16.05.19

¿Una ciudad "humana" sin Dios? Parte I.

Es lo que estamos viendo, porque es lo que está al orden del día: se ha pretendido construir, y se ha construido de hecho, la “ciudad sin Dios” -ut si Deus non daretur: ‘como si Dios no existiese’, invento de la Enciclopedia, anticristiana por nacimiento y devoción- como signo fundante u distintivo de la 2ciudad de los hombres", porque en algún sitio hay que vivir. O sea: el retorno a la Torre de Babel, ¡que ya es progresismo!

Como los componentes más sonados y más sonoros de la progrez no saben nada, no saben ni historia, y así, llaman “progreso” al “regreso". Por sus frutos los conoceréis, que dijo Jesucristo; para que no nos chupáramos el dedo fundamentalmente.

Para conseguirlo, la progrez ha tenido que destruir los anteriiores intentos de construir la “ciudad de Dios” -así se había pretendido vivir desde Cristo y por Su influjo, en el seno de la Cristiandad-, que era exactamente el mandato de Dios a los hombres. Por cierto y por si a alguien se le había pasado el tema: la “ciudad de Dios” es la ÚNICA ciudad en la que el hombre ha encontrado siempre cobijo, descanso y refugio; pues, siendo la “casa del Padre", era “su casa": el único nicho ecológico posible y seguro donde poder vivir -por hombre- la grandeza de lo humano y su dimensión sobrenatural: enteramente LIBRE, y para Dios.

Pero, “la ciudad sin Dios", “la ciudad de los hombres y para los hombres sin lugar para Dios” es, por definición, INHUMANA: cruelmente inhumana para más señas. Por señalar algunos puntos: el desprecio de la persona y su dignidad, que se traduce en mil opresiones y persecuciones: el aborto, la mentira como única seña de identidad válida, la anticoncepción, la antifamiliaritis aguda, la corrupción rampante como sistema de vida de los de arriba contra la mayoría, la corrupción de menores, la violencia de todo género -ya desde la escuela- auspiciada desde dentro del mismo sitema, el abuso y ninguneo de la mujer, la despoblación, la pérdida de identidad de las personas y de las sociedades, el derrumbe cultural, el bajonazo moral a todos los niveles y en todas sus categorías, el gobierno supremacista de los peores especímenes, la persecución de lo bueno, el ninguneo de la dimensión religiosa, en especial la persecución de lo católico, etc., etc.

Todo esto y más que se podría añadir -todo lo que hasta hace bien pocos años no existía en las sociedades al uso; sociedades en las que, con todas las deficiencias propias del quehacer humano, falible por naturaleza, se pretendía vivir “con” Dios-, ha florecido en todas ellas, porque en ellas se ha sembrado -lo mismo que en los corazones y en las conciencias-, como causalidad directa: sociedades y personas donde Dios ni está ni se le espera, porque a Dios se le ha echado. De su casa, que era a la que nos había traído y nos la había dado como herencia.

Se repite, con dos variantes, la historia del “hijo pródigo", modificada para mal por el propio hijo.

Primera, ahora el hijo no le pide al padre la parte de la herencia para largarse a vivir disolutamente, sino que el hijo ECHA al padre de la casa… ¡de su padre!

Segunda, y sin solucion de continuidad: con estos modos, al hijo se le hará imposible aquel volver sobre sí mismo; es decir:ya no podrá juzgar -con recto y necesario juicio moral, de conciencia- la burrada que ha cometido; lo que le llevaría a compungirse, a arrepentirse y a vlver a su padre y a su casa, de donde no debería haberse ido nunca… Ahora ya no puede: se ha quedado sin referentes, por la sencilla razón de que se ha quedado con todo y ha roto ocn todo: es el amo y señor. 

¡Seréis como dioses! Es la eterna muletilla, engañosa pero eficaz, rompedora y corruptora, desde Adán y Eva, pasando por Babel, y llegando hasta nuestros días, También en la Iglesia Católica. De este modo, el hombre, endiosado y encerrado en sí mismo, ¡ya nunca podrá volver en sí, y rectificar: se quedará anclado en el mal que ha obrado! Ni tiene el referente de la casa que dejó, porque se la quedó; ni tiene el referente del amor de su padre, del que no sabe ni dónde está: y se quedará sin sus besos paternos, y sin la fiesta del reencuentro: este hijo mío estaba muerto y ha resucitado, estaba perdido y ha sido hallado.

