14.05.17

Mero paganismo. O, simplemente, paganismo.

En la Iglesia Católica estamos pasando, a ojos vistas, del “mero cristianismo", como titula C. S. Lewis una de sus magníficas obras -con gran acierto, como no puede ser menos en él-, a un “mero paganismo” o a un "paganismo” sin más connotaciones. De modo que se están haciendo visibles, como ha denunciado el cardenal Burke, dos “iglesias": una para los que quieren seguir siendo fieles a Cristo, en la Tradición y en la Doctrina de siempre, y otra para los “modernos", “más conciliadora” y, por tanto, "menos exigente". O sea: falseada. Falsa. Porque no puede haber “dos"; como no puede haber dos dioses verdaderos y actuantes. O dos “cristos".

Y no lo digo a “humo de pajas", sino a lo que me suena cada una de las “declaradas” -en tiempos bien recientes, todo hay que decirlo, y es necesario decirlo- por parte de gentes de Iglesia, a cada cual más infumable por más en contra del tesoro de Doctrina acumulado en más de 2000 años de Vida Eclesial -gobernada por cierto por el Espíritu Santo-, y que no es que se apartan sino que están absolutamente en contra de “lo que se ha creído siempre, en todo lugar y por todos sus hijos".

Criterio, por cierto, que ha sido hasta no hace mucho el único válido en la Iglesia Católica: lo acuñaron los Santos Padres para discernir y separar el trigo de la cizaña y de la paja, y había cumplido perfecta y fielmente su propósito. De este modo, todos sabían a qué atenerse: también los que metían la pata en temas de Fe y Costumbres.

Porque estamos contemplando un espectáculo inimaginable hace 40 años. Ahora, parece que todo el mundo -todo el que quiere- tiene derecho a decirla más gorda; y con la absoluta seguridad de que nadie que debiera hablar -al menos por oficio, o por mantener su conciencia a salvo o, al menos, por vergüenza torera- se va a dar por aludido y va a decir algo en contra.

Porque esta es otra: la multiplicación de las “declaraciones", “notas oficiales", “escritos conjuntos” o por separado, en los que sus autores se ponen exquisita e intencionadamente de lado, o se sitúan perfectamente equidistantes entre dos posturas, pero sin señalar -¡ni se les ocurre, oiga!- qué está bien y qué está mal, qué es lo católico y qué no; pero a la vez lo hacen en nombre de la Iglesia, porque los escriben y publican los jerarcas correspondientes -en España hay excepciones, pero son tan pocas…; en Francia, por ejemplo y de cara a las últimas elecciones, casi 40 obispos se han “mojado” públicamente” respecto al tema: ¡qué envidia!-, es absolutamente lamentable.

Para más inri, aún desdibujan más y más lo que deberían haber dejado claro: qué es lo católico, lo justo, lo moral y lo bueno. Y si son temas “opinables” desde todos los puntos de vista, ¿qué pintan unos obispos reunidos en comandita, y que lo único que sacan es una nota “opinando", es decir, “poniéndose de parte” o dando esa impresión, y sin ser especialmente mal pensados? Y dejando, por lo mismo, de ser los obispos de gran parte de sus ovejas, que opinan exactamente lo contrario, como dicen las mismas encuestas “oficiales". “Ponerse de parte” quien no debiera por su oficio eclesial, lo llamo “mero paganismo".

Que un señor cura -jesuíta para más señas: pero esto ya no escandaliza a nadie, sino todo lo contrario: es tan normal como que en verano haga más calor que en invierno-, salga a decir públicamente y con publicidad que en el cielo hay santos gays, o que estarían en favor de los gays, y que, por tanto, la Iglesia tiene que ir cambiando ya -¡rapidito, oiga!- sus trasnochadas normas morales…, esto es “mero paganismo". ¡Si su propio jefe de filas ha dicho que en tiempos de Jesús no había grabadoras…, qué no va a decir él, pobrecillo!

Que salga todo un señor cardenal de la curia vaticana -el mismo que, precisamente, está al frente del tema- diciendo públicamente y con publicidad que ¿qué es eso de decir que las “ordenaciones” de los anglicanos son “inválidas"? Que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, no vaya a ser que ya no sea así. ¡Y es el que tiene que cuidar del temario! O sea: "la zorra cuidando a las gallinas". A esto lo llamo “mero paganismo".

El espectáculo de “misas” que, por sus puestas en escena, son más “Le Cirque du Soleil” que Sagrada Liturgia, a esto lo llamo “mero paganismo". Solo les falta que cobren la entrada.

