10.09.16

El "realismo" de la Iglesia hoy.

Don Fernando Sebastián, cardenal emérito, acaba de abrirnos los ojos al nuevo y auténtico “realismo” al que, según él, la Iglesia nos está llevando sí o sí. Y lo hace en base y a propósito de la Amoris laetitia de la que dice que “no es ambigüedad, sino realismo y misericordia, y si me apuran, justicia". Y lo hace en Vida Nueva.

Que no es “ambigüedad” se lo ventila afirmando que el Papa ha escrito allí lo que ha querido escribir: “Dice claramente lo que quiere decir". Afirmación rotunda, que se supone tendrá bien documentada y de la que, por tanto,  estará bien convencido.

De paso, y ya que estamos, carga contra algunos que “siendo mentes tan preclaras", no la pueden aceptar -la AL- porque “no lo entienden".

O sea: de ambigüedad por parte del Papa, nada de nada.

¿Qué pasa con el “realismo", la “misericordia” y la “justicia"? Pues, según Sebastián, pasa lo siguiente: “El Papa piensa… en los muchos cristianos -y no cristianos, añade por su cuenta- que han fracasado en su matrimonio, han rehecho su vida como han podido y, al atardecer de la vida, quieren ponerse a buenas con Dios y con la Iglesia. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Los mandamos al infierno? Ante esto el Papa recomienda atención y misericordia".

Si no me engaña la memoria, Francisco, en la AL no dice exactamente esto, ni lo plantea así: ni escribe “como han podido", ni se refiere para nada “al atardecer de la vida” como situación última, vamos, como si estuviesen in articulo mortis: para nada. Estos son añadidos sebastianos. 

El Papa se refiere a la situación sobrevenida al católico que, teniendo un matrimonio en regla -pues no ha mediado declaración de nulidad por parte de ningún tribunal eclesiástico competente-, ha atentado “matrimonio” por lo civil -por eso se le llama “matrimonio civil"- contra toda ley divina y eclesiástica, y contra su propia condición de católico. De ahí que se instala, en palabras del Papa, en “una situación objetiva de pecado grave".

Como igualmente “atenta matrimonio” un eclesiástico que, sin estar secularizado -sin haber mediado sentencia eclesiástica-, pretende “casarse” con una señora, o con un caballero: por mucha ceremonia, y por mucha bendición del amor que medie, es absolutamente nulo: no hay matrimonio porque no lo puede haber. Pues para el caso, igual.

Y aquí es donde ya no entiendo nada. O sea, según Sebastián -hecho público en Vida Nueva, insisto- el “realismo” del Papa es “reconocer” la situación sobrevenida -una situación absolutamente injusta y moralmente inaceptable contra la verdadera esposa, más contra los hijos que haya habido- y hacer borrón y cuenta nueva: la vida anterior como si no hubiese existido.

¿De verdad cree el señor cardenal emérito que el realismo del Papa y de la Iglesia es esto?

O sea, y por si no lo he entendido según Sebastián, “realismo” a día de hoy en la Iglesia, es la “irrealidad” del pretender instalarse -y hacerlo- en un momento de la vida de uno sin tener en cuenta, para nada, las circunstancias, situaciones, compromisos, pecados… anteriores: nada de nada. Se empieza de cero, porque lo digo yo. O el obispo correspondiente al acompañamiento ad casum.

Esto, si me permiten el juicio, es puro voluntarismo, mera ciencia ficción, ensoñamiento irreal, pesadilla, o lo que se les ocurra: pero nada más lejos, por opuesto, al realismo.

Puestos a ser realistas, y a serlo en profundidad y en linea con la mente quizá no tan preclara de Sebastián -que por eso lo entiende todo cabalmente-, ¿por qué no hacer lo mismo con los ladrones que “han rehecho su vida” con lo robado? ¡Cómo van a devolver lo que han quitado, si se les hunde el imperio que han montado con su industria de distraer de lo ajeno! Además, y si están ya al final de su vida, para ponerse a bien con Dios ni hace falta que devuelvan nada, la verdad.

O con los que le han pegado fuego a las empresas de la competencia para sobrevivir con la suya. O con los chantajistas, o los mafiosos, o los mentirosos…, o con cualquiera que se haya montado la vida como le haya dado la gana, pero siempre en contra de su condición de cristiano.