Porque, se quiera o no, se admita o no, se reconozca o no, las cosas son como son y no como nos las pretenden contar y hacer tragar los listillos de turno que creen que tienen la sartén por el mango.

¿Cómo se ha construido esta “sociedad sin Dios", y esta “persona sin Dios". No ha sido difícil. Lo que más  ha costado, por decirlo de alguna manera, ha sido la inversión de tiempo: puestos los medios, y como “a la chita callando” -sin enseñar la patita, o enseñándola bien camufalda de harina para, siendo de lobo, parecer de oveja-, dar tiempo al tiempo.

Y explico el proceso, teórico y práctico.

Se tuvo que admitir, como primer principio de las sociedades y de las personas que las componían   -los ciudadanos- que “la autoridad viene del pueblo": ¡si se rompía con Dios, se rompía totalmente! Y como las sociedades necesitan, sí o sí, sustentarse en una autoridad -alguien tiene que mandar, especialemente por y para los listillos-, había que tumbar la que estaba vigente, y que era la única verdadera y estaba puesta al servicio del hombre: la autoridad de Dios. Con sus Mandamientos y sus Presupuestos -que regían a todos, gobernados y gobernantes-: Dios, Creadir dek hombre y del mundo; y Dios Fin último del mundo y del hombre.

Solo con ese engañabobos de “la autridad viene del pueblo” -curiosamente NUNCA la ejerce-, y su mutante de mayor hondura intelectual, “to’ pa’l pueblo", los gobernantes pudieron hacer del pueblo lo que quisieron. Lo que han hecho exactamente. Con el agravante -para el pueblo- de que, los gobernantes, al no tener que rendir cuentas ante ninguno -los ciudadanos-, ni ante Nadie -Dios- han podido campar a sus anchas: y lo han hecho corrompiendo y masacrando al personal. Como se ve cada día de un modo más terriblemente nítido..

Asentado este primer postulado, si la autoridad viene del pueblo, las leyes que publica, también. ¿Y qué mejor que aprovechar la jugada para entrar como un elefante en una cacharrería y hacer añicos el orden moral y religioso que había estado vigente hasta ahora? Orden fundante y garante del recto orden social y político. Porque, como demuestra una y otra vez la experiencia -o sea: siempre-, sin Moral todo se queda en barra libre: las leyes no tienen ya más “fuente” que la mera voluntad partidista y aleatoria de los gobernantes, ni más “fuerza” para obligar que la “fuerza bruta", cualquiera que sea su naturaleza.

Lógicamente, para eso, los listillos del sistema echaron mano de todos los aprovechados que encontraron a su paso; además de todos los tontos útiles e inútiles que, incluso en la misma Iglesia, se pueden encontrar: y sin demasiado esfuerzo, porque abundan.

De este modo, se pusieron en marcha “leyes” -con el consiguiente uso de la “fuerza legal"; llegando a la persecución y al genocidio cuando  ha hecho falta-, que iban precisamente con lo que la Iglesia Católica había mantenido contra viento y marea; no en vano era el referente y el enemigo a batir -y acertaban-, pues era el único frente que no solo se les había resistido, sino que se había atrevido a contradecir al “sistema". Al menos, hasta el presente más cercano.

Porque la Iglesia Católica siempre lo había tenido clarísimo: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Esta fue la regla de oro de la Iglesia y de sus hijos -hijos de Dios, por cierto- que Cristo nos había dado.Y a ella se atuvo siempre, aún al precio de las persecuciones y los martirios: de ayer y de hoy.

