¿Hay una sola razón o varias?
En una reciente entrevista que le realizó la revista “La Civiltá Cattolica”, Mons. Víctor Fernández dijo entre otras cosas:
“La Iglesia rechaza el fideísmo, defiende el valor de la razón y la necesidad del diálogo entre fe y razón, que no son contradictorias. Pero cuidado, porque a veces se coloca «una» determinada razón en el centro de la Iglesia, un conjunto de principios que lo rigen todo, aunque en última instancia sea una forma mentis, más filosófica que teológica, a la que todo lo demás debe someterse, ¡y que en última instancia sustituye a la Revelación!
Por lo tanto, los que determinan la correcta interpretación de la Revelación y de la verdad serían los que poseen esta forma mentis, esta manera de razonar, esta única estructura posible de principios racionales. Sólo ellos serían «serios», «inteligentes», «fieles». Esto explica el poder que se arrogan algunos eclesiásticos, llegando incluso a establecer lo que el Papa puede o no puede decir, y presentándose como garantes de la legitimidad y la unidad de la fe. Al fin y al cabo, la forma mentis de la que se consideran guardianes absolutos es una fuente de poder que quieren salvaguardar contra todo. No es la razón, es el poder.”
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El centro de la cuestión aquí es el principio de no contradicción, si se lo acepta o no como necesariamente verdadero y como base de todo el pensamiento humano, más aún, como ley fundamental del ser, y por eso, ley fundamental del pensar.
Porque si se lo acepta, no hay más remedio que aceptar que sí, que hay una sola razón, que es la que se rige por ese principio. No es una razón predominante, porque es la única que hay. Una razón distinta de ésta sería la que afirmase la posibilidad de lo contradictorio, pero no sería razón, sino irracionalidad.
Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Si se acepta esto, se debe aceptar que toda proposición verdadera ha de serlo, de derecho al menos, para todo sujeto cognoscente posible, y que en ese sentido, hay una única verdad. Porque si dado que algo es verdad, el sujeto X tuviese epistemológicamente derecho a decir que no es verdad, no valdría el principio de no contradicción.
En efecto, si siendo verdad que hoy llueve, al mismo tiempo y en el mismo sentido (es decir, referido al mismo lugar, en el mismo instante de tiempo, con el mismo sentido del término “llueve” y del término “hoy”, etc.) el sujeto X tuviese derecho epistemológicamente a decir que hoy no llueve, entonces podría llover y no llover a la vez, al mismo tiempo y en el mismo sentido, y entonces, una cosa sí podría ser y no ser a la vez, al mismo tiempo y en el mismo sentido, y entonces, habría caído el principio de no contradicción.
Y si no vale el principio de no contradicción, entonces no tiene sentido pensar, ni tampoco hablar. Porque no tiene sentido afirmar que “llueve”, si al mismo tiempo y en el mismo sentido que eso es verdad, puede ser verdad también que “no llueve”. En ese caso daría lo mismo decir “llueve” que decir “no llueve”, y por lo tanto, no tendría sentido hablar, ni tampoco pensar.
Todos los matices y puntos de vista, entonces, son en principio admisibles, mientras no lleven a una contradicción, es decir, a afirmar y negar lo mismo del mismo sujeto, al mismo tiempo y en el mismo sentido. Considerando las cosas desde distintos puntos de vista, como en la foto de arriba, se llega sin contradiccion a decir cosas distintas, pero eso no sucede en otra razón diferente, sino dentro de la misma y única razón.
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Todo esto no tiene nada que ver con el poder ni con los eclesiásticos, porque sería verdad igualmente en un mundo hipotético en el que Dios no hubiese establecido Iglesia alguna y en el que no hubiese habido tampoco Revelación cristiana. Porque el mismo Dios no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido, en ningún mundo posible, y por eso Santo Tomás de Aquino definió la Omnipotencia como la capacidad de hacer todo aquello que no implica contradicción. Lo contradictorio no cae bajo la Omnipotencia divina, Dios “no puede” hacer el círculo cuadrado, Santo Tomás dice que es mejor decir que el círculo cuadrado no puede ser hecho, porque el defecto no está en el poder divino, sino en el no ser intrínseco a todo lo contradictorio.
Y con esa advertencia, debemos decir que Dios no puede no existir, ni puede hacer que Él nunca haya existido, no puede dejar de existir, no puede no ser Dios, no puede no ser Santo, no puede no ser Bueno, no puede no ser Sabio, no puede no ser Omnipotente, y un montón de otras cosas más, que en realidad no son cosas, porque son contradictorias.
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Si esto es, como es, evidentemente así ¿no tenemos ahí una razón realmente única, que rige no solamente para todo lo que existe en el mundo actualmente existente, sino también para todo mundo posible?
Y sí, también para Dios mismo, al menos hasta que logremos sostener que Dios puede a la vez existir y no existir, con lo cual además saldría perdiendo nuevamente la fe, que ya no podría profesar la existencia de Dios de modo que eso signifique algo; o que puede hacerse finito dejando de ser Infinito, o que puede hacer que su misma Naturaleza divina sea a la vez finita e Infinita en el mismo sentido.
Obviamente que el caso de la Encarnación del Verbo de Dios no viene a cuento aquí, porque ahí la Infinitud y la finitud, la Divinidad y la no divinidad, la muerte y la Inmortalidad, se dicen al mismo tiempo, pero no en el mismo sentido, ya que algunas de esas cosas se dicen de la Naturaleza divina del Verbo Encarnado, y otras, de su naturaleza humana.
¿Puede estar sujeta a un condicionamiento cultural la razón cuando ve estas cosas, que valen igualmente para la hipótesis en la que Dios no crea nada, que para la hipótesis en la que crea este mundo, y para la hipótesis en la que crea cualquier otro mundo, y no valen solamente para la hipótesis igualmente contradictoria e imposible en la que Dios no existe?
En estos casos, no es que la razón se le imponga a la fe, sino que la fe supone la razón, como en general la gracia y lo sobrenatural suponen la naturaleza. La razón no puede sustituir a la Revelación, porque nunca puede estar en oposición con ella, ya que ambas derivan en última instancia de la Inteligencia divina. No es que el cuerpo se le imponga al alma, es que sin el cuerpo, el alma ha pasado ya por la experiencia de la muerte.
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El poder no tiene nada que ver con estas cosas, precisamente porque el poder es impotente ante estas cosas. El más despótico tirano es impotente ante el principio de no contradicción. Por más que se esfuerce, por más que torture y mate, no va poder decir algunas palabras antes de hablar, ni va a poder medir los ángulos del círculo, ni va a poder encaminar sus pasos por la esquina que no dobla.
Al contrario, el valor absoluto de la razón puede que sea muchas veces el último baluarte contra la prepotencia de los tiranos.
Desconocer estas cosas es la máxima frivolidad, es la muerte de la inteligencia, es la amputación del pensamiento. Las palabras lo soportan todo, y por eso se puede estar horas y horas hablando del carácter relativo de la razón, pero no se puede propiamente pensarlo. Porque si efectivamente la razón no fuese absoluta sino relativa, entonces no tendría sentido decirle nada a nadie, cada uno tendría su verdad, y cualquier intento de comunicación sería imperialismo. No podría haber ninguna razón para decir que la razón de A es mejor que la razón de B, por ejemplo, sería absurdo pretender que es mejor obedecer al Papa que desobedecerlo, o que la caridad es preferible al odio cordial, o que hay una diferencia significativa entre el perdón y la venganza.
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¿Y qué unidad de la fe puede haber sin la unidad de la razón? Si es posible que al mismo tiempo y en el mismo sentido algo sea y no sea ¿para qué cansarnos en rezar el Credo? Podría ser que al mismo tiempo y en el mismo sentido Dios fuese Padre y no lo fuese, fuese Creador del Cielo y de la Tierra y no lo fuese, etc., etc.
La unidad de la fe entonces consistiría solamente en que todos repitan las mismas palabras, dándole cada uno a esas palabras un sentido contrario al que le dan los otros, o sea, una caricatura de la unidad. Y ningún dogma de fe podría sacarnos de esa situación, si previamente hemos aceptado que algo puede al mismo tiempo y en el mismo sentido ser verdad y no serlo, por ejemplo, ser verdad para la cultura A y no serlo para la cultura B. Porque lo más que se podría decir en base a un dogma definido, es que lo así definido es infaliblemente verdadero, y si previamente hemos negado o puesto en duda el principio de no contradicción, entonces eso no se opondría a que lo infaliblemente definido fuese al mismo tiempo falso.
Sin duda que la razón, como todo lo demás, como también la fe, o la misericordia, o el amor, o la humildad, pueden ser usados como herramientas de poder. De todo puede abusar el ser humano, sobre todo cuando ha dejado de pensar en la verdad y solamente piensa en el poder.
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Dice también Mons. Fernández:
“En lo que respecta a la renovación de la moral me moviliza otra preocupación más teologal pero igualmente práctica: destacar el primado de la caridad en la teología moral, o, dicho de otro modo, elaborar una teología moral íntimamente transfigurada por la caridad. Esto se relaciona con la caridad no sólo entendida como forma o motivación sino como contenido propio del discernimiento moral, con real incidencia a la hora de tomar decisiones personales o pastorales.