Si “realismo” es esto, para qué comentar lo de “misericordia", o lo de “justicia” que ya es el acabose.

26.08.16

¿El papa Francisco ha firmado la Amoris laetitia, o no?

Sandro Magister nos hace entrega de un artículo del padre Domenico Marafioti, sj con pedigrí y prestigio, en el que afirma que el Papa “no ha escrito estas simples palabras: “Es posible dar la Comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar". Y remata la faena así: “Si él no las ha escrito, nadie las puede incluir, y menos hacer lo que él no ha dicho".

Bien. A primera vista no parece que haya nada que objetar a estas afirmaciones del padre Marafioti. Pero es solo a primera y muy somera vista. Porque la cosa es mucho más peliaguda. Y me explico.

Ciertamente, el papa Francisco no ha escrito esas palabras tal como las enuncia el padre jesuita; el Papa ha escrito y rubricado que, “en algunos casos… es posible", porque puededarse el caso de que “A causa de circunstancias o de factores atenuantes, es posible que aún estando en una situación objetiva de pecado grave se pueda vivir en gracia y recibir, por tanto, la ayuda de la Iglesia". Ayuda que, en nota a pié de página -la ya famosísima 351-, ¿concreta? que “en ciertos casos podría ser la ayuda de los Sacramentos", entendiéndose -dice Marafioti, referidos a la Confesión y a la Comunión.

El problema no se acaba con este planteamiento bien intencionado del padre jesuita. Por varias razones, a las que no parece que él llegue. Pero sobre todo, porque el mismo Papa se encarga de desmentirle. Y entro ya al tema.

En primer lugar, porque una cosa tan gravemente seria, tan espeluznantemente “audaz” -por decirlo suavemente-, y tan probablemente -muy ciertamente- dañino para la Iglesia, para los mismos Pastores y para las almas católicas -la parte más indefensa-, no puede dejarse en esos parámetros tan deletéreos, tan inexactos, tan imprecisos y tan alejados -tan en contra- de la praxis bimilenaria de la Iglesia,

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior: ya se han dado casos de sentirse autorizados -Cardenales con mando en plaza; y sin mando, pero buenos voceros- para poner en práctica lo que, según Marafioti, el Papa “no ha dicho así”. Y ahí están los casos del filipino, del austríaco -los dos con mando-, y del alemán, emérito pero hablador y sonriente, muy sonriente: es que se parte, el tío. Él sabrá de qué.

Pero el Papa, si tuviese razón el padre jesuita en sus apreciaciones, ante estas “praxis” que irían mucho más allá de lo que él habría escrito y rubricado, no solo no habría callado -pues ya sabemos que "el que calla, otorga"-, sino que nunca hubiese alabado “públicamente" al austriaco y al alemán. Cosa que sí ha hecho. Del filipino no sé nada, solo que tiene un buen carguete.

Del alemán ha dicho que “hace teología de rodillas”: “ahí es nada la del ojo, y lo llevaba colgando", cuando presentó al Sínodo sobre la familia; y al anterior, al austriaco, lo ha puesto como su interlocutor e intérprete válido de lo recogido en la Amores laetitia a la hora de dar la Comunión a los tales: divorciados y metidos a adúlteros profesionales. Lo dijo en un avión -palabras de altura y de visión amplia-, después de contestar a una pregunta bien pertinente: “Podría decir que sí, y punto. Pero vayan al cardenal von Schömborn, a su presentación de la Exhortación: ahí tienen la respuesta".

O sea, que lo que el Papa Francisco no ha escrito por lo derecho en la Amores laetitia lo ha dicho -mas claro agua- de viva voz, y a respuesta a pregunta directa. Amén de no desautorizar praxis en llínea directa con lo que él no habría dicho.

Y esto es lo que, en mi opinión, más daño está haciendo en la Iglesia. Las aguas se han enturbiado tanto, tanto…, que ya no sabe uno si son potables o están ya irremisiblemente infectadas. Y envenenan.

Eso sí: una buena purificadora necesitan. Y habrá que hacerla. Con toda la urgencia que sea posible.

