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30.07.19

Devotio moderna: carta y respuesta a un lector

Días atrás publicábamos aquí una conferencia dictada acerca de esa corriente de espiritualidad llamada la “Devotio Moderna".

Como fruto de la misma hemos recibido varios mensajes de agradecimiento y, en algún caso, alguna pequeña crítica.

Publicamos ahora, con permiso de su remitente, una carta y su respuesta sobre un tema que, al parecer, no queda en el etéreo mundo de los intelectuales, sino que baja a algunas realidades, de las más tristes que existen.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE


Apreciado Padre Javier: le escribo luego de haber leído y escuchado con mucha atención su conferencia sobre la Devotio Moderna. Pienso que tengo cierta formación, pero reconozco mi desconocimiento total sobre este término o corriente de espiritualidad de la que nunca antes había oído hablar.

Durante años he tenido una dirección espiritual que, para no cansarlo con detalles innecesarios, le puedo decir que se ajusta a todo lo señalado por Usted dentro de esa corriente. Hoy, al haberla dejado me ha parecido haber salido de una secta. 

Paso a narrarle algunos ejemplos por si llegara a servirle a Ud. o a alguno de sus lectores.

- Durante los años en que me vi envuelta en esta corriente de espiritualidad, mi voluntad era siempre la de mi padre espiritual; soy una mujer casada, profesional, normal, pero a lo largo del día le hacía todo tipo de consultas sobre cualquier decisión a mi padre espiritual, por pequeña que fuera.

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21.02.19

19.03.17

Luterándonos: Devotio moderna y mortificación de la carne

“Los herejes no pueden aparecer (como una) cosa buena si no pintan a la Iglesia como perversa, falsa y engañadora. Desean ser ellos reputados por los únicos buenos, mientras que la Iglesia debe aparecer perversa por los cuatro costados” (Lutero antes de su apostasía)[1].

 

Devotio moderna y mortificación de la carne

 

Con una concepción casi estoica de la vida espiritual, la Devotio moderna plantea –simplificando los postulados– que cuanto más se sufre en esta vida, o cuanto más se determine uno a abrazar el camino más difícil, más santo se hará[2]. Y es verdad (digámoslo desde ahora) que como decía Nuestro Señor, “el reino de los cielos pertenece a quienes se hacen violencia” (Mt 11,12); sin embargo, ello no significa que todo consuelo, tanto espiritual como sensible, deba ser dejado de lado absolutamente como si de algo malo se tratara. No ahondaremos en un tema que ya hemos tratado.

Para Lutero, heredero de esta espiritualidad moderna el tema estaba claro:

 

Un estado religioso, si lo conoce él bien, debe estar lleno de padecimientos y dolores, con lo cual ejercitará mejor su bautismo que en el estado matrimonial, y mediante tales sufrimientos se habituará luegoa esperar la muerte con alegría, consiguiendo de este modo (en breve) el fruto de su bautismo”[3].

 

Su voluntarismo pelagiano o semi-pelagiano, le impedían ver la obra de Dios en las almas:

“Yo nunca pude darme por satisfecho con mi bautismo, sino que siempre me decía: ¿cuándo vas a acabar de hacerte un santo y de satisfacer tus deudas, para que puedas encontrar un Dios benigno? Y con estos pensamientos entré en el claustro y me martirizaba y atormentaba con ayunos, fríos y vida rigurosa, y con todo ello no conseguí otra cosa que perder el santo bautismo y hasta renegarlo[4].

 

Lejos de esta santidad a fuerza de palos, la Devotio tradicional, ha planteado siempre lo contrario. En efecto, desde la primera de sus famosas Collationes (leídas y citadas en toda la Edad Media) Casiano predica contra el exceso y la falta de prudencia en el ayunar, velar y orar y, en la segunda Colación, desarrolla especialmente el asunto a propósito de la discreción:

 

Muchos han sido alucinados con indiscretos ejercicios de penitencia, tales como vigilias y ayunos; los tales descuidaron la virtud de la discreción, llamada en el Evangelio el ojo y la luz del cuerpo, y que es la que nos enseña la senda medianera entre lo demasiado y lo escaso”[5].

 

Es decir, Lutero, penitente extralimitado[6] y sin prudencia, en vez de encontrar el equilibrio de la virtud, se volcará hacia los extremos y para luego reprocharlos y hasta predicar que de nada sirven:

 

“Cristo no ha venido al mundo para desbaratarnos el alma y el cuerpo, sino que por el contrario, por ambos cabos nos quiere prestar su amparo. Por eso no es razonable que un cartujo se suicide a fuerza de ayunos y de rezos. Es verdad que ha impuesto el trabajo corporal para que no estemos ociosos, sino en actividad: pero esta actividad ha de ser de tal suerte moderada, que el cuerpo conserve al mismo tiempo su salud. Quien, lejos de hacerlo así, martiriza su cuerpo como lo hacían muchos en los conventos en tiempo del papado, los cuales se malbarataron con el demasiado rezar, ayunar, cantar, mortificarse, leer y dormir en ruin camastro, hasta el punto de que pasaron de esta vida antes de tiempo, este tal es un verdadero suicida. Guárdate muy bien de esto, como de un horrible pecado mortal… Dios no es un asesino como lo es el diablo, el cual anda muy atareado en hacer que los santos de las obras ayunen, recen y velen como para matarse”[7].

 

De las penitencias rigurosas pasará entonces al desenfreno alocado, como narraba ya en 1521:

 

“Por aquí me paso arrellanado todo el día, ocioso y borracho”[8]

 

Y el año siguiente (1522) advertía que en el momento en que está escribiendo, se hallaba todavía despejado (sobrio), como que lo hace por la mañana:

 

“No estoy al presente borracho, ni atolondrado”[9].