El espectáculo de universidades “católicas” dando cancha al aborto -teórico y práctico-, a “la idología de género", a los movimientos LGTB, a las teologías de liberación, etc., como opciones perfecta y moralmente válidas -"católicas” cien por cien; aunque quizá ya ni se molesten en decirlo: dicen y dejan decir lo que sea, y ya-, a esto lo llamo “mero paganismo".

Unas “iglesias” en las que en el mismo espacio tan pronto se dice Misa, como se monta un taller, o se hacen meriendas y se ve la TV…, a esto lo llamo “mero paganismo".

Unas administraciones de Sacramentos en los que, intencionadamente, no se quiere discernir ya sobre la validez y la licitud para su administración y su recepción, porque ya no se quiere uno “mojar", que a esto hemos llegado…, a esto lo llamo “mero paganismo".

Pretender desdibujar el Derecho, la Doctrina, los Mandamientos, los Sacramentos, la misión de la misma Iglesia, el sentido de la vida humana en la tierra, la trascedencia de la vida humana que va más allá de las coordenadas terrenas, etc., todo esto engendra, porque lo “es", mero paganismo o paganismo a secas.

Aunque ya digo que lo más escandaloso es el silencio de los pastores. Del “Buen Pastor", ¿quién se acuerda o sabe ahora lo que significa? ¡Pobre Jesús!

No nos han llegado vídeos de Jesús. ¡Qué pena, con la falta que nos harían!

9.05.17

"Una Iglesia pobre para los pobres"

Con esta “bandera” -"Una Iglesia pobre para los pobres“- quieren presentar la nueva reunión de los obispos latinoamericanos, CELAM, que se celebrará en El Salvador, aprovechando el centenario del nacimiento de Oscar Romero, el obispo asesinado por su defensa de la Iglesia y de los hijos de la Iglesia frente a la tiranía de los poderosos, sean del signo que sean; que los hay -y los había también entonces- de todos los colores.

En páginas de religión más que “interesadas” -y en familias y entramados eclesiales determinados-, se quiere dar la impresión de que solo existe una maldad y una violencia denunciables: la que viene de los sectores “derechistas” -en el lenguaje secular-; a la vez, se propugna la “canonización” -pelillos a la mar, es un mal necesario para el advenimiento de la justicia…- de la violencia que ejercen, de modo sanguinario y brutal, los sectores “izquierdistas"; que, precisamente por ser “izquierdistas", pretenden bendecida por el mismo Dios. Y, por tanto -la conclusión es obligada, según ellos-, la Iglesia Católica no tiene más remedio que bendecirla también y con las dos manos, dándola por buena y legítima. Y “apropiarse” del obispo Romero -"secuestrando” y manipulando su persona, sus palabras y sus hechos-, no es más que una “táctica” para arrimar el ascua a su sardina.

Todo esto estaba y está en la “Teología de la liberación” que, gracias a esos “entramados” y a pesar de estar más que denunciada por la Jerarquía de la Iglesia Católica, se “resiste” a morir y desaparecer. Y sigue haciendo daño. Porque es un foco de podredumbre moral que está en las antípodas de lo que es la Iglesia. 

De hecho, no hay ni un solo sitio en hispanoamérica donde la TL pueda presentar resultados positivos de vida eclesial, de espiritualidad, de vocaciones…; ni siquiera de mejora material de aquellas “pobres” gentes -sus “preferidas", y las del buen Jesús, y las de la Iglesia, según su casposo e inútil ideario- a las que les ha caído en “suerte” la tal TL. Ni un solo sitio. Ni un solo resultado positivo. Al contrario: la descristianización y la “colonización” por parte de las sectas ha sido el resultado patente y palpable; eso sí, bien arropado todo y bien tapado por “palabritas” al uso. O silenciando sin más a sus opositores. Y así le va a la Iglesia Católica en esos países: de retroceso en retroceso, caldo de cultivo de toda aberración doctrinal y litúrgica, y negación práctica de lo que no debe ser NUNCA la Iglesia.

Y, necesariamente, no puede ser de otra forma. Porque “Una Iglesia pobre para los pobres” no es la Iglesia Católica: es su negación; o su negativo. Y lo es porque esto no ha salido de Jesús, que es el que la fundó y, por lo mismo, es su fundamento. Esto es un “invento” humano, del que Jesús -ahora sí-, nos dio la clave de interpretación para desenmascararlo -a este y a cualquier otro que haya salido o salga-, precisamente en el marco de Sus enseñanzas sobre la verdadera Caridad: Por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 16).

