4.12.16

Católicos de políticos/ políticos de católicos

Es uno de los más graves problemas que tiene la Iglesia Católica en el mundo occidental: los católicos que, siéndolo -o eso creen-, se meten en política; primero como miembros de un partido político dudosamente democrático -en la práctica diaria de sus postulados, de sus declaraciones, de sus manejos internos y externos-, para luego, y si es el caso, como miembros de un gobierno, también dudosamente democrático por las mismas razones que las señaladas anteriormente, agravadas todas ellas al convertirse en praxis gubernamental.

La Iglesia Católica -no solo en España, por supuesto- no ha estado al quite; quizá ni se le ha pasado por la imaginación. Y, si lo ha intentado, ha debido ser tan tarde, tan tímidamente y tan deslabazadamente, que los resultados ahí están: los católicos, como tales, han desaparecido de la vida política, pues no se distinguen en nada de ningún otro político al uso: todos están cortados por el mismo patrón, nunca mejor dicho. Todos fococopias impresentables; que más indignan cuanto más de católicos “van". Ejemplos hay a mansalva: sobran. Es más: de hecho, no hay ninguno que “choque” pretendiendo ser coherente con su catolicismo, y se salga del molde, y se le pueda señalar como tal. Ninguno.

Digo que es uno de los más graves problemas, porque todos los ataques efectivos -tienen los mejores medios, y los tienen más ampliamente, y los pueden manejar sin dar cuenta a nadie en este mundo: en el otro, eso ya es “otro cantar", y lo verán- contra la dignidad de la persona, contra la familia como célula básica de la sociedad, contra la vida, y contra la salvaguarda del bien común -que es el ámbito propio de la vida política-, respetando desde el poder el principio de subsidiariedad, que es el que legitima moralmente -hace justo, obra según justicia- el uso del poder político y gubernamental, todos los ataques vienen de ahí: de los gobiernos al uso.

A estos “temas” habría que añadir -como denuncia, naturalmente- el uso “obligatorio” de la mentira en la vida pública, la “obligación” imperiosa de enriquecerse personalmente aún a costa de arruinar, empobrecer y endeudar -para generaciones y generaciones- países enteros, y la “necesidad” de construir “estructuras de corrupción” en todos los horizontes de las realidades que tocan los políticos: gobiernos, partidos y sindicatos primeramente; y que luego, como una gangrena progresiva e imparable -porque nadie se va a autoimputar ningún miembro- se van extendiendo a todos los sectores de la sociedad, al grito de “tonto el último".

Y como la primera gangrega que se instala necesariamente es la GANGRENA MORAL -de ahí la corrupción instalada oficialmente desde los poderes para matar las conciencias desde la más tierna infancia-, de ahí mi denuncia de que la Iglesia ha estado como mínimo poco “lista” para verlo venir: lo moral, lo justo es la esencia de lo católico. Y  ahora, claro, se tiene  que  quejar -bien que tímidamente, eso sí: ya no hay arrestos, quizá ya ni autoridad para hacerlo de otra manera- de que se la ataca, de que se la quiere silenciar -cuando la primera “mudita” ha sido ella-, o pretendiendo defender unas clases de religión que ya nadie sabe cómo hay que darlas -no se puede “adoctrinar": dicho por un obispo católico de la católica España en una circular oficial de su diócesis-, y por otro lado, ya nadie pretende que a través de ellas se les enseñe a vivir en cristiano. Y así estamos.

Y vamos al tema, que esto han sido más unas premisas para entrarle a lo que nos ocupa: un católico coherente hoy, es decir, fiel a su condición de hijo de Dios en medio del mundo, y con el encargo divino -vocacional: vocación cristiana- de santificarse y santificar las estructuras temporales, ¿cómo debe actuar en política para ser lo que debería pretender: que su Fe eche raíces y fecunde todo aquello en lo que está metido -el quehacer político- por Voluntad de Dios?

No tengo más respuesta -ni mejor- que las palabras del testamento de Shahbaz Bhatti, político católico pakistaní, muerto a causa de su Fe en un atentado en marzo de 2011: “Me han propuesto altos cargos de gobierno y se me ha pedido que abandone mi batalla, pero yo siempre me he negado, incluso poniendo en peligro mi vida. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Solo quiero un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte que consideraría un privilegio que, en este esfuerzo y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir por Cristo y quiero morir por Él".

