertos y, en consecuencia, tampoco en la recompensa o castigo después de la vida presente. Se remitían a los cinco libros del Pentateuco, los únicos que ellos reconocían, en los que, de modo explícito, no se habla de la resurrección. La pregunta que aquellos saduceos dirigen a Jesús no busca aclarar una duda, sino que es una pregunta malintencionada, pretendiendo asechar al Señor.

Por razones distintas a las de los saduceos, también hoy son muchos los que no creen en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. No sólo ateos o agnósticos, sino incluso bastantes católicos: “llama la atención que no pocos de los que se declaran católicos, al tiempo que confiesan creer en Dios, afirman que no esperan que la vida tenga continuidad alguna más allá de la muerte”, escribían en 1995 los obispos de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe.

En realidad, la fe en la resurrección de los muertos es una consecuencia de la fe en Dios. Así lo explica Jesús: “que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: ‘Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob’. No es Dios de muertos, sino de vivos” (Lc 20,37-38).

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4.11.10

Había estado IX (escrito por Norberto)

Cuando Yitzhak bar Shimón salió de su casa, a la mitad de la prima vigilia, el cielo estaba cuajado de estrellas, estaba oscuro, pues la luna no se haría visible hasta el final de la secunda vigilia, tomó el camino de la Bet haKenéset (Sinagoga) de Antioquía, al poco se detuvo pues el resplandor, a jirones, de una lluvia de estrellas conocidas como Acuáridas se mostraba en todo su esplendor, y, con una extraordinaria actividad.

En su fuero interno elucubraba sobre qué significaba aquel derroche en la bóveda del cielo, como buen oriental su mente se nutría de toda suerte de conclusiones astrológicas, por lo que no pudo evitar una sonrisa, siguió caminado y mirando al cielo, sintió una felicidad interior reconfortante, se dijo: “Sin duda YHWH nos saluda por medio de sus estrellas”; tan absorto iba en su contemplación, que, apenas, en el último momento, pudo evitar tropezar con el rabino Ariel, ocupado en la misma tarea que Yitzhak, ambos rieron de buena gana, y sin ponerse de acuerdo previamente, coincidieron en interpretar la lluvia de estrellas, como “un saludo de YHWH a su pueblo”.

Llegaron a las puertas de la casa para la vigilia de Shavuot, donde esperaban los patriarcas, residentes, antioquenos, también estarían los nuevos cabezas de familia todos ellos vestidos de fiesta, pero dejando algo, para estrenar y lucir a la luz del día.

La Bet haKenéset estaba ornada con belleza y buen gusto con canastillas de palma o mimbre atestadas de flores, abundancia de amapolas, narcisos e iris, que no solo mostraban su flor, sino que sus hojas acompañaban al césped, traído de las montañas cercanas, recordando el milagroso verdor que crecía sobre el Sinaí cuando la Divina Presencia descansaba allí, y, otras cestas contenían unas muestras de las siete especies de Israel: trigo, cebada, uva, higo, granada, aceituna y dátil, (Dt 8,8), conseguidas, con facilidad, y donadas por los comerciantes, en el mercado de la ciudad, y dos panes, uno de cebada y otro de trigo, la cebada se cosecha antes y simboliza la inmadurez, el trigo se cosecha después y simboliza la plenitud por la recepción de la Toráh.

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