En una última vuelta de tuerca y perpetuar el sistema -y perpetuarse con él la fiel Nomenklatura-, se inventó lo de las “votaciones”. Primero tímidamente; luego con más aplomo, hasta llegar a “un hombre, un voto"; sistema que no es cierto en casi ningún sitio. Por no hablar de los “pucherazos", la “compra de votos", el “clientelismo” descarado y desbocado… O las “casi¡ualidades", tipo las explosiones de los trenes en Madrid. Un inciso: el voto de las mujeres se hizo esperar.

Montado todo el entramado del “sistema", se le han ido dando más y más vueltas de tuerca, apretando a personas e instituciones hasta extremos asfixiantes; conviertiendo además en auténticos “apestados” a todo el que no se deje engullir y/o triturar por él. 

De este modo, el mundo político, al amparo del “mundo legal", y con el auxilio de la “fuerza legítima", se ha introducido cada vez más en aspectos que pertenecen exclusivamente al mundo de la libertad idividual, cercenando esta, gibarizándola; empequeñeciendo además todas las construcciones de la sociedades civiles intermedias -empezando por la familia: la más importante en sí misma, porque fundamenta todas las demás-, que son anteriores al ser y a la autoridad del Estado, a las que debe proteger y dar vida: nunca sustituir; mucho menos ahogar, sustituir y suprimir. Y en esto están los poderes publicos en España desde hace más de cuarenta años.

Ante este panorama de las sociedades “modernas” -es decir: sin Dios-, ¿qué tenía que decir la Iglesia en base a la Revelación divina, que es su fuente de entendimiento, enseñanza y gobierno? Mucho y todo bien. Lo dijo y lo escribió.

Pero esto se va a quedar para el próximo atículo.

30.04.19

"No comprenden ni lo que dicen, ni nada de lo que ellos mismos deberían ser garantes" (I Tim 1, 7)

En la Iglesia ha tardado [estamos en el año 2019: perdón por el dato], pero se ha cumplido de la a la z, la denuncia que hacía ya san Pablo en la Carta a Timoteo, que cito: Como te he recomendado al irme para Macedonia, quédate en Éfeso para impedirles a algunos que enseñen cosas diferentes (…): esto no lleva más que a vanas búsquedas, frente al designio de Dios que se acoge en la Fe. La intención de esta prohibición es el amor, la caridad, que viene de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe sin desvíos. Algunos, por apartarse de este camino, se han vuelto hacia discursos insustanciales; quieren pasar por especialistas de la Ley, mientras que *no comprenden ni lo que dicen, ni nada de lo que ellos mismos deberían  ser garantes*. [La traducción es mía:¡no puedo con las traducciones falseadoras!].

Es algo que me lleva dando vueltas desde hace ya mucho tiempo: el lenguaje “eclesial” -mejor: pseudoeclesial; porque el verdadero lenguaje que cuadra con lo que la Iglesia ES y con todo aquello para lo que la Iglesia ESTÁ, ha desaparecido- se ha hecho irreconocible. Y no solo para los fieles de a pie, sino para tantísimos miembros de la Jerarquía que ya no saben ni lo que dicen. Porque ya no saben ni para lo que están.

Se les cumple -y desde ahi hacia abajo, a todos los niveles- lo que he recogido de san Pablo: No comprenden ni lo que dicen, ni nada de lo que ellos mismos deberían ser garantes. Es decir: ni oyen, ni ven, ni entienden.

Todo se ha quedado, en el mejor de los casos, en palabras retóricas, huecas y hueras, porque su carga semántica, el mensaje y la intención que les ha dado Jesucristo, se ha arrumbado porque se ha despreciado. NI cuando mantienen las palabras los que las pronuncian no pretenden que signifiquen lo que siempre han significado y deben seguir significando, para seguir siendo fieles al Señor que es Quien nos ha traido y puesto en SU Iglesia, en favor de todos, para que todos puedan oír hablar de Dios… y salvarse.

Pero, ¿cómo se van a salvar, si no creen? ¿y cómo van a creer, si no se les predica? ¿y quién les va a predicar si no son enviados; o, siéndolo, enseñan ya otras cosas porque lo que se les ha dicho que digan es que hay que recoger plásticos, y no hacer sufrir a la madre tierra? O que hay que dar de comer, sí; pero no convertir a nadie, porque el gran pecado en la Iglesia es el proselitismo. O ¡vamos a salvar a la Amazonia! -¡nunca a las almas!-, montando los bolos para hacer “sacerdotes” al personal ya con pilingui, o bien casados por la Iglesia…, o sin la Iglesia: que en Brasil ya queda muy poquita.

