Fe, testimonio, caridad
“Una fe que no da fruto en las obras no es fe", ha dicho el Papa Francisco.
Sobre este tema, fe-obras, fe-caridad, o, mejor aún, fe-testimonio-caridad, he tenido ocasión de reflexionar en estos últimos meses. He publicado, al respecto, un artículo en la Revista Española de Teología sobre el “Carácter testimonial de la fe cristiana”, y, en la misma línea, he podido pronunciar una conferencia en Lugo, en las “Jornadas de Teología", sobre “Fe y caridad”.
Para los lectores del blog reproduzco, sin el aparato crítico, el texto de esta última conferencia, del 12 de febrero. Espero que les ayude y pido disculpas porque, sin citar las notas, algunas afirmaciones pueden aparecer como poco fundamentadas.
Me ha animado a dar este paso la homilía mencionada del Papa Francisco. Espero que el texto completo sea publicado próximamente en Telmus.
1. Introducción
Las virtudes teologales – la fe, la esperanza y la caridad - se refieren directamente a Dios y adaptan las facultades del hombre – entre ellas, la facultad de conocer, de amar y de esperar – a la participación en la naturaleza divina; participación que la gracia hace posible. Son principios dinamizadores de la vida cristiana, ya que nos hacen capaces de obrar, de actuar, como hijos de Dios .
La caridad consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. El apóstol San Pablo nos dice que la caridad es superior a todas las virtudes: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).
La caridad anima e inspira el ejercicio de todas las virtudes. Sin ella, la fe apenas es fe; sería fe muerta. Y la esperanza, sin el amor, no es posible.
El papa Benedicto XVI, al comienzo de su encíclica Spe salvi, escribió, refiriéndose al momento en que santa Josefina Bakhita - la esclava sudanesa canonizada por Juan Pablo II - conoció a Jesucristo:
“En este momento tuvo « esperanza »; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue « redimida », ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios".
Sin la esperanza de ser amados incondicionalmente, no hay esperanza. Sin la caridad, todo muere, hasta la fe.
La categoría de testimonio, que ocupa un lugar destacado en el magisterio de la Iglesia y en la reflexión teológica , resulta particularmente adecuada para profundizar en la relación que vincula a la fe con la caridad.
El testimonio no es, simplemente, una consecuencia de la fe, sino una dimensión interna de la misma; es decir, la fe posee un carácter testimonial.
Nos aproximaremos a esta problemática haciéndonos eco de las referencias que al testimonio hacen dos importantes documentos promulgados en el Año de la Fe: La carta apostólica Porta fidei (PF), de Benedicto XVI, y la encíclica Lumen fidei (LF), del papa Francisco.
En un segundo momento, buscaremos los fundamentos que subyacen en el vínculo que conecta intrínsecamente la fe con el testimonio. Intentaremos mostrar cómo este nexo se esclarece si se tiene en cuenta que Jesucristo es el centro de la fe y, a la vez, el Testigo fiel y veraz. Igualmente, nos fijaremos en el carácter global, totalizante, del acto de creer.
Por último, mostraremos cómo la caridad, la fe que obra por la caridad, unifica el proyecto misionero que propone el papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii gaudium.