Recemos.

23.08.16

"Con los Sacramentos no se juega"

Le tomo prestado el título de su último libro a Nicola Bux porque me parece de una actualidad y de una urgencia tan vitales, el que nos demos cuenta de lo que estamos haciendo con los Sacramentos en la Iglesia Católica desde hace más de 40 años, que no puedo por menos que sacar a relucir el tema. Doloroso tema en extremo.

Un “tema” que trae como consecuencia -previsible ayer; visible trágicamente hoy-, si no se corrige con urgente autoridad y exigente fortaleza, el desmantelamiento de la misma Iglesia. Es lo que se ve ya -no hay peor ceguera que la de los que no quieren ver- en todo el mundo occidental, especialmente en los países de más que milenaria tradición católica. Están laminados, espiritualmente hablando.

Esta descristianización, tan pública y tan evidente, que ha sido reiteradamente denunciada por los últimos Papas, desde Pablo VI hasta hoy; y, por lo mismo, también reiteradamente hemos sido convocados todos en la Iglesia -sacerdotes, laicos y religiosos- a la re-cristianización de esos mismos países y de esas mismas sociedades; esta misión apostólica de reconstrucción de lo demolido y desmantelado a conciencia empieza, DEBE EMPEZAR, por la DISCIPLINA SACRAMENTAL.

Es decir, debe empezar por el reconocimiento de LO QUE SON todos y cada uno de los Sacramentos, instituidos por Jesucristo, y por Jesucristo entregados a su Iglesia y puestos en manos de sus Pastores para la Salvación de sus fieles. Primero, por tanto, lo que son.

Luego, tener clarísimas -para respetarlas escrupulosamente- las CONDICIONES de VALIDEZ en su “confección” y de LICITUD en su “aplicación".

Finalmente, LO QUE DEBEN SER en la vida personal -Fe y vida de Fe: vida cristiana, imitación y seguimiento de Jesucristo- de cada uno de los miembros de la Iglesia.

Hoy, en muchísimos sitios -parroquias, colegios “católicos"-, ninguno de los tres horizontes que acabamos de señalar está reconocido, respetado, transmitido, celebrado y defendido así. Y no se salva ni uno solo de los 7 Sacramentos de la Iglesia Católica, desde el Bautismo hasta el Matrimonio; por señalar el primero y el último en el listado de los Sacramentos, tal como se recogen en el Catecismo de la Iglesia Católica.

No se salvan ni en el plano de la mera doctrina, ni en el plano de la catequesis; mucho menos en el plano de las condiciones para administrarlos por parte de los pastores, o para recibirlos por parte de los fieles, que somos todos: sacerdotes, religiosos y laicos.

Lo que sobran son pruebas de esto que, con dolor de corazón, afirmo. El último ejemplo, calentito aún, es la polémica que se ha suscitado entre lo mejor y lo peor de la Iglesia, con la admisión de los católicos divorciados y vueltos a arrejuntarse con otra por lo civil y por sus pistolas, al acceso a la Eucaristía, sin otro fundamento que su propia voluntad, o la del obispo o sacerdote correspondiente.

Esto, solo esto, si se lleva a la práctica -hay diócesis donde ya es la práctica común y pública-, es cargarse de un plumazo TODOS los Sacramentos de la Iglesia y, por ende, a la Iglesia misma. Automáticamente no seríamos más que otra secta protestante más: sin Sacramentos, sin Cristo, sin Iglesia. Solo que ya no sabríamos ni contra quién o qué protestábamos: más tontos y más inútiles, imposible.

Y, lógicamente, desde ahí no podríamos salvar a nadie, porque habríamos hecho traición a todos, empezando por Jesús y acabando en el último miembro recién incorporado a la nada más absoluta.

8.08.16

"No es que Dios no exista, es que no puede existir".

Ha muerto Gustavo Bueno. Con 91 años. Rompedor en muchas de las tareas y de las posturas que adoptó, con un gran bagaje de producción literaria tras él -las más de sus obras son de divulgación o de temas de actualidad: la que él fue viviendo-, y con muchos años de docencia a sus espaldas, no pudo romper sin embargo con el lastre que lo marcó hasta su tumba: el marxismo.