“Nuestro Señor debe computar entre los pecados cotidianos, la borrachera cuando no nos sea factible evitarla…; puede tolerarse (est ferenda) la ebrietudo (borrachera eventual); pero no la ebriositas (borrachera habitual)[10].

 

De beber sólo agua quizás, pasará al extremo contrario, al punto de confesar que sus alocados desenfrenos y dolores de cabeza eran ocasionados por la bebida, como señala en una carta a su amigo Link:

“el mal de la cabeza, contraído en Coburgo por virtud del vino añejo, no se me ha curado todavía con la cerveza de Wittenberg”[11].

 

No asombra entonces que el otrora penitente haya terminado su vida (¿naturalmente?) luego de una de sus habituales borracheras, según declara el galeno que corroboró su muerte:

“El 15 de febrero de 1546 aquel boticario de Eisleben fue llamado con mucha prisa al despuntar el día junto al cadáver de Lutero, para que a indicación de los médicos, le administrara una lavativa para ver si con este experiencia lograban resucitarlo. Se la administre en efecto, y ‘tan luego como el boticario le acomodó le cánula, oyó que se desencadenaban en el recipiente del clister algunos vientos recios, pues a consecuencia del excesivo comer y beber, el cuerpo estaba lleno de jugos corrompidos; porque es del dominio público que Lutero había tenido una cocina ricamente abastecida y superabundancia de vinos dulces y extranjeros. Se cuenta de él como cosa cierta que en cada comida y en cada cena se despachaba con un azumbre de vinos dulces y de otras tierras”[12].

 

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Aviso: Cortamos por ahora con la serie de “Luterándonos", pero la seguiremos más adelante.

 



[1] Dictata in Psalteríum. Weim., III, 445. Cf. ademas IV, 363 (Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 16).

[2] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

[3] Weim., II, 736 (Henrich Denifle, op. cit., 44).

[4] Erl., 16, 90, año 1535 (Henrich Denifle, op. cit., 416).

[5] Henrich Denifle, op. cit., 427.

[6] Si hasta el mismo Kempis habla de discreción en la penitencia: “Los ejercicios corporales (es decir, las mortificaciones) se deben tomar con discreción, y no son igualmente para todos (…). Algunos indiscretos se destruyeron por la gracia de la devoción; porque presumieron de hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su pequeñez, siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón: y porque se atrevieron a mayores cosas de lo que Dios quería, presto perdieron la gracia” (Henrich Denifle, op. cit., 437).

[7] Erl., 2, 464; año 1533 (Henrich Denifle, op. cit., 370).

[8] Enders, III, 154 (Henrich Denifle, op. cit., 116).

[9] Erl. 30, 363 (Henrich Denifle, op. cit., 117).

[10] Mathesius en Loesche, Anal. Lutherana, p. 100, nº 100 (Henrich Denifle, op. cit., 117).

[11] Enders, VIII, 345 (Henrich Denifle, op. cit., 118).

[12] V. el documento en Paulus, Luthers Lebensende und der Eislebener Apotheker Johann Landau, (Mainz, 1896, p. 5) (Henrich Denifle, op. cit., 119).

14.03.17

Luterándonos: Devotio moderna y obediencia ciega

Ya hemos analizado en otro lado los rasgos característicos de la Devotio moderna, una corriente de espiritualidad que, especialmente en el siglo XV comenzó a inmiscuirse lentamente dentro de los mejores círculos católicos y que aún perdura en el presente[1].

Entre sus características principales mencionábamos un reglamentarismo excesivo que terminaba por anular la persona al minar literalmente la conciencia. Por cierto y a modo de atenuante, hay que decir que Lutero había nacido en tiempo y forma para recibir lo peor y lo mejor de su época: una teología escolástica decadente y –por ende–una espiritualidad alejada de la tradición católica; no por nada Taulero era su “místico preferido”[2] e incluso,

 

“el célebre Gerardo Groote gozaba de gran autoridad aun para Lutero. Todos saben cuán poderosa fue la influencia de Groote sobre la vida monástica de su época[3] (…). “Con el espíritu de Rusbrokio (Ruysbroeck) está redactado el librito de la Imitación de Cristo que en tiempo de Lutero ya se había extendido muchísimo, tanto manuscrito como impreso. Está en las manos de todos, incluso de los protestantes”[4].

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8.01.17

Devotio moderna, monacato y misión en América hispana

“La magnificencia de la catedral gótica busca honrar a Dios; la pompa del barroco jesuita atraer al público” (Gómez Dávila).

 

Poco tiempo atrás escribimos un texto titulado “La devotio moderna: características y síntomas de un católico tradicional.

El mismo no intentaba ser más que un simple resumen de lecturas y meditaciones varias acerca de la crisis de espiritualidad que sufre hoy en día, buena parte del mundo católico.

Para nuestro asombro, el opúsculo –o parte de él– parece haber tenido bastante repercusión[1], lo que nos hacía pensar que no éramos los únicos interesados en este tema tan olvidado e importante a la vez para el mundo católico.

Lo que presentamos ahora, a modo de continuación, no es más que el fruto de lecturas, meditaciones y conversaciones varias con amigos, que, desde distintos puntos de vista intentan buscar una razón al actual proceso por el que pasa la Iglesia militante en las tierras americanas. El acápite del inicio muestra una corriente del pensamiento católico al respecto que encierra un mundo de conclusiones.

Pero vayamos por partes.

1) Teocentrismo medieval y antropocentrismo renacentista

El hombre del occidente medieval, heredero del hombre tradicional greco-romano, era distinto de nosotros. Es decir: era tan hombre como ud. o yo, pero poseía una manera distinta de ver  la realidad. Una cosmo-visión diversa.

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