(374) A vueltas con los valores
Comentario 1:
«En estas consideraciones ha de hablarse de algo que nos afecta a todos, a cada cual a su manera: esto es, de la virtud. Probablemente esta palabra empieza por sonarnos como algo extraño e incluso antipático: fácilmente suena a anticuada y a “moralizadora”» […] «Scheler aludió a la transformación que han experimentado en el curso de la historia la palabra y el concepto “virtud”, hasta tomar el penoso carácter que todavía revisten»[1].
«Si nuestro lenguaje tuviera otra palabra [que no fuera “virtud”]», la usaríamos. Pero no tiene más que ésta, de modo que, desde el principio, hemos de ponernos de acuerdo en que significa algo vivo y hermoso»[2].
1.1.- Virtud, palabra poco actual.— A los personalistas en general no les gusta demasiado la palabra “virtud”. El vocablo y el concepto les parece antipático. Durante los últimos decenios, virtud ha sido palabra malsonante, un tabú. Un atavismo de la “era constantiniana”, un escolasticismo.
Los males de la sociedad actual, se dice, son la falta de valores, no la falta de virtud. Las escuelas católicas educan en valores inspirados en el humanismo cristiano, pero no en la virtud, palabra demasiado grave, demasiado venerable, demasiado moral, demasiado confesional. Y porque la virtud de unos implica el vicio de otros, demasiado poco igualitaria. A la sociedad, para que sea democrática, se le pide que tenga valores, pero no virtud.

 9.- Temeridad pastoral.— El lobo muda el pelo, pero no el celo, dice un refrán castellano. Quien, para actualizarse, pretenda ser pastor de lobos, debería saberlo.
9.- Temeridad pastoral.— El lobo muda el pelo, pero no el celo, dice un refrán castellano. Quien, para actualizarse, pretenda ser pastor de lobos, debería saberlo.
 4.- Non confundar.— «Dios quiere que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4), o sea, que no nos quiere confundidos. No se desaliente, nunca, la confianza en la Iglesia. Porque hasta los errores más pequeños podrán ser esclarecidos, pues «cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa» (Jn 16, 13).
4.- Non confundar.— «Dios quiere que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4), o sea, que no nos quiere confundidos. No se desaliente, nunca, la confianza en la Iglesia. Porque hasta los errores más pequeños podrán ser esclarecidos, pues «cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa» (Jn 16, 13).
 
         




