(238) Ánomos y Anfíbolos, I: cómo hacerse modernista y naufragar en teología
Ánomos y Anfíbolos son los dos ídolos del modernismo. Anomia y Ambigüedad son sus anillos de poder. Nosotros los combatiremos en esta serie de artículos, para neutralizar sus obras. Comencemos pues.
1.- Tener la cabeza bien amueblada es juicioso, sobre todo en estos tiempos. Y si se es católico, más. Si además se es teólogo, triplemente. Debe darse cuenta el erudito que es gran temeridad pensar cabeza a pájaros, y más aún si se es docente. No se dedique a teologar como viviendo en una isla desierta. «Nada de robinsonear», como diría Eugenio D´Ors. Porque piensa en la Iglesia, y al pensamiento de la Iglesia no se llega naufragueando. La mente privada eclesial debe estar siempre subordinada a la mente tradicional en su mayor momento de esplendor. La anomia en teologia es rebelión contra la ley de la tradición, es rechazo de la humilde virtud de la clasicidad. Nadie puede ponerse a hacer teología como si no hubiera recibido un legado.
1.1.- Nos importa aquí la clasicidad de la Iglesia en esta acepción de la RAE: Que no se aparta de lo tradicional. Nos referimos a la síntesis de conceptos y verdades establecida por nuestros mayores, a la fe de nuestros antepasados; a la ciencia de los que nos precedieron antes del Leviatán.
1.2.- Tambien viene al caso la acepción primera del Diccionario de la Lengua: dicho de un período de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, de una manifestación artística o cultural. Y el alma de este período de Cristiandad tiene un nombre: Clasicidad, que no clasicismo. Que esta virtud ha sido reemplazada, actualmente, por el culto a los expertos, es una gran desdicha, que hay que reformar.
Para eso, nos remitimos a la tercera acepción: dicho de un autor o de una obra, que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia. Y estos son los clásicos católicos. No confundir, repito, clasicidad con clasicismo. Clasicidad es Cristiandad. Clasicismo es otra cosa.
1.3.- La Clasicidad es enemiga del Leviatán, que es Anfíbolo. Lo antitradicional siempre es ambiguo, siempre es sí y no, esto y lo contrario, por aquí y por allá. Toda doctrina de una cosa y su contraria no es clásica en la Iglesia. Es via moderna.
2.- Distingo, para el caso, naufragar de naufraguear. Uno puede naufragar por el error y el pecado, vivir mala vida y condenarse, por aborrecimiento de gracias. Otro puede naufragar y hallar auxilio eficaz, salvándose libremente. Pero un tercero, intelectual, profesor o catequista o incluso obispo, puede jugar a ser causa primera, y perderse por mares inhóspitos, filosofando inconsciente entre las olas del Maelstrom. Soñaba ir por libre, y acabó entre caníbales.
3.- Y hablando de robinsonear. Recuerdo que escribí un artículo hace meses, el (223), denunciando cuánto mal había hecho un tal Robinson, John A.T. (1919- 1983), obispo anglicano liberal, con sus manuales para naufragar en teología. Recuerdo que algunos se asombraron, y dudaron de tan nefasta influencia. Me reprocharon dedicar palabras a este supuesto desconocido. Pues bien, curiosamente, el otro día, visualizando la estupenda tertulia de Lágrimas en la lluvia acerca de la crisis posconciliar, el P. José Antonio Sayés comentaba muy acertadamente (minuto 48) cuánto daño había hecho este autor con su libro Honest to God. Sin duda, como el P. Sayés dice, es una teología de la secularización. Me alegró sobremanera que mencionara al anglicano. Porque es que resulta que es verdad, que fue un autor de libros que hicieron naufragar a muchos.
4.- Los existencialistas se entienden entre sí. Nicolás Abbagnano, en su Historia de la Filosofía, apartado Nueva Teología, recoge lo esencial del robinsoneo de Robinson, que es su tesis secularista principal: «El problema de Dios es simplemente el de reconocer lo que hay de más verdadero, de más auténtico en la experiencia humana» (vol.3, p. 795).
O dicho más claramente: buscar a Dios es sinónimo de búscar al hombre. Cuando una idea así penetra en los seminarios, los vacía, los asola. Una teología de este calibre liberal es capaz de inocular el virus del robinsoneo en cualquier católico.
5.- Los robinsones voluntarios, en teología, no aportaron ni aportan nada, sino coordenadas erróneas. Son plagiarios del mundo moderno, idólatras del falso genio. Porque sin tradición es imposible ser creativo, ni original.
Volviendo al gran Eugenio D´Ors, con el que termino:
«Sólo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición.
Todo lo que no es tradición es plagio».
(Primeros lemas, XVII, Gnómica, 1941)
Es propio de la cosmovisión modernista confundir lo original con lo novedoso, lo vivo con lo reanimado, la continuidad con la evolución. Pero no hay originalidad, ni vida, ni continuidad, sino en la Clasicidad de la Iglesia, Casa del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15)
15 comentarios
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A.G.:
Gracias chico. Gloria a Dios y a su Madre Inmaculada.
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A.G. :
Excelente propósito Silvia. Ya sabe el camino: ir a los clásicos católicos. Donde brilla la Escritura y la Tradición, con la razón docente del Magisterio.
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A.G.:
Juan Pablo, así es, la obediencia a Nuestro Señor es bálsamo. Es caminar seguro hacia nuestro fin último.
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A.G.:
Antonio, Nostra aetate peca, en su pastoralidad, de un exceso de optimismo, mejor dicho un sobreoptimismo, muy propio de la época. Yo pienso que es un hacerse todo a todos que puede tener buena intención, pero que no pasa de ahí.
