Pederastia, y otras (malas) hierbas.
A estas alturas nadie puede “llamarse a andana", porque no es ningún secreto; más bien todo lo contrario: en la Iglesia Católica, no tanto ahora como desde hace bastantes años -en algunos sitios más de cincuenta, por ejemplo, aunque el asunto se esté destapando últimamente-, los casos de pederastia, de abusos de menores y mayores y de desmadre sexual -en general- de clero y religiosos -como “novedad” se anuncian ya casos con religiosas, tampoco actuales- se están conociendo en una cadencia repugnante y macabra. Son obra de una minoría -aunque pueda parecer un topico, es la verdad-, pero de una minoría que no debería ni haber existido.
Pero ha pasado. Y es algo gravísimo, especialmente por venir de quienes viene, y porque daña a todos: culpables e inocentes. Y a la misma Institución..Dejando por sentado que los primeros damnificados han sido y son las víctimas.
Lo que más luz aporta al tema -en mi opinión-, ha sido la declaración -valiente sin duda, además de realista y esclerecedora- de los Obispos chilenos: “hemos fallado a nuestro deber de pastores”..Totalmente. Irremisiblemente. Injustamente. Cruelmente.
¿De dónde ha podido surgir esta “plaga"? Aunque el número sea pequeño en proporción -es de justicia repetirlo; y es donde también se da el menor número de casos comparado con cualquier otro sector social, incluida la propia familia de tantas víctimas-, no deja de ser un auténtico horror, que no debería haberse dado. Nunca.
¿Qué ha fallado en el seno de la Iglesia?
Dan ganas de decir: TODO. Pero vamos a intentar poner algo de luz en medio de tanta tiniebla -eso ha de ser la Iglesia y los católicos: sicut lucem lucente in caliginoso loco ["como un farol encendido en un lugar tenebroso"]- y, un vez detectadas las causas, alumbrar remedios. El primero, ya se está poniendo, al menos en algunos sitios: “hemos fallado a nuestro deber de pastores" (perdón por la repetición, pero esta “confesión", pública y publicada, me parece importantísima. De lo más: para ver las causas y poner los remedios. No hay otro camino que sirva.
Sí, Cierto. Muy dolorosmaente cierto. Porque las causas estaban puestas, y “bien” puestas -ahí están los frutos, terroríficamente visibles y contables- ya en el mismo CV II, y no digamos en su “aplicación".
Se repite como un mantra al uso que el CV II fue un concilio “pastoralista". Y tuvo mucho de eso, pero no todo. EL CV II cambió el “modus operandi” multisecular de la misma Iglesia, de su doxa y de su praxis, porque la pastoral no se muda por arte de magia: hay que quitar mucha doctrina y poner unos fundamentos “pseudo"teológicos, pero que obran como si fueran perfectamente ortodoxos, no solo nuevos, sino nefastos. Como se está viendo también hoy..
Y, ¿qué pasó? Pues que al cambiar el por qué y el para qué de la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y “Romana” (esto último es tan vital para Ella como las anteriores Notas de autenticidad: por eso fue una de las cosas que la progrez clericalla quiso cargarse en primer lugar, y a punto estuvo), necesariamente tuvo que arrumbar el modelo de sacerdote que “necesitaba” esta “nueva” iglesia. Y se lo cargaron. Como se cargaron a Cristo.
Y así, a los sacerdotes se les quitaron sus señas de identidad “exteriores” -algo que saltó a la vista de todos los fieles inmediatamente::iban vestidos de cualquier manera-; pero mucho más dañino fue que le quitaran sus señas de identidad “interiores": su ser Cristo, de un modo inmediato, sacramental. Y se especuló cuasi criminalmente sobre la “identidad sacerdotal” hasta hacerles perder sus puntos de referencia: Cristo, la Iglesia, las almas.
Y todo ello, legislando en esa dirección. Fue muy llamativo que, lo primero que hicieron los obispos tras el CV en sus diócesis -no todos, pero fueron excepción: hablo de España pero es igual y/o peor en muchos otros sitios- fue desmontar los Seminarios tal como estaban concebidos.
