11.04.16

Sí no te gustan mis principios, tengo otros.

Estoy leyendo -despacito, como se nos ha recomendado- la exhortación papal “Amoris laetitia“.: A la vez he leído y escuchado distintas opiniones que me han dejado “perplejo” (lo digo en honor del Sr. Presidente de la CEE).

Me explico. Unos escriben que la exhortación apostólica “permite el acceso a la Comunión a los católicos vueltos a casar por lo civil". Exactamente lo mismo que pregonaban, interesadamente y a todo volumen, antes, durante y después de los sínodos de los obispos sobre la familia.

Otros -en concreto InfoCatólica- escriben exactamente lo contrario: “después de leer la exhortación, podemos afirmar que no hay ni una sola palabra a favor de la Comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar por lo civil".

Evidentemente, y por el principio de “no contradicción", las dos afirmaciones no pueden ser verdad a la vez; y, por lo tanto, una de ellas es una desaforada e impresentable mentira; aunque ahora no voy a entrar ahí: tiempo habrá.

Pero de esta disparidad surge una pregunta necesaria e, incluso, obligada: ¿cómo es posible que un texto que se quiere “magisterial", y sobre dos temas tan importantes como son el Sacramento del Matrimonio y el Sacramento de la Eucaristía -vitales los dos para la Iglesia misma y para la sociedad de la que la Iglesia es el “alma"-, puede dar lugar a dos visiones tan contrarias?

Dicho de otro modo: ¿cómo se puede reafirmar -en un mismo documento magisterial- la doctrina de siempre sobre el Matrimonio y la Familia -y lo mismo sobre la Eucaristía- para decir a continuación que, en base a una supuesta nueva “pastoral” -por muy personalizada que se pretenda por parte de los mismos obispos o de quienes estos deleguen-, esa doctrina no se va a seguir, no se va a aplicar, sino que se va a obviar y a contravenir?

Es decir: ¿lo que se pretende es que, en estos dos temas tan esenciales, y promovido por la misma Iglesia Católica, la “praxis” va a estar por encima -y en contra- de la “verdad”

¿A qué suena esto? Mejor dicho, ¿qué es todo esto? Pues, exactamente, lo que proponían -y viven desde hace decenios- las mal llamadas “teologías de la liberación", que propugnan precisamente esto: la “ortopraxis” por encima y en contra de la “ortodoxia". Y esto, después de la descalificación eclesial de esas “teologías” -Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, con el visto bueno de san Juan Pablo II-, ¿desde un documento “magisterial"? 

Es lo mismo que hacen los anglicanos, los luteranos, los evangélicos y otras yerbas con el tema del “sacerdocio” famenino, de los “matrimonios” homosexs, etc.: “hacer de su capa un sayo". ¿Se pretende, entonces, establecer un punto y aparte -no un punto y seguido- en la vida de la Iglesia Católica? ¿Es esto?

Escribe san Cipriano, obispo y mártir: “Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la Fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo. Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un espíritu incorrupto, con una fe sincera, con una total entrega. (…) El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del Malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la Palabra de Dios“.

“Abrochaos el cinturón de la verdad". Lo primero, en la Iglesia, es Cristo, "camino, verdad y vida”. La Iglesia no predica ni defiende más que la verdad: la de Dios -y Cristo es la encarnación de esa Verdad-, la del hombre y la del mundo. Y a partir de ahí -de la verdad de la Fe, de la verdad de la Doctrina, de la verdad del Derecho, de la verdad del Magisterio y de la verdad de la Tradición-, la Iglesia “monta” la Pastoral, que ha de estar -para ser digna de ese nombre, y para responder a su finalidad-, al servicio de la verdad completa de la persona humana, de su dignidad de hijo de Dios: todo en orden a su felicidad y a su salvación. Y nunca dejarle vendido -a los mercenarios, a los lobos- “en una situación objetiva de pecado".

Y san Justino, en su primera Apología, escribe:A nadie es lícito participar de la Eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no viven como Cristo nos enseñó. Porque no tomamos estos alimentos como si fueran pan común o una bebida ordinaria; sino que, así como Cristo, nuestro Salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se aleimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús que se encarnó". Palabras que se comentan por sí mismas, y que dejan meridianamente clara la verdad de la Eucaristía y las condiciones para su recepción.