El Catecismo de la Iglesia Católica ha incorporado con contundencia la ley del amor fraterno como una «regla de oro» (cita Mt 7,12; Lc 6,31; Tb 4,15), un criterio central en el discernimiento moral, que debe ser aplicado «en todos los casos» (CCE 1789; cfr. 1970a), particularmente cuando «el hombre se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión difícil» (CCE 1787).
Pero la función de la caridad desaparece en la práctica de los planteos morales concretos si se considera que sólo otorga un conocimiento connatural de Dios como fin último – y una orientación a él – pero no determina en modo alguno los fines próximos. Porque la caridad fraterna, en cuanto mandamiento principal que se cumple por la virtud de la caridad, también interviene en el ámbito de la acción y provee de racionalidad el discernimiento, puesto que esta virtud tiene actos externos propios, que pasan a ser paradigmas, referencias necesarias en todo discernimiento. Por eso la caridad, si bien reside en la voluntad, también realiza el orden de la razón interviniendo – en parte – en la determinación del fin próximo, objeto de la elección. El valor supremo y paradigmático de los actos externos propios de la caridad es lo que reconoce Tomás cuando coloca a la misericordia en la cima de las virtudes, en cuanto regula un obrar externo y así produce una semejanza con el obrar divino.”
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Lo que se dice aquí es que la caridad puede cambiar el objeto del acto humano. De ello se sigue que un acto que es intrínsecamente malo, al ser malo por su objeto, dejaría de serlo, si hiciese “por caridad”.
Frente a eso está el dicho evangélico: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Claro que para esta forma de pensar, esa frase podría entenderse como “Amando ya guardáis mis mandamientos, hagáis lo que hagáis”. Entonces, por ejemplo, incluso el que considera que la pena de muerte es pecaminosa debería admitir que por caridad se la podría aplicar lícitamente desde el punto de vista moral.
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Abriendo un paréntesis sobre este tema, si es verdad que cuando la Iglesia aceptó la pena de muerte ésta no era un pecado, pero sí lo es hoy día, entonces lo que cabe preguntar es si hoy día la pena de muerte es intrínsecamente mala o no lo es. Porque si hoy lo es, y antes no lo era, es que no estamos hablando de la misma cosa. Porque lo que es intrínseco a algo no le puede faltar. Si la pena de muerte del siglo XIII no era intrínsecamente mala, y la de hoy sí lo es, es que aquella no era pena de muerte, o no lo es la de hoy día.
Pero parece claro que sí son la misma cosa la pena de muerte de hace siglos y la de ahora, ¿no? Me refiero a lo esencial: alguien delinque muy gravemente contra la sociedad y ésta lo juzga merecedor de la pena de muerte y se la aplica.
Entonces sólo queda que la pena de muerte no sea tampoco hoy intrínsecamente mala, y entonces, aún hoy podría ser lícita en determinadas circunstancias.
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Pero volviendo al influjo santificador de la caridad sobre cualquier objeto de no importa qué acción, sigamos viendo las perspectivas que se abren: la violación lícita por caridad, la santa tortura caritativa, la explotación amante, el fariseísmo amoroso, y que nadie pudo ver el corazón de Jack el Destripador, etc.
Se llegaría así a una caridad vaporosa, sutil, ingrávida y gentil, adaptable a cualquier tipo de conducta y de acción.
Y es que si por imposible fuésemos a dar por posibles a algunas de esas cosas, eso no sería de todos modos porque la caridad haya cambiado el objeto del acto, sino al contrario, porque alguna circunstancia objetiva incorporada al objeto del acto, como dice Santo Tomás, lo habría cambiado, cambiando así al acto de malo en lícito, y sólo por eso sería que entonces ese acto podría ser hecho por caridad.
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Claro, se nos puede responder que la caridad determina sólo “en parte” el objeto del acto humano.
Por eso Santa Teresa decía que la imaginación es la loca de la casa. No existe la determinación sólo en parte en estos casos. El acto humano no puede ser sólo en parte intrínsecamente malo. Eso sería como morirse solamente un poco. “¿De qué murió? – Pulmonía –¿Le afectó los dos pulmones? – No, uno solo - ¡Ah, qué bueno!”
No existe el subjetivismo a medias, la influencia del sujeto solamente “en parte” en el objeto es subjetivismo completo. Eso es precisamente el error, cuando la subjetividad determina en parte al objeto conocido, y entonces, en vez de ver un perro vemos un lobo, que al final es bastante parecido y también tiene cuatro patas. Pero no es lo mismo.
O la “caridad” deja entonces al acto intrínsecamente malo en esa condición suya, y entonces no cambia en nada el objeto del acto por lo que al bien o el mal respecta, o hace que deje de ser intrínsecamente malo y se vuelva por tanto perfectamente lícito, no lícito “en parte”, cosa igualmente absurda.
Y en esta última alternativa, todas las bellezas que hemos señalado antes sí que son realmente posibles.
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Por eso, por lo de la imaginación que nos hace ver al acto humano y a la caridad como dos chicles que se pegan o como un vaso de agua en el que se diluye un poco de azúcar, es que hay que hacer precisiones también a lo que dice Mons. Fernández sobre las metáforas:
“La metáfora tiene la capacidad de mediar entre las diversas formas de sabiduría, como bien lo explicaron, de distintas maneras, San Agustín y Paul Ricoeur. Cuando el teólogo profesional, ante un interlocutor no ilustrado, expresa metafórica o simbólicamente un contenido que profundizó en un arduo camino de lectura y reflexión, esta modalidad pedagógica de comunicación no quita profundidad ni calidad especulativa a la reflexión teológica que está detrás. No hace falta usar palabras difíciles y expresiones tortuosas para demostrar el nivel teológico de una reflexión. Un teólogo que realmente preste atención a la cultura actual, hoy debe servir el banquete del Evangelio a través de la belleza y la seducción de las imágenes, las figuras, los ejemplos, las sensaciones que lo vuelvan accesible a la gente del siglo XXI.”
La herramienta principal de la teología no es la metáfora, sino la analogía. La metáfora es la analogía impropia, pero hay también una analogía propia. Es metafórico que Dios sea una Roca, no es metafórico que Dios es Bueno, sino propio, pero sí es análogo, porque la Bondad divina trasciende infinitamente todas las bondades creadas de donde abstraemos nuestro concepto de “bondad”.
Y la analogía no es una propiedad de los términos rebuscados ni tortuosos, sino de los términos y conceptos básicos de la mente humana: ente, ser, sustancia, esencia, bien, verdad, acción, vida, amor, unidad, justicia, etc.
La imaginación, por el contrario, destruye el pensamiento si se la toma como herramienta para pensar. Y eso se hace inevitablemente si no se forma la mente en la sólida filosofía escolástica. Para la imaginación la sustancia está bajo los accidentes como un colchón bajo una frazada, el cuerpo es como un estuche dentro del cual está el alma, Dios es un señor con barba o como una pelota de fútbol muy grande y luminosa que flota por encima del Cosmos, Nuestro Señor está escondido en algún repliegue del pan consagrado, entre las migas, o está sólo simbólicamente en él, el vínculo matrimonial es como una cuerda atada a los cuellos de ambos contrayentes, y el acto humano es como una pared a la que la caridad puede pintar de otro color, determinándola así “en parte”.
Fuera del concepto no hay salvación. El concepto es inodoro, incoloro e insípido, porque es abstracto, y no se lo puede imaginar, sólo se lo puede entender y usar en un razonamiento lógico.
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La imaginación nos impide pensar en las cosas mismas. Dice Mons. Fernández:
“Lo que Francisco dice sobre el poliedro se aplica también al pensamiento en la Iglesia. Pero es consciente de las resistencias que esto provoca: «A quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio».
¿Qué es una doctrina “monolítica”? Precisamente, eso es una imagen, que se supone que está ahí para trasmitir un contenido altamente negativo, como cuando al decir nosotros que Dios es Inmutable la gente se lo imagina frío y distante.
Pero la diferencia es que “Inmutable” es un concepto, que quiere decir que Dios no cambia ni puede cambiar, y que no tiene la culpa de las asociaciones afectivas con que a veces la gente lo entiende, mientras que “monolítica” es una imagen que no quiere decir nada conceptualmente preciso, a no ser que sea esto: una doctrina no contradictoria y universalmente verdadera.
¿Y no es eso la doctrina católica? Porque eso no se opone a que haya matices, se opone solamente a que esos matices no sean inmutables y universales ellos también. Si habrá matices en la doctrina católica verdadera, y son eterna e inmutablemente esos matices que son, más allá del hecho de que durante un tiempo hayan estado implícitos solamente y luego hayan sido explicitados, como cuando al decir que todo hombre es mortal y Sócrates es hombre ya estamos diciendo que Sócrates es mortal, aunque no lo afirmemos explícitamente.
Analizar estos temas con términos como “monolítica” es negarse a analizarlos. Así nunca vamos a salir del ring en el cual los contendientes se arrojan mutuamente vocablos imaginativos, todo lo “metafóricos” que se quiera: una pelea de gatos negros en la noche.