Guardaos de los falsos profetas [ojo a la entradilla, que dispara ni m´s ni menos que contra los ¡FALSOS PROFETAS!], que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. [¡Impresionante el lenguaje tan “políticamente incorrecto” de Jesús en persona! “¿Quién lo podrá soportar?” (Jn 6)] Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. [¡Es tan “lógico” Jesús! Y así es todo -lógico y sencillo- en la vida espiritual y en la vida eclesial cuando lo que se busca es amar a Dios, y amar a la Iglesia, y amar a los demás. Y remata Jesús sus discurso:] Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 15-20). Lo repite para que no se nos pase por alto.

El lema “Una Iglesia pobre para los pobres” me suena más a herejía que a catolicismo. Lo digo con total sinceridad y absoluta franqueza. ¿Me puedo equivocar? Me puedo equivocar. Pero agradecería que se me dijera en qué, cómo y de qué manera; no simplemente, “te equivocas” y punto.

Porque, y por poner una referencia ya que estamos en el tiempo pascual: uno se coge los discursos de Pedro en Pentecostés y días posteriores -los que hemos leído después de la Pascua-, discursos tras los que se convirtieron miles de personas, discursos en los que Pedro dice a los presentes que habían entregado a Jesús a la muerte, y que se arrepintiesen si querían salvarse…, y no hay ni una sola palabra al respecto: ¡es que ni nombra a los pobres!; y sería más que sorprendente inverosímil que algo tan esencial y fundamental como “la opción preferencial por los pobres” -para algunos, la única aportación “potable” del CV II- es que ni la nombrase. Y encima, ¡van y se convierten miles! que es lo más extraodinario y lo más incongruente si hubiese faltado lo más básico. Y finalmente y para más inri: la Iglesia no hubiese sido la Iglesia en casi dos mil años, cosa que es absolutamente no solo ilógico sino simplemente demencial.

A estas alturas -y con la que está cayendo-, pretender inventarse la Iglesia…, es como querer descubrir América.

Pues hay gente así. Y en la Iglesia. Fuera, también.

6.05.17

¡Necesitamos la Verdad en la Iglesia!

Sin la verdad el hombre se muere: intelectual, moral, eclesial y espiritualmente hablando. Porque, lo mismo que hemos sido creados por la Verdad -En el principio era el Logos (Jn 1, 1), estamos hechos para la Verdad: para vivir en ella y por ella. 

Lo queramos o no, lo reconozcamos o no, somos “racionales” -ya nos lo descubrieron y nos lo demostraron “racionalmente” los griegos cinco/cuatro siglos antes de Cristo, y sigue estando vigente todo eso-, aunque haya mucha gente que no lo demuestre en su actuar, o se apee de tal naturaleza y tarea, o lo desprecie sin más y se ponga como máximo nivel “pseudo-intelectual” cualquier ideología de turno o de guardia; y cuanto más degradante sea por más inhumana, mejor.

Como “no podemos” vivir sin Dios. O sin Fe. O sin libertad. Cuando al hombre le falta alguna de esas cosas -vitales para ser persona- por un tiempo que se pasa por mucho y echa raíces, su vida se torna despreciable, insoportable e indigna de ser vivida; porque una persona así se ve incapaz -ahora, y paradójicamente, “con razón"- de luchar por ella y sacarla adelante: se ve incapaz de vivir.

Los suicidios morales y/o físicos -que están in crescendo en todo el mundo y ganando terreno en edades cada vez más tempranas-, lo demuestran, porque van a la par con la “ausencia” de Dios, que es “la verdadera Vida del hombre”. Y, además, la única Vida -la única Verdad- que lo dignifica y lo protege contra las fuerzas, tanto internas como externas, que pretenderán y pretenden que abdique de su dignidad personal; y, materialmente, se destroce y se aniquile.

Sin Verdad el hombre queda esclavo y esclavizado: de sí mismo y de lo que le rodea. La libertad se da solo en la Verdad y en el Amor, que proceden de la fuente originaria de la Creación que es Dios mismo. El hombre, lo quiera o no, “es” dependente: de la Verdad, del Bien y del Amor que están en Dios, del que procedemos y hacia el que vamos.

¿A qué viene toda esta entradilla? A toda la parafernalia que se está montando -en la Iglesia y fuera de ella, pero a mi me interesa “en” la Iglesia- a todos los niveles, con un uso del lenguaje que no solo no es inocuo, sino inicuo; y todo con un tufo de irracionalidad que no solo apesta, sino que ahoga…, y mata: las conciencias, en primerísimo lugar. Porque se ha llegado ya a un punto en que no se sabe de qué se está hablando, ni dónde estamos. Lo único que tenemos claro es, si seguimos así, a dónde vamos: al precipicio, por decirlo “caritativamente".