¿Puede un documento magisterial pasar por alto lo que han creído -y vivido- siempre la Iglesia y sus hijos? ¿Se pueden dejar “abiertos” los dos puntos esenciales de la vida de la Iglesia hasta el punto de que cada uno en particular -los propios católicos divorciados y recasados, “según su conciencia” desligada de cualquier norma moral- y que en cada diócesis en general -según una diligente, perspicaz y personalizada atención pastoral: ¡qué ironía, o qué pantomima!-, se haga lo que se quiera, porque no hay más referencia que la pastoral “de inserción” de quien está fuera porque ha querido situarse fuera?

¿Una conciencia que reconoce que está en “una situación objetiva de pecado grave” puede, “subjetivamente", ir a comulgar, incluso aunque se le haya “aconsejado” eso precisamente dentro de la misma Iglesia?

Seguiremos, porque aquí, como dije hace bastantes meses, tras esta exhortación apostólica, va a haber un antes y un después en la vida de la Iglesia.

Lo que no sé es hacia dónde. Pero me lo temo.

5.04.16

La Conferencia Episcopal Peruana (y otras parecidas)

Hace unos días el obispo de Arequipa publicaba para sus fieles una nota con motivo de las próximas elecciones en el país. Decía -rotundo- que votar a favor del aborto y del “matrimonio” homosexual era un pecado “mortal".

Le faltó tiempo a la CEP (Conferencia Episcopal Peruana) para salir al paso de tamaño “atrevimiento” por parte de dicho obispo, hermano suyo en el episcopado, por cierto. Y quiseron desautorizarlo remitiéndose a una nota anterior de la susodicha Conferencia, en la que daban una lista de líneas de conciencia que debían seguir los ciudadanos a la hora de emitir su voto: hacerlo en conciencia, optar por candidatos que defiendiesen la vida, el bien común y el bien social, que no estuviesen salpicados de corrupción, etc.

Es decir: señalan lo mismo que el señor obispo, hermano suyo; pero, eso sí, obvian la palabra “pecado”. Han hecho de la pusilanimidad su “modus docendi” -si a eso, tal como están las cosas, se le puede llamar “enseñar"-, y su “modus vivendi": “calladitos estáis mejor”, que es lo que les dice la progrez a los obispos, un día sí y otro también. Y ellos, a callar: ni molestar, ni molestarse: ¿para qué?.

Claro que por lo menos han hablado; y lo que han dicho, aún siendo tan “cortito", tan “apocadito", tan “nadita", por lo menos es algo. En España, y con el mismo motivo -las elecciones-, nuestros obispos en comandita bajo el paraguas de la CEE, ni se molestaron en decir nada. Sólo dos o tres, a título particular -como ha hecho valientemente el de Arequipa, en defensa del vivir “en católico” de sus “ovejas”-, dijeron públicamente que un católico, en conciencia, no podía votar a ningno de los partidos políticos al uso en nuestro país.

Por cierto, “no poder votar en conciencia” para un católico significa, exactamente, que si se vota en contra de la propia conciencia, formada rectamente en la Fe y en la Doctrina católicas, es un pecado grave; o sea, un pecado mortal.

¿Por qué? Porque es amparar con el propio voto -es decir, con la propia colaboración directa- el aborto, el divorcio, la eutanasia, el “matrimonio imposible", el desmadre social, la corrupción en general y de las conciencias en particular, etc.

Y ya que estamos con las Conferencias Episcopales: en mi opinión, han sido un intento bienintencionado -por parte de la Iglesia- de fomentar la colegialidad y la comunión entre los obispos. Había motivos, para montarlas. Pero, desgraciadamente, y los ejemplos traídos a colación -la peruana y la española, más otros muchos casos que podrían aducirse- son un ejemplo palpable de que el intento ha fracasado. Y habrá que replantearse el asunto por quien corresponda, pues es muy grave.

En la mayoría de los casos -las excepciones de obispos que hablan en nombre propio, aun cuando la Conferencia de la que forman parte haya dicho lo que haya dicho, son muy, muy minoritarias-, se han convertido en un rebajar todo lo rebajable -y también lo no rebajable- en orden y finalidad de un “consenso” que ha de ser necesariamente de mínimos. Y, necesariamente, no “cubre” ni “soluciona” ningún problema “real” de ninguna Diócesis.