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Sigue Mons. Fernández:
“Quisiera recordar que en este punto Francisco se inspira en la teología de la creación de Santo Tomás de Aquino, cuando remarca que la multiplicidad y la variedad «proviene de la intención del primer agente», quien quiso que «lo que faltaba a cada cosa para representar la bondad divina, fuera suplido por las otras». Por eso nosotros necesitamos captar la variedad de las cosas en sus múltiples relaciones. Para Francisco, esto puede decirse con mayor razón si nos colocamos frente al inagotable misterio del Evangelio, que no puede encerrarse en un determinado esquema mental, por más sólido que parezca.”
Pues para captar la variedad y la multiplicidad no hay nada como el instrumento más usado por los escolásticos: la distinción. Algo eminentemente lógico y conceptual, por supuesto. Por el contrario, la tendencia innata de la imaginación es la gran pasta gris en la que se han borrado, por mezcla, todas las diferencias, el panteísmo del guiso. Algo así como la globalización y el Nuevo Orden Mundial.
Y justamente, el esquema mental sólido es la única barrera contra la delicuescencia del guiso universal en el que los boniatos y las papas pierden progresivamente su identidad rígida para fundirse en la unidad globalizada e indiferenciada de esa gran pasta gris.
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A la blandura de esa pasta gris le corresponde la blandura del pensamiento, que, como dice Chesterton, es directamente proporcional a la dureza del corazón. El que saca la cara en defensa de un desvalido contra los poderosos es un rígido que no logra adaptar su pensamiento a la tendencia dominante en su tiempo. Cómo no va a ser la dominante, si es la de los poderosos. Cuando San Atanasio enfrentó a los emperadores arrianos en defensa de la fe del pueblo sencillo, fue porque era un rígido, incapaz de colocarse en el punto de vista de personajes tan ilustrados, y sobre todo, tan encumbrados, como lo habían hecho prudentemente la mayoría de los Obispos de su tiempo, a quienes hoy no podemos recordar sin experimentar repugnancia. Y es que San Atanasio era un tierno corazón que no podía soportar ver cómo los traidores herejes pisoteaban la fe del pueblo de Dios, y al mismo Cristo cuyo Cuerpo es la Iglesia, y era esa blandura suya de corazón la que lo convertía en el fiero defensor de la ortodoxia que era, para gloria de Dios.
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Precisamente, dice Mons. Fernández:
“Con respecto a las ciencias, Francisco se ha expresado de modo muy directo: «Sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones»; «El respeto de la fe a la razón implica prestar atención a lo que la misma ciencia biológica, desarrollada de manera independiente con respecto a los intereses económicos, puede enseñar acerca de las estructuras biológicas y de sus posibilidades y mutaciones» (LS 132). Este respeto nos permite aprender y dejarnos interpelar por el desarrollo de las distintas ciencias.”
Hubiésemos querido en efecto ver algo así en la reciente “crisis sanitaria”, en la cual no había una sola opinión científica, sino dos, por lo menos, sólo que una de ellas era la oficial, pero la oficialidad como tal no es un elemento determinante de la cientificidad de un saber.
En ese caso no se promovió el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones, sino que se quiso imponer también desde la cátedra religiosa lo que en realidad caía fuera del objeto de la Revelación divina, como es la necesidad, eficacia y seguridad de estos inyectables, como si el caso Galileo no hubiese ocurrido nunca o no pudiese ocurrir nunca más. Con la diferencia de que con ocasión de lo de Galileo no murió nadie, nadie quedó lisiado de por vida, nadie perdió su empresa o su puesto de trabajo, etc., mientras que ahora es cada vez más difícil ocultar la falta de necesidad, de eficacia y de seguridad y las consecuencias “adversas” de la supuesta “vacuna”.
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Sigue Mons. Fernández:
“Llamó la atención, en efecto, que, además de referirse a la enseñanza perenne, también haya mencionado el Magisterio reciente. Es importante esta precisión, porque es precisamente el Magisterio reciente el que dialoga con las circunstancias actuales que atraviesan el mundo y la Iglesia, con la cultura actual y sus desafíos. El Magisterio no es sólo un «depósito», es también un don presente que está activo a través de Francisco. Si el Magisterio también procura iluminarnos en nuestra peregrinación en este momento de la historia, necesitamos dejarnos orientar por sus intervenciones recientes y actuales, aunque eso suponga seguir abrevando de ese pozo sin fondo que es la Revelación siempre vigente y siempre actual.”
Ya nuestro compañero Bruno ha publicado un excelente “post” sobre ese tema. La doctrina es clara: la Revelación divina terminó con los Apóstoles, y en ella se encuentra todo lo necesario para la salvación eterna. A lo largo de los siglos, en la Iglesia, crece, no la Revelación, sino la comprensión de la misma, como dice la Constitución “Dei Verbum”. No hay nuevas revelaciones ni nuevas verdades reveladas que obliguen a la fe de los fieles. El Magisterio, papal o no, no tiene como misión proponer nuevas revelaciones ni nuevas verdades reveladas ni existe un carisma papal que tenga esa finalidad. Sin duda que se debe aplicar la verdad revelada una vez para siempre a las circunstancias históricas concretas, y ahí el Magisterio, especialmente el del Papa, tiene una función obvia, con el carisma correspondiente, pero precisamente, ahí es donde el Papa, normalmente al menos, no es infalible, porque usualmente no se trata de una definición dogmática “ex cathedra”, que debe valer en adelante siempre y para todos, al incorporar elementos contingentes y pasajeros propios de la época en cuestión.
E incluso en ese caso, hay que recordar el dicho que creo que fue de algún artista: “Mi talento sólo es bueno cuando lo uso”. Que el Papa puede no usar ese carisma que Dios le ha dado para custodiar el depósito de la fe ha quedado muy claro con algunos hechos históricos, como por ejemplo el caso del Papa Juan XXII que también menciona Bruno, que en algunas homilías, y no en una conversación de sobremesa, sostuvo que las almas de los difuntos no accedían a la visión de Dios sino hasta después del Juicio Final, al punto que su sucesor, Benedicto XII, tuvo que definir como dogma de fe precisamente lo contrario, que las almas que mueren en gracia de Dios y sin culpas que purificar en el Purgatorio “mox”, es decir, inmediatamente, entran a la visión de Dios que es la Vida Eterna.
Y si eso pudo pasar en un Papa en relación nada menos que con la verdad de la fe, es claro que mucho más puede pasar en relación con el juicio sobre las contingencias históricas del momento, al menos cuando no se trata de un pronunciamiento infalible como el que emitió Roma respecto de los “hechos dogmáticos” en el caso del libro de Jansenio.
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Finalmente, dice Mons. Fernández:
“Lo hizo acogiendo las orientaciones de los obispos de la Región de Buenos Aires con respecto a la aplicación de Amoris laetitia. Ellos hablan de la posibilidad de que los divorciados en nueva unión vivan en continencia, pero agregan que «en otras circunstancias más complejas, y cuando no se pudo obtener una declaración de nulidad, la opción mencionada puede no ser de hecho factible». Luego afirman que «no obstante, igualmente es posible un camino de discernimiento. Si se llega a reconocer que, en un caso concreto, hay limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad, particularmente cuando una persona considere que caería en una ulterior falta dañando a los hijos de la nueva unión, Amoris laetitia abre la posibilidad del acceso a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía». Francisco les envió inmediatamente una carta formal diciendo que ése es el sentido del capítulo VIII de AL. Pero agregó: «No hay otras interpretaciones». Es innecesario esperar otra respuesta del Papa. Tanto las orientaciones como la carta del Papa, fueron publicadas en las Acta Apostolicae Sedis junto con un rescripto que las declara «magisterio auténtico». Por consiguiente ya no quedan dudas, y está claro que el discernimiento que tiene en cuenta los condicionamientos o factores atenuantes puede tener consecuencias también en la disciplina sacramental.”
Digamos solamente esto: según esto, la persona que vive en situación objetiva de adulterio y no tiene propósito de enmienda puede confesarse y comulgar. ¿De qué se va a confesar esta persona? ¿Se va a confesar del pecado de adulterio? No parece, porque en todo caso estamos en la hipótesis de que no hay propósito de enmienda y entonces la confesión no sólo no sería válida sino que sería sacrílega. ¿Entiende entonces la persona que al menos por ese lado su situación es objetivamente buena o lícita? En ese caso no haría falta recurrir a la justificación de que si intentase salir de esa situación podría dañar a sus hijos. Además, todos los atenuantes del mundo no cambian el objeto de la acción, en este caso, el adulterio. Precisamente por eso son atenuantes, porque hay algo que atenuar. ¿Sabe entonces la persona que su situación es objetivamente mala, pero entiende que en su caso se dan limitaciones que atenúan la libertad y la responsabilidad, como ésa del posible daño a los hijos? Pero si sabe que su situación es objetivamente mala, entonces no está en ignorancia invencible, y entonces no queda excusada de pecado por ese lado. Por otra parte, el consecuencialismo no es un criterio ético válido. Nuestro Señor previó las consecuencias malas que para algunos iba a tener la predicación del Evangelio, pero no vio que por eso dicha predicación fuese un pecado, ya que no se trataba de consecuencias “per se” de la predicación, que es de suyo buena, sino “per accidens”. El acto de romper una relación adúltera no tiene nada de malo, al contrario, es en sí mismo bueno. Además, el fin no justifica los medios, no se puede hacer el mal para que venga el bien o para evitar otro mal. ¿Va entonces esta persona a confesarse callando algo que sabe que es un pecado grave? Entonces está cometiendo un sacrilegio y la confesión le resulta más para mal que para bien. ¿Será entonces que va a comulgar directamente, sin confesarse, estando en situación objetiva de adulterio y sabiéndolo? Ahí lo que tenemos es el sacrilegio eucarístico.
