La Devotio moderna: características y síntomas de un católico "tradicional"
Hace tiempo que, entre lecturas y conversaciones, venimosmeditando y rumiando acerca de esta corriente de la espiritualidad católica que tanta mella ha hecho en los mejores ambientes (y hasta en nosotros mismos).Sin ánimo de agotar –ni mucho menos– el tema, presentamos aquí algunas reflexiones a modo de síntesis que complementaremos con otra entrega análoga en poco tiempo.Creo que su lectura vendrá bien, especialmente para aquellos ambientes católicos “tradicionales” o “conservadores” e, incluso, para que nos animemos a hacer un examen de conciencia de nuestra espiritualidad.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
LA DEVOTIO MODERNA
Características y síntomas
P. Javier Olivera Ravasi
Varios y destacados autores se han dedicado en nuestras tierras a un tema tan delicado como es el que aquí comenzamos a tratar[1]; y decimos “comenzamos a tratar” porque lo que aquí intentaremos es meramente un esbozo del tema con algunos aportes propios[2].
Digamos para empezar que la devotio moderna o“devoción moderna” ha sido (y es) una corriente espiritual que vio la luz en la segunda mitad del siglo XIV, principalmente en los Países Bajos; sus fundadores -reconocidos y visibles- fueron Gerardo Groote (1340-1384) y su discípulo Florencio Radewijns (1350-1400).
La escuela espiritual hizo eclosión en una comunidad religiosa conocida con el nombre de los Hermanos de la vida en común, cuyas raíces estaban en el agustinismo y el franciscanismo. La aclaración no es menor y, si la subrayamos, es porque tendrá cierta importancia en el desarrollo de la cuestión.Vale la pena subrayar los orígenes históricos de la espiritualidad moderna puesto que, habitualmente, se tiende a asociar sin demasiadas distinciones y de manera directa a la devotio moderna con la Compañía de Jesús; y no es que no la haya habido, sino que –a nuestro juicio- no ha sido del modo en como la presentan.
Siguiendo libremente al P. García-Villoslada en un trabajo magnífico, veamos algunas de las características principales de esta corriente tanta mella ha hecho en diversos grupos y movimientos laicales y religiosos de nuestro tiempo.
1- El “cristocentrismo”
Naturalmente que Cristo es el centro de la vida cristiana; eso es indudable. A lo que nos referimos aquí es que, así como durante los primeros siglos del cristianismo, se resaltaba principalmente la divinidad de Nuestro Señor (cosa que puede claramente verse en la iconografía) en la modernidad, y especialmente a partir de la devotio moderna se resaltará su humanidad, es decir, la consideración y meditación de Cristo en cuanto hombre (de allí que el padre García-Villoslada nos hable de un “cristocentrismo práctico”, más que de un “cristocentrismo místico”). Es decir, se busca en Cristo una “ejemplaridad operativa”, movilizadora, acentuando en la imitación práctica de Cristo, las notas éticas y pragmáticas. Cristo es presentado principalmente como un modelo ético a imitar así como San Martín lo podría ser de los militares o Miguel Ángel de los pintores o escultores.
Esto como el resto de las características que veremos, no tienen per se una maldad intrínseca. Es decir, nadie en su sano juicio podrá decir que haya algo de malo en el tener la humanidad de Cristo como centro de sus meditaciones, pero sí puede haberlo en la acentuación demasiado marcada de este “cristocentrismo práctico”, es decir, en el énfasis puesto de una manera exclusiva en ello pues puede llevar al descuido o al abandono de la contemplación y principalmente de la contemplación del misterio de Dios que se hace hombre. Es algo que se verificará a lo largo de casi todas estas líneas: un problema de acentuación.
De todas las consideraciones acerca de Cristo, este “cristocentrismo práctico”, acentúa la meditación sobre los sufrimientos y la pasión de Cristo. Y, vale la pena repetir, no es que se esté ante algo malo; ¿quién podrá negar este modo de santificarse, que llevó a San Pablo de la Cruz, a San Alfonso, a Santa Rosa de Lima, etc., a la gloria de los altares?, pero esta excesiva acentuación puede llevar, y de hecho ha llevado a algunos sectores de la Iglesia, a una especie de jansenismo católico que rotula todo placer de por sícomo pecaminoso. Es decir: no se distingue entre el placer ordenado y el desordenado, entre el legítimo y el ilegítimo y puede llevar también a la sinonimia, peligrosa, según la cual todo devoto es necesaria y forzosamente un compungido (como esta corriente espiritual hará).
Un seguidor de la devotio moderna, deberá vivir permanentemente de atrición y contrición; sin gozo ni interior o exterior. Un cristianismo en el que no entrarían ni San Simón “el loco”, ni San Felipe Neri, ni el mismo Chesterton, por ejemplo.
2- El culto al “método” y al director espiritual…
Esta es, según García-Villoslada, “la nota más característica de la «Devotio moderna»”[3].
El planteo de esta escuela de espiritualidad es que la vida misma del alma debe ser sometida a un “esquema”; se trata de un ordenacionismo y un reglamentarismo propio de un espíritu geométrico.Es un “sistema” uniformante del alma cuya rigidez extrema controla hora, días, semanas, meses e incluso años, llevando una fiscalización y una comprobación exhaustiva de todos los movimientos y todas las conductas de la vida cristiana. Claramente, no decimos aquí que llevar un método para el alma, tenga nada de malo de por sí, pero la degeneración del método y la hipertrofia del método es lo que puede matar a las almas: el método
es para el hombre y no el hombre para el método…
Lo mismo debería decirse de la imposición de este método para todos los hombres; porque es tan injusto tratar a los iguales de modo desigual como tratar a los desiguales de modo igual…
Dicha tergiversación del método, según Gilson, no es producto del acaso, sino que va de la mano en la devotio moderna con la filosofía nominalista de la escolástica decadente que, al acentuar el voluntarismo terminaban dando una primacía absoluta al ethos por sobre el logos; a lo subjetivo por sobre lo objetivo; al experimentar por sobre el contemplar. A diferencia de lo que sucedía en la devoción tradicional, donde se enfatizaba el orden en la oración pública (la liturgia y el coro) y se daba entera libertad para la devoción personal, se hará un excesivo hincapié en el cuidado in extremis de la misma devoción privada[4], determinando minuciosamente la materia de la meditación, el tiempo de la meditación, el objeto, la duración horaria…, con el propósito o la consecuencia de que el devoto, tenga todo el día ocupado, todo el día absorbido, prácticamente sin posibilidad del ocio.