El marxismo -ateo, materialista, cruelmente inhumano, sin las constantes antropológicas válidas de “verdad” y “bien"- le encerró en un mundo que, a pesar de sus esfuerzos, no fue capaz de entender. Y eso que desenmascaró la correción política más de una y más de dos veces: la abominaba. No la podía sufrir. Tan es así que en su última entrevista que concedió a ABC -hace ahora un año más o menos- se marcó una frase que, a mi juicio, lo retrata en este campo: “vivimos en una sociedad de estúpidos". O aquella otra declarada: “En españa tenemos el cerebro roto”

Pero no pudo superar nunca su posicionamiento frente a Dios. Lo negaba rotundamente: “No es que Dios no exista, es que no puede existir". Y por lo mismo, no pudo llegar a entender, a pesar de sus esfuerzos -que los puso-, a la persona humana y sus creaciones: la cultura, la sociedad, y la misma filosofía.

Lo que no deja de ser “curioso"; porque contrasta con gran parte de su itinerario formativo. En Zaragoza, Eugenio Frutos, al que reconoce como su maestro, no pensaba así para nada. Lo puedo decir desde cerca, porque don Eugenio me dió clases de filosofía a mí también.

Más tarde, once años estudiando escolástica en Salamanca, no creo que tuviesen como precipitado echarse de cabeza en el desencanto religioso primero para luego zambullirse en el marxismo. porque alguna “fe” hay que tener: el hombre no puede vivir sin ella. Y cuando no alcanza la verdadera, o la rechaza, se la “Inventa". La necesita de un modo absoluto, porque así es el hombre: religioso, moral, espiritual y abierto a la trascendencia de Dios: lo lleva en sus “genes".

De ahí su flirteo con el tema, al que toca -al que vuelve- una y otra vez en sus escritos. Pero nunca entra de lleno y con verdad. Se cierra sistemáticamente a admitir a Dios, y por tanto, a admitir “la” religión, decantándose por negar -incluso ridiculizar- la Fe, sí o sí.

Tampoco su contacto con los griegos, los padres de la filosofía, le dejó ningún lastre, en este campo. Precisamente un griego, Aristóteles, casi cinco siglos antes de Cristo y, por tanto y en sentido coloquial, “más pagano que las vacas", afirmó y demostró, con la luz de la razón -sí, la razón humana: verdadero chispazo del entendimiento divino- exactamente lo contrario: que la existencia del ESSE SUBSISTENS es absolutamente necesaria para sostener y entender al mundo y al hombre. Nosotros le llamamos DIOS.

Aristóteles no lo hace, porque no lo puede hacer. También él, a pesar de ser una de las mentes más privilegiadas de toda la historia de la Humanidad, estaba “preso” por su época. La “mitología” que atribuía a los “dioses” todos los vicios de los hombres; el politeísmo práctico de su tiempo y de su mundo; y la cualidad “trágica” de las relaciones entre los hombres y “esos” dioses, le impidieron llamar DIOS a la realidad que, sin embargo, necesitaba afirmar como principio y fin de todas las cosas. Incluido el msmo hombre.

Para llamarle Dios hizo falta que Dios mismo se nos manifestara, se nos revelara. Y lo hizo: ahí está la historia del pueblo judío para demostrarlo. Pero como no fue bastante con la Primera Alianza, nos envió Dios a su propio Hijo, por Quien todo fue hecho, que es el Rostro visible del Dios invisible.

Después de Cristo, y habiendo sido educado en la Fe -después de haber sido hecho hijo de Dios por el Bautismo-, a nadie le es lícito proclamar “Dios no existe ni puede existir". Y mucho menos como filósofo, si se pretende que la Filosofía es la Ciencia que estudia “a verdad de las cosas". Si la filosofía es el capazo donde se pueden decir las mayores tonterías del mundo, tonterías antes las que nadie se reirá…, pues con palabras del mismo Gustavo, tenemos “El cerebro echo polvo” (así titula uno de sus ensayos) y vivimos en “un estado general de estupidez".