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Terminamos con las palabras de San Pio X en su profética encíclica “Pascendi” contra el modernismo:
“Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus conatos: el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Padres y la tradición, el magisterio eclesiástico. Contra ellas dirigen sus más violentos ataques. Por esto ridiculizan generalmente y desprecian la filosofía y teología escolástica, y ya hagan esto por ignorancia o por miedo, o, lo que es más cierto, por ambas razones, es cosa averiguada que el deseo de novedades va siempre unido con el odio del método escolástico, y no hay otro más claro indicio de que uno empiece a inclinarse a la doctrina del modernismo que comenzar a aborrecer el método escolástico. Recuerden los modernistas y sus partidarios la condenación con que Pío IX estimó que debía reprobarse la opinión de los que dicen: «El método y los principios con los cuales los antiguos doctores escolásticos cultivaron la teología no corresponden a las necesidades de nuestro tiempo ni al progreso de la ciencia.”
“Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio.”
El Papa San Pio X no tiene problemas en decir que la filosofía es el cimiento de la teología, sin que se le haya pasado por la mente, sin duda, que al hacerlo estuviese ensalzando indebidamente el valor de la razón por sobre el de la Revelación:
“Colocado ya así este cimiento de la filosofía, constrúyase con gran diligencia el edificio teológico.”
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Agregamos las palabras de Pio XII en su encíclica “Humani Generis”, contra los errores de la “nueva teología”:
“23. Pero este oficio sólo será cumplido bien y seguramente, cuando la razón esté convenientemente cultivada, es decir, si hubiere sido nutrida con aquella sana filosofía, que es como un patrimonio heredado de las precedentes generaciones cristianas, y que, por consiguiente, goza de una mayor autoridad, porque el mismo Magisterio de la Iglesia ha utilizado sus principios y sus principales asertos, manifestados y precisados lentamente, a través de los tiempos, por hombres de gran talento, para comprobar la misma divina revelación. Y esta filosofía, confirmada y comúnmente aceptada por la Iglesia, defiende el verdadero y genuino valor del conocimiento humano, los inconcusos principios metafísicos —a saber: los de razón suficiente, causalidad y finalidad— y, finalmente sostiene que se puede llegar a la verdad cierta e inmutable.”
Es claro que aquí el Papa no está pensando que estos principios metafísicos sean nada más que los principios propios de “una” razón entre otras.
“24. En tal filosofía se exponen, es cierto, muchas cosas que ni directa ni indirectamente se refieren a la fe o las costumbres, y que, por lo mismo, la Iglesia deja a la libre disputa de los especialistas; pero no existe la misma libertad en muchas otras materias, principalmente en lo que toca a los principios y a los principales asertos que poco ha hemos recordado. Aun en estas cuestiones esenciales se puede vestir a la filosofía con más aptas y ricas vestiduras, reforzarla con más eficaces expresiones, despojarla de cierta terminología escolar menos conveniente, y hasta enriquecerla —pero con cautela— con ciertos elementos dejados a la elaboración progresiva del pensamiento humano; pero nunca es lícito derribarla o contaminarla con falsos principios, ni estimarla como un gran monumento, pero ya anticuado. Pues la verdad y sus expresiones filosóficas no pueden estar sujetas a cambios continuos, principalmente cuando se trate de los principios que la mente humana conoce por sí misma o de aquellos juicios que se apoyan tanto en la sabiduría de los siglos como en el consentimiento y fundamento aun de la misma revelación divina. Ninguna verdad, que la mente humana hubiese descubierto mediante una sincera investigación, puede estar en contradicción con otra verdad ya alcanzada, porque Dios la suma Verdad, creó y rige la humana inteligencia no para que cada día oponga nuevas verdades a las ya realmente adquiridas, sino para que, apartados los errores que tal vez se hayan introducido, vaya añadiendo verdades a verdades de un modo tan ordenado y orgánico como el que aparece en la constitución misma de la naturaleza de las cosas, de donde se extrae la verdad. Por ello, el cristiano, tanto filósofo como teólogo, no abraza apresurada y ligeramente las novedades que se ofrecen todos los días, sino que ha de examinarlas con la máxima diligencia y ha de someterlas a justo examen, no sea que pierda la verdad ya adquirida o la corrompa, ciertamente con grave peligro y daño aun para la fe misma.”
Nueva afirmación de la unidad de la razón por parte del Papa: no puede haber contradicción entre dos verdades cualesquiera conocidas por la razón humana.
“25. Considerando bien todo lo ya expuesto más arriba, fácilmente se comprenderá porqué la Iglesia exige que los futuros sacerdotes sean instruidos en las disciplinas filosóficas según el método, la doctrina y los principios del Doctor Angélico , pues por la experiencia de muchos siglos sabemos ya bien que el método del Aquinatense se distingue por una singular excelencia, tanto para formar a los alumnos como para investigar la verdad, y que, además, su doctrina está en armonía con la divina revelación y es muy eficaz así para salvaguardar los fundamentos de la fe como para recoger útil y seguramente los frutos de un sano progreso .
26. Por ello es muy deplorable que hoy en día algunos desprecien una filosofía que la Iglesia ha aceptado y aprobado, y que imprudentemente la apelliden anticuada por su forma y racionalística (así dicen) en cuanto a su proceso psicológico. Pregonan que esta nuestra filosofía defiende erróneamente la posibilidad de una metafísica absolutamente verdadera; mientras ellos sostienen, por lo contrario, que las verdades, principalmente las trascendentales, sólo pueden convenientemente expresarse mediante doctrinas dispares que se completen mutuamente, aunque en cierto modo sean opuestas entre sí. Por ello conceden que la filosofía enseñada en nuestras escuelas, con su lúcida exposición y solución de los problemas, con su exacta precisión de conceptos y con sus claras distinciones, puede ser útil como preparación al estudio de la teología escolástica, como se adaptó perfectamente a la mentalidad del Medievo; pero —afirman— no es un método filosófico que responda ya a la cultura y a las necesidades modernas. Agregan, además, que la filosofía perenne no es sino la filosofía de las esencias inmutables, mientras que la mente moderna ha de considerar la existencia de los seres singulares y la vida en su continua evolución. Y mientras desprecian esta filosofía ensalzan otras, antiguas o modernas, orientales u occidentales, de tal modo que parecen insinuar que, cualquier filosofía o doctrina opinable, añadiéndole —si fuere menester— algunas correcciones o complementos, puede conciliarse con el dogma católico. Pero ningún católico puede dudar de cuán falso sea todo eso, principalmente cuando se trata de sistemas como el Inmanentismo, el Idealismo, el Materialismo, ya sea histórico, ya dialéctico, o también el Existencialismo, tanto si defiende el ateísmo como si impugna el valor del raciocinio en el campo de la metafísica.”
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Estamos en la misma batalla que se viene librando desde comienzos del siglo XX. Es una batalla que se pelea en las alturas de la inteligencia humana, y por eso los periodistas no tienen más remedio que caracterizarla torpemente con los rótulos de “conservadores” y “progresistas”. Es la batalla contra el modernismo, resucitado después de dos guerras mundiales con el nombre de “nueva teología”, y entronizado en el pensamiento católico después del Concilio Vaticano II, y que no es más que la infiltración del nominalismo, base de la filosofía moderna, en la teología católica. Desde 2013 esa infiltración nominalista en el pensamiento católico viene exhibiendo a la luz del día sus frutos más monstruosos, y lo que caracteriza la etapa actual de esa lucha es que se ha terminado la falsa componenda posterior al Vaticano II, que de algún modo apuntaba a una imposible conciliación entre realismo y nominalismo.
Por eso, mientras no se vaya a las raíces filosóficas de esta crisis no se la va a poder superar. Para eso es necesario derribar el último tabú, el que no se animaron a tocar muchos que después del Concilio dieron marcha atrás y reaccionaron al ver los desastres que ellos mismos habían en mayor o menor grado ayudado a promover: el tabú que dice que no se puede volver a la filosofía escolástica, que entre las palabras de San Pio X y Pio XII que hemos citado y lo que viene después del Concilio Vaticano II hay un foso infranqueable.
Hay que librarse de la “nueva teología”, hay que dejar de creer que sustituyendo a Santo Tomás por algún Padre sirio del siglo III (es decir, progresando hacia atrás) vamos a lograr más “personalismo” y un diálogo estupendo con el marxismo, la filosofía de Heidegger, el protestantismo y la teosofía. Hay que dejar de hablar del ejemplo de Santo Tomás y volver a hablar de sus principios filosóficos. En definitiva, hay que tomarse en serio a la razón humana.
