(326) Hispanidad y Leviatán de tercer grado
No caminamos a ciegas en esta crisis. Tenemos los ojos de nuestros antepasados. Y no creamos que esta oscuridad es impenetrable para ellos. Nada de eso. De nuestros ancestros en la fe aprendimos a mirarlo todo sub specie aeternitatis, bajo la perspectiva de lo eterno. También, y sobre todo, la comunidad política, la vida social y la cultura, la educación y el mundo, incluso, del dolor.
Estaba pensando en ello, digo en que podemos ver a través de otros, a raíz de la Opción Pelayo. La proponía, con su parresía habitual, Pedro Luis Llera: lanzarse a reconquistar para Cristo el suelo que ha ganado el Leviatán de tercer grado, tardemos lo que tardemos y costare lo que costare. Con el in hoc signo vinces por delante.
Como dice Pedro en su proclama: «solo un puñado de hombres, con la Cruz como bandera, hacen frente al poderoso ejército sarraceno y lo derrotan. Un milagro.» También incidía recientemente en ello Luis Fernando Pérez Bustamante: «No nos engañemos», decía:
«O Cristo reina en todo, o estaremos bajo la autoridad del príncipe de este mundo, quien ya fue derrotado en la Cruz, pero sigue luchando contra la Iglesia para derribarla del lugar que le corresponde.»
Tengamos las cosas claras. Tengamos los pies en el suelo, sepamos que este no engañarse es propiamente hispánico, por quevediano, por antirroussoniano, por antirrevolucionario y antiliberal. Es el empeño que agitaba el alma del beato Diego José de Cádiz, segundo apóstol Santiago, moviéndolo a recorrer España entera denunciando los males de la revolución: no nos engañemos, hermanos, ningún ethos posluterano va a servir para sanear la Iglesia ni el catolicismo. Nuestra nueva evangelización no puede venir del alma posmoderna, experiencialista y fenomenológica, personalista y acomodaticia al sistema liberal; sino del alma que nos llevó hasta América, y que en América fundó, también, la Cristiandad.
Los ojos de nuestros antepasados son los ojos de nuestra Hispanidad. No es una cosa muerta, sino viva. No es una cosa que ha pasado, porque no hemos pasado ni tú ni yo, estamos vivos y coleando y queremos ver, salir de esta sima. Hasta hace poco íbamos a tientas. Implorábamos gracias, y no teníamos ni idea de los errores de nuestra estrategia; qué error, traernos teologías francoalemanas, como si fueran mejores que la nuestra. ¡Y resultaron modernistas!
Pero la gracia nos hizo reaccionar y nos condujo hasta aquí, a nuestra traditio local, y en ella comprendimos, redescubriéndola, que tenemos instrumentos para contemplar la crisis con una amplitud que no soñábamos. Y que estos instrumentos son obra de la providencia, que no son autónomos, porque han surgido de la gran Tradición; y que son nuestros. Y que eran, antes que nuestros, del Manco de Lepanto, de Santa Teresa de Jesús, de los capitanes de Cortés y del Beato de Liébana, de San Juan de la Cruz y de Fray Luis de León, de Juan de Borja y de Covarrubias, con su Tesoro, y de tantos otros, también de ahora: de Álvaro D´Ors, de Alberto Caturelli, de José Rivera, de Juan Vallet, de Elías de Tejada, de Leopoldo Eulogio Palacios, de Castellani y de Meinvielle y del maestro Rafael Gambra, y tantos otros. Tenemos ojos. Cabales, recios y realistas.
Lo que estamos diciendo, sin timidez, es que nuestra secularización ha sido nuestra deshispanización; el hundimiento del catolicismo hispano coincide, no lo dudamos, con la importación acrítica de filosofías y teologías extranjeras, que asimilamos cual comida envenenada; pero nosotros, los de la Piel de Toro, no estamos hechos para manjares fenomenológicos.
La revolución luterana hizo pedazos la Cristiandad. Cierto. Pero, ¿acaso ésta no sobrevive en la forma mentis hispana? No me refiero al espíritu de esta época, sino a la traditio local. Su legado de apercepciones no está muerto, no desapareció. Subyace, todavía, en nuestro derecho natural, en nuestros Sagrarios, en nuestras devociones, en nuestros retablos y en nuestros santos.