Lo repetimos: el método es para el hombre y no para el método; al contrario, la devotio moderna planteaba con uno de sus expositores que “toda actividad humana «quantum habet de ordine, tantum habet de bonitate»”, es decir, todo acto humano es bueno en cuanto que es ordenado, entendiendo aquí por “ordenado” el rigorismo metódico de su ejercicio; veamos un ejemplo al legislar el modo de rezar:
“En cuanto a las materias, así solemos dividir y alternar, de modo que se medite el los sábados sobre los pecados; los domingos sobre el reino de los cielos; los lunes sobre la muerte, los martes sobre los beneficios de Dios; los miércoles sobre el juicio; los jueves sobre las penas del infierno; los viernes sobre la Pasión del Señor. Y no contentos con ordenar los preparativos de la oración y con determinar la materia que se ha de meditar cada día de la semana, quisieron reglamentar la hora, el lugar, la postura que conviene guardar en la meditación”[5].
Todo debe estar controlado, siendo el ocio una especie de amenaza para esta DM; ocio que resultaba fundamental en la devoción tradicional[6]. El mismo Santo Tomás diría, un siglo antes del nacimiento de esta doctrina, citando a San Agustín:¿Quién sería capaz de hacer oración, siguiendo todos esos grados de la escala y ejercitando ordenadamente todas esas operaciones de la mente, del juicio y del afecto? Contrariamente a esto, San Ignacio, con mayor libertad, aconsejará en la adición 4ta. de los Ejercicios Espirituales (Nº76)que, para entrar en la contemplación se puede estar “de rodillas, prostrado en tierra, acostado rostro arriba, sentado, de pie, andando siempre a buscar lo que quiero…” Y “si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante, y si prostrado, asimismo, etc. explicando que “en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me satisfaga”.
“El amor a la verdad requiere un ocio santo; la necesidad de la caridad emprende una ocupación justa, es decir, la de la vida activa. Si nadie impone esta carga, debemos entregarnos al estudio y contemplación de la verdad. Si se nos impone, hay que aceptarla por exigencias de la caridad. Pero ni siquiera en este caso debe abandonarse totalmente el deleite de la verdad, no sea que, quitado este alivio, la carga sea demasiado pesada”[7].
Como parte también de esta segunda característica existe aquí un hincapié excesivo, minucioso yhasta asfixiante del examen de la conciencia a partir de un sin fin de divisiones y sub divisiones que, a veces, atosigan la vida del alma. No nos referimos aquí a la maldad intrínseca del hermoso modo de avanzar en la vida espiritual realizando un examen de conciencia, sino en esa esquemática actitud del espíritu que hace consistir la santidad en un papel y unas cuantas rayitas. Entendemos que ese método podrá ser útil (¡vaya si lo ha sido para algunos santos!) e incluso recomendado por el mismo San Ignacio en sus EE.EE. (NN. 27-31) pero aún este método deberá usarse tanto… cuanto… le sirva al alma para alcanzar el fin para el cual ha sido creado: Dios.
La metodolatría del espíritu podrá derivar, de lo contrario, en que el alma y estos métodos termine a menudo sujetándose a un director espiritual que obrará más bien como un controlador del trabajo o capataz de estancia, que analiza y regula el trabajo, el sueño, las comidas, las relaciones, etc., llevando al alma a un grado de infantilismo espiritual. Vale reiterar que no todos estos rasgos son malos; sería errado hablar de la maldad intrínseca de un acompañante espiritual (¡casi todos los santos los han tenido!), pero la sujeción servil a un hombre sin saber que quien se salva o se condena es uno y la sujeción a una metodolatría, sí es un mal.
Sobre esto diría el padre Castellani:
“¡No podemos salvarnos al tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de discriminar exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y otro para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía interior la razón ajena: los actos morales son inmanentes y su “forma” es la racionalidad! Si bastara para salvarse hacer literal y automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería entonces la función de la fe, de la oración, de la meditación, de la dirección espiritual, del examen y del estudio?”[8].
Ejercitar la voluntad tampoco puede tener algo de malo inherentemente, pero el voluntarismo sí y el hincapié excesivo que se hace sobre estas cosas, en desmedro de otras actividades que caracterizaron a la devoción tradicional (la oración litúrgica, la actitud apostólica, etc.) sí que puede resultar peligroso. Y si el director espiritual de un alma, es una persona adornada de virtudes, pues entonces será un beneficio para el alma del dirigido, pero si el director espiritual es parte de este proceso de la devoción moderna, con conciencia o sin conciencia de ello, se corre el riesgo de que, bajo esa dirección, se fabriquen vocaciones, se coaccione la vida espiritual, se manipulen las conciencias y se cuadricule a las almas pensando que Dios las ha hecho a todas iguales.
¡Dios nos libre de esas direcciones espirituales que no respetan las almas! Más vale seguir ciego que confiarse en otro ciego y caer en un pozo…
“Hay un método ascético por el cual te puedes santificar”; “hay un método por el cual, si lo sigues a la letra, te harás santo”. Es algo análogo a esas recetas televisivas que hacen que uno baje de peso casi mágicamente. Esto es gravísimo y sin embargo esto es lo que prevalece en nuestros días en algunos ambientes supuestamente tradicionales. Este ascetismo metódico, así entendido, puede llevar al voluntarismo.Un ascetismo de estas características, que desprecia la vía mística es un ascetismo peligroso.
3- Moralismo
De la tendencia práctica operativa y anti-especulativa que tiene la devoción moderna surge esta característica, en virtud de la cual la termina convirtiéndose en una escuela de moral al igual que para los chinos lo es seguir la doctrina de Confucio; es decir: se opera un grave reduccionismo haciendo que la religión se vea limitada a la mera conducta y ésta a la casuística sin pautas de discernimiento crítico sino más bien una suerte de listado de pecados y virtudes o conductas buenas sin un verdadero discernimiento.
En absoluto queremos decir con esto que la casuística sea mala (los grandes confesores deben estudiarla), pero la reducción de la vida espiritual al conocimiento y la observancia de los deberes de estado y al conocimiento y observancia de las leyes eclesiásticas solamente, engendra peligros… Y es por eso que la devotio moderna acentúa, enfatiza y utiliza permanentemente el uso de sentencias, proverbios, aforismos y máximas, como las fábulas de Esopo. Es verdad que algo así podría ser inofensivo si fuese utilizado cum grano salis, pero el uso de este recurso sin su contexto ni su esencia, puede terminar haciendo de las Sagradas Escrituras, los Santos Padres o el mundo greco-romano una mera cantera de ejemplos preciosos sin advertirsu verdadero significado y su causalidad ejemplar para un cristiano. No se logran “hábitos” sino sólo coberturas exteriores que no han sido incorporadas al propio modo de ser.
Al mismo tiempo, este “moralismo” suele estar emparentado por modo de obrar estoico.