Nos deja mudos de asombro, de entusiasmo, de ejemplaridad, de virtud, de amor a Jesucristo y a su Iglesia, y de decación hasta el finala imitación de Cristo.

Un católico, en un partido o en un gobierno no puede pretender que su conciencia esté al margen de lo que en ese partido se propugna, o en ese gobierno se perpetra, aunque hava votado en contra vez tras vez. Pero mucho menos si su silencio al respecto es notorio y público. Debería declarar inmediata y públicamente su disconformidad moral y su voto en contra.

Escandaliza sobremanera. Y con su silencio -con su conducta- contribuye notablemente a que se desdibujen los perfiles de lo que es ser católico y, por tanto, también de la doctrina que sustenta y explicita esa vida. Hace traición a su Fe, a la Iglesia, a sus hermanos en la Fe, y a todos los hombres de buena voluntad: porque ven cómo su vida práctica desautoriza todo lo que el católico representa: a Cristo mismo.

Tampoco pueden escudarse en que si ellos no estuvieran allí -cobrando, por cierto; más complementos, que los habrá seguro- habría otro que haría las cosas mucho peor, y el mal sería mucho mayor. No cuela. Cuando el mal que se instiga son 120.000 abortos al año, 230.000 embriones congelados, la historia del “principito” con sus niñas con vulva y sus niñas con pene, con sus leyes LGTBI, con los niños de 12 años enganchados al alcohol, al sexo y a las drogas, con los abortos de niñas y los cambios de sexos de menores sin consentimiento paterno, cuando se destruye la familia y la sociedad, cuando se saquean países enteros…, ¿dónde queda el recurso al mal menor? Eso es de un fariseísmo que apesta. Y si se está ahí es porque se está muy a gusto con todo eso -talmente y hacia fuera da esa impresión-, aunque se comulgue todos los días. A esto hemos llegado.

Un último apunte: de los cientos de miles de católicos y de cristianos perseguidos en Irak y Siria, con miles y miles de muertos -mártires, por supuesto- no se conoce ni un solo caso de nadie que haya apostatado por defender su patrimonio, su familia o su vida personal. Ni uno solo. Nadie se ha apuntado al mal menorCuando pasa esto, ¿cómo se va a tener derecho a estar ahí metido, con los bolsillos bien cubiertos y pretender además mantener “sana” y “a salvo” la conciencia? ¡Menudo chollo, papi!

Si alguien lo sabe, agradecería respuestas. A los de la CEE no les pregunto nada porque están muy ocupados celebrando sus 50 años de silencio, de nada.

18.11.16

Conexio virtutum/conexio doctrinam

Nuestra Madre la Iglesia Santa enseña con gran Sabiduría, hecha de Palabra de Dios, de Gracia del Espíritu Santo, de Vida de Cristo y de abundantísima experiencia humana -no hay que olvidar que la Iglesia es “experta en humanidad"-, que todas las virtudes, especialmente las virtudes cardinales y las demás virtudes morales, están interconectadas: es lo que se designa con la expresión “conexio virtutum".

Tan es así que, cuando se mejora en una de ellas, se mejora a la vez en todas; y al revés: cuando se descuida una, pierden todas las demás también. Indudablemente, quien mejora o pierde es la poseedora de todas ellas, es decir, la persona humana.

Aunque estrictamente hablando Santo Tomás reduce la “conexión entre las virtudes” a las virtudes cardinales y a las morales -no así a las virtudes llamadas “intelectuales” o a las meras virtudes humanas-, sin embargo y en mi opinión, esto es más un reduccionismo académico -más bien “escolástico", por decirlo de algún modo- que un reflejo de la realidad: en realidad, en el hombre, que es un único ser personal, todo comunica; como lo demuestra, por ejemplo y con absoluta evidencia, la intercomunión intrínseca e inseparable del cuerpo y del alma.

Viene a cuento lo de la “conexión de las virtudes” -conexio virtutum- porque me parece que, en el orden doctrinal y salvando todas las distancias, tampoco son separables los puntos que componen la Doctrina Católica; como no son separables, y se recogen de hecho en un mismo Catecismo de la Iglesia Católica, sus distintas partes: Mandamientos, Sacramentos, Artículos de la Fe y la Vida Cristiana, etc.

Solo son separables “intelectualmente” -metodológicamente, si se prefiere-, pero no en la vida práctica del cristiano -del hijo de Dios, que para vivir como tal, en plenitud de vocación, ha de vivirlas todas-; como tampoco son separables en la práctica “Doctrina y Vida", “Fe y Vida de Fe".