Y pongo unos ejemplos “calentitos", de plena actualidad.

El primero viene de Bélgica, donde unos “Hermanos de la Caridad” -congregación religiosa laical masculina, fundados en Gante, en 1807 y aprobados por Roma en 1888, con unos -a día de hoy- 600 religiosos y 103 casas en el mundo- y que se dedican -mejor, “se dedicaban"- al cuidado de ancianos, ciegos, enfermos mentales, pobres, discapacitados, y sordomudos, se han desmelenado con que van a aplicar en sus sitios de “acogida y atención” las leyes belgas de eutanasia y demás a todo el que lo pida.

Claro, le ha faltado tiempo a su Superior, que vive en Roma, a solicitar al Vaticano que pare la masacre; porque a él, ni caso ya. Y menos mal que eran “de la Caridad", porque si llegan a ser “de la mala leche"…, ni te cuento la que arman.

Pero esto se está haciendo también en otras instituciones de titularidad “católica"; solo que no han dado “el salto a la fama” de los belgas de la Caridad; la última -de momento-, en Irlanda, donde un hospital “católico” ha anunciado que practicará los abortos previstos por la ley irlandesa.Y lo mismo sucede en universidades “católicas” donde se dedican a “matar” conciencias, que es bastante peor que practicar abortos o eutanasias. 

Con todo, lo peor es que nadie “de arriba” ha movido un dedo para atajar o salir al paso de estas burradas que no tienen nada de católicas porque son inmorales de raíz; con el agravante de que cuando, supuestamente, se ha pretendido hacer -caso de la Universidad Católica de Lima, o con el caso Livieres, que en gloria está, por poner dos ejemplos-, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Con lo cual…

Ya no se sabe -en amplios sectores de católicos y de miembros de la jerarquía- lo que significa “caridad". Ni “católico". Ni “Iglesia". Ni “religoso". Ni “pecado". Ni “gracia". Ni “Magisterio". Ni “Fe". El relativismo, el buenismo, la pastoral de “rebajas", la asunción de ideologías y demás problemáticas mundanas que no tienen nada que ver con el quehacer y la tarea de la Iglesia, y un largo etc., han traído estas y otras cosas. Sin olvidar la dejadez, el tancredismo, el dejar hacer, el ya escampará…, cuando no directamente la asunción de esas posturas por parte de miembros de la misma Jerarquía católica.

Todo esto es tan grave, y está ya tan “interiorizado” en diversos sectores o segmentos de la misma Iglesia, que se ha llegado a un punto -y es el segundo ejemplo- en el que cuando un obispo -en este caso Novell: ¡bien por él!- ha querido echar marcha atrás y denunciar los usos indebidos y falseados de las iglesias y demás, al día siguiente le han salido ya unos cuantos respondones que le han dicho, públicamente: ¡tararí que te ví!, porque no le van a hacer ni caso. 

Por supuesto, la clac visceralmente anticatólica de páginas de religión “católica", han saltado como monos enjaulados para acoger misericoriosa y caritativamente a los respondones -cuatro gatos viejos y con sarna-, mientras se les caía la babilla con la fruición del desmadre activamente acumulado por tantos años de desidia eclesial; desidia que, desde esas mismas páginas, se ha trabajado desde hace ya bastantes años; y con notable éxito, especialmente con eminentes obispos, arzobispos y cardenales españoles: con la mayoría de ellos.

El tercer ejemplo -también muy reciente: de esta misma semana- es la “presentación” que hizo el mismísimo exdirector del Instituto Superior de Pastoral de Madrid y profesor colaborador de la universidad San Dámaso, Antonio Ávila, de Marciano Vidal, “teólogo moralista", al que hace años el Vaticano y la CEE lo pusieron a caldo por sus errores de bulto en cuestiones de moral pues justificaba por la directa la homosexualidad y la masturbación; así, sin más; y de hecho le obligaron “oficialmente” a retractarse de tales errores, cosa que hizo, con gran escozor por su parte, porque eso duele. 

Pues el tal Marciano, con el buenísimo saber hacer de PPC y con el concurso inestimable del ISP de Madrid -que ya no saben ni uno ni otro de qué va lo católico, y si lo saben, peor-, flanqueado por tales “instituciones” se “larga” con la declarada de que “los católicos divorciados y vueltos a casar pueden comulgar". Todo ello, insisto, con el patrocinio, visto bueno, apoyo y supongo que también con perricas de PPC y del ISP de Madrid. A nadie le habrá extrañado que haya añadido que la Amoris laetitia es la antítesis -a la contra, se la carga- de la Veritatis splendor.