- “Esto se hace, esto no se hace, esto hay que hacerlo, esto no hay que hacerlo, esto es así, esto no es así”; y sin dar los fundamentos últimos. Es el modo propio de obrar ante la niñez, cuando quizás no se está aún preparado para conocer los motivos, las razones de nuestros actos; pero sólo sirve para ese nivel inicial. Este casuismo estoico podrá dar resultados hasta cierto nivel de formación del hombre creyente, del hombre piadoso, pero en un momento determinado el alma necesitará algo más y si no lo encuentra en la devoción moderna (única cosa que conocerá), el resultado será que ese catolicismo casuístico y reglamentarista, termine por fastidiarlo.
4- Tendencia anti-especulativa
Como señala García-Villoslada, la “«devotio moderna» nace bajo un signo de oposición a cierta espiritualidad nebulosa y altamente especulativa en el que,“el lenguaje abstruso y difícil de los escolásticos había contagiado a los místicos, que a veces discurrían con sutiles cavilaciones y razonamientos de cuestiones tan sublimes como ininteligibles”[9]. Era el lenguaje de la escolástica que apenas después de la muerte de Santo Tomás de Aquino, había abandonado su guía.
La reacción contra las sutilezas y las disputas escolásticas es lo que a estos exponentes de la nueva devoción, los llevará no sólo a la reprobación de la curiosidad intelectual, sino hasta el desprecio mismo de la ciencia, con peligro de caer –como de hecho cayó- en una religiosidad puramente afectiva o en un practicismo sin sólida base teológica. En este sentido decíamos más arriba que el nominalismo ha sido uno de los padres de esta corriente de espiritualidad al impugnar no sólo la metafísica del Aquinate a la cual consideraba superflua, sino hasta a la misma filosofía, “la madre de los herejes”[10] y el fomento de la vanidad, según Groote.
El mismo estudio de por sí, resulta al menos, sospechoso para esta corriente; el mismo Radewijns señalará que,
“estudiar para conocer o para enseñar…, no nutre al alma, sino que la convierte en enferma” de la misma postura sería su sucesor, Juan Von de Husden, quien “solía refrenar a sus hermanos en el estudio de los libros de Santo Tomás y de los otros símiles modernos, en la escolástica, que trataran respecto de la obediencia y materias similares, queriendo que permaneciesen en su simplicidad”[11].
La reacción contra la escolástica decadente se exageró, como vemos, hasta el desprecio de la ciencia cayendo en una religiosidad puramente afectiva que, un par de siglos después, sin ir más lejos, llevará a un Lutero al desprecio de la “prostituta” inteligencia.
5- El afecto sobre todo
Hay, como consecuencia de lo señalado recién, una marcada acentuación de lo anti-especulativo y afectivo que es utilizado como elemento preponderante en la relación con Dios, de una marcada procedencia franciscana. En efecto, la acentuación de lo sensible, que tanto objetara el padre Castellani, y esa acentuación desordenada de lo sentimental, de lo emotivo, de lo afectivo, hace que la vida del alma quede a medio camino. Para esta corriente, la “devoción” es “fervor”, es “oración inflamada”, es puro remordimiento mortificación y compunción. Y una vez más repetimos: no es que esté mal que la devoción sea fervor; lo riesgoso es que estas notas se acentúen tanto que queden relegadas o atrofiadas, desconsiderando la vida superior del alma, reduciendo todo a un carácter meramente afectivo-emocional.
Como señala García-Villoslada:
“Hasta el vocablo con que los discípulos de Groote se designan a sí mismos, Devoti, está indicando su naturaleza más afectiva que especulativa. La devoción, para ellos, es esencialmente fervor, oración inflamada, deseo de Dios. Para Mombaer, por ejemplo, ‘la compunción se identifica con la devoción’”[12].
Vale tener en cuenta que, para la DM, la “devoción” no es como la espiritualidad tradicional la consideraba esa “voluntad pronta de entregarse a las cosas de Dios” [13] de la cual hablaba Santo Tomás, sino “esa pía y humilde afección hacia Dios” manifestada máximamente en la oración.
Un “devoto” es un afectado por sus afectos espirituales entonces.
6- El biblicismo
Hay también en la devotio moderna una marcada utilización de las Sagradas Escrituras, cosa que parece loable e imitable. Toda la espiritualidad tradicional ha hecho de la lectura de las SS.EE. un modo de orar (lectio divina), pero en la espiritualidad que tratamos las sagradas letras no serán tomadas como norma de la fe, sino como un reservorio de ejemplos morales y un soporte para el adoctrinamiento moral: “una teología sencilla y moralista que fomente la devoción”[14], como dice García-Villoslada.
Decimos sólo porque si bien los libros inspirados son para argüir, enseñar, corregir (como dice San Pablo),no son nada más que para eso, sino para conocer a Dios y amar a Dios según Él mismo quiso revelarse. El peligro del biblicismo individualista tendrá su consecuencia lógica en la ruptura protestante y la interpretación privada de los sagrados textos bíblicos que, al ser leídos no “en la Iglesia”, en la Tradición, sino en la “interioridad devota” terminó diciendo lo que cada cual quisiese.
7- Interioridad y el subjetivismo
Según el Padre García-Villoslada, esta es la característica fundamental de la DM.
Según puede leerse en los mismos textos de sus exponentes “hombre devoto” y “hombre interior” son meros sinónimos, entendidos en clave de “interioridad compungida”, si se nos permite la expresión. El devoto moderno se identifica prácticamente con la figura del compungido, el dolorido que no sólo debe buscar el dolor interno sino también el dolor externo incentivando ciertas prácticas mortificatorias.
Es verdad –nadie lo niega- que luego del pecado original todos estamos inclinados más bien al epicureísmo que al estoicismo, rechazando la mortificación; ésta, sin duda, es necesaria para nuestra santificación (mortificación de la voluntad, de la sensibilidad, de los juicios temerarios, etc.); el riesgo es el desborde y el acentuar que allí en la mortificación se encuentra la santidad. Es decir, el desborde es el mal y, en ciertos ambientes donde abunda esta espiritualidad, los desbordes suelen ser más frecuentes que las privaciones.
Es cierto que Nuestro Señor dijo “velad y orad, para que no caigáis en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,41), pero se trata de un medio y no de un fin. Por el contrario, sucede habitualmente que todo extremista de las mortificaciones termina siendo un extremista de los placeres (la virtud nunca está en el extremos irracionales). Habría muchos ejemplos para poner de varios que, por querer llevar una vida penitente sin prudencia, terminaron luego cayendo en las más desenfrenadas pasiones por oposición de contrarios; pero con un solo basta; una vez más: Lutero.