Del mismo modo y a fortiori, menos aún son separables Jesucristo y su Iglesia: pues realmente no se puede escoger a uno/una sin despreciar al otro/otra. Son una unidad: sin Jesucristo no hay Iglesia, porque esta ni habría existido ni puede subsistir sin Cristo.

Tampoco es católico separar “doctrina” -doxa- y “praxis” -"ortodoxia” y “ortopraxis"- como pretendía la ya casposa “teología de la liberación"; y como pretenden algunos, a día de hoy, afirmando que “no se ha tocado la doctrina", y “todo sigue igual” cuando, en la práctica, se admiten y se postulan “praxis” que la contradicen, porque la pisotean, la ningunean y la anulan: convierten la doctrina en papel mojado, en la nada inoperante, como corresponde a la propia “nada” por su ser precisamente “nada".

Por ejemplo: no se puede pretender que para comulgar hay que estar en gracia de Dios, es decir, no tener conciencia de pecado mortal -mucho menos reconocer que “se está en una situación objetiva de pecado grave"- y sostener además que, si se tiene esa conciencia de pecado grave, hay que confesarse antes de comulgar…, para luego, sin más y por mis pistolas, postular en la práctica que esas gentes accedan a la Sagrada Comunión; pretendiendo, para más inri, que esta “pastoral” -eufemismo o sarcasmo más falso que Judas- es una pastoral “católica”. Para añadir -faltaría más-, antes y después, que “no se ha cambiado ni una coma de la doctrina".

Una aclaración. Cuando hablo de “doctrina” me refiero a la doctrina “inmutable", no a si es más oportuno recibir la Confirmación a los 10 o a los 16 años, que esto puede cambiar las veces que haga falta; sino a la pretensión, si la hubiera, de desvirtuar la naturaleza del Sacramento de la Confirmación, por ejemplo. Y volvemos al hilo.

Pero, ¿en qué lógica cabe tal postura? ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Hemos renunciado -como lo hacen los del “mundillo"- a la capacidad de nuestra razón para reconocer la realidad -la verdad de las cosas-, y enunciarla como tal? ¿Se pretende, una vez más y en línea con una pseudo filosofía -y la pseudo teología que lo asume-, que la “verdad", la pongo “yo", es decir, “mi” conciencia o “mi” voluntad?

Esto, siempre será encumbrar al “hombre” -al falso hombre, porque del hombre verdadero no queda nada en una postura así- pagando el peaje de “quitar” -no queda otra- a Dios. Y la Iglesia Católica nunca ha sido, ni es ni será una “cosa” así, porque desde su origen y hasta el final de los tiempos está al servicio del hombre, porque está “ad maiorem Dei gloriam": para la gloria de Dios.

Precisamente esto -la defensa de la Iglesia en su finalidad más sobrenatural: la salvación de las almas todas- es lo que han pretendido los cuatro cardenales con su carta al Papa; que han convertido en “carta abierta” -pública y publicada-, dado el silencio administrativo con el que se les ha contestado-; es también lo que pretendieron los bastantes más de cuatro firmantes con la carta que, con ocasión del sínodo de la familia, elevaron al Papa, por si le servía de ayuda; más la carta -ya muchísimo más numerosa en firmas- que un buen número de católicos -con ánimo firme de serlo y de seguir siéndolo- enviaron al Papa para que les aclarase las dudas y las zozobras que les había producido su última exhortación apostólica.

La Iglesia Católica, desde hace ya muchos años, se ha convertido en el último y en el único refugio que le queda al hombre para poder reconocer su dignidad, su origen y su destino. Si la Iglesia le fallase el hombre éste ya no tendría ni a dónde ir en este mundo: se convertiría en un extraño, en un paria: se desconocería a sí mismo y a los demás, por desconocer a Dios.

9.11.16

"..., así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí" (Jn 15, 4 in fine)

De Horacio se cuenta aquella frase que llegó a hacer tal fortuna que ha llegado viva hasta nuestros días: “Y la montaña parió un ridículo ratón” ("Parturient montes, nascetur ridiculus mus"). En España también se hace referencia a ella cuando se habla de "el parto de los montes".