De pena ambas instituciones eclesiales, o así, que ya no saben ni lo que son; o sí, claro. Pero peor es que los que debieran tomar cartas en el asunto  -"o no", que diría un famoso estadista del que no recuerdo nombre ni lugar-, deben estar muy entretenidos viendo los partidos de fútbol en San Antón, que les sale más baratito; y hay, además, muy buen ambiente.

Todo esto, no es que sea un caos, que lo es: es el desprestigio más absoluto de la misma Iglesia Católica. Porque ninguna institución -excepto las del mundo marxista-comunista-socialista- pueden sostener una cosa y su contraria y que no pase nada, y pretendan que el tinglado se va a mantener tal cual.

Si no se corrige -con tesón y fortaleza por parte de la Jerarquía-, si no se vuelve a acoger, respetar, difundir, y encarnar la Verdad de Dios -de su Palabra, de su Gracia y de su Iglesia-, si ya no nos creemos que hay más Verdad en el Credo que en lo que nos dicen los “enteraos” de turno…, nos vamos a convertir en una iglesita más, algo mínimo e inoperante, colocados al mismo nivel que las protestantes y luteranas -y asimiladas que aún pululan, sí- y con las que ahora parece que tenemos tantos puntos en común que somos ya prácticamente la misma cosa, a falta de firmar algún papelillo de nada…; lástima que ya no sean tampoco nada espiritualmente hablando, y menos aún en orden a la Salvación. 

Por cierto, han llegado a la nada más absoluta precisamente por esto que acabo de escribir: han llevado tan malamente y con tanta frecuencia la jarra a la fuente, que se les ha cascado: y se han quedado sin Verdad y, por tanto, sin Doctrina y sin Fe: exactamente y en concreto, sin Dios.

Necesitamos aire fresco, límpio. Necesitamos Verdad. Gracia. Necesitamos a Dios y a su Iglesia.

18.04.17

Reescribir. Y no solo la historia.

Siento tener que decirlo, pero lo digo como lo siento: me da que hay todo un intento de re-escribir todo: la misma historia, por ejemplo; pero no solo eso, sino también la doctrina; y, apurando, hasta la misma Fe.

¿Por qué lo digo? O, ¿en qué me apoyo para hacer esta afirmación, que bien puede parecer una auténtica “denuncia"?

Pues en lo que está pasando; tal como yo lo veo y entiendo, por supuesto. Y es perfectamente legítimo que otro lo vea de manera distinta, o incluso contraria. Es lo que pasa siempre con las valoraciones: dos profesores distintos corrigen el mismo examen, y bien puede pasar que la nota que pongan sea diferente o, incluso, muy distinta.

¿Y por qué se hace -o se intenta-, y desde sitios tan distintos? ¿Qué hay detrás?

Detrás hay lo que ha estado siempre: el intento de destruir la Iglesia Católica, desde dentro y desde fuera: todo servía, y desde todos los ángulos. Y este intento “constante” -"eterno", podríamos decir- responde, desde el principio de los tiempos católicos, al hacer y al quehacer del demonio, que siempre se ha servido de “ayudantes” bien humanos, visibles, terrenales…, dentro y fuera de la misma Iglesia. También por una razón: para que a él no se le vea, y no se pueda “echarle la culpa": nunca, es un emboscado de primera clase. Pero muy eficaz, porque tiene mucho “colaborador” donde elegir.

Es la eterna lucha que el demonio va a plantear a los hijos de María -la Mujer, la nueva Eva- y a los hijos de Jesús -el Hombre, el nuevo Adán-, que son los hijos de Dios.

Esta lucha, históricamente, ha brotado -con estrategias y métodos antiguos y nuevos- desde la primera persecución -por obra de los principales entre los judíos- contra los mismos Apóstoles y los primerísimos cristianos; lo cuenta, por ejemplo y en primera persona el mismo Pablo: no en vano era uno de los que buscaba aniquilarlos, y lo hacía concienzuda y eficamente.

Luego, vinieron las persecuciones por obra del poder romano, pagano, que se lanzó “con todo” contra los cristianos; con todo, incluso con las denuncias anónimas, que luego hubo de rechazar; como tuvo que rechazar también que se presentasen voluntarios al martirio, porque se les empachaban los leones, que no daban a basto y no podían ni hacer la digestión con tranquilidad.