En cuanto al subjetivismo que la devotio moderna propugna, no puede dejar de hacerse una brevísima digresión histórica que permitirá comprender mejor el problema y que, quizás, pueda prevenirnos a los hombres de hoy.
Según señala García-Villoslada,
“este afán de interioridad, este replegarse hacia las zonas más íntimas del alma, teniendo en cuenta el momento histórico en que nace la «Devotio moderna». Es la época del cisma de Occidente, en que la Iglesia dolorosamente desgarrada ignora cuál es su verdadera Cabeza visible, quién es el Vicario de Cristo, dónde se halla el Jefe espiritual a quien deben todos obedecer y con quien deben permanecer unidos. Cuando todo es tumulto y confusión en el exterior, las almas escogidas buscan la luz y la paz en el silencio, en el retiro y en la plegaria. No sabiendo quién es el verdadero representante de Jesucristo, buscan al mismo Cristo directamente en sus propios corazones y en la unión individual con Dios” (…). Gerardo Groote obedecía a Urbano VI de Roma, no a Clemente VII de Avignon. Pero le atormentaban ciertas dudas, y en la oscuridad y perplejidad de su conciencia se consolaba y tranquilizaba quitando importancia al cisma externo. Lo importante, decía, es no separarse de la Cabeza invisible, que es Cristo, raíz y causa de la unidad fundamental de la Iglesia; la otra unidad externa, que procede de la unión de los miembros con la Cabeza visible, no es tan esencial; evitemos, pues, sobre todo el cisma interior”[15].
Algo que puede ser análogo en nuestros tiempos actuales donde algunos podrían decir con un personaje de una novela de Sábato “si se viene el comunismo, me voy a la estancia y se acabó”.
Curiosamente, algunos de quienes hoy atacan a la devoción moderna y que creen estar exentos de ella, caen en esta nota característicaalno tener en cuenta la crisis en la que se encuentra la Iglesia y refugiándose en una especie de torre de marfil que descarta, desprecia y denigra a quienes no tienen acceso a la misma. Pero aún hay algo más grave es constatar que esta característica de la devoción moderna ha llevado a la práctica a un desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera. Y este desinterés es el mismo que tienen hoy los que son críticos de la devoción moderna…
- “Yo no quiero salvar a nadie; sólo deseo salvarme a mí mismo” –dirán algunos.
Se evita así el trato con la gente y sobre todo el apostolado activo sin preocuparse por extender el Reinado Social de Cristo. “En vano se buscará en la «Imitación de Cristo», ni en los demás libros del Kempis (…) la más leve indicación del deber apostólico y misionero de los cristianos”[16]. Veamos nomás un ejemplo concreto: cuando el canónigo Guillermo de Salvarvilla (uno de los seguidores de Groote) pida a su maestro dedicarse a la conversión de los cismáticos orientales, Groote se opondrá severamente desaconsejando la moción con firmeza.
Y aquí nos encontramos con una nueva paradoja y es la siguiente: a menudo se acentúa la relación entre devoción moderna y el jesuitismo –cosa que no negamos a priori- pero se cae en el olvido respecto de la epopeya misionera de la Compañía de Jesús y, más aún, de los orígenes no jesuíticos sino franciscanos y agustinos de la devotio moderna. Y se olvidan que, los primeros jesuitas como San Francisco Javier, no sólo no eran estructurados, sino que eran casi irreductibles a cualquier corsé de esta corriente espiritual.
Este subjetivismo lleva a un apartamiento del mundo que, a su vez, concluye en un poca, escasa o nula ninguna inclinación por el apostolado activo. Los devotos modernos son más bien introvertidos y tienen una mentalidad muy poco jerárquica por su individualismo; la jerarquía, en todo caso, se dará en el sistema o grupo.
Kempis, que es la quinta esencia de la devoción moderna, así lo declara: “más vale salvarse uno solo viviendo inocente en soledad que aventurarse en el trato con lobos y dragones”[17]. Justamente lo contrario de lo que nos debería pedir y nos pide Jesucristo y Su Iglesia: “yo os envío como ovejas en medio de lobos…”.
No se trata del apartamiento del monje, del ermitaño (que esa es una vocación particular), sino de quien está en el mundo pero que obra en su vida interior con un espíritu sectario, un espíritu elitista, un espíritu de sacristía; no se sacrifica por el mundo sino que sólo piensa en salvarse él sin llevarse consigo a varios con él. Si así fuera, entonces el Verbo no se hubiese encarnado.
En una durísima pero certera frase, García-Villoslada lo resume así:
“La acción de la gracia en el alma se supone y se afirma reiteradamente, pero se juzga más prudente y de mejor resultado el insistir en la colaboración intensa de la libre voluntad. Por eso se habla más de las virtudes sólidas que de las virtudes altas, de la extirpación de los vicios con más frecuencia que de la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo, de la meditación más que de la contemplación, del heroísmo de las virtudes pequeñas más que de la grandeza de las virtudes heroicas. La vida cotidiana de estos devotos, con su meticuloso esmero en los detalles, se asemeja a una artística miniatura más que a un cuadro de grandes pinceladas”[18].
* * *
Finalicemos estas cortas líneas con un paralelismo antitético a las notas que hemos esbozado[19].
Contra el pragmatismo de la meditación se le puede oponer la primacía de la contemplación de los divinos Misterios, esto es, el primado del Logos sobre la praxis.
Contra el “monotema” del dolor, la alegría desbordante que es fruto de la caridad heroica.
Contra la metodologización de la vida espiritual, la cumbre del monte sanjuanista cuya única ley es la ausencia de leyes (de casuística leguleya) y la simultánea docilidad a las mociones del Espíritu Santo.
Contra la dictadura hipertrófica de los deberes de estado -verdaderos o no-, la actitud deliberada de procurar osar las mayores hazañas para la gloria de Dios.
Contra la sobreinsistencia castrante y exasperante de la fidelidad en las pequeñas cosas, la aspiración apasionada de conquistar el mundo entero para Cristo Rey.
Contra el desprecio de las altas y profundas especulaciones, la genuflexión sapiencial ante el insondable Misterio Trinitario y Teándrico que ilumina, extasía, enardece, enloquece y enamora.
Contra la fuga de las grandes batallas apostólicas, la épica misionera ansiosa de mil combates, conversiones y martirios.
En fin…; en la devotio moderna, todo comienza desde el hombre, empezando por Dios. Urge restaurar la espiritualidad de siempre, en la que todo comienza desde Dios, empezando por el hombre.
P. Javier Olivera Ravasi
20/10/2016
[1] Carlos Disandro, Argentina bolchevique; Fray Petit de Murat, Carta a un trapense, entre otros.