Porque es lo absolutamente lógico: ¡para salvar la Amazonia y demás hacen falta que los curas estén casados! ¡Esto no lo mejora ni Aristóteles con toda su Lógica, que ya es decir!

Como lo oyen. Aparte que ya lo saben.

¿Qué obispo -podría nombrar también a otros- escribe hoy, como san Pablo: Estoy lleno de gratitud hacia el que me fortalece, Jesucristo nuestro Señor, pues Él me ha estimado digno de confianza cuando me ha encargado el ministerio, a mí, que antes fui blasfemo, perseguidor y violento. Pero Él se ha volcado con su Misericordia, pues yo había obrado por ignorancia, no teniendo aún la Fe: la gracia de nuestro Señor ha sido aún más abundante, y con ella la fe, y el amor que está en Cristo Jesús (12-14)?

¿Por qué será que a san Pablo se le entiende todo? Y a san Juan, y a san Pedro, y a Cornelio, y a Cipriano, y a Tomás de Aquino, y a san Juan Pablo II y a Benedicto XVI? ¿A que con los santos da gusto? Nos hacen más listos, más penetrantes, más juiciosos, más honestos intelectual y moralmente.

A la vez que nos apartan de las “veleidades” -incluido el clericalismo, por supuesto-, por decirlo en fino, a las que estamos tan expuestos los clérigos y religios@s a todos los niveles; por no hablar de las herejías, que también tenemos muy a mano. Hoy, incluso, a manos llenas.

Porque, ¿qué quiere decir hoy, desde el oficialimo, “evangelizar", “catequesis", “acompañar", “escuchar", “pobres", “Fe", “Iglesia", “Jesucristo", “Vida Eterna", “dar doctrina", “administrar los Sacramentos", “pecado” y “perdonar los pecados", etc. Podría estar hasta mañana.

A la vez, se han arrinconado términos como “fidelidad", “salvación", “infierno", “resurrección de los muertos", “gobierno", “gracia", “santa Misa", “herejía", “Mandamientos", “Confesión", etc. También hasta mañana y más.

Un dato totalmente demostrativo de lo que estoy diciendo: ¿por qué tuvo que venir Juan Pablo II a ordenar que se hiciese un Catecismo de la Iglesia Católica"? Bueno, más parece una enciclopedia que un Catecismo, pero sirve; porque la intención y el deseo anunciado por el Papa era que las Conferencias Episcopales, a partir de ahí, hiciesen sus Catecismos para las catequesis. Nadie le hizo el más mínimo caso. Y así seguimos: sin catecismos escolares, por ejemplo.

Pues tuvo que venir JP II a ordenar esto PORQUE SE HABÍAN SUPRIMIDO TODOS LOS CATECISMOS habidos y por haber: ¡desaparecieron! Y, para más inri, SE PROHIBIERON REEDITAR los que ya existían, aunque seguían siendo necesarios.

¿Vamos luego a extrañarnos del fracaso absoluto de las catequesis en la Iglesia Católica, a todos los niveles y en todos los ambientes? La DESCRISTIANiZACIÓN estaba cantada -era cuestión de tiempo- porque los medios estaban puestos. Y siguen estando.

Cuando alguien de la Jerarquía dice, por ejemplo, que “es Voluntad de Dios la existencia de las diversas religiones", poniéndo este hecho al nivel de las diferencias de razas y culturas, por ejemplo; y, al decirlo así, pretende hacerlo desde su cargo jerárquico y presentarlo como doctrina católica…, pues ni sabe lo que quiere decir “Voluntad de Dios", ni “religión", ni “religiones", ni “Dios", ni “diioses"…, ni sabe lo que es ser miembro de la Jerarquía Católica.