Me ha venido a la cabeza tal sentencia al leer con detenimiento la ya “famosísima” Declaración Conjunta Con Ocasión de la Conmemoración Católico-Luterana de la Reforma, firmada en Lund  (Suecia), el pasado 31 de octubre, fecha exacta de la clavada que se marcó el Lutero en la puerta de la catedral alemana de Wittenberg, abogando ni más ni menos que “por un cristianismo puro". ¡Toma nísperos! ¡No era nada lo del ojo y lo llevaba en la mano…!

Por cierto y sine ‘animus criticandi’: ha pasado siempre -y no solo en el plano eclesial, también en el político o en el de la cultura- que  todos  los  intentos  de  los  hombres  -bienintencionados, segurísimo- de "purificar y restablecer en sus orígenes” -tal como ellos lo ven, claro: pequeño detallito- acaban por “ensuciar” y “destrozar” lo que pretendían -bienintencionada y misericordiosamente-, corregir. Siempre.

Y el caso de Lutero y su “cristianismo puro” no solo no escapa a esta regla sino que es paradigmático: una “foto fija” o mejor todo un icono, ya que estamos en temas de religión. Porque en el luteranismo, de hecho, no ha quedado “títere con cabeza” (Miguel de Cervantes, cap 26 de su “Retablo de Maese Pedro", en su segundo libro sobre don Quijote).

Allí, caso de que hubiese habido algo en los comienzos, como pasó también en su día con los anglicanos -y las dos familias han llegado a lo mismo a día de hoy- no ha quedado ni el recuerdo: ni Sacerdocio, ni Eucaristía, ni Pentencia ni nada de nada; o sea, no han quedado ninguna de las señas de identidad de lo que es la Iglesia: si la Iglesia vive de la Eucaristía -y de Ella vive-, donde no la hay, solo habrá -y en el mejor de los casos- una iglesia “muerta". De pura inanición: consumida y cocida en su propio jugo.

Es lo que les ha pasado y les pasa, tanto a los luteranos como a los anglicanos.. De ahí que el pretendido “ecumenismo” con ellas no tiene más que estos dos caminos posibles: el camino malo, el de “pelillos a la mar", aquí todos guais, y besitos y abrazos, comunión a gogó; o el camino bueno, el que “denunció” Benedicto XVI afirmando que el “ecumenismo” es un tema que está solo en las manos de Dios.

Sin ir más lejos -es más: yendo a lo cercano de la noticia. o mejor: “notición” en campo sueco- la “ordenación” de ministr@s y obisp@s homosexs es el poso tóxico pero real de a dónde han llegado y en qué se han convertido. Algo que nunca debió suceder; pero…, ha sucedido; y como por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 20), se han retratado; y el selfy, al no pasarlo por el fotoshop, les ha salido como les ha salido: con lo que hay, con la obispa y los besitos. Por cierto, no sé si será.verdad, pero circulan por ahí unas palabritas de la obispa en las que declara que fue Francisco el que se invitó; y que si quería ir como uno más, pues que fuese, pero que ellos opinaban lo que opinaban del Papa y de la Iglesia.

Bueno, a lo que iba. He leído la Declaración Conjunta (DC, en adelante) en la que “a bombo y platillo", y a falta de otras piezas más jugosas que echarse a la boca -porque no las había: “las uvas aún están verdes"…, “y lo que te rondaré morena"-, han puesto todo el acento en “seguir juntos en el servicio” -¡en castellano, y dicho así, qué expresión más desafortunada!-, “defendiendo los derechos humanos y la dignidad", “trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia".

“Hoy…, elevamos nuestras voces para que termine la violencia y el radicalismo". “Instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecucion, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo". “Hoy más que nunca, comprendemos que nuestro servicio conjunto en este mundo debe extenderse a la creación (sic) de Dios, que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable". “Rogamos por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación” (sic).

“¡¡¡Apaga y vámonos"!!! ¡Sé católico para esto! ¡Hazte cura para esto!

Vamos a ver: ¿que un católico puede firmar esto? Por supuesto. ¿Y un luterano? También. Y un budista, y un moro, y el portero del Madrid, y la pescatera de Santurce, y un intelectual, y un obrero de la construcción, y la misma Doñores; y no digamos la Cifuentes y el Osoro… Pero pretender que la Iglesia Católica está para esto, y además como el primero de sus objetivos…, pues como que no: ¡qué quieren que les diga!

