5.02.13

Nuevo libro: "El camino de la fe"

El itinerario del año litúrgico es una magnífica escuela de vida cristiana. Por eso, el seguimiento y la reflexión, domingo tras domingo, de la Palabra de Dios proclamada en la Eucaristía será la mejor guía para caminar por el camino de la fe. Partiendo de la Pascua, este libro nos introduce en el sentido profundo de la presencia del Señor en nuestras vidas, y a partir de ahí nos invita a descubrir su enseñanza y lo que el mensaje evangélico implica para nosotros, si queremos ser fieles a la fe que profesamos.

Guillermo Juan Morado (Mondariz, Pontevedra, 1966), sacerdote diocesano de Tui-Vigo y doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, es director del Instituto Teológico de Vigo, párroco de la parroquia de San Pablo y canónigo del Cabildo de Tui-Vigo. Autor de distintos trabajos de teología y de espiritualidad, Guillermo Juan Morado completa con este libro la reflexión que inició, en esta misma colección, con el volumen titulado La cercanía de Dios.

Guillermo Juan Morado.

EL CAMÍ DE LA FE. REFLEXIONS TOT SEGUINT L’ANY LITÚRGIC
Autor : Juan Morado, Guillermo
ISBN : 978-84-9805-607-5
PVP : 7,21 € (s/iva) 7,50(c/iva)

EL CAMINO DE LA FE. REFLEXIONES AL HILO DEL AÑO LITÚRGICO
Autor : Juan Morado, Guillermo
ISBN : 978-84-9805-608-2
PVP : 7,21 € (s/iva) 7,50(c/iva)

3.02.13

Piedra angular y roca de escándalo

Domingo IV del TO. Ciclo C

Los verdaderos profetas se encuentran con el rechazo y con la contradicción. Ellos hablan de parte de Dios, no para contentar las apetencias de las gentes. La conciencia de su misión es lo que les infunde valentía: “Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos”, le dice Dios a Jeremías (cf Jr 1,4-19).

En el rechazo y la resistencia a los profetas se anticipa el rechazo de Jesús, “puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción”, como había anunciado Simeón cuandopresentaron a Jesús en el Templo. En la sinagoga de Nazaret se pone demanifiesto este rechazo. Quienes, un momento antes, “expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios”, en cuanto oyeron lo q ue no deseaban oír “se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo” (cf Lc 4,21-30).

Jesús es piedra de tropiezo, signo de contradicción, porque, revelando el amor de Dios, obliga al hombre a escoger, a optar por la luz o por las tinieblas. Para los soberbios, para los que se resisten a creer, se convierte en “roca de escándalo” (cf 1 P 2,8). Y es el mismo Señor quien advierte: “Bienaventurado el que no se escandalice de mí” (Mt 11,6).

El signo de Cristo, en su doble valencia de piedra angular y de piedra de escándalo, brilla sobre la faz de la Iglesia (cf LG 15). La predicación de la Iglesia, su misma presencia en medio del mundo, resulta incómoda cuando, haciéndose eco de la enseñanza de Cristo, pronuncia lo que no desea ser oído; cuando recuerda que el hombre no es Dios, que la ley dictada por los hombres no siempre coincide con la ley de Dios; cuando desafía los convencionalismos pacíficamente aceptados por nuestro egoísmo, nuestra comodidad y nuestra soberbia.

Como Jeremías, y como Cristo, la Iglesia no debe dejarse amedrentar.
Es Dios quien hace al profeta plaza fuerte, columna de hierro y muralla de bronce. La fuerza de la Iglesia no proviene del poder de las armas, o del dinero, o del prestigio mundano. La fuerza de la Iglesia proviene de su fidelidad al Señor.

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1.02.13

La Presentación del Señor

La fiesta de la Presentación del Señor se llama en la liturgia oriental la fiesta del Encuentro. Jesús, con ocasión de su presentación en el templo y de la purificación de su Madre, se encuentra oficialmente con su pueblo en la persona de Simeón.

También nosotros, como Simeón, como Israel, salimos al encuentro del Señor. Lo hacemos, no aisladamente, sino congregados en una sola familia por el Espíritu Santo, como miembros de la Iglesia de Dios. ¿Dónde viene hoy a nuestro encuentro Jesucristo? ¿Cómo podemos nosotros encontrarnos con Él?

El Señor viene a nuestro encuentro en la Eucaristía, en la Fracción del Pan. Bajo las especies eucarísticas su presencia es del todo singular. En el sacramento de la Eucaristía, Jesucristo nos ha dejado el memorial del amor con que nos ha amado “hasta el fin” (Juan 13, 1). La entrega de sí mismo al Padre en favor de los hombres para salvarlos se perpetúa en la Eucaristía. Él nos dice: “Venid a mi; a todos os convida mi corazón al celestial festín; soy el camino, la verdad, la vida, venid a mi; venid a mi”.