Como dice la Sagrada Escritura: Dixit insipiens in corde suo: non este Deus!". “Insipiens: el que nada sabe“; pero no porque no se lo hayan enseñado, sino porque lo ha rechazado. Estos son los verdaderos y culpables “insipiens".

5.08.16

¿Construir un mundo mejor?

¿Para esto se entrega uno al Señor? ¡Es esto el “seguimiento de Cristo"? ¿El horizonte de los hijos de Dios -desde Cristo mismo, el Hijo Unigénito del Padre, hasta el último recién bautizado- es “construir un mundo mejor"? ¿La finalidad de la Iglesia -su más preciada y esencial finalidad- es “construir un mundo mejor"; es decir, la única finalidad de la Iglesia es una finalidad INTRAMUNDANA?

¿Para esto fundó Jesúcristo su Iglesia? ¿El encargo del Señor a los Apóstoles después de su Resurrección gloriosa: Id por todo el mundo. Predicad el Evangelio. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retuviéreis, les quedan retenidos- significa primordial y exclusivamente “construir un mundo mejor"?

¿Acaso Jesús no nos previene contra este “deslizamiento” -interesado, buscado y promovido hoy desde el mismo interior de la Iglesia por pastores que, si acaso huelen a oveja es porque se han echado el spray adecuado-, contra el riesgo de, por estar en el mundo, volvernos mundanos? Y aún más demoledoras y más reveladoras son sus palabras -también de advertencia-: Guardaos bien de los falsos profetas, que se os acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis. Y vaya si los estamos conociendo: con nombres, apellidos y también con sus carguitos.

¿No fue esta la acusación y la denuncia -clara, rotunda, incontestable desde la Fe- que, en los inicios de la  andadura terrena de la Iglesia de Cristo, hace san Pablo contra aquellos que “han salido", sí, de la Iglesia, pero “no eran” de la Iglesia?

Por no hablar de las palabras que dirige a los Gálatas: Me sorprende que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo para seguir otro evangelio; aunque no es que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema! Como os lo acabamos de decir, ahora os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡seaanatema!

Y no puede por menos que añadir, para rematar bien la faena y desenmascarar por dónde pueden venir los tiros -la tentación- de “inventar” otro evangelio y, por tanto, otra iglesia: ¿Busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿O es que pretendo agradar a los hombres? Si todavía pretendiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.

¿Por qué este lenguaje de san Pablo -directo, verdadero, con sabor de autenticidad: escrito con su vida antes que con su pluma- que puede parecer tan duro a los oídos de los que se han acostumbrado a las milongas buenistas? Lo explica él mismo sin ningún tapujo: Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio que yo os he anunciado no es algo humano; pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

¿Hay algo que “interpretar” en todas estas citas para “salirse por la tangente"? “Listillos” siempre habrá. Hoy mismo leía a un sujeto que se descolgaba -una voz más. y son ya unas cuantas-  con la comunión a los católicos divorciados y reajuntados con otra por sus pistolas. ¿Su “argumentario"? ¡Cuánto sufren todos estos chicos y todas estas chicas sin poder comulgar…! ¡Pobrecitos ellos, y qué pena me dan! ¡Cómo se les va a negar la comunión, porfa! ¡No podemos ser tan duros! Si total, por darles ese gusto… tomar un poquito de pan…, ¡qué mal se hace a nadie, y qué contentos se van a poner!

Ya puestos, yo propongo -modestamente- algo mucho más “progresista” y “misericordioso": vamos a quitar ya de una vez todos los mandamientos, y vamos a decir claramente que ya no hay ningún pecado. Se quitan también los sacramentos -¿para qué sirven en estas condiciones?- menos el de la comunión, porque hay gente que sufre con sin eso, al precio, eso sí, de haberlo reducido a tomarse un pincho con los coleguis. Y nos dejamos de hacer sufrir a nadie. 

Ahora bien, si seguir a Cristo es “construir un mundo mejor", ¿alguien en su sano juicio puede creer que uno se va a hacer sacerdote para eso? ¿O religioso? ¿O monja de clausura? ¿O va a conformarse solo con la “legítima"?

Habría que ser tonto de remate, por decirlo suavemente. Pero a mí, desde luego, ahí y en esas no me habrían pillado. Si no es para salvar a las almas, ¡de qué!