Por cierto y perdón por el inciso: esta DC me ha traído a la memoria otras bienintencionadas “platajuntas” postconciliares, y sus “declaradas” posteriores; de esas “platajuntas” no quedan más que 6 o 7 vejestori@s, y que no han logrado absolutamente nada: nada positivo o bueno, se entiende…, porque contribuir activamente en descristianizar el país y empobrecer a la Iglesia española…, ese granito sí lo han puesto. Y ha dado sus “frutos” con la colaboración necesaria por imprescindible, y viceversa, de una parte notable de los jerarcas que, aplaudieron hasta con las orejas unos y callaron, arrinconados, otros. y una parte de los superiores de todos esos sujet@s que participaron en el tinglado. Pero daño hicieron todo el que quisieron: porque les dejaron decir y hacer todo y de todo.

Luego, en esa DC, se han lanzado también algunos fuegos artificiales -todo apariencia, pero tienen un punto de arte notable, nada despreciable-, que mientras los ves, deslumbran y encandilan; pero son instantáneos; y han ardido también algunos fuegos fatuos (por inflamación de fosforo o metano, principalmente, y suelen oler fatal); hombre, queda uno muy bien al decirlo, pero son meros brindis al sol; para más inri, al sol sueco que comparado con el hispano… pues está todo muy descompensado, porque no hay ni comparación.

La pregunta clave, a mi entender es la siguiente: ¿cómo se ha podido llegar en la Iglesia Católica -y de hecho se ha llegado- del “Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos; el que permanece en Mí, y Yo en él, ese da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada. El que en Mí no permanece será echado fuera y se secará, y lo recogerán y lo echarán al fuego, y arderán […] Permaneced en mi Amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi Amor, como Yo he guardado los mandamientos d mi Padre y permanezco en su Amor (Jn 15, 5-6.10); al “Rogamos [los dos, anglicanos y católicos] por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación (sic)"?

El bajonazo, como se dice en términos taurinos, es impresionante: vamos, de mandarles a la Guardia Civil y que los metan en el cuartelillo a dormirla.

¿Va a ser este el itinerario ecuménico que desde el Vaticano se pretende imponer -por no usar otros términos, que podría- a toda la Iglesia?

Hombre, si se piensa y se declara que el proselitismo es el mayor pecado en estos temas, que es lo peor que puede pasar y que puede hacer la Iglesia Catñolica y sus hijos en este horizonte…, siempre quedarán los besitos y los abrazos y el rogar y el pedir bien juntitos -¡tots junts!, se gritaba por las cataluñas, a caballo entre los 60 y los 70- por la creación (sic)

25.10.16

"Anuláis la Palabra de Dios por vuestra tradición" (Mc 7, 13).

“Si alguno  me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn, 14, 23). Así se manifiesta Jesús en la Última Cena, en esa excelsa “oración sacerdotal” que san Juan recoge en su Evangelio por extenso y al por menor. Y poco antes había afirmado con nitidez: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (v. 21). Por contra, señalará Jesus en ese mismo marco la única alternativa real en la que se embarca el que lo rechaza: “El que no me ama, no guarda mis palabras” (v. 24).

Completa y remata además la verdadera situación -el plano real- en el que estamos inmersos de cara a sus palabras: “la Palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me ha enviado” (ibid.). Por esto, nadie se la puede apropiar: la Iglesia Católica la tiene en depósito, para defenderla y transmitirla; y los Pastores como administradores, que darán cuenta de su administración, para enseñarla con fidelidad -es lo mínimo que se les pide-, iluminando todas las situaciones, viejas y nuevas, de la vida de los hombres, generación tras generación: para que cada uno se encuentre personalmente con Jesús. Menos aún la tienen para aguarla, tergiversarla, enmudecerla y corromperla.

¿Por qué traigo esto a colación? Porque dentro de la Iglesia se está abriendo todo un frente de batalla para desvirtuar la Palabra de Dios, dejándola sin efecto real: mantener los “sonidos” pero despojándolos de significado, en un primer momento; para luego, y como “sin querer", que pasen a significar cualquier cosa… menos lo que han significado siempre en el seno de la Iglesia. “Flatus vocis", acuñó hace siglos cierta “filosofía".