Y lo mismo cuando alguien de la Jerarquía pretende cambiar la ley moral y sus fundamentos, en general, o la moralidad sobre la sexualidad, en particular: nadie en la Iglesia tiene esa potestad; y, si lo pretende, cae en herejía tout court. NO está en nuestras manos, aunque sean las de la Jerarquía, cambiár nada referente a la Fe -el Credo-, a la moral y las costumbres -los Mandamientos-, y a la liturgia:Misa y Sacramentos. No está en nuestras manos, ni en las de la Iglesia como Institución.

De ahí la necesidad de que los católicos, de los que aún queremos reconocernos como tales y ser fieles a nuestra vocación de hijos de Dios en su Iglesia, nos formemos muy bien. En caso contrario, se nos llevará la corriente. Que es fortísima, porque está de crecida,

Si no lo han hecho nunca, o hace ya mucho de eso, les recomiendo encarecidamente que vuelvan a beber con ansia en los Santos Padres; y, antes, del Nuevo Testamento. Es una bocanada de aire fresco, de agua limpia y clara, refrescante y vivificadora. Eleva el alma, y libera y protege de toda esta porquería pseudoeclesial que pretende asfixiarnos: o sea, matarnos el alma.

Y siempre nos quedarán los papas, cardenales, obispos y sacerdotes fieles. Confesores y, si hace falta, también mártires: pero fieles.

1.04.19

"Una historia que nos avergüenza"

Así se ha pronunciado el papa Francisco, con total rotundidad. Pero como no ha concretado a qué parte de la historia de la Iglesia Católica se refería, habrá que concluir que a toda, de principio a fin. Parece una descalificación sonora y sonada, hecha además públicamente y con publicidad.

Es cierto que, en esa historia, hay episodios que avergüenzan a cualquiera, porque aparecen, pues están, los pecados de los hijos de Dios en su Iglesia. Especialmento, lo de los últimos sesenta años, que han supuesto tal error y tal horror que todo un Cardenal, con valenía y dolor, no ha dudado en calificar el desaguisado con estas palabras: “todo es oscuro en la Iglesia”, y “estamos en la oscuridad del Viernes Santo”. Como denuncia no está nada mal. Lo peor es que es totalmente cierto.

Leer más... »

18.03.19

¿La Iglesia Católica se muere?

Vaya por delante que, como nos ha prometido el Señor, y su Palabra siempre se cumple pues es la misma Verdad: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Por tanto, la Iglesia Católica no puede morir: el Señor ha empeñado su Palabra. Pero… la están matando. Sus propios hijos.

Hay gentes que se pueden reir con lo que escribo. No lo dudo en absoluto. Pero les recordaría a esas mismas gentes que tampoco Dios podía morir; con todo… lo mataron. Y tuvo que resucitar. O sea, que no hay que precipitarse, porque las prisas nunca son buenas, tampoco para sacar pensar y para sacar conclusiones.

Leer más... »

3.02.19

"Sensus Fidei. Sensus fidelium. Sensus Ecclesiae".

Estamos en un momento de la Historia de la Iglesia en la que se hace no solo necesario sino absolutamente imprescindible, como católicos, tener más que claras, clarísimas, el contenido de estas tres expresiones que, acuñadas dentro de la Iglesia Católica y solo en Ella, en el fondo, en el fondo, no son más que una: el sentido de Dios y el Amor que nos tiene, dándonos a su Hijo muy amado, y trayéndonos a su Iglesia, la Una.y Única. Como solo hay un Uno y Único Dios.

Sensus fidei. Literalmente, “el sentido de la Fe". Es decir, significa, muy en primerísimo lugar, el “sentido” -la orientación, el camino, la seguridad y la Verdad de Dios- que la Fe -con la Gracia- va poniendo en el alma del creyente para ir “entendiendo” y, a la vez, “conformando” todos los aspectos de su vida, más y más, con lo que sabemos que Dios nos ha revelado y la Iglesia nos enseña. Es el criterio de “discernimiento” para saber “juzgar", desde Dios, de uno mismo, de los demás y del mundo con sus máximas -que no tienen ese origen divino precisamente: al contrario, son enemigos de la Salvación del hombre-, conforme a Dios.

Leer más... »