[2] El presente trabajo es más bien un comentario a la conferencia que el Dr. Antonio Caponnetto dictó en el año 2013 (puede verse aquí) a partir de artículo del P. García-Villoslada, “Rasgos característicos de la devotio moderna”, en Manresa 28 (1956) 315-358). Hemos simplemente utilizado la desgrabación de dicha conferencia para agregar algunos conceptos propios y las citas pertinentes del trabajo de García-Villoslada. Agradecemos también los aportes del P. Federico Highton, SE.
[3] García-Villoslada, op. cit., 320.
[4] “Las antiguas Reglas monásticas no señalaban tiempo alguno, destinado expresamente para la oración individual en privado. Aunque recomendaban a todos la, meditación, sólo se exigía por regla la oración pública y común en el coro (ibíd., 321).
[5] “Quas materias sic solemus dividire et alternare, ut meditemur sabbatis de peccatis; dominica die dé regno coelorum; feriis secundis de morte; feriis tertiis de beneficiis Dei; feriis quartis de iudicio; feriis quintis de poenis inferni; feriis sextis de passione Domini…” (Ibíd., 324). Para que uno se forme la idea de este complicadísimo y mecanicista método de oración, veamos cómo Mombaer, uno de sus exponentes, hacía dividir la oración: A) MODUS RECOLLIGENDI (quid cogito, quid cogitandum), B) GRADUS PRAEPARATORII (repulsio eorum quae minus cogitanda). C) GRADUS PROCESSORII ET MENTIS (Ejercicio de la memoria) Commemoratio… Consideratio… Attentio… Explanatio… Tractatio… D) GRADUS PROCESSORII ET IUDICII (Ejercicio del entendimiento) Dijudicatio… Causatio… Ruminatio… E) GRADUS PROCESSORII ET AFFECTUS (de la voluntad) Gustatio… Quaerela… Optio… Confessio… Oratio… Mensio… Obsecratio… Confìdentia… F) GRADUS TERMINATORII Gratiarum actio… Commendatio… Permissio… G) MODUS COMMORANDI Complexio…
[6] Véase al respecto el hermoso libro de Josef Pieper, El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid 1962.
[7] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 182, a. 1, ad. 3um.
[8] Leonardo Castellani, Sobre la obediencia (http://www.statveritas.com.ar/Autores%20Cristianos/Castellani/Castellani14.htm).
[9] García-Villoslada, op. cit., 328-329.
[10] Citado por García-Villoslada, op. cit., 330.
[11] Ibíd., 331. Traducción propia del latín.
[12] Ibíd., 334-335.
[13] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 82, a. 1.
[14] García-Villoslada, op. cit., 335.
[15] García-Villoslada, op. cit., 339.
[16] Ibíd., 340.
[17] Tomás de Kempis, Diologi novitiorum, lib. I, cap. 4 : Opera VII, 17.18.19.21-22.
[18] Ibíd., 343-344.
[19] Tomamos prestadas estas palabras del P. Federico H., misionero en la meseta tibetana.
34 comentarios
Copio un fragmento de Ratzinger-Auer que me llamó la atención. Me parece sugerente y acertado:
“6. La literatura ascética ha contemplado de modos muy diversos las relaciones entre naturaleza y gracia, al enfrentar ambas realidades como contrarias. Así, la Imitación de Cristo escribe: «Hijo, mira con vigilancia los movimientos de la naturaleza y de la gracia, porque son muy contrarios y sutiles, de modo que con dificultad son conocidos, sino por varones espirituales e interiormente alumbrados» (m, 54). En realidad lo que aquí se opone no es naturaleza y gracia, sino más bien el hombre natural en su condición de pecador y el hombre en gracia, con su orden interior; de ahí que se hable de los artilugios de la naturaleza contra la ingenuidad de la gracia, de la impaciencia natural frente a la paciencia de la gracia, de las ambiciones naturales frente a la disposición en lo transitorio y terreno en tanto que la gracia está pendiente de lo celestial y eterno. Aquí la gracia está vista como una realidad existencial y desde el lado ético. La gran doctrina de la gracia debe estar por encima de estos tipos de interpretación.“
Saludos.
Santa Teresa y san Juan de la Cruz representan una espiritualidad que puede no gustar (creo que a H. Belloc no le gustaba en absoluto) pero siempre me han parecido sus obras una purga excelente contra la sensiblería, el devocionismo, el subjetivismo, el moralismo, la rigidez, el emocionalismo y el gregarismo sectario que me parecen las notas características no "del ambiente", sino de algo muy concreto en la Iglesia actual: LOS MOVIMIENTOS.
El conocimiento en los seglares, por ejemplo, no era bien visto y muchos sacerdotes se contentaban con el breviario. Había muchos claro-oscuros y poca luminosidad.
Si el que yo mencionara el estoicismo en el anterior post le ha hecho traer esto a colación, le diré que es verdad; pero el estoicismo, como todo, tiene su punto. La visión de todo como justo-injusto que se ve hoy en día es exactamente lo contrario y lleva a estar perpetuamente disconforme y enfadado con situaciones que no deben mirarse bajo el punto de vista de la justicia sino de la vida tal cual es. El empeño de tener hijos cuando no se puede de manera natural, el de no envejecer a toda costa, los fraudes en los accidentes porque alguien tiene que pagar lo que me ha pasado, etc...son consecuencias de ver todo lo que no es agradable como una situación injusta.
Mi madre se cayó en un paso de peatones un día lluvioso y, como había algunas hojas caídas en el suelo, todo el mundo le aconsejó que demandara al ayuntamiento, pero ella, que distinguía muy bien lo accidental de lo negligente, se negó en redondo porque dijo: "el ayuntamiento no puede dejar sin tapar una boca de riego, pero tampoco puede prever dónde va ir a caer la hoja de un castaño en otoño, aparte de que yo misma no sé por qué me he caído ni soy consciente de haber pisado ninguna hoja". Pues la gente le miraba como diciendo: "De dónde habrá salido esta loca". Ella era muy consciente de que el dinero del ayuntamiento sale de todos los bolsillos y sólo debe ser empleado cuando es pertinente. Y eso va unido a la resignación cristiana, que también entra dentro de la "devotio moderna", pero yo creo que es anterior a ella cuando no ahonda en el sufrimiento por el sufrimiento.
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Gracias, Palas. El post no salió por su comentario, pero confieso que, cuando leí el suyo en el anterior post, casi comento: "aguarde un par de días y publicaré algo sobre el tema". Luego se me pasó. Dios la guarde. PJOR
Muchas Gracias.
Me atrevo a sugerirle si más adelante podría analizar los elementos de la Devotio Moderna incorporados por San Ignacio de Loyola en su espiritualidad y las precauciones que él tomó para suplir sus deficiencias.