Para acabar de rematar la faena, entremedias y a la vez se silencian los términos y los conceptos que no convienen a las ideologías reinantes, porque -y según palabras recientes del cardenal Blázquez, en Madrid- “da sarpullido” a la sociedad. Y claro: cualquier silencio -él lo llama “educación"- es bueno para no poner nervioso a nadie, que debe ser uno de los “nuevos pecados” que contempla la “nueva moral” en el seno de la “nueva iglesia” y de la boca de los “nuevos pastores": degradados. aunque no lo reconozcan, en los “nuevos” mercenarios, “perros mudos", “nubes sin agua", “sepulcros blanqueados", en palabras, precisamente, del mismo Jesús, que no tienen desperdicio para el que las quiera entender.

De este modo se ha llevado a cabo la conversión en un erial -"la destrucción de la viña del Señor", donde campan los hierbajos, pulula la cizaña y corretean a sus anchas las liebres-, como si se hubiesen sembrado de sal naciones enteras del mundo occidental de bimilenaria tradición católica: “Anuláis la Palabra de Dios por vuestra tradición” (Mc 7, 13), palabras que daban título a esta entrada.

Los ejemplos son abundantes, y escojo solo unos apuntes de lo publicado esta misma semana en diversas páginas. Ahí van:

1. Cardenal Kasper: “La ‘Amoris laetitia’ no cambia ni una coma de la doctrina, pero lo cambia todo". ¿Y en qué se apoya? En el “Sí, y punto” del papa Francisco. Y tiene razón Kasper: eso lo cambia todo, como publiqué, modestamente, hace meses en este mismo blog. Lo de que “no cambia ni una coma de la doctrina” es un brindis al sol: simplemente la desprecia.

2. Franco Coppola, nuevo Nuncio en Méjico, ante la grandiosa contestación del pueblo fiel a los planes del Presidente del país de legalizar el “matrimonio” homosexs: “Podría responder con la doctrina de la Iglesia pero no es respuesta que como pastor yo tengo que dar". No te lo pierdas: un pastor de la Iglesia Católica no solo no se pone en el mismo bando que el pueblo fiel -católicamente hablando-, sino que se pone al otro lado porque no puede responder a un gravísimo problema moral -con gravísimas connotaciones sociales además-, con la doctrina de la Iglesia. Para más inri, retrata aún más su postura de “pastor” -devenido objetivamente en “mercenario"-: “Puedo repetir simplemente lo que está escrito en los libros, pero esto no es el camino que hay que ofrecer” para responder a las “necesidades, deseos y distancias” que sienten y sufren las personas homosexs. O sea, para este buen señor, la teología moral, la doctrina, la Palabra de Dios, los Mandamientos, son eso… “los libros". Que por lo mismo se arrinconan y se queman: es la “nueva inquisición” que no puede faltar en la “nueva iglesia".

3. Cardenal Blázquez, en su conferencia a los curas de Madrid sobre la “Amoris laetitia” y su aplicación pastoral: se descuelga con que lo importante de la AL no es la comunión a los católicos divorciados y reajuntados en “nuevo emparejamiento” [las comillas son mías esta vez]. ¡Cómo va a ser eso, si eso lo cambia todo según Kasper! No. La AL no cambia nada, dice el cardenal Blázquez: eso es lo importante. Su notabilisimo nivel pastoral lo da su comentario al tema del cambio de sexo que en Andalucía se pretende que lo puedan hacer menores sin consentimiento paterno: “el cambio de sexo es poco serio y no se resuelve con una operación quirúrgica". Sin comentarios por mi parte.

4. David Fernández, sj, rector de la universidad iberoamericana de Méjico: “Dios no solo ama a los homosexuales, sino que le caen bien".  Palabras que no se explican en un sacerdote por muy jesuita que sea, salvo que haya tenido una revelación particular, o haya estado bañándose en tequila: no solo no se inmuta ante tamaña barbaridad sino que remata el discursito añadiendo que la tajante oposición a semejante relación -relaciones homosexuales, se entiende- por parte de la Jerarquía [católica] del país “no es cristiana". Ahora ya, tal como están las cosas y si eres jesuita, o dices una burrada así o no puedes ser rector de ninguna universidad del signo que sea. O incluso puede que no puedas ser ni jesuita cristiano.

Todo esto solo en la última semana. Está la cosa que arde, Pero no hay que preocuparse: “no cambia nada". 

¡¡¡Vaya tropa!!!

14.10.16

La Iglesia Católica y "el poliedro"

Así se explaya Victor Manuel “Tucho” Fernández, obispo titular argentino y actual rector de la UCA en Buenos Aires; gracias, eso sí, a los buenos y directos modos del papa Francisco, toda vez que en la Universidad habían rechazado tiempo ha su nombramiento, dada su deriva “liberal", por decir algo.

