A raíz de nuestra entrada anterior sobre la posible declaración de “genocidio” de la masacre perpetrada por la Revolución Francesa contra la región de la Vendée, nos hemos enterado de que, Dios mediante, el gran libro de Secher será publicado en breve en español por uno de nuestros lectores.
A modo de introducción entonces, publicamos aquí una entrevista realizada al autor por parte de Jacques Villemain, autor de otro libro sobre la Vendée, que nos puede servir para adentrarnos en este abismo.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
El año pasado se publicó en Francia una nueva obra sobre el genocidio vandeano: Vendée, 1793-1794, de
Jacques Villemain. Relata la aniquilación sistemática, por parte de las autoridades de la Revolución Francesa, de la región que se alzó en armas en nombre de la fe católica. Un hecho del que la historiografía oficialista francesa ya no puede huir, a pesar de que hace treinta años, cuando se publicó el primer gran estudio sobre aquellas masacres, se sometió a su autor, el historiador Reynald Secher, a una auténtica “caza del hombre". Con motivo de la aparición del libro de Villemain, Pierre Benoît ha entrevistado a Secher para L’Homme Nouveau:
-Cuando su libro La Vendée-Vengé. Le génocide franco-français [La Vandée-Vengada. El genocidio franco-francés] fue publicado en 1986, ¿cuáles fueron las reacciones?
-Hay que distinguir tres tipos de reacción. La primera fue muy favorable, sobre todo por parte de los descendientes de los vandeanos y del gran público, lo que se tradujo en un inmenso éxito popular, sobre todo tras la emisión de Apostrophe, el 11 de julio de 1986, donde tuve que enfrentarme a cuatro oponentes, y no de los menos importantes.
»La segunda reacción fue una cierta reserva por parte de los medios de comunicación, con alguna excepción como Le Figaro Magazine, que publicó un memorable artículo del gran periodista y filósofo Jean-François Revel, que me defendió con firmeza.
»En lo que respecta a la tercera reacción, me fue abiertamente hostil en nombre del principio de que la Revolución no debía ser mancillada. Se dijo y se hizo de todo al respecto, sobre todo por parte de los docentes. Decir que las consecuencias fueron para mí muy duras es un eufemismo: tuve que renunciar a mi plaza de profesor y nunca podré optar a enseñar en la universidad. Los ataques fueron extremadamente violentos y algunos arremetieron contra mí de manera inicua, sin dudar para ello en arremeter también contra mi familia, como fue el caso de mi abuela, a la que acusaron de haber sido una colaboradora durante la Segunda Guerra Mundial, cuando todo el mundo sabe que era un miembro conocido de la Resistencia; o el de mis hijos: de hecho, tuve que sacar del colegio a uno de ellos.
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