Más sutiles fueron el arrianismo -que casi se cargó la Fe de la Iglesia- y el gnosticismo, que casi se carga todo lo cargable.

Los musulmanes, desde el siglo VII, pusieron también lo suyo; y arrasaron, espada en mano -en esto han evolucionado poco, la verdad- y, de hecho y como está escrito en el Apocalipsis casi siete siglos antes, hay muchos lugares donde no ha vuelto a crecer la “hierba": arrasaron hasta los cimientos, allí por donde han pasado.

En este intento, no puede uno olvidarse de Lutero, que no dejó títere con cabeza, y no solo intelectualmente hablando: no dejó tranquilo ni un solo artículo del Credo: a todos los “retocó", por decirlo finamente; arrasó con la disciplina de la Iglesia, con los Sacramentos, con la Cabeza, con los Piés, con la Misa…, o con todo lo que se moviese, o pasase por allí. Incluida alguna “monja", que también las debió haber, según se cuenta.

Desde entonces no había pasado nada “relevante” en este orden de cosas: el Concilio de Trento -y lo que construyó- fue la gran defensa y el gran valedor de todos en la Iglesia, frente “al mundo, al demonio y la carne".

Pero lo que ahora se pretende es no dejar nada en pié -y además, “¡deprisa, deprisa, que el tiempo vuela!"-; es buscar, y lograr, el desmantelamiento -concienzudo, con poderosos medios y, como es lógico además, con dinerito fresco, porque para ir contra la Iglesia nunca falta, ni siquiera desde la misma Iglesia-, de la Iglesia, con el concilio Vaticano II y su “espíritu” como música de fondo -ya solo pueden agarrarse a eso: a un fantasma, una ideología, porque la realidad va por otro lado- y de sus “construcciones”; ambiente que había sido acallado y arrinconado con san Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero que ha rebrotado y reverdecido en estos últimos tiempos: muy pocos años, en concreto. Y es lo que más pavor da: su virulencia, y la urgencia con la que actúan. Al menos a mí. Pero no por mí, sino por la Iglesia y por las almas.

Pero como la Iglesia molesta, como la civilización que ha construido -humana, valiosa y fecunda, rica en cultura y arte, madre que no desampara a nadie- hay que desmantelarla. Primero hay que re-interpretar su Palabra -que es de Dios: “en la época de Jesucristo no había grabadoras"-, para luego poder re-escribirla: “Jesús hoy estaría a favor del divorcio". Y así “inventarla” o, como mínimo, “pelillos a la mar". Una vez ya sin este referente divino, todas las interpretaciones humanas tienen la puerta abierta y carta de bienvenida. Luego, a la Iglesia se la deja hacer -y nada más- las obras de beneficencia que siempre ha hecho, para que los que creían en algo esten entretenidos… Y a correr.

Además, es muy sencillo hacerlo: basta con escribir, por ejemplo, la palabra “celebrar” a la hora de “acoger fraternalmente” el hecho de acompañar desde las más altas instancias católicas -para poder más tarde refrotarlo por los magines de la plebe- en la celebración de los 500 años de la mal llamada “reforma” luterana. 

Es un ejemplo, entre otros muchos, que los hay. Sin ir más lejos, la aceptación pacífica e incluso “especialmente cercana y comprensiva” -en ámbitos “católicos"- de las teminologías que utilizan los que no lo son, y lo hacen, además, para forzar a la Iglesia a entrar a su trapo -posición que se me antoja absolutamente incomprensible por parte “católica"-, no es más que poner a la vista lo que estoy manifestando.

Porque hay que re-interpretar para re-escribir para re-educar para… destruir. Y, por cierto, ¡deprisa, deprisa! que corre el reloj y ya hemos perdido demasiado tiempo con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Lo que decía, por ejemplo, Kasper frente a Küng a los pocos años del Vaticano II y lo que dice desde hace unos pocos años y se reafirma ahora, es para nota. Pero es un ejemplo vivito y coleando.

Una cosa lleva a la otra, necesariamente: se “celebra” juntamente, se “con-celebra” fraternalmente, y se participa, luego ya, en la misma Eucaristía. De este modo, se han borrado los perfiles, se han difuminado las fronteras: “todo el mundo es bueno", todas las religiones son iguales, todas salvan, ninguna lo hace por sí misma, ninguna es verdadera, todas son inventos humanos. 