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Muchas gracias. Me alegro. Veremos qué se puede hacer. En unos días más publicaré otro post ajeno, con más planteos. Dios lo guarde. PJOR
Personalmente, creo que el desembarazo de ciertos esquemas de este tipo traen aparejado un descubrimiento de tesoros insospechados de "catolicidad", que se miraban con cierto recelo. como por ejemplo: "si no son ejercicios ignacianos, no son retiros". Y cuando uno se asoma al "clima" benedictino, o cisterciense, o carmelita....¡cómo se abren las ventanas del alma!... En fin, mil gracias una vez más. Esperamos el siguiente post.
Intuitivamente lo vi en Kempis, sobre todo en el segundo y tercer libro, demasiado oscuro, estoico y hasta diría triste para mis gustos espirituales.
Precisamente una de las cosas más chocantes que percibimos los que sí pudimos estar en contacto con la "Devotio Moderna" es que de un catolicismo que atendía tanto a las virtudes cotidianas se haya pasado a otro que a eso no le hace ningún caso.
Sin embargo hay que decir que cuando está Devotio estuvo muy extendida el número de mártires, donde tocaba, no disminuyó. Razón por la cual entiendo que las virtudes heroicas estaban implícitas. Mi abuelo, por ejemplo, presentaba ciertas características que aquí se apuntan, pero fue capaz de ir a misa (o al menos intentarlo de manera que casi le cuesta la vida) en medio de la Revolución de Octubre del 34. Y de ser un católico señalado en un ambiente obrero hostil a la Iglesia.
Estoy de acuerdo, por ejemplo, con el párrafo de Navarro Villoslada, pero muchos católicos muy estrictos y muy clericales, fueron asesinados el año 36, con lo que dudo mucho de esa afirmación suya de que las virtudes cotidianas-el sentido del deber, la beatería, el contemplar la vida como un sufrimiento en espera de la Eterna, etc...-impidieran a muchos cristianos de este tipo arriesgar la vida si lo consideraban necesario. Muchos de los laicos asesinados el año 36 presentaban algunas de estas características.
Desde luego el rezo de El Ángelus, el rosario, las novenas y otras prácticas devotas si que estaban presentes en la "Devotio Moderna" pero también en los libros del Cardenal Van Thuan, por ejemplo. Es más, leyendo esos libros sigo perfectamente todo lo que aprendí en mi niñez: la salve en latín, el Ángelus, el Tantum Ergo, el rosario, etc.. En los campos de concentración uno recurre a la memoria y la "Devotio Moderna" facilitaba muchísimo el resistir en solitario. Oriente tiene una espiritualidad fresca basada en la liturgia cuando puede, en situación de cárcel, GULAG o Laogai lo que a mi me ha llegado es la conservación de la fe con métodos muy parecidos a los de gentes de generaciones pasadas (la virtud de la fortaleza pertenece también a este tipo de Catolicismo). El cardenal Van Thuan cita oraciones que hace mucho tiempo se desterraron de la Iglesias en Occidente pero que yo había oído en mi casa de labios de mis abuelos.
Y, desde luego, por mucho que se exagerara la "Devotio Moderna" no podía ir a parar a un budismo cristiano nunca porque aquellas personas no esperaban encontrar la beatitud aislándose del mundo dada la precariedad de sus vidas que les obligaba constantemente a pisar tierra.
Para mi la exageración de la "Devotio Moderna" a lo más que podía llevar es a un exceso de voluntarismo con menoscabo de la Gracia, a una concepción excesivamente austera de la vida, a no distinguir lo fundamental de lo que no lo es (rigorismo), a un concepto del sacrificio que podía rondar el masoquismo en algunos casos y a ciertas formas de fariseísmo. Todos los que hemos vivido el catolicismo tradicional hemos asistido a discusiones entre miembros de una familia porque aquellos que entendían el Catolicismo como lo hacía Chesterton, por ejemplo, tachaban de rigoristas a los que se apegaban demasiado a la "Devotio", lo que nos permitía a los niños, más o menos avispados, a encontrar un equilibrio. Si yo no hubiese vivido todo esto a través de distintas formas más cercanas o más lejanas a la "Devotio" no podría estar haciendo ahora este tipo de reflexiones. En mi casa los más afectados por este catolicismo "tradicional" fueron mi abuelo materno y mi abuela paterna pero otros miembros de la familia no tanto, por lo que las charlas religiosas eran muy comunes y, sorprendentemente, los niños entendíamos más de lo que un adulto cree que pueden entender.
En este caso tenemos a nuestra disposición una multitud de santos, cuya santidad fue engendrada y alimentada de la mano de ese librito, que se puede considerar como un apéndice de la Sagrada Escritura. Notablemente la tenemos a Santa Teresa de Lisieux, doctora de la "infancia espiritual" y patrona de las misiones. Su vida, y sus enseñanzas son una auténtica interpretación de la Imitación, pues ella está en ese grupo cuya santidad se forjó, iluminó y alimentó de ese libro, como ella misma nos relata, al tiempo que ya nos va dejando unas luces de auténtica interpretación:
«Sentía también el deseo de no amar más que a Dios y de no hallar alegría fuera de él. Con frecuencia, durante las comuniones, le repetía estas palabras de la Imitación: «¡Oh, Jesús, dulzura infinita, cámbiame en amargura todos los consuelos de la tierra...!» Esta oración brotaba de mis labios sin esfuerzo y sin dificultad alguna. Me parecía repetirla, no por propia voluntad, sino como una niña que repite las palabras que le inspira un amigo...»
«Verdad es que deseaba alcanzar la gracia «de tener un dominio absoluto sobre mis acciones, de ser su dueña y no su esclava». Estas palabras de la Imitación me llegaban muy a lo hondo, pero, por así decirlo, tenía que comprar con mis deseos esta gracia inestimable. No era todavía más que una niña que no parecía tener otra voluntad que la de los demás, lo cual hacía decir a la gente de Alençon que era débil de carácter...»
«No me conformaba con las clases y con los deberes que me ponía mi profesora, y me dediqué a hacer por mi cuenta estudios extras de historia y de ciencias. Las otras materias me eran indiferentes, pero estos dos campos del saber despertaban todo mi interés. Y así, en pocos meses adquirí más conocimientos que durante todos mis años de estudio. ¡Pero eso no era más que vanidad y aflicción de espíritu...! Me venía con frecuencia a la memoria el capítulo de la Imitación en que se habla de las ciencias. Pero, no obstante, yo encontraba la forma de seguir, diciéndome a mí misma que, estando en edad de estudiar, ningún mal había en hacerlo.
No creo haber ofendido a Dios (aunque reconozco que perdí inútilmente el tiempo), pues sólo le dedicaba un número limitado de horas, que no quería rebasar, a fin de mortificar mi deseo exacerbado de saber...»