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Nada más ajeno al pensamiento político hispánico que la metamorfosis de la política en gestión administrativa. Nada más extraño a nuestro ethos clásico que la gobernanza mundialista. Nada más disonante con nuestro catolicismo universal que el catolicismo global personalista.
No dudo en afirmar, con todas sus consecuencias, que la secularización de nuestra política ha sido la causa de la secularización de nuestra sociedad. Porque nuestra visión de las cosas excluye, como un germen enemigo, todo tipo de laicidad de tercer grado, sea fuerte o débil o sana o insana.
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Reconquistémonos el alma, con el socorro de Dios. La esencia de la Hispanidad contiene potentes semillas de renovación. Es extraño a la inteligencia hispana poner entre paréntesis lo heredado. Cuando renegamos de lo nuestro plagiamos la Modernidad. Porque todo lo que no es Tradición (y tradiciones) es plagio. Y no es propio de nuestra identidad, de nuestro cervantinismo católico, renegar de la Cristiandad, sino defenderla y custodiarla. No existe la Hispanidad de tercer grado, ni existirá jamás.
David Glez. Alonso Gracián
13 comentarios
¡Viva Cristo Rey!
No autarquía, ni europeismo. Hispanismo internacional.
¿Os parece poca arma la palabra que es fiel a la Escritura y la Tradición?
Una buena honda en una buena mano derribó un gigante. No depende del número, ni de fortaleza humana, sino de Dios.
dijo...
" Los que hacen la guerra a Francia , hacen la guerra al Rey Jésús "
No era solamente por los Ingleses que decía eso .
Este artículo, casi me levanta del asiento, como algunos del P. Javier Olivera, etc.
Al pronto, me ha parecido bien contar una vivencia de hoy, para remarcar que con Cristo, María, José,… está todo ganado -nada perdido-:
He asistido a Misa, al templo al que pertenezco -horroroso, a modo del que en Wanderer, definen como "Arquitectura blasfema"...-.
A lo que voy: Evangelio de hoy, Mc.1,21-28 (el Endemoniado en la sinagoga de Cafarnaum). El celebrante, tras leer el Evangelio, Se va por las ramas, sin hablar del demonio; me parecía fundamental. En lugar de despotricar, opto por rezar por él, mirando la imagen de la Virgen. De repente le oigo decir: “… en el Padre Nuestro: Líbranos del mal, del malo, del maligno.” (Nada más. Me quedo, sorprendido, gratamente; pues era, para mí, impensable, escuchar en esta parroquia hablar del demonio).
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De locos, nada. De realistas y observadores, mucho.
Porque a ver, España, el fiero león que aplastó al comunismo bajo la guía de Franco, y que ahora está desdentado y lamiendo las botas de sus antiguos vencidos, ¿fue acaso quebrantada con armas y estrategias militares?. No, fue vencida sin disparar ni un solo tiro.
Porque así como antes no era posible establecer una nueva dinastía sin enrojecer los campos de batalla, ahora los gobiernos pueden darse vuelta como un guante con métodos incruentos.
Esto en la faz meramente operativa, ya que a nivel estratégico nuestra superioridad es arrolladora: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Roguemos pues, para ser dignos de tan alta empresa.
Pero es cierto que lo hispánico consiste en una mirada profunda sobre el mundo, o al menos en eso consistía. Los ojos de nuestros antepasados miraban de esa manera, como Velázquez o como Quevedo, y, al perder esa cualidad de ver la realidad, hemos perdido nervio y personalidad porque la Iglesia Católica es profundamente realista y el carácter de nuestros antepasados casaba perfectamente con el Catolicismo. La ruptura con nuestros ancestros y el declive de nuestra Fe van al unísono.
Por otro lado, toca vd un tema que está entre mis 'debilidades' más queridas: Cervantes y lo que con no poca propiedad llama vd 'cervantinismo católico'. Resulta de una evidencia incontestable que los fautores de nuestra secularización/deshispanización han pretendido siempre despojar a Cervantes y a su obra de su condición de intérprete autorizado de la Tradición Hispánica. Es urgente una lectura de la vida y obra del Príncipe de nuestras letras, especialmente del Quijote, a la luz de esta gloriosa Tradición.
Un abrazo y que Cristo Rey y Santa María Inmaculada le bendigan
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Es tal cual, por eso la masonería tiene ADN ingés.
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