Bajo ese “consenso” se refugian mediocridades episcopales, ausencias, dejación de deberes, irresponsabilidad personal en el gobierno de las diócesis…, cuando no abandono de las ovejas, “dejando el futuro de los españoles” en manos de los políticos y de los partidos. Más claro no lo pudieron decir Blázquez ni Sebastián: yo me limito a reproducirlo.

Por cierto, que cuando se crearon las Conferencias Episcopales, lo primero que dejó claro el Vaticano fue que la responsabilidad del gobierno de las Diócesis seguía siendo deber exclusivo de sus titulares, los obispos.

Me da que a muchos se les ha olvidado, o esa parte no la leyeron. Las prisas, ya saben.

30.03.16

¿Y cuando se acaben los pobres, qué? Parte IV

La “opción preferencial por los pobres” acabó, lamentablemente, en la justificación e implantación desde los cenáculos eclesiales europeos de la “teología de la liberación”. Una pseudo teología denunciada públicamente por el tamdem Juan Pablo II - Joseph Ratizinger, en dos documentos memorables donde se desmontan todas las “justificaciones” -teóricas y prácticas- de la susodicha “teología” y de la susodicha “liberación": desde que no hay mejor caridad para con el rico que matarlo -y para el pobre que se oponga, también-, hasta el tufo repelente de que la autétnica “teología” hoy, en la Iglesia, había que hacerla desde la óptica y desde la opción e interpretación marxista de la historia, también la de la Iglesia. En caso contrario, estabas fuera.

Y se puso en marcha, en especial y casi en exclusiva, en hispanoamérica, donde la implantación de diferentes familias religiosas católicas -jesuitas, y algunas otras- facilitaron el trasplante desde Europa de estas tesis y de estas praxis. Y, dentro de hispanoamérica, Brasil era el terreno más “favorable", más “prometedor". 

¿Cuáles han sido los frutos? Vamos a fijarnos preferentemente en Basil, porque allí es donde tuvieron “barra libre". Hubo también intentos serios en Perú y Méjico; pero la mayor parte de la Jerarquía, o la parte de la Jerarquía de mayor prestigio, estuvieron al quite y abortaron esos intentos, En Brasil los frutos no han podido ser ni más amargos ni más nefastos. A los datos me remito.

En Brasil, a finales de los años 60, prácticamente el 90% de la población se declaraba católica. El otro 10% se repartía entre confesiones cristianas -la mayoría- y animistas o religiones ancestrales. Al cabo de 50 años, solo se declaran católicos un poco más del 50%; muy poco más. Eso sí: se han multiplicado las comunidades de base, las comunidades por libre, las iglesias a título personal, la fe que me da la gana, la penetración protestante, las sectas más variopintas, los ritos más paganos y sangrientos, etc. ¿Cómo ha sido posible? Por los artífices, muñidores y “pagadores” de la “teología de la liberación".

Pero no acaba ahí la cosa. Brasil, económicamente, se estaba conviertiendo en un país emergente, con una economía que tiraba de todo el cono sur americano. En unos pocos años, en estos últimos años, su economía se ha derrumbado, la corrupción política ha llegado hasta las Presidencias de Lula, antes, y de Dilma, ahora, y la pobreza está volviendo a zonas en las que se había mejorado notablemente. ¿Por qué? Por los “frutos” de los artífices de la implantación de la “teología de la liberación".

No deja de ser como mínimo curioso que, cuando se pone el acento “eclesial” en sacar a la gente de la pobreza, en luchar -supuestamente- por la justicia social como primer -y se acaba en único- horizonte, pasan estas cosas. Se quieran -seguramente no se quieren- o no; pero pasan. La descristinización -la pobreza espiritual- trae y lleva consigo necesariamente la pobreza material.

La última encerrona que están preparandole en Brasil a la Iglesia Católica es el tema de los curas casados. Va a ser el próximo asalto para acabar de rematar a la Iglesia Católica en Brasil, y desde Brasil.

Conclusiones: la “opción preferencial por los pobres” es un desastre para los mismos pobres en particular, para los países en general y, finalmente, para la misma Iglesia. Los datos están ahí para el que los quiera ver y valorar.