¡Si hasta los mormones cantan a coro -muy bien, por cierto, y en un coro más que monumental espectacular-, la Resurrección de Jesucristo! Si para esto no hace falta ser católico, tampoco para nada más, es la conclusión, hoy, de bastante gente dentro de la Iglesia. Aparte que “cantar” no es “creer", hay gente -en la Iglesia- que esto ya no lo distingue: que no lo distingan los mormones, la verdad, no me preocupa porque no es mi problema.

Ciertamente, es una “contradictio in terminis” que se pretenda aceptar como “normal” el “participar” en la misma Eucaristía; sobreentendiendo en este hecho que se participa de la misma manera y, por tanto, con los mismos frutos, entre católicos y no católicos. Que es como si se pretendiese que los solteros y los casados -por poner otro ejemplo gráfico y bien visible-, “participan” del mismo “matrimonio". ¡Alguien iba a salir con unos aditamentos frontales que ni te cuento, Manuela…!

Sinceramente. Me parece un gran complejo de inferioridad -por parte de la Iglesia- “rebajarse” hasta esos extremos: san Pablo ya nos advertía que, con los paganos, ni usar sus mismos términos, no la fuésemos a liar. Que los mormones -por seguir con ese ejemplo- nos puedan enseñar a cantar, no quiere decir que nos puedan enseñar la Fe, ni los Sacramentos, ni lo que es la Iglesia, ni nada más…, porque no tienen nada más.

Por otro lado, y por parte de gentes de Iglesia, me parece que se les suma otro complejo: el de pretender “ser el perejil de todas las salsas". La Iglesia -su Jerarquía- tiene que saber, y respetar, cual es su sitio y cuál no; y cual es el sitio de los católicos, y cual no.

Y lo mismo que los poderes públicos no pueden asfixiar la iniciativa privada, y debe limitarse en sus funciones al principio de subsidiaridad, lo mismo ha de saber hacer la Iglesia y los miembros de su Jerarquía. En caso contrario, mantiene como “menores de edad” a sus hijos; y eso no es educar; y dejaría de ser buena madre. Y esto se llama CLERICALISMO, mal que ha denunciado el mismo papa Francisco hace bien pocos días.

8.04.17

"Yo, para esto he venido..."

Mañana, Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa. Ninguna otra semana del año se califica de este modo: Santa. Y lo es muy propiamente porque, de la mano de la liturgia -con el Triduo Pascual- “entramos” -nos entra por los ojos: lo “vemos"- el misterio de la locura del Amor de Dios por todos y cada uno de nosotros -sus hijos por el Bautismo-, pecadores.

Es el “mysterium amoris” del que nos habla la Escritura Santa; un “misterio” tan insondable y tan por encima de nuestras propias “entendederas", que nos sería imposible creer si no lo “viésemos". Y lo vemos ahí: en el Jueves Santo, con la institución de la Eucaristía; y con el Viernes Santo: su Pasión y Muerte, con la que nos entrega hasta la última gota de su divina Sangre.

Lo que más nos “ciega” para no ver lo que tenemos ahí, delante de nosotros -nos debería bastar con mirar con amor un Crucifijo: es lo que le bastó a Teresa, con bastantes años ya de monja de clausura a cuestas, para convertirse, ni más ni menos, en Santa Teresa, la Santa Reformadora-; lo que más nos ciega, decía, aparte los pecados personales y las estructuras de pecado que hemos montado directa o indirectamente -dejando que las montasen-, es la facilidad con que podemos decir, “¡crucifícale, crucifícale!". Decirlo, y pretender además que no pasa nada.

Como aquel pueblo que, habiendo sido “escogido” por Dios mismo -y lo sabían perfectamente-, pasan, en poquísimos días, del “¡Hosana!” al “¡quita, quita: crucifícale!“. Incluso prefieren a Barrabás por Jesús. Es más: no se cortan un pelo gritando: “¡Caiga su Sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!“. Como aquel pueblo, así también nosotros, en cuanto nos “descuidamos", y “preferimos” -anteponemos- nuestros pecados -y los ajenos- como composición y presupuesto necesario de nuestra vida, personal y socialmente hablando. Es el “misterio de la maldad” -el “mysterium iniquitatis"-: la criatura -el hijo- se alza, contra toda lógica, contra su Padre.

Esta es la gran mentira de la “cultura” -ideología- occidental: que podemos y debemos montarnos la vida “como si Dios no existiese” (Diderot). Lo que ya no nos cuenta Diderot, ni nadie perteneciente a tamaña “cultura” -la nomenklatura: cínica, hipócrita, sin presupuestos morales e inhumanamente cruel con el mismo hombre-, es qué clase de vida es esa en la que todo rastro de “humanidad", por ínfimo que sea, ha de ser arrancado violentamente de la persona y de la sociedad humana.