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29.01.13

La festividad de Santo Tomás de Aquino

Festividad de Santo Tomás
Instituto Teológico de Vigo
28.I.2013

Nota para los lectores del blog: Este texto corresponde al de un breve discurso que he pronunciado como inicio del acto académico en honor de Santo Tomás celebrado ayer en el Instituto Teológico de Vigo. Inevitablemente habrá referencias que, más allá de lo local, no les interesarán. Pero creo que la línea de fondo sí puede ser de interés más amplio:

Es un honor, para el Instituto Teológico “San José”, recibirles en esta festividad de Santo Tomás de Aquino, patrono de los teólogos y, también, patrono de la Universidad. Agradecemos mucho su presencia, que es una muestra de apoyo y a la vez un estímulo para seguir desempeñando nuestra misión.

“La Universidad” y “la Teología” no constituyen, en absoluto, términos antagónicos. Cuando comienzan a aparecer las Universidades, la Teología se transforma: pasa de ser una teología “monástica” a ser una teología “escolástica”; es decir, universitaria. Sin abandonar la preocupación por el Uno – por Dios - , se abre a la universalidad, al todo: al hombre y al mundo, sin olvidar que hombre y mundo están relacionados con Dios pues de Él, de Dios, depende, como afirma Santo Tomás, la total salvación del hombre.

Un teólogo moderno, W. Pannenerg, escribió que “teología y filosofía coinciden en el esfuerzo por procurar al hombre una orientación sobre su propia realidad y sobre la realidad del mundo como un todo”. La Teología, y la Filosofía, sin la cual la Teología no podría existir, intentan velar por la “universitas”; por el todo, por lo entero, por lo universal. Recortar los saberes, reducirlos “a priori” a lo muy exacto pero muy limitado equivaldría, a la postre, a recortar al hombre.

La Iglesia, convocada por el papa Benedicto XVI, celebra un “Año de la Fe”. En la carta apostólica “Porta Fidei”, el papa dice sobre este Año: “Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe”.

En un Centro de Estudios Eclesiásticos esta llamada del papa no puede pasar desapercibida, como, de hecho, no ha pasado a la Diócesis en su Programación Pastoral. También nosotros, unidos a la Diócesis, queremos contribuir a la celebración del “Año de la Fe”. Hemos planteado, en esta línea, un “Curso de Teología para sacerdotes”, que se está llevando a cabo con buena aceptación. Los alumnos del Instituto Teológico siguen un seminario especializado sobre el “Catecismo de la Iglesia Católica”. Queríamos, asimismo, dedicar un acto académico al Concilio Vaticano II.

Juan Pablo II, en la carta apostólica “Vicesimus quintus annus”, afirma que la Constitución sobre la Sagrada Liturgia “era el primer fruto del Concilio, querido por Juan XXIII, para que la Iglesia se pusiera al día”. El primer fruto, no el único fruto. Pero, en cualquier modo, un fruto significativo. Por esta razón, ante la imposibilidad de tratar en una sola conferencia toda la riqueza del Concilio, hemos pedido al Prof. Dr. D. Jaume González Padrós, Director del Instituto Superior de Liturgia de Barcelona, que hiciese un balance, cincuenta años después, sobre hasta qué punto lo que pretendía el Concilio se ha conseguido o no.

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26.01.13

Jesús en la sinagoga

Homilía III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret como el Evangelio de Dios: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,21); se cumple la profecía que anunciaba la llegada del Señor para librar al pueblo de sus aflicciones. Jesús es el Ungido por el Espíritu Santo para evangelizar a los pobres, para anunciar la redención, para devolver la vista, para liberar a los oprimidos.

La palabra “evangelio” la empleaban los emperadores romanos, que se consideraban salvadores del mundo. Las proclamas que procedían del
emperador se llamaban “evangelios”, mensajes de salvación que transformaban el mundo hacia el bien. Con Jesús acontece realmente lo que los emperadores, en vano, pretendían. Con Él Dios – el Dios verdadero – se hace presente en el mundo para salvarlo y transformarlo: “No son los emperadores los que pueden salvar al mundo, sino Dios” (Benedicto XVI).

Mediante las palabras y los hechos, Jesús hace presente al Padre entre los hombres. Con frecuencia, nuestras palabras y nuestros hechos se sitúan en coordenadas diferentes. Podemos decir una cosa y hacer otra, porque nuestra coherencia no es perfecta. En Jesús no encontramos esta ruptura, esta disociación. En Él hay plena unidad, plena identidad, entre el decir, el actuar y el ser. Jesús habla las palabras de Dios y obra las acciones de Dios porque Él es Dios, el Hijo de Dios hecho hombre.

Jesús no es simplemente un mensajero que se hace portador de una noticia que viene de otro. Él es, en persona, el mensajero y el
mensaje, el Maestro y la enseñanza
; la Buena Noticia que irrumpe en el mundo y en nuestra vida para renovarlos, para salvarlos. Así fue anunciado su nacimiento por el ángel a los pastores: “Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor” (Lc 210-11).

Aprender su doctrina es conocerlo a Él, contemplarlo a Él. “Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él”, anota San Lucas (4,20). Ésta debe ser también nuestra actitud: fijar los ojos en Jesús. Para aceptar ese anuncio de alegría, para abrirnos a la realidad de Jesucristo, necesitamos mirarlo y así maravillarnos de su compasión. Mirarlo mientras proclama: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lc 6,20). Sorprendernos de cómo acoge a los más
pequeños: “El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe” (Lc 9,48). Alegrarnos de su oferta de misericordia cuando dice: “habrá en el cielo más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión” (Lc 15,7).

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