«Desde hacía mucho tiempo yo me venía alimentando con «la flor de
harina» contenida en la Imitación. Este era el único libro que me ayudaba, pues no había descubierto todavía los tesoros escondidos en el Evangelio. Me sabía de memoria casi todos los capítulos de mi querida Imitación, y ese librito no me abandonaba nunca; en verano lo llevaba en el bolsillo, y en invierno en el manguito, era ya una costumbre. En casa de mi tía se divertían mucho a costa de eso, y abriéndolo al azar, me hacían recitar el capítulo que tenían ante los ojos.»
Ninguna de las personas que yo he conocido que se llamara católica aborrecía la Liturgia, en cuanto al Mundo, tendrás que explicar que entiendes por tal porque, que yo sepa, los enemigos del alma son tres: el Mundo, el Demonio y la Carne.
Normalmente las personas que fueron devotas daban impresión de gran inflexibilidad y sequedad. Y digo normalmente porque la caridad podía hacer desaparecer esa impresión, cosa que se ve en el Cardenal Van Thuan o en Santa Teresita de Lisieux, También podría ser que ese aparente rigorismo no lo fuera tanto porque ya de adulta encontré una carta de mi abuelo escrita a mi padre en una época en que quedamos en la miseria, ofreciendo su ayuda, alabando la laboriosidad y honradez de mi padre, encareciendo a mi madre, es decir a su hija, que fuera la mujer fuerte, recordándonos la Providencia Divina y llamándonos "tesoros" a nosotros sus nietos. Naturalmente la tengo enmarcada con su elegante letra y encabezada por un JHS. Y eso hombre, aparentemente, era un devoto rezandero que pasaba por ser excesivamente riguroso. Típico de la "Devotio Moderna". Un ejemplo de este tipo de personas está reflejado en la novela "La tía Tula" de Unamuno también.
La "Devotio" daba santos y pecadores de unas determinadas características y eran el tipo de personas más odiadas por los movimientos de izquierda que los consideraban falsos y fariseos y que, probablemente, inspiraron la frase de Marx: "La religión es el opio del pueblo", Si Marx hubiese vivido hoy no se habría molestado en decir la frasecita porque ya carecería de sentido.
Y Sta. Teresa advirtió también en contra de los «semiletrados». Muchos directores espirituales actuales podrían caer en esta categoría, si no directamente «iletrados» a secas.
Palas y Devoto moderno: no iba a intervenir; la discusión estaba interesante, pero yo mismo me había planteado esta inquietud que aduce Devoto moderno. Si Santa Teresita, siendo doctora de la Iglesia era “devota moderna”, ¿cómo es que es santa y hasta doctora de la Iglesia?
Creo que, como Palas dice, no todo lo de la Devotio moderna es malo; creo que, como escribí en el artículo, es incompleto. Si muchos se han santificado (e incluso llegado a la gloria del martirio) no fue justamente por seguir esta corriente de la espiritualidad, sino por el contrario, por ir más allá de ella.
Un devoto moderno no tiene, como tuvieron muchos de los jesuitas que vinieron a Hispanoamérica y como la misma Santa Teresita (Patrona de las misiones, por cierto) tuvo, ese deseo ardiente de misionar y de –perdón la ironía- de “proselitizar”.
“Tengo vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero Amado mío, una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas... Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos...” (Santa Teresita, “Historia de un alma”).
El Kempis pudo servirle a esta gigante de la espiritualidad, al inicio, pero no siempre.
“Desde hacía mucho tiempo yo me venía alimentando con «la flor de harina» contenida en la Imitación. Este era el único libro que me ayudaba, pues no había descubierto todavía los tesoros escondidos en el Evangelio. Me sabía de memoria casi todos los capítulos de mi querida Imitación, y ese librito no me abandonaba nunca; en verano lo llevaba en el bolsillo, y en invierno en el manguito, era ya una costumbre. En casa de mi tía se divertían mucho a costa de eso, y abriéndolo al azar, me hacían recitar el capítulo que tenían ante los ojos. A mis 14 años, con mis deseos de saber, Dios pensó que era necesario añadir a «la flor de harina miel y aceite en abundancia». Esa miel y ese aceite me los hizo encontrar en las charlas del Sr. abate Arminjon sobre el fin del mundo presente y los misterios de la vida futura”
Pero aún esto no le bastaba; y buscó la radicalidad en el Evangelio
“La Sagrada Escritura y la Imitación de Cristo vienen en mi ayuda. En ellas encuentro un alimento sólido y completamente puro. Pero lo que me sustenta durante la oración, por encima de todo, es el Evangelio. En él encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. En él descubro de continuo nuevas luces y sentidos ocultos y misteriosos...”
En fin; era sólo un aporte. Creo que debemos analizar bien la espiritualidad que hemos recibido. Tomar lo bueno y dejar de lado lo malo. Este trabajito sólo ha intentado ser propedéutico. Intentaremos seguirla. Dios los guarde. PJOR
1) Que la "Devotio Moderna" careciera de virtudes heroicas.
2) Que la "Devotio Moderna" formara personas intimistas y no evangelizadores.
En el caso de los laicos, que es el que mejor conozco, puedo asegurar que muchas personas que fueron mártires eran devotos, y también puedo asegurar que, en familias donde se practicaban este tipo de interpretación del Catolicismo, y que solían ser muy prolíficas, eran frecuentísimo uno, dos o incluso más hijos/as misioneros/as. Amigos y vecinos hacen que pueda dar testimonio de ello. Mientras la "Devotio Moderna" era común entre los vascos miles de misioneros, ahora ya ancianos, fueron a parar a todas las partes del mundo. Como conozco sus orígenes puedo hacer esta afirmación.
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Palas: creo que quienes realizaron actos heroicos y sublimes como los que narra ud., lo hicieron apartándose justamente de la doctrina de la Devotio moderna, que, como planteé en el post, desaconseja eso de andar entre lobos y dragones. Es decir, que un devoto moderno se haya santificado de este modo, es porque se apartó (al menos en sus ppios.) de lo que la DM planteaba. Y ojo que no considero que TODO lo que esté en la DM sea malo, pero sí que es altamente peligrosa sin una sana discreción. PJOR
Entonces, ¿qué es lo que usted o el padre García Villoslada proponen en lugar de la devotio moderna? ¿Cómo son estas devoción y espiritualidad tradicionales de las que hablan? ¿Cuál es ideal de devoción y espiritualidad, entonces?
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Sería largo de explicar e intentaré narrarlo en algunas entradas posteriores que, aún, están "in fieri". Se trata de la espiritualidad que caracterizó a la Cristiandad antes del barroquismo. Intenté resumirlas al final de mi post con esta frase:
Contra el pragmatismo de la meditación se le puede oponer la primacía de la contemplación de los divinos Misterios, esto es, el primado del Logos sobre la praxis.
