Educar en Católico, sí o también
Ni hay otro remedio, ni hay más solución para combatir y revertir toda esta morralla pseudoeducativa que nos destruye y nos aniquila. Empezando por los más débiles e indefensos: los hijos. Ya desde infantil: que se dice pronto. Los de la progrez -por lo civil y por lo eclesial, carroñeros con pedigrí-, deben decirse aquello de: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Y en eso están.
Todo esto, por supuesto, contra los que aún tienen la osadía, a estas alturas, de tener hijos: “¿Los habéis tenido? ¡Pues ahora son nuestros! Ya os podéis ir enterando”.
Me refiero, muy en concreto, a la desgraciada actualidad -toda ella provocada, como es natural y lógico: “no hay efecto sin causa”, como pasa en todo orden de cosas-, que está teniendo un largo rastro de suicidios entre los jóvenes, ellos y ellas, hasta hace poos años; porque ahora son ya niños -sí, niños-, los que caen en las redes del sinsentido y de la desesperación, y se quitan la vida: no tienen dentro otro horizonte, porque no se les ha suministrado otro.
Intencionadamente, y desde todas las instancias con las que, se supone, se les forma y se les protege. Nada más falso ni más alejado de la realidad, que se constata cada día: está hasta en los periódicos.