Y lo primero es arrancarle al hombre a Dios de su propio corazón.

¿Por qué? ¿Por qué se necesita una sociedad anti y contra Dios? ¿Por qué necesita esto el NOM y los vendidos a él, en especial los “poderes públicos” sin los que no podría llevarse a cabo tamaña crueldad, tan falsa, por cierto, como Judas? Porque cuanto menos Dios más embrutecido el hombre y, por tanto, más manejable, por más animalizado.

Los “animalistas", para los que un perro es preferible a una persona; o para los que los toros es “tortura” y el aborto un “derecho” -por poner solo dos notas entre miles-, son el ejemplo visible y visualizado de lo que afirmo.

No cabe mayor “deconstrucción” del hombre que posponerlo a los animales; hasta el punto de haber pasado en un primer momento de conceder a los animales los mismos derechos que tienen las personas, a otorgárselos mayores: “especies protegidas” se les califica, y se gasta una pasta gansa en lograrlo; mientras que el hombre es “especie a eliminar, erradicar y extinguir": cualquier método es bueno, y será, por tanto, “legalizado". Por supuesto: se gasta también una pasta gansa en conseguirlo. Pero si la pasta se mueve -y es este el segundo motivo que "les pone” a todo este personal-, les queda el % correspondiente como sobresueldo fijo y “en negro".

Dios ha hecho las cosas de muy diferente manera; y siempre al servicio -en favor- del hombre. Solo le pide a este, para que haga suyo el orden creado -y “elevado” por la Gracia divina-, QUE CREA. De hecho, ¡cuántas veces, lo único que pregunta Jesús es: “¿Crees esto?". Por eso afirma tajantemente: “El que crea se salvará; el que no crea se condenará". Y precisamente por esto lo pregunta.

Sí. Dios había hecho las cosas de muy distinta forma: por algo era Dios. De entrada, nos había “creado"; y nos había puesto en el vértice de la escala: éramos los dueños y señores del resto creado. Y Adán y Eva lo sabían: se les hacía absolutamente evidente. Pero no Le creyeron. Y pecaron. Ydejaron de ser lo que eran, y transmitieron además las consecuencias a toda su descendencia humana.

Pero Dios, no nos abandonó: no paró hasta salvarnos. Y el “pagano” fue su Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su propio Hijo".Y Jesucristo, “nos amó hasta el extremo”: con su Pasión y Muerte. Con esta promesa, que se cumple inexorable, porque “fiel es Dios que ha comenzado una buena obra en nosotros, y la llevará a término”“el que crea esto…, vivirá".

¿Por qué se nos hace tan fácil rechazar este Amor de Dios que se nos da gratuitamente y a manos llenas? Porque no nos creemos que Jesús haya hecho esto realmente, en primer lugar. Y en segundo lugar, porque no nos creemos que nuestros pecados le hagan repetir a Cristo, realmente, toda su Pasión y Muerte.

Por lo mismo, toda “pastoral” que se zafa de este “realismo", todo edulcoramiento de lo absolutamente “realista” que es nuestra Fe, al desvirtuar la Verdad Revelada, se aparta también de la realidad histórica, y se hace ineficaz espiritualmente hablando. ¿Por qué? Porque se convierte en una mentira, pierde por tanto la sintonía con lo vivido -padecido- realmente por Cristo, y la “religión” pasa a ser, en el mejor de los casos, un placebo sentimental y sentimentaloide.

Pero ya no será -porque ha dejado de serlo- la Palabra y la Gracia que salvan. Esta es la gran tragedia que, en el seno de la Iglesia, se ha gestado desde el año 1970, por señalar una fecha redonda. 

Pero empezó antes: desde el “segundo uno” del posconcilio, con el pretencioso y pretendido “espíritu del concilio", que se convirtió en el “¡ábrete, Sésamo!” de toda aberración teológica y pastoral. De hecho, “anonadó” -convirtió en nada- a tantos y tantos miembros de la Jerarquía católica, la mayoría desaparecidos ya por ley de vida -pero alguno queda-, que se quedaron cual estatuas de sal.

Y el “asunto"aún no ha tocado fondo, ni en la sociedad ni en la Iglesia: seguimos cavándonos la propia fosa, y así no hay forma de salir. Como decía no recuerdo quien: “para salir del agujero, lo primero que hay que hacer es dejar de cavar".

¡Elemental! Pues eso.