R. Guardini: La persona de Cristo y lo propia y esencialmente cristiano
Aunque se ha dicho – por ejemplo, por parte de Harnack – que Jesús no forma parte del contenido de su mensaje, que sería solo mensajero en la predicación del Padre y de su Reino, esta teoría es falsa. Jesús – así lo atestigua el Nuevo Testamento - hace manifestaciones sobre sí mismo que pertenecen al contenido fundamental de la Buena Nueva[1]. Su mensaje se halla determinado por la significación única de su persona.
Exige explícitamente que los hombres le sigan. Su persona aparece como criterio y motivo de conducta: “El que pierda su vida por mí y por la buena noticia la salvará” (Mc 8,35). Jesús es el núcleo, la justificación y la fuerza de la nueva comunidad religiosa. En sus palabras – como cuando emplea la expresión “yo soy” - alienta una pretensión absoluta, que pone la persona de Jesús en íntima relación con Dios[2].
Va mucho más allá de lo que sería propio de un maestro, de un fundador o de un salvador religioso. Se sitúa en el punto en el que radica el porqué del obrar, de igual manera que él “constituye la raíz de la realidad, el núcleo del sentido y el título jurídico de la comunidad, y de igual manera también que él justifica el acercamiento religioso a Dios, la súplica”[3].