Religión Católica versus "fundamentalismo religioso"

Manuel Fraijó Nieto, ex jesuita y ex sacerdote, formado en Alemania con lo peorcito de la filosofía y de la teología del momento -incluida la protestante-, y cuyos frutos están a la vista en su propia biografía, se ha marcado un artículo en El País (el periódico de los gilis con pedigrí, no reconocido así por los afectados), en el que, bajo una apariencia de tolerante buenismo, y aprovechando el fundamentalismo musulmán -el único que se expresa habitualmente con el terrorismo indiscriminado- pretende poner a caldo a la Iglesia Católica, a la que coloca como una más entre las religiones monoteístas, que son las más propensas -según él, y con la autoridad de varios teólogso protestantes que hace suya- a  caer en el fundamentalismo.

¿Las “causas” que expone? “Petrificar” la Bíblia (J. Bultmann), perder de vista el momento presente, la religión es “el reino de lo inexacto” (P. Ricoeur), es un universo cargado de misterio e incertidumbre, su problema es el miedo a la duda y a la razón crítica, no existe un único cristinaismo, como no existe un único islam o un único judaísmo, etc.

Para este hombre, da la impresión de que las únicas “religiones” libres de estos lastres y de estos males son precisamente las que solo lo son en apariencia: las religiones míticas y politeístas. 

Una sarta de sandeces -café para todos, por no decir m… para todos-, escritas desde el desengaño, desde el fracaso personal -espiritual y religioso, principalmente; un fracaso que no se ha querido reconocer nunca- y, por tanto, se usa como arma -terrorismo ideológico- para pontificar contra la Fe de la que ha salido y contra toda Religión que se precie -en su caso, de la Religión Católica, de la que también se ha salido-, y que no tiene derecho a existir, porque “aliena al hombre". ¡Acabáramos!: marxismo en estado puro. Que a esto se acaba llegando siempre -da igual desde qué trayectoria- cuando no se admite que la Religión Católica no la hemos inventado nosotros, sino que “se nos ha regalado", a la vez que “se nos ha llamado” -vocación- desde la Palabra -que tampoco hemos escrito nosotros: “se nos ha entregado"-, y desde el Amor de Dios por nosotros, que “se ha hecho Carne” y que “se ha entregado por nosotros” -Pasión y Muerte y Resurrección-, como acabamos de “ver” y “oír” esta pasada Semana Santa.

Nada de esto es relevante para este buen señor -todo un catedrático de “las religiones” y del “factor religioso"-, porque para este buen señor -insisto- que todo esto sea VERDAD, no aporta lo más mínimo: también la verdad, a lo que se ve, molesta -al hombre en general, y a él mismo en particular-, por dejarlo sin la duda, sin el terreno resbaladizo, y sin la posibilidad ya de oponer la menor crítica. Y esto es un desestre para todo este tipo de sujetos… irracionales.

Como no han leído a Aristóteles -no les voy a nombrar a Santo Tomás o a San Agustín, porque les supera por todas partes- no saben ya que la razón -el hombre- está hecha para la verdad, para SABER: no para la duda permanente, ni para la incertidumbre constante, ni para la perplejidad instalada como modus vivendi. Ese no es el modo humano y, por tanto, racional, de vivir: por eso, de todas esas situaciones, si se es normal, y se tienen las constantes antropológicas en buen estado, se busca salir.

Y la mayor seguridad de poseer la VERDAD -de tenerla, de estar en ella- la tenemos cuando ésta nos viene de Dios, pues “ni puede engañarse ni engañarnos", como aprendíamos en el Catecismo desde niños. Por eso también, la Fe no solo no es un salto mortal a ciegas que realiza el hombre cerrándose a su propia razón y a sus propios alcances, sino que es lo más racional del hombre. Y lo reconoce enseguida, en cuanto dice CREO. Como lo han hecho todos los mártires cristianos del fundamentalismo musulmán de estos últimos años.

Podrían haber renegado de su Fe; pero han preferido morir antes que hacerlo. Han revivido a día de hoy -siglo XXI- la misma actitud de los primeros cristianos; que al ser instigados a renunciar a su Fe y a ofrecer a los ídolos, han contestado: “Sine Dominicus non possumus”: “Sin el Señor no podemos vivir". Y han preferido la muerte: hombres mujeres y niños.