Contra el “monotema” del dolor, la alegría desbordante que es fruto de la caridad heroica.
Contra la metodologización de la vida espiritual, la cumbre del monte sanjuanista cuya única ley es la ausencia de leyes (de casuística leguleya) y la simultánea docilidad a las mociones del Espíritu Santo.
Contra la dictadura hipertrófica de los deberes de estado -verdaderos o no-, la actitud deliberada de procurar osar las mayores hazañas para la gloria de Dios.
Contra la sobreinsistencia castrante y exasperante de la fidelidad en las pequeñas cosas, la aspiración apasionada de conquistar el mundo entero para Cristo Rey.
Contra el desprecio de las altas y profundas especulaciones, la genuflexión sapiencial ante el insondable Misterio Trinitario y Teándrico que ilumina, extasía, enardece, enloquece y enamora.
Contra la fuga de las grandes batallas apostólicas, la épica misionera ansiosa de mil combates, conversiones y martirios.
En fin…; en la devotio moderna, todo comienza desde el hombre, empezando por Dios. Urge restaurar la espiritualidad de siempre, en la que todo comienza desde Dios, empezando por el hombre.
Pero repito; es un tema sobre el cual, aunque llevo un par de años rumeando, recién ahora estoy comenzando a escribir. Quizás le sirva leer el texto que Fray Petit de Murat, gran dominico argentino, escribió titulado como "Carta a un trapense" y que fácilmente encontrará en la web. Dios lo guarde. PJOR
Muchas gracias por su recomendación de Fray Petit de Muat. Esperemos que estas entradas de las que habla salgan pronto a la luz.
Un saludo:
Juan G. C.
En mi caso en particular, nunca pude ceñirme a la meditación programada y punto a punto. Era como un corsé. Terminaba con la mente en blanco o no pudiendo pasar del primer punto; el examen diario hecho de manera exhaustiva se me hacía muy largo y bastante agotador, uno de los primeros escrúpulos que tuve en mi vida me vino leyendo el Kempis... Me cargaba de devociones para tener más presencia de Dios... y al final resulta que ahora que hago menos devociones rezo más jaculatorias y tengo más presencia de Dios. He encontrado en otras espiritualidades, tanto o más tradicionales y ortodoxas, una manera más adecuada para mí de ir acercándome a Dios.
No niego las citas que dan de santa Teresita, pero ella tiene unas cuantas cosas que escapan de lo que es la Devotio Moderna. La pequeña vía no tiene nada de ese espíritu de supercompunción que exuda el Kempis, por ejemplo.
Creo que buena parte de esa identificación de la Devotio Moderna con lo tradicional tiene que ver con un tradicionalismo muy poco ilustrado que imagina que la Iglesia siempre fue igual a como era en el siglo XIX (Por más que entiendo el sentido en que se suele decir, llamar "La Misa de siempre" a un rito consolidado en el siglo XVI no hace justicia a la verdad de la Historia). Como vemos que en épocas anteriores los valores de la sociedad eran más coincidentes con los del Evangelio, tendemos a olvidar que el mundo siempre ha sido uno de los enemigos del hombre y que se ha colado insidiosamente (poco más, poco menos) en la vida y la mentalidad de los católicos en cada época histórica, de acuerdo a las características propias de esta.
Saludos cordiales.
En el colegio recibimos una formación tal como la describe, aunque con cierto matiz: no estaba el biblismo ni la interioridad que no deja evangelizar-misionar.
Pero todo lo demás que describe sí estaba y multiplicado por 10. Por lo imagino que la DM, al igual que muchas cosas, admite gradación y que por tanto se puede dar de diversos modos conservador lo esencial. Que a mí modo de ver es en primer lugar un pelagianismo, en cuanto Cristo es más causa ejemplar que eficiente de la salvación (lo mismo nos decían de los santos y ejemplos que daban de ellos); y una confusión de medios con los fines, de manera tal que a un plan de vida más detallado y exigente mayor santidad.
No tengo la cita a mano, pero en una carta de San Ignacio a San Francisco Javier le dice que entre mejor y mayores los medios es más fácil de confundirlos con el fin, porque se presentan cómo angel de luz.
Por lo dicho no creo que el espíritu misionero sea suficiente prueba de que una espiritualidad no padezca de DM, porque lo que conocí son misioneros y a su vez coincide casi plenamente con lo escrito por usted, salvo las menciones que ya hice.
En fin, volver a agradecer su escrito y los enlaces a la carta al trapense y al escrito del P García-Villoslada
PD. No veo cómo necesaria la conclusión: Teresita de Liseaux usó el Kempis y es santa, por tanto el Kempis no contiene DM. Es casi como decir muchos leyeron el Kempis y no son santos, por tanto ron kenpis no sirve para la santidad. Está claro que si alguien es o no santo no se debe en modo exclusivo a un libro, ni a saberlo de memoria, etc
Sobre Santa Teresita, recomendar un libro de Phillipon (Santa Teresa de Lisieux, un camino enteramente nuevo) o sencillamente leer de sus obras completas algo más que historia de un alma -sus cartas, por ejemplo, pueden ser útiles para la oración-, creo que analiza bastante bien a la santa y su espiritualidad.
Creo yo que sí puede empezar en un primer momento con muchas cosas "devotiomodernistas" de las que poco a poco se va apartando. Por ejemplo, ciertamente usó el kempis, y ciertamente fue dejándolo, pasando principalmente a la oración a partir de las Sagradas Escrituras. Sobre heroísmo, no es menor la voluntad de ir a un convento en las misiones, ni su amor por Santa Juana de Arco. Vive de un biblicismo bien entendido, no es moralista (insistiendo en la gratuidad de la misericordia divina, hasta afirmaciones sobre la gracia casi luteranas), no se ven en ella especiales mortificaciones, sobre el afecto, pasó largas temporadas sin este en la oración (noche oscura, si quiere llamarse así), metodolatría tampoco la veo...
Creo que Santa Teresita, en su trayectoria, va perfilándose cada vez más como alguien más libre y simple. Un niño no se complica la vida con métodos y otras cargas.
Saludos.
El tema de la Devotio moderna es muy polémico debido a que en mayor o menor grado estamos empapados de ella por nuestra circunstancia histórica. Lamentablemente para la cristiandad su mala aplicación llevo a la aparición de un personaje de la talla de Lutero, quien mal guiado por los agustinianos de Wittenberg derivó en lo que ya conocemos. Es muy importante conocer sus consecuencias para entender el estado actual de la Iglesia Católica.
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