22 comentarios
Sin embargo, de entrada, existe la tentación de quedarse con la impresión de que, en cierto modo, es un esfuerzo vano.
Porque los modernistas de todas sus fases sucesivas, desde el primer modernismo condenado por San Pío X, pasando por el segundo condenado por Pío XII, hasta el triunfante de nuestra época, hacen poco o ningún caso de la precisión de la filosofía y teología tradicionales.
Prefieren el "circiterismo", que fue la expresión luminosa con que este movimiento (mejor que doctrina) fue definido por Romano Amerio en su libro magistral "Iota unum, estudio sobre las transformaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX" (1987).
Pero esa primera impresión de esfuerzo vano es engañosa. Mantengámonos "firmes, inconmovibles", sabiendo que nuestro trabajo "no es en vano en el Señor" (I Cor 15, 58).
Mil gracias por sus artículos y en particular por éste.
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Muchas gracias. Precisamente cuando otros abandonan la razón es cuando más motivo hay para insistir en ella.
Saludos cordiales.
"Y si eso pudo pasar en un Papa en relación nada menos que con la verdad de la fe, es claro que mucho más puede pasar en relación con el juicio sobre las contingencias históricas del momento, al menos cuando no se trata de un pronunciamiento infalible como el que emitió Roma respecto de los “hechos dogmáticos” en el caso del libro de Jansenio."
Algunos autores de peso consideran que el punto al que llegó la escalada de Roma contra el jansenismo (sería más justo hablar de los jansenismos, en plural), a diferencia de la contención con que se había tratado la disputa "de auxiliis" entre jesuitas y dominicos, habría sido un giro desafortunado hacia la hipertrofia de la autoridad (que hoy tanto sufrimos: "solum Magisterium" o la Tradición devorada por el magisterio presente).
El libro clásico es el de Bruno Neveu: "L´Erreur et son juge. Remarques sur les censures doctrinales à l´époque moderne" (1993).
Jacques Le Brun publicó al respecto una reseña importante, con el título de "Autorité doctrinale, définition et censure dans le catholicisme moderne", en la "Revue de l´histoire des religions", nº 211/3 (1994).
Y, sobre todo, muy recientemente el dominico francés Jean-Christophe de Nadaï se ha atrevido a volver a analizar con gran precisión las cinco proposiciones condenadas como contenidas en el "Augustinus" de Jansenio para concluir que, salvo a lo sumo una sola de ellas, no se encuentran en sentido heterodoxo en el célebre tratado.
El artículo se titula "Retour sur les cinq propositions de la constitution Cum occasione" y fue publicado en la "Revue des sciences philosophiques et théologiques", nº 2022/1 (tomo 106).
De nuevo, discreta observación, o hasta atisbo de objeción, sobre una cuestión difícil. Quedaría agradecido por su opinión y la de algunos comentaristas doctos que suelen comentar aquí.
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No he leído el “Augustinus” de Jansenio ni tampoco a esos autores que Ud. señala, simplemente en eso me remito a la autoridad del Magisterio de la Iglesia.
Sí leí las “Provinciales” de Pascal donde se ataca la doctrina de la gracia suficiente.
Ahora bien, si no hay gracia suficiente, es decir, una gracia que da solamente la capacidad de hacer el bien, y no el hacer el bien mismo, entonces la única gracia es la gracia eficaz, que da la realización efectiva del bien. Y entonces, el que peca no ha recibido gracia alguna de Dios.
Ahí tenemos ya el segundo de los errores condenados:
“En el estado de naturaleza caída no se resiste nunca a la gracia interior”,
que junto con otras cosas se repite en el cuarto error:
“Los semipelagianos admitían la necesidad de la gracia preveniente interior para cada uno de los actos, aun para iniciarse en la fe; y eran herejes porque querían que aquella gracia fuera tal, que la humana voluntad pudiera resistirla u obedecerla.”
Va por el mismo lado el primer error:
“Algunos mandamientos de Dios son imposibles para los hombres justos, según las fuerzas presentes que tienen, por más que quieran y se esfuercen; les falta también la gracia con que se les hagan posibles.”
Así se explica que el justo peque, si se parte de la base de que la gracia es siempre eficaz.
Pero además, si la gracia es irresistible, y sin la gracia no se puede evitar el pecado, entonces no hay tampoco libertad de elección, que es lo que dice el tercer error:
“Para merecer y desmerecer en el estado de naturaleza caída, no se requiere en el hombre la libertad de necesidad, sino que basta la libertad de coacción”.
Queda el quinto error que por ahora no le veo una conexión tan clara con lo anterior.
Ahora bien, si todo esto está implícito en la tesis que Pascal jansenista toma como bandera contra los jesuitas y otros, es de suponer que efectivamente es la doctrina del partido jansenista, y si eso es así, ¿de dónde podrían haberlo sacado sino del libro de Jansenio?
Saludos cordiales.
y que dice Benedicto ?:
Que nadie posee la Verdad sino es la Verdad la que nos posee..
Y yo pienso que .no es una clase de mentis o filosofía la que se empeña soberbiamente en decir que la razón no se contradice con la fe sino que son dos alas para volar, esta libertad está inserta en el corazón humano, es la alianza que Dios promete...para poder aceptar el Magisterio de Ordinario, usamos la razón y la fe!
Estagran encíclica de Juan Pablo es de un autor principal y es el propio Espíritu Santo y mantenerse en esa enseñanza es dejarse poseer por la Verdad y contradecirla es no mantenerse en la verdad . Es pura como el aire puro.
Jesús muchas veces nos dice quién es de la verdad y quien no
"Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres."
Pero hay otros que planean matar a Cristo, a la verdad..
También en el evangelio de San Juan nos explica la desgracia de la mentira y sobre el tentador :
"Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!'
Los que no se mantienen en la verdad pertenecen al tentador.
Fe y Razón , Encíclica, enseñanza que me apasionó mucho a leerla , me dio esperanza, tiene un autor principal: es el Espíritu Santo, si experimente que El nos lleva a la completa verdad, según nos lo reveló Jesucristo , el Espíritu lo hará tomando de lo que es de Jesús mismo.
13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; os recomiendo leer todas las encíclicas de San Juan Pablo II porque Ratzinger estaba trabajando junto con el en las enseñanzas para estos últimos días.
Nos dice Jesús del Espíritu Santo
"porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y ..os lo hará saber.
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"Fides et Ratio" sin duda que es una gran Encíclica, pero no es inspirada por el Espíritu Santo ni tiene a Dios por Autor, eso sólo puede decirse de la Escritura, ni siquiera se puede decir de las definiciones dogmáticas de la Iglesia.
La expresión "poseer la verdad" se puede interpretar de muchas maneras. Lo que entiendo que sí hay que afirmar es que podemos saber con toda certeza que determinadas proposiciones son verdaderas y sus contradictorias falsas, también en lo que tiene que ver con Dios y con el mundo de lo espiritual.
Saludos cordiales.
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Obviamente que los Padres de la Iglesia tienen una importancia única, ante todo como testigos de la fe apostólica, pero la teología siguió desarrollándose mucho sobre todo en la Edad Media, y con la Escolástica y principalmente el tomismo alcanzó un nivel técnico muy superior a cuanto se había logrado antes.
Ahí sí que hubo progreso y hacia adelante, lo que pasa es que el progreso no es automático en la historia, y pueden venir también las decadencias y los retrocesos, como sucede en Occidente desde el siglo XIV hasta nuestros días.
En cuanto a San Agustín, su teología, y la teología en general, tiene dos cimientos: por una lado, la Palabra de Dios interpretada por el Magisterio de la Iglesia, y por otro lado, la filosofía. Este último fundamento en San Agustín sin duda que es incompleto, baste pensar por ejemplo en su concepción neoplatónica del conocimiento sensible como algo que no es producido por el influjo de la cosa percibida sobre los sentidos, sino como una respuesta espontánea del alma a la afección que recibe el cuerpo de las cosas externas, basado en el principio de que lo corporal no puede obrar sobre lo espiritual.
Santo Tomás es mucho más realista en ese punto, porque reconoce que las facultades sensibles no son facultades solamente del alma, sino del compuesto de alma y cuerpo, donde por tanto no hay dificultad alguna en que la cosa sensible externa obre sobre ese compuesto. Por supuesto que esto supone la doctrina del alma espiritual como forma sustancial del cuerpo humano, desarrollada por primera vez por Aristóteles, y recogida en una definición dogmática del Concilio de Vienne.
Y la batalla entre catolicismo y modernismo, entre realismo y nominalismo, no tiene nada de imaginaria. Más bien, es una batalla intelectual, y por eso sí, es verdad que no se la puede percibir ni con los sentidos ni con la imaginación .
Saludos cordiales.
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Gracias a Ud. y saludos cordiales.
Los modernistas lo heredan de una larga progenie heterodoxa, como ya explicó en el siglo XVIII con buen humor y mucho acierto el jesuita padre Isla (jesuita de los de verdad) en su hilarante "Fray Gerundio de Campazas" (primera parte, libro I, capítulo VII):
"Mas no es ésta la madre del cordero. Con el sobreescrito del método, su verdadero intento es desterrar del mundo la teología escolástica, como él mismo lo confiesa sin rebozo; pues de ella dice constantemente que no sólo es superflua, sino perjudicial a los dogmas de la religión.