Esto es lo que se hace “incomprensible” para los que han tirado su Fe por la ventana, o no la han tenido nunca. Para los “iluminados", para los “ilustrados", para los “maestros", escribas y fariseos. Para los fundamentalistas de la duda, de la perplejidad, de la incertidumbre, de la sinrazón, de la inhumanidad…

¿Cómo se puede vivir sin Dios, y pretender que se sigue siendo hombre? Solo las vacas viven sin Dios.

21.03.16

La orfandad de los católicos.

Mons Reig -del que me declaro absolutamente a favor; me parece un gran pastor- lo acaba de decir, el pasado 15 de marzo: “Hoy sentimos los católicos una orfandad en el campo cultural, político y social”. Y tiene toda la razón. Como se dice coloquialmente, “tiene más razón que un santo".

Y el motivo de su queja es, a mi entender, que los católicos han desaparecido -exagerando, claro- en todos esos campos: en la educación, en la cultura, en la politica, en la medicina, en la judicatura, en el mundo empresarial, en los medios de comunicación…, se han vendido a Mammona. 

De hecho -es algo que se hace visible precisamente por su ausencia clamorosa-, el pensamiento católico no influye lo que debería; porque los católicos, en muchos casos a nivel personal, pero incluso “sociológicamente", podría decirse que ya no son católicos. Por eso, ¿como va a estar presente el “pensamiento católico", si está ausente la “vida católica"? Vuelvo a decir que exagerando, si se toma como un absoluto. Porque excepciones, las hay. Pero sí es cierto que, a nivel de país, los católicos han desertado. Si lo han hecho de las parroquias -en el cumplimiento dominical, por ejemplo, que es lo más para un católico-, ¿cómo van a estar presentes, como católicos, en los demás campos? Ni saben siquiera ya lo que eso significa.

Pero, ¿cómo se ha llegado a esta situación? Me va a perdonar mons Reig Plá, porque no lo digo por él, ya que es de las poquísimas voces de la Jerarquía que se oye en este Pais. Pero la primera “orfandad” de los católicos la hemos sufrido, y seguimos sufriéndola, de los mismos pastores -sacerdotes, por ejemplo-, y no digamos de la Jerarquía católica, a cuyo frente están los obispos españoles: por acción u omisión han permitido todo lo que ha pasado no solo delante de sus ojos, sino en el ámbito en el que ellos deberían haber mandado y actuado: en colegios confesionales, parroquias, conventos, casas de espiritualidad, comunidades, etc., hasta el punto de que, a día de hoy, la Iglesia católica en España, ha “desaparecido", sociológicamente hablando.

Sí, los primeros que se han callado -que han desaparecido del mapa, y han hecho mutis por el foro- han sido los pastores, y han dejado a las ovejas a merced de los lobos, hasta el punto de que católicos quedan, sí; la Iglesia en España se ha convertido literalmente en un “pusillus grex", sí, también; pero estas ovejas, con sus pastores al frente, han perdido su genuino ADN: son más producto de una fecundación in vitro al tuntún, que de una “genética” seleccionada y mejorada. La media de edad de la gente en Misa -hablo en general, y hay escepciones, por supuesto- lo demuestra.

Como la historia, cuando se olvida, se repite -y siempre a peor-, esto no es la primera vez que pasa. Ya san Gregorio Magno clamaba contra los pastores que no solo no pastoreaban, sino que abandonaban a la grey. Escribía y predicaba el Papa, Santo y Grande: “Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies del Señor, porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio. Descuidamos, en efecto, fácilmente el ministerio de la predicación y, para vergüenza nuestra, seguimos llamándonos obispos; nos place el prestigio que da este nombre, pero, en cambio, no poseemos la virtud que este nombre exige. Así, contemplamos plácidamente cómo los que están bajo nuestro cuidado abandonan a Dios, y nosotros no decimos nada; se hunden en el pecado, y nosotros nada hacemos para darles la mano y sacarlos del abismo […].Pero, ¿cómo podríamos corregir a nuestros hermanos, nosotros que descuidamos incluso nuestra propia vida? Entregados a las cosas de este mundo, nos vamos volviendo tanto más insensibles a las realidades del espíritu, cuanto mayor empeño ponemos en interesarnos por las cosas visibles” (31-III-591).

Ante el papa san Gregorio no tengo nada que añadir. Rezar, sí.