20.02.17

Luterándonos: sexo y poligamia

La doctrina[1] de la Iglesia respecto del matrimonio, desde San Agustín en adelante, ha sido siempre constante: el matrimonio es un sacramento que corona una vocación especial por el cual se otorga el derecho a poner los medios para la transmisión de la vida, de allí que “el acto conyugal verificado para la procreación de los hijos o en pago del débito conyugal no contiene culpa o pecado”[2]. Al contrario: el acto conyugal, con sus debidas disposiciones y en la debida es hasta meritorio, según Santo Tomás y toda la doctrina de la Iglesia[3].

Es decir, para la Iglesia, el sexo es algo bueno, no malo pero, como todas las cosas, debe “ubicado”, es decir, regulado.

 

-          “El agua es buena para el cuerpo, pero demasiada puede matarnos - dijo el suicida al arrojarse desde un puente…

 

Para Lutero, al contrario, el sexo era un pecado necesario y se encontraba “entre los más grandes y execrables pecados mortales”[4] que sólo podían satisfacerse en el matrimonio (aunque no sólo en él):

Leer más... »

18.02.17

Luterándonos: la castidad imposible

Hace más de un año que venimos leyendo a este impecable “testigo del Evangelio” que fuera Martín Lutero. Confesamos que nos hemos asombrado y hasta escandalizado, no con él, sino con nuestros catequistas antediluvianos que nos quisieron transmitir una religión “de los perfectos”, “avinagrada” y fascistoide.

Siguiendo los consejos actuales y acomodándonos un poco a los tiempos, hemos seguido buceando en el pensamiento del fraile agustino.

Venga entonces la nueva serie de “luterándonos” que, esta vez, comienza con la sexualidadla masturbación y la poligamia: todas estas otras maravillas que hoy se disfrutan sin complejos ni tabúes.

Aclaro de antemano para quienes no tengan “la fe de la gente sencilla” (como dice mi amiga Sor Caram) que Lutero no habló por entonces del “puti-monio”, los trans, la sexualidad de la Virgen y el post-porno; las brevas no estaba maduras aún. Hoy parece que sí…

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

PS: como siempre, seguimos a Lutero en sus fuentes originales.

Leer más... »

17.02.17

Católicos fachas

- “¡Fachas!”

- “¡Nazi!”

- “¡Fundamentalista!

- “¡Trogdolita!" 

- “¡Derechoso!"…

Más de una vez quisimos analizar qué diablos nos querían decir cuando nos decían esto… y encontramos hace poco la respuesta en un párrafo inolvidable del -aún no declarado- mártir argentino, el Prof. Jordán Bruno Genta:

Hablo de la derecha en el sentido del arraigo a la tradición espiritual e histórica de las naciones cristianas. Hablo de derecha en el sentido de adhesión al orden natural y cristiano de la vida, en la familia, en el municipio, en la escuela, en la universidad, en la empresa, en el Estado. Hablo de derecha en ese sentido de adhesión a la civilización cristiana occidental, en el orden de sus verdades esenciales, en el orden de sus instituciones, de sus jerarquías naturales (…). El otro día un profesor peronista, católico, theilardista, le comentaba a otro profesor que (…) (Genta) está cuarenta años atrasado; quería decir que lo que enseño es algo que está cuarenta años atrasado (…). Yo no estoy atrasado cuarenta años, yo estoy atrasado más de veinte siglos porque lo que enseño comenzó allá por el siglo cuarto o quinto antes de Cristo, luego culminó, tuvo una primera culminación decisiva con la venida de Nuestro Señor, luego tuvo otro momento de real grandeza y proyección ecuménica en el siglo XIII que es el gran siglo de la Cristiandad… De manera que lo que yo enseño es realmente anacrónico. Pero no es un anacronismo de cuarenta años, sino de más de veinte siglos. Porque lo que yo llamo derecha, para oponerlo a esa izquierda atea, apátrida y desarraigada de todo orden natural de la existencia humana, es precisamente la restauración en Cristo de todas las cosas, que es restablecerlas en su verdadero orden, en su orden esencial, en su orden natural. Lo cristiano y lo natural, son una y la misma cosa. ¿Quién es el autor de la naturaleza? El autor de la naturaleza es Nuestro Señor Jesucristo, el mismo que nos ha redimido del pecado y de la muerte. Él es el autor de la naturaleza. De modo que todo lo que es natural, es cristiano. Por eso está bien aquello que el alma humana es naturalmente cristiana”[1].

Jordán Bruno Genta

Filósofo y profesor argentino asesinado por odio a la Fe,

durante la década de los ’70.

Aún aguarda la gloria de los altares

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


[1] Jordán B. Genta, Asalto terrorista al poder, Buen Combate, Buenos Aires 2014, 270-271. 

15.02.17

Libertad en tiempos de la Matriz Cultural (de un lector)

Reproducimos aquí el artículo de un padre de familia, seguidor del sitio.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


Libertad y Tiranía. Hace muy poco el sitio de noticias Actuall publicó un artículo sobre la actitud de Trump al desobedecer todo mandato del sistema cultural dominante, lo políticamente correcto. Señalando los vicios del electo presidente de EEUU, hace una analogía con Constantino, el emperador pagano que se convirtió al Cristianismo y comenzaría luego la base política de lo que fue nuestra civilización occidental.  El artículo es muy interesante porque en el fondo, señala un tema clave: nuestra libertad para expresarnos hoy.

Leer más... »

12.02.17

La última Misa de Lamennais. El fin de una apostasía

Segunda y última entrega de un breve y magnífico texto de Hugo Wast.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


A mano izquierda, en el camino de Diñan a Comburg (Francia), había hasta no hace mucho un bosque de castaños, por entre cuyos bronceados troncos divisábanse las paredes blancas de una capilla.

La casa antigua, edificada sobre las ruinas de un castillo feudal, es la famosa Chenaie («el Encinar»), donde Lamennais escribió algunos de los libros que lo hicieron llamar «el último Padre de la Iglesia», y también las Palabras de un creyente, que provocaron su definitiva ruptura con Roma.

En esa capilla y ese altar, hace de esto un siglo, en la Pascua de 1833, celebró su última misa. Ese día, bajo la dulce primavera bretona, y sin que lo advirtieran los sencillos paisanos que asistían al santo sacrificio, comenzó la más honda tragedia espiritual del siglo XIX, cuya última escena sería aquella lágrima misteriosa que corrió por las mejillas del apóstata moribundo.

En el artículo anterior, al referirnos a la primera misa de Lamennais, hemos contado que se ordenó cediendo al imprudente celo de dos amigos sacerdotes, y que sintió el horror de su falta de vocación desde que sus manos quedaron consagradas in aeternum, ¡hasta la eternidad!

Releamos su carta desgarradora al abate Juan, su hermano, días después de ordenarse:

«Soy extraordinariamente desgraciado… No hago reproches a nadie… Hay destinos inevitables; pero si yo hubiera sido menos débil y confiado, mi posición sería muy distinta. En fin, lo mejor que puedo hacer es dormirme al pie del poste en que han remachado mi cadena».

Celebró su primera misa en marzo de 1816, y la última en 1833.

Leer más... »