Lutero, Beza, Calvino, Melanchton y el Barbadiño de su tiempo, Erasmo de Rotterdam, dijeron lo mismo en propios términos.
... Lea lo que escribieron estos dos autores de a folio contra cierto autorcillo italiano que salió por entonces con el mismo proyecto que sale ahora el señor Barbazas de querer desterrar del mundo la teología escolástica, para sustituir en lugar de ella la lección y explicación de las obras de los Santos Padres.
Allí verá que el autor italiano supone, tan en falso como el señor portugués, que en las escuelas no se hace caso del estudio de los Santos Padres. ¡Impostura palmaria!
Pues la teología escolástica apenas es más que un compendio de sus obras ... en fin, en ella se encuentra toda la doctrina de los Padres, pero digerida según el orden de las materias, desembarazada de digresiones inútiles, limpia y como acribada de todos los descuidos que pudo mezclar en ella la flaqueza humana, ilustrada y confirmada con las autoridades de la Escritura y con el peso de la razón.
De manera que estudiar teología escolástica es estudiar a los Santos Padres, pero estudiarlos con método."
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Excelente referencia. En efecto, en la Escolástica y especialmente en Santo Tomás, se rebalsa magníficamente todo el caudal del pensamiento cristiano anterior.
¿Será que los editores de "Sources Chrétiennes" (colección excelente en sí misma, por otra parte) habían leído al P. Isla...?
Muchas gracias y saludos cordiales.
Hablando de su formación escolástica en el Seminario francés de Roma en la década de 1920:
"La patrología me era desconocida. Me era dificilísimo situar las enseñanzas de los Padres en su contexto histórico" (pág. 528).
Y su testimonio en 1980 contra el arzobispo Marcel Lefebvre, su antiguo compañero en aquel seminario romano:
Garrone "confía haber sido humillado, al oír, en el concilio Vaticano II, las intervenciones de Mons. Lefebvre: "Eran las enseñanzas que habíamos recibido, sin ninguna modificación; no había añadido nada y había dejado todo en el estado en que lo había recibido" (pág. 647).
Las citas están extraídas de Jacques Prévotat, "Les catholiques et l´Action française" (Fayard, 2001).
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Hay de todo en el mundo, también puede pasar que el curso de Patrología consista sobre todo en ver cómo se trataba el tema de la pobreza en los Padres...
Saludos cordiales.
Pero el Evangelio, la buena noticia de Nuestro Señor Jesucristo, está al alcance del entendimiento de los humildes y sencillos.
Cierto que hay verdades de fe que se pueden desarrollar y explicar mejor cuando la ocasión lo requiere, y supongo que eso se puede llamar "progreso", pero hay algo un tanto sorprendente:
Usted cree en el "progreso" pero solo hasta el siglo XIII?!
Y ese juicio se basa en sus razonamientos filosóficos, si no he entendido mal.
Bueno, el misterio de Dios no va ser nunca totalmente comprensible para la mente humana, y desde luego la fe nunca dependerá de la filosofía ni de la física cuántica, afortunadamente.
Tenemos el Evangelio y a la Iglesia y nuestra capacidad de discernir. Y si la encíclica de Juan Pablo II no es "revelación", la escolástica menos.
Puesto que la filosofía es una cuestión de razón y no de fe, cada cual podrá razonar libremente - no sé si "progresando" o no.
La cuestión es que la roca de la fe sea Jesucristo y partiendo de ahí su Iglesia. La aplicación de la propia razón a la explicación y justificación de nuestra fe no está constreñida por ningún sistema filosófico concreto a priori.
Saludos cordiales
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Después del siglo XIV se progresó en aspectos sectoriales, por así decir, se definieron nuevos dogmas, se avanzó mucho en el conocimiento histórico, también en lo que tiene que ver con la Sagrada Escritura, se participó del avance general de la cultura en el plano de las ciencias de la naturaleza.
Pero la confusión se había instalado en el elevado plano de los principios filosóficos desde Escoto y Ockham, lo cual hizo posible la filosofía moderna, y esa crisis inteligible no ha dejado de tener consecuencias sensibles que son bastante palpables para todo el mundo, a medida que avanzaba (hacia atrás, por tanto) la Modernidad, hasta llegar al delicioso panorama actual.
Ése fue el detalle que llevó a León XIII a proponer la vuelta a Santo Tomás en su encíclica "Aeterni Patris" de 1879.
Por eso, en filosofía el católico razona guiado siempre por la verdad de la fe, la cual no figura como premisa de los razonamientos, pero sí como "estrella amiga", al decir de León XIII, que señala las tesis que ha de defender el filósofo católico, sin darle, claro los argumentos para hacerlo.
Y esa filosofía del católico y del no católico sí está "constreñida" (es decir, hecha posible) por una serie de principios lógico-metafísicos, empezando por el de no contradicción, sin los cuales estamos simplemente en lo irracional.
Los sencillos, por otra parte, en la Iglesia, son un componente muy importante, pero no el único. Es necesario que los dirigentes estén correctamente formados en filosofía y teología, precisamente para que a los sencillos no se les predique cualquier cosa. Por eso hay un Magisterio en la Iglesia, y por eso los sacerdotes tienen que estudiar dos o tres años de Filosofía antes de los cuatro años de Teología. Todo eso hace falta para tener la razonable seguridad de que cuando la persona se suba a un ambón a predicar no empiece a desparramar herejías a diestra y siniestra.
Saludos cordiales.
Quizá inspirar signifique realmente que el ES es el autor principal..
Ahora sí vemos encíclicas que no hablan de lo del Padre y de la enseñanza de Cristo y del testimonio de sus apóstoles..pues claramente no son de Dios
Encíclica del ES de Juan Pablo Dominum et Vivificante..
"En el testimonio del Espíritu de la verdad encontrará el supremo apoyo el testimonio humano de los apóstoles.
Y luego encontrará también en ellos el fundamento interior de su continuidad entre las generaciones de los discípulos y de los confesores de Cristo, que se sucederán en los siglos posteriores.
Si la revelación suprema y más completa de Dios a la humanidad es Jesucristo mismo, el testimonio del Espíritu de la verdad INSPIRA garantiza y corrobora su fiel transmisión en la predicación y en los escritos apostólicos,
22 mientras que el testimonio de los apóstoles asegura su expresión humana en la Iglesia y en la historia de la humanidad.
6. Esto se deduce también de la profunda correlación de contenido y de intención con el anuncio y la promesa mencionada, que se encuentra en las palabras sucesivas del texto de Juan: « Mucho podría deciros aún, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir ».23
Con estas palabras Jesús presenta el Paráclito. el Espíritu de la verdad, como el que « enseñará » y « recordará », como el que « dará testimonio » de él; luego dice: « Os guiará hasta la verdad completa »
. Este « guiar hasta la verdad completa », con referencia a lo que dice a los apóstoles « pero ahora no podéis con ello », está necesariamente relacionado con el anonadamiento de Cristo por medio de la pasión y muerte de Cruz, que entonces, cuando pronunciaba estas palabras, era inminente.
...... « guiar hasta la verdad completa » se realiza, pues en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de la verdad y fruto de su acción en el hombre.
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Los únicos escritos apostólicos que son inspirados por el Espíritu Santo y son Palabra de Dios, de modo que tienen a Dios por Autor, son los del Nuevo Testamento.
Por eso dice la Constitución "Dei Verbum", n. 9:
"Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios."
donde es clara la distinción entre la Escritura, que es la Palabra de Dios, y la Tradición, que trasmite la Palabra de Dios.
El Magisterio de la Iglesia tiene la asistencia del Espíritu Santo, que es otra cosa, no convierte al Magisterio en Palabra de Dios ni hace a Dios Autor del Magisterio, por eso es que además de un Magisterio infalible puede haber un Magisterio falible.
Saludos cordiales.
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Lo que pasa, entiendo, es que el modernismo nace de un error filosófico, que es el agnosticismo kantiano, como dice San Pio X en "Pascendi", y el único baluarte contra ese error filosófico es la escolástica, que es la única que puede desarmar la máquina kantiana contra la metafísica. Y la "nueva teología" en su conjunto se dedicó a desautorizar la escolástica, así que al menos por ese lado, supuesto que en alguna de sus manifestaciones no haya sido modernista, de todos modos le abrió el camino al modernismo.
Y eso lo vimos en el post-Concilio: gente excelente y de muy ortodoxas intenciones que sin embargo seguían creyendo que la Escolástica es prescindible, y del lado herético todos felices y contentos por eso mismo.
Saludos cordiales.
Autoridad del Magisterio de la Iglesia.
No se pueden cometer más errores en tan pocas palabras
Ni es magisterio porque solo uno es el Maestro y no la Iglesia
Ni tiene autoridad porque está más desprestigiada que un político latinoamericano
Ni la Iglesia es iglesia porque nunca fue creada por Cristo sino por Constantino a imagen y semejanza del culto de la religión romana tradicional.
De Guiness
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El Maestro dijo: "El que a ustedes oye, a mí me oye, y el que a ustedes rechaza, a mí me rechaza, y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió" (Luc. 10, 16), "Vayan y hagan discípulos...enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 19 - 20), "Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt.16, 18) "Si no oye a la Iglesia, tenlo por gentil y publicano" (Mt. 18, 16 - 17), "Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará." (Mc.16, 15 - 16).