Se les despojó de la piedad sacerdotal, quedando reducida a ridiculeces: las Misas fueron cualquier cosas menos lo que deberían ser; se les mudó la doctrina: se les quitó lo seguro -santo Tomás de Aquino, por ejemplo- dando entrada a todos los “manuales” cuyos autores habían mangoneado como “teólogos” o “peritos” los debates conciliares, especialmente desde fuera de su ámbito: cuanto más anticatólicos y rupturistas se hubiesen mostrado, mejor: más cancha en los seminarios y casas de ¿formación? -¡qué sarcasmo!-; se pretendió que los curas fuesen “psicólogos", “sociólogos", que se alejasen de cualquier cosa que oliese a “paternalismo” y, sobre todo, que fuesen auténticos “animadore sociales"; se les ordenaba sacerdotes sin vestir siquiera de clérigoss y sin saber -ni tenerlo, por supusto- rezar el Breviario… Todo así.
Para mayor indefensión, se quitaron los confesonarios, se movió a la promiscuidad con el personal: “naturalidad", decían, “ser uno más", quitándoles todas las medidas de prudencia: “entre santa y santo, pared de cal y canto", sin ir más lejos. Y pasó lo que estaba cantado.
Primero y lo más llamativo -un auténtcio bombazo. la deserción, en muy pocos años, de unos 140.000 sacerdotes y de unos 80.000 religiosos. Lo cortó de raíz san Juan Pablo II. Luego, en una segunda fase -por decirlo así-, vino todo el desarreglo personal, con los abusos y demás.
La pinza se cerraba con el ocultamiento de tales prácticas por parte de los Ordinarios y Superiores. En el mejor de los casos, y si el interesado estaba de acuerdo, se les llevaba al “psquiatra” -al que cayera, y si no era católico, mejor-, para que les dijera que adelante, que habían de ser ellos mismos; si no lo estaba, se le cambiaba de sitio o, al final, ya ni eso. También era el psiquiatra el que tenía la última palabra a la hora de ordenar a un sacerdote, o admitir en religión a un postulante. Y la pinza se hacía impotente. También porque los mismos obispos habían sido ¿formados? en ese mismo nicho ecológico.
De todo esto, ¿qué se deduce? En primer lugar, que las declaraciones de horror y de “nunca mais” y “tolerancia cero” por parte de la Jerarquía no sirven para nada. O solo sirven para los periódicos.
En segundo lugar: mientras no se reconozcan estas deficiencias que fueron legisladas e impuestas desde arriba -a pesar, por ejemplo, de los intentos de san Juan Pablo II por remediar el tema en profundidad, pero los obispos no le hicieron ni caso: era el triunfo del “conciliarismo", otro de los logros del CV II-, como han declarado casi todos los obispos chilenos -que fallaron ellos como pastores-, no se podrá poner ningún remedio. Porque los remedios no pueden ir hacia adelante, sino “hacia” atrás: porque es “detrás” donde está el tema.
Un ejemplo ilustrativo, aunque sea en otro ámbito: cuando en EEUU empezaron con el trágico asunto de los tiroteos en institutos y demás, ¿qué “remedio” acordaron? Poner máquinas detectoras de metales. ¿Han conseguido algo? Nada, al contrario. Porque, con esa pretendida solución, el tema no estaba ni siquiera planteado: es un tema MORAL, de formar las conciencias precisamente para que no hay que poner detectores de armas: las armas LAS DISPARAN las personas; y lo hacen por lo que tienen -o no tienen- en la cabeza y el corazón.
Pues lo mismo en la Iglesia Católica con los abusos sexuales. Es un problema MORAL, es un problema de VIRTUD, es un problema de GRACIA, es un problema de PRUDENCIA, es un problema de FORMACION, es un problema de ESPÍRITU, es un problema de MODELO. En definitiva, es un problema de orden SOBRENATURAL.
Y hasta que no se entre ahí, todo lo demás es humo. Incluido el detector de metales.
Amén.