Pues este buen señor obispo, en una confe en su uni, se ha marcado lo siguiente: advierto que tales frases pueden herir su sensibilidad, no solo intelectual sino también moral. Ahí van: “Bergoglio siempre rechazó las dialécticas que enfrentan, y su ideal es el poliedro". Y no lo dice a la ligera, sino con conocimiento de causa, porque su trato con el Santo Padre es más que fluído. Ahora bien, ¿ustedes han entendido algo?

Para aclarar el pensamiento del Papa, añade: “No es sano huir de los conflictos, o ignorarlos. Hace falta aceptarlos y sufrirlos hasta el fondo, no esconderlos. Pero siempre con el ideal de resolverlos, de lograr armonizar las diferencias. De dos cosas diferentes se puede hacer nacer una síntesis que nos supere y nos mejore a los dos, aunque los dos tengamos que renunciar a algo. Siempre hay que apuntar a algo nuevo donde se superen las tensiones violentas y los intereses cerrados".

Para mayor precisión acude al mismo Papa: “Aun las personas que pueden ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse” (Evangelii gaudium, 236).

Y remata su intervención con la invitación “a construir el pliedro” del que habla el Papa, conscientes de que “la lógica que se va desarrollando sutilmente en el mundo actual es otra, reconozcamos que es otra. Depende de nosotros no dejarnos engañar por esa lógica mezquina".

Lógica “mezquina", entendámonos, no es la del mundo actual, por fa: ¡nada de demonizar al mundo, faltaría más! Eso estaba muy bien para San Juan -"mundo, demonio y carne", como los enemigos fijos del hombre y de su dignidad humana, y su destino eterno-; nada de eso: es la lógica de la Iglesia Católica -asentada en su Piedra Angular: Cristo-, cuando pretende seguir en la misma Doctrina, en la misma Ley, en los mismos Sacramentos, en la misma Fe, en la misma Verdad: “sin evolución y síntesis enriquecedoras". Incluso con las personas que están en el error, y que se “han hecho” en la heregía; tipo Lutero, por ejemplo. Digámoslo claro: sin “poliedro".

Sinceramente, lo de la “dialéctica” -con su tesis, antítesis y síntesis iluminadora y creadora, moderna y fecunda- es tan viejo como Hegel, por poner un poner, y huele a naftalina podrida ya. Y además está tan equivocado ahora como entonces, cuando se pretende que ese “modus intelligendi” sea la panacea para todo y en todos los horizontes de la persona y de la vida humana.

Porque, sinceramente, entre vivo y muerto, no hay síntesis posible, pues no hay posiciones “intermedias"; entre verdad y mentira, tampoco; entre bien y mal, menos; entre gracia y pecado, nasti de plasti; entre cielo e infierno, qué os voy a decir; entre Dios y dioses, entre puro e impuro, entre casado y arrejuntado o entre casado y soltero, entre hombre y mujer… no hay síntesis que valga: ni enriquecedoras, ni nuevas, ni constructivas, ni poliédricas.

Son términos que designan realidades absolutamente opuestas, que no se pueden “casar"; como no se pueden “casar” dos tíos o dos tías, o como no pueden tener hijos dos tíos entre ellos o dos tías entre ellas. Por eso y cuando quieren tener “hijos” -que nunca lo serán verdadera y cabalmente-, en el caso de los tíos buscan un vientre de alquiler, o en el caso de las tías un suministrador de esperma: porque esa es la realidad y la verdad de las cosas, y ningún “poliedro” se lo arregla o puede esquivarla.

¿Que luego, y poliédricamente, un jerarca les dice a esas parejitas que qué bonito, que qué amor más bello, y que eso lo arregla él en un periquete, y que vayan a comulgar con toda paz…?

Bueno, esto sí pasa ya. Y me remito a lo que escribí hace yan bastantes meses: que en la Iglesia Católica va a haber un antes y un después de la “Amoris laetitia". Y me remito, y me reafirmo, porque ya lo está habiendo. Y la fractura en su seno se está haciendo cada vez mayor como lo demuestra, sin ir más lejos, esta conferencia del “Tucho” Fernández, Víctor Manuel, obispo titular de Argentina, y actual Rector de la UCA de Buenos Aires.