Habló también del Reino de los Cielos, que es como un campo en el que se siembra trigo pero también cizaña, y se deja que ambos crezcan juntos hasta el tiempo de la siega, donde el trigo irá al granero y la cizaña al fuego. Y también dijo que es como una semilla de mostaza que cuando se siembra es la más pequeña de todas, y luego crece hasta hacerse árbol grande.
Y lo más asombroso de todo es que esas palabras suyas se han venido cumpliendo hasta el día de hoy. Hasta Napoleón tuvo que reconocerlo en su exilio en Santa Elena, discutiendo con un antiguo general suyo que probablemente era masón acerca de la Divinidad de Jesucristo.
Y es que el Maestro también dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán".
Saludos cordiales.
Néstor ya le ha dado cumplida respuesta, pero me atrevo a complementar su respuesta.
La Revelación hecha por Dios a los hombres “se contiene en los libros escritos y las tradiciones no escritas que, transmitidas como de mano en mano, han llegado a nosotros desde los Apóstoles, quienes las recibieron o bien de labios del mismo Cristo, o bien por inspiración del Espíritu Santo” (Concilio de Trento, sesión IV, 8 de abril de 1546, Denz 783).
Esto es, la Revelación hecha por Dios a los hombres no terminó con la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos sino que, venido el Espíritu Santo sobre los Apóstoles en Pentecostés, se prolongó hasta la muerte del último de ellos (San Juan, según la Tradición).
"La Revelación que constituye el objeto de la fe católica no quedó completa con los Apóstoles" (proposición nº 22 condenada por San Pío X en el decreto Lamentabili (1907) contra los errores de los modernistas).
Esto es, de nuevo, pertenece a la fe católica que, a la muerte del último de los Apóstoles (San Juan, según la Tradición), el Espíritu Santo había llevado ya a la Iglesia hasta "la verdad completa" (Jn 16, 13).
Desde entonces no cabe ninguna novedad sustancial en el depósito de la fe confiado a la Iglesia. No hay ninguna "verdad completa" que esperar.
Únicamente cabe el progreso homogéneo, orgánico y accidental en el conocimiento y exposición del depósito de la fe, "solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia" (Commonitorium de San Vicente de Lerins, citado por el Concilio Vaticano I en la constitución Dei Filius -1870- y por San Pío X en el Juramento contra los errores del modernismo -1910).
No cabe, por lo tanto, negar lo que antes se afirmó ni afirmar lo que antes se negó. Únicamente progresar en el sentido de mayor claridad y precisión: de lo implícito a lo explícito, de la potencia al acto.
Reconozco que es cuestión muy difícil y muy por encima de mis competencias. Únicamente me permito esperar que tenga usted interés y tiempo para leer el reciente artículo que ya he citado del docto dominico francés Jean-Christophe de Nadaï: "Retour sur les cinq propositions de la constitution Cum occasione", publicado en la "Revue des sciences philosophiques et théologiques", nº 2022/1 (tomo 106).
El artículo se puede descargar por un módico precio en el sitio internet de la revista.
Yo lo he descargado y leído con mucha atención, pero no es una materia de mi competencia. Sí lo es de la competencia de usted, por lo que sería muy interesante que tuviera la amabilidad de acceder a leerlo y compartir su reacción.
Solamente añadir que el autor del artículo dice haber leído el "Augustinus" para no encontrar en él las cinco proposiciones condenadas, o a lo sumo una sola de ellas, en sentido heterodoxo.
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Bien, veremos de hacernos con el artículo Dios mediante.
Saludos cordiales.
1. La creación ex-nihilo.
Ese dogma no puede depender exclusivamente del texto de los primeros versos del libro del Genesis, porque el texto original hebreo de esos versos puede ser entendido (y subsequentemente traducido) de forma tal que da pie a sostener ya sea la creación ex-nihilo como la creación ex-materia: "Cuando Dios comenzó a crear el cielo y la tierra - estando la tierra informe y vacía, con la oscuridad sobre la superficie del abismo [...] - Dios dijo 'Sea la luz'". Es a partir de sostener el teismo clasico que los cristianos ortodoxos (o minúscula) sostenemos con seguridad la creación ex-nihilo incluso si ese es el texto original correcto, simplemente diciendo que ese estado inicial de tierra informe, vacía y oscura es consecuente al primer acto creativo de Dios: 1. Dios comenzó a crear -> tierra informe, vacía y oscura. 2. Dios crea la luz. (Notablemente esto es consistente con la cosmología inflacionaria contemporánea, pero no es tema de este blog.)
2. La metafísica de la Encarnación (in fieri) / Unión Hipostática (in esse).
Recordando que en el discurso filosófico de los siglos IV-V el término hypostasis usado en las definiciones de los dogmas trinitarios y cristológicos significaba el sujeto particular realmente existente, o sea hacia referencia a existencia real y no a personalidad (un hombre tiene hipostasis y un centauro no), o sea era lo más cercano al "acto de ser" de la escolástica, se entiende facilmente que una metafísica que niegue la distinción real de esencia/sustancia (ousía) y acto de ser no puede explicar a nivel filosófico en qué consiste la Encarnación, lo cual es el caso claro del escotismo. Escoto podrá hacer una gambeta linguística para decir que una naturaleza humana asumida por el Verbo ya no es persona humana pero no puede hacerlo con hipostasis porque la nocion de hipostasis no refiere a personalidad sino a existencia. Por lo tanto si no se postula la distinción real entre acto de ser y esencia/sustancia (ousía) no se puede explicar a nivel filosófico la Encarnación en el mejor de los casos o se la explica al modo nestoriano en el peor.
Dicho lo anterior, noto que en teología trinitaria yo sigo la linea que va de los Padres capadocios a S. Buenaventura, no la que va de S. Agustín a S. Tomás, y en metafísica de la Encarnación sigo la linea de Capreolo-Billot y soy agnostico respecto de la de Cayetano-Garrigou. Digo esto simplemente para destacar que adoptar la filosofía y teología escolásticas no implica ceñirse al tomismo de estricta observancia.
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Por lo que tengo entendido, es Gen. 1,1 el versículo en el que se afirma la Creación ex - nihilo, porque el verbo "bará", que sólo se predica de Dios en el Antiguo Testamento, significa "crear sin depender de nada". "Bereshit bará Elohim": en el principio creó Dios.
Por eso, la interpretación que dice que la materia informe también fue creada por Dios puede apoyarse en ese primer versículo del Génesis.
Aunque en ese caso sería una materia sólo relativamente informe, porque sin forma alguna la materia es pura potencia y no puede por tanto existir.
En todo caso, no es solamente Gen. 1,1, sino que por lo menos está afirmada explícitamente la creación "ex nihilo" en 2 Mac. 7, 28: "Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios..."
La Biblia de Jerusalén dice que literalmente se dice ahí "no de cosas que existían" (ouk ex onton), lo cual es ciertamente la creación "ex nihilo". Agrega que algunos manuscritos griegos y una versión siríaca ponen "de cosas que no son", y que Filón de Alejandría entiende eso de la materia inorganizada.
En cuanto a la "hipóstasis", el sujeto realmente existente es justamente la persona, si es un sujeto racional, y no necesariamente se identifica con el acto de ser del cual es sujeto.
Es cierto que en Cristo hay un solo acto de ser, que es el divino, y que eso no se entiende sin la distinción real entre esencia y ser, porque en Él hay dos naturalezas o esencias, la divina y la humana.
Pero de ahí no se sigue que la Persona en Cristo esté constituida por el acto de ser, que es el acto de ser común a las tres Personas divinas, sino que la Persona de Cristo es la relación subsistente de Filiación.
Y por eso, si la hipóstasis es el sujeto del ser, en Dios hay tres hipóstasis, es decir, tres Personas.
En el "De unione Verbi Incarnati", si es obra suya, cosa que algunos discuten, Santo Tomás admite un acto de ser creado en Cristo, además del acto de ser divino. Eso no crea problemas a la explicación que da Cayetano de la personalidad, pero sí a la que la hace consistir simplemente en la posesión del acto de ser proporcionado a la naturaleza en cuestión.
Saludos cordiales.
.El Magisterio Vivo si es obra del Espíritu Santo, es correcto lo que dices sobre la asistencia del Santo Espíritu, esto no le quita sacralidad a las enseñanzas como los concilios y encíclicas mientras se funden y no desvirtúen en el depósito de la fe .
Pienso que aunque no se catalogue como Palabra ( Verbo de Dios ) el magisterio se entrelazan con la Palabra de Dios Escrita y con la tradición viva de la Iglesia , su autor es el Espíritu Santo fundamentalmente .
Por eso es importante leer las encíclicas de San Juan Pablo y Benedicto que cumplen con esto, si os fijáis cada cosa que se dice en dichas enciclas se confronta con los Evangelios, padres de la Iglesia, Antiguo Testamento , se puede orar mediante la confrontación de fuentes y la exposición dogmática
Dei Verbum
La Sagrada Tradición
8. Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua.
De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre.
Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.
Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, PROGRESA en la Iglesia con la ASISTENCIA del Espíritu Santo: puesto que va CRECIENDO en la COMPRENSION de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el CARISMA cierto de la verdad.
Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la PLENITUD de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.
Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia VIVA de esta TRADICION , cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante.
Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va CONOCIENDO en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, DIOS , que habló en otro tiempo, HABLA sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo;
y el Espíritu Santo, por quien la VOZ del EVANGELIO resuena VIVA en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad ENTERA , y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16).
Mutua relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura
9. Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin.
Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas
. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad.
Relación de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio
10. La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.
Pero el OFICIO de INTERPRETAR auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al MAGISTERIO VIVO de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo.
Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen
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El Espíritu Santo no es el Autor del Magisterio de la Iglesia. "Asistencia" no es lo mismo que "Inspiración". La prueba, repito, es que existe un Magisterio eclesiástico falible, cosa que no podría ser si el Autor del Magisterio fuese el Espíritu Santo.
Saludos cordiales.
Dios nos guíe.
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Con la expresión "progreso hacia atrás" quise señalar el caso irónico de que los "progresistas" en filosofía y teología querían pasar del siglo XIII al siglo III.
Pero claro, eso tiene su explicación: al quedar la doctrina católica privada de todos los avances conceptuales que culminan en la Escolástica y el tomismo, se hacía más fácil "renovarla" después con las filosofías de Kant, Hegel, Marx, Heidegger, etc.
O sea, no era un mero arqueologismo inocente.
En cuanto a los sencillos, sin duda que son los preferidos del Señor, y por eso instituyó para ellos toda una Iglesia donde se les predique el Evangelio, y para poder predicarle bien el Evangelio a los sencillos hay que estudiar teología y filosofía, y tiene que haber en la Iglesia gente que estudie y enseñe la mejor filosofía y la mejor teología, que es curiosamente aquella que la Iglesia ha recomendado insistentemente una y otra vez.
Lo que pasa es que la idea evangélica de los sencillos ha quedado contaminada con la idea hippie de los sencillos, que los ve simplemente correteando por los verdes prados llenos de flores y sacando todas las verdades necesarias para vivir y para salvarse de su propia e infalible inspiración espontánea, o en el mejor de los casos, de la protestante "Sola Escritura".
No, no, a los sencillos tiene que predicarles en Evangelio toda una Iglesia con Papas, Obispos, Sacerdotes, dogmas, teología y filosofía. Lo cual en el fondo no debería extrañar, porque se trata de la Buena Nueva del Reino de Dios, y sobre esos temas la humanidad ha mostrado a lo largo de los siglos una capacidad increíble para el disparate y el desbarre.
Y Dios no quiere eso para los sencillos.
Saludos cordiales.
Con su principio de libertad de cultos, que es herético aunque lo haya aceptado el Concilio Vaticano II. El principio católico es el de la tolerancia religiosa.
Si cada uno tiene la libertad de pensar lo ue quiera, se termina combatiendo a todo el que pretenda defender una Verdad absoluta; aunque esa Verdad sea el mismo Verbo Encarnado.
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Ahí está el asunto, si la Iglesia aceptó una herejía, entonces ha fallado la promesa de Cristo, y toda la fe católica es falsa.
Lo cual no es, porque no puede ser.
Es importantísimo podar a los árboles de vez en cuando, pero cuando se hace, hay que tener cuidado de que la rama que uno corta no sea la misma en la que uno se ha sentado.
Saludos cordiales.
Si no puede ser, será que no es.
Pues entonces digamos claramente que no es cierto que la Iglesia Católica haya declarado ninguna herejía en el concilio Vaticano II, puesto que esa tolerancia no se basa en la indiferencia, sino en la obligación moral que tiene todo ser humano de buscar la verdad y adherirse a ella, que requiere la no coacción de la conciencia para poder cumplir esa obligación.
Aunque la plenitud de la verdad solo está en la Iglesia católica, según nos recuerda el concilio, los no católicos pueden compartir algunas verdades parciales con la Iglesia Católica, más unos que otros, claro está. Es de esperar que caminen hacia la plenitud de la Verdad, libremente - si no lo hacen, al menos tienen esa oportunidad.
Mejor no cortar la cizaña para no cortar con ella el trigo. Por supuesto sin dejar de predicar la Verdad plena que es el catolicismo, porque las otras verdades solo lo son en tanto en cuanto coinciden con el catolicismo. No creo que en esto haya ninguna herejía.
Saludos cordiales
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Eso es exactamente lo que digo, que la Iglesia en el Concilio no ha aceptado ninguna herejía. En cuanto a cómo se ve eso en este caso particular, espero publicar un "post" en breve, Dios mediante.
Saludos cordiales.
Lo cual no es, porque no puede ser".
Es verdad. Toda la Iglesia no; pero buena parte sí...
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El Concilio Ecuménico es la Iglesia en Concilio, y lo que el Concilio acepta, lo acepta la Iglesia.
Saludos cordiales.
"El Concilio Ecuménico es la Iglesia en Concilio, y lo que el Concilio acepta, lo acepta la Iglesia".
Totalmente de acuerdo; pero no estamos obligados creer lo que no es Dogma de Fe; y el Concilio Vaticano II no declaró ninguno.
El Concilio aceptó la libertad de cultos pero no como dogma de Fe.
El Concilio Ecuménico es la Iglesia en Concilio, pero si no declara un dogma, no se puede decir que "La Iglesia" entera me obliga a aceptar la libertad de cultos.
Como sucedió con el Limbo. Por ejemplo, el Concilio II de Lyon afirmaba lo siguiente:
«Las almas de aquellos que mueren en pecado mortal o con el solo pecado original descienden inmediatamente al infierno para ser castigadas, aunque con penas desiguales» (DH 858).
Y luego en 2005 el Vaticano sacó un documento en el que se dudaba de la existencia del Limbo.
Le agradezco muchísimo su artículo, y el tiempo que se toma para leer los comentarios y responderlos.
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Lo que sí es dogma de fe es la infalibilidad de la Iglesia también "in credendo", es decir, al aceptar una doctrina, y eso excluye la aceptación eclesial de una herejía, ahora bien, la Iglesia, comenzando por todos los Papas y la totalidad moral de los Obispos desde el Concilio, acepta las enseñanzas del Concilio, de modo que en éstas no puede haber una herejía.
No hace falta que esa herejía haya sido definida como dogma de fe, sigue siendo una herejía y como tal no puede ser aceptada por una Iglesia que es infalible también al recibir la doctrina que la Iglesia misma propone.
Eso implica también que esa doctrina debe ser interpretada en armonía con la enseñanza tradicional de la Iglesia.
Además, que algo no sea dogma de fe no quiere decir que no haya que prestarle el asentimiento interno de inteligencia y voluntad que la Iglesia pide para su Magisterio ordinario.
Lo que enseña el Concilio de Lyon sigue en pie, porque nadie entra al Cielo con el pecado original, y el Purgatorio no es para purgarse del pecado original. Si debemos confiar, como dice el Catecismo, en que la Misericordia de Dios tenga un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo, eso implica una forma de que sean liberados del pecado original antes de morir, aún careciendo del Bautismo sacramental.
Saludos cordiales.
Y añaden todos los sofismas que se tercien, como una ensalada de contorno para tan mal filete, condimentándolo todo,con el relativismo buenista y sentimental que se estila en este pontificado, sustituyendo la caridad en la verdad y la verdad en la caridad de los anteriores.
Y lanzando, sin escrúpulos, a los cuatro vientos sus producciones mentales.
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La formación filosófica, y por ende, teológica, en los Seminarios tiene una única oportunidad: tomar como base la filosofía escolástica. Todo lo que no sea eso es la receta excelente para la producción de teologías de plástico.
Saludos cordiales.
En cuanto a lo que dice santo Tomás en su Q. D. de unione Verbi Incarnati sobre el esse de Cristo, lo cual no parece compatible con lo que afirma en la Summa y en el Compedium, el p. Garrigou-Lagrange lo resuelve, a mi entender satisfactoriamente, en su De Christo Salvatore, pp. 319-320.
En cuanto a lo del limbo, además de lo dicho, el documento que lo trata (al que parece hacer referencia el comentarista) es tan sólo de la Comisión Teológica Internacional, que no tiene en cuanto tal carácter magisterial. Además creo recordar que no termina concluyendo nada a ciencia cierta. En todo caso, decir que "el Vaticano" emitió tal documento, como al parecer dando a entender que supuestamente la Iglesia enseñó un error (en el caso de que el documento en cuestión lo contuviera), es tan poco serio que no sé si merece una respuesta.
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El hecho es que el Catecismo, al decir que podemos confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo, está afirmando la posibilidad de que esos niños lleguen a la Vida Eterna, y por tanto, está derogando la hipótesis del limbo al menos en lo que tiene de destino necesario de toda persona que muere sin bautismo y antes de llegar al uso de razón.
Otra cosa es la eliminación del limbo sin más, que requeriría afirmar que todos los niños que mueren sin bautismo de hecho se salvan, cosa que al menos parece problemática teniendo en cuenta la gratuidad de la salvación y de la gracia que la hace posible.
Saludos cordiales.
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