Por cierto, era típico de los teólogos de ese tiempo, por ejemplo de Lubac, interpretar el budismo de esa manera, estaba en el ambiente. Yo creo que es una pastoral bienintencionada pero poco eficaz.
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A.G.:
Eso mismo, Javi. Naufragar voluntariamente. Con sumo riesgo. Lo has expresado muy bien.
"El beato Juan Pablo II, en el umbral del tercer milenio, escribió: «Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia que la Iglesia ha recibido en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza» (Novo millennio ineunte, 57). Pienso que esta imagen es elocuente. Los documentos del concilio Vaticano II, a los que es necesario volver, liberándolos de una masa de publicaciones que a menudo en lugar de darlos a conocer los han ocultado, son, incluso para nuestro tiempo, una brújula que permite a la barca de la Iglesia avanzar mar adentro, en medio de tempestades o de ondas serenas y tranquilas, para navegar segura y llegar a la meta" Benedicto XVI
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A.G.:
Oscar Ignacio, a mi juicio para que haya verdadera continuidad el desarrollo de la comprensión debe ser homogéneo y sin saltos, y partir de la clasicidad como de su cimiento mismo. Es imposible la continuidad sin la clasicidad. Como decían en la escolástica, hay que subirse a hombros de gigantes. Empinarse, sólo, no basta para ver por encima del bosque.
Como el semáforo que sin luz amarilla cambia de verde a rojo en intervalos indefinidos entonces nos alista a una colisión segura. Ese el mentado “clasismo”, amigo de Leviatan que odia el “No No Si Si”. Este que dirige así como libero en el cuadro busca la lucha de clase, incendiar la cuadra, proyectar luchas y miseria. Quiere ver el semáforo revuelto.
Este alinea la mente con pastillas acetaminofén para aliviar el dolor momentáneo, como si fuera bálsamo de magos dando pan para hoy hambre para mañana. Odia toda ley, la ley que vale es la que a El se le debe, inculca el poder de ser el semáforo Y no el de no causar División, colisión confrontación. Este usurpador cree hablar por Dios y al fin va contra Dios y sin Dios .
Con ironía cree que los rezos son palabrerías sin fin y manipula su Razón de ser, busca despiadadamente anular la conciencia para levantarnos en rebelión contra quien nos ha creado.
Crear el cruce sin semáforo para todos cruzarnos en rojo.
Es decir odia el Orden, la verdad, la libertad que ofrece el orden. odia el amor para siempre, odia en el fondo cerrado sin entender "el enuco por el reino".. no entiende y al final se va a estrellar solo.
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A.G.
carmelo, interesante lo del odio al orden.
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A.G.:
Gracias Arturo. Me alegra te sea valioso.
El clasicismo es un pelagianismo, una desviación, un naturalismo. Creer que se puede tener clasicidad por uno solo.
Gracias a Infocatólica, aquí me siento como en la "Casa del Dios vivo".
Gracias por sus artículos tan esclarecedores.
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A.G.:
Gracias Ramvel. La columna que sirve de fundamento de verdad, clavada en el corazón del Maelstrom, es el gran asidero que nunca nos fallará. Pidamos a Nuestro Señor la gracia de ser fieles.
Un anticlásico funesto, el "Curso Fundamental de la Fe", del jesuita Rahner.
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A.G.:
Pues sí, Daniel, eso de frecuentar el catecismo es bueno y aconsejable, jeje.
Rahner no. Desaconsejable.
Y cuando alguien quiere ignorar su propia tradición, lo que le ocurre, conscientemente o no es que que tiene en cuenta cualquier tradición menos la suya, incluidas las "tradiciones" de escasisima vida . Y creyendo que se es original, lo que hace es imitar por osmosis lo que le rodea. Desde el "arte" cansino y repetitivo moderno a la arquitectura moderna, el "pensamiento" moderno, la cocina moderna, la música moderna y la modernidad en general.
En cambio el que sigue una tradición, tiene una dirección en la que seguir, en lugar de moverse aleatoriamente acabando haciendo círculos, plagiando a otros y a si mismo y repitiendo lo que le rodea. A eso creo que se refiere el genio D'ors.
En un eslogan, una teologia. Eso es modernidad pura, sin matices, a lo bestia, pero que suene bien y refinado y que nos deje contentos y con las manos libres para pensar y hacer lo que nos de la gana.
Otro casi tanto o más dañino es este que se lleva ahora: ·"El cristianismo no es un moralismo, sino un encuentro personal con Cristo" Que nos convierte en santones iluminados a los que se nos enciende y apaga la bombilla de ser cristiano. ahora si, ahora no lo encuentro. Ahora me encuentro, ahora me transformo, ahora me destransformo.
Y apunto que, de mi observación, extraigo que la mayoría de los ánomos están entre el pueblo (o lo que se ha dado en llamar así) y la mayoría de los ambiguos entre la jerarquía.
Y aquí, como en tantas cosas, nos encontramos un déficit grande de sana doctrina. Menudo cacao tienen algunos en cuanto a la gracia, la ley y la libertad. Entienden que el cristianismo es anomia, y se basan de modo parcial y fundamentalista en las sagradas escrituras, renunciando a una comprensión cabal de la misma, que inevitablemente ha de ser completa y tradicional.
Y me permito comentar a un comentarista: el cristianismo no es un moralismo. No confundamos moralismo con moral.
Y apunto que, de mi observación, extraigo que la mayoría de los ánomos están entre el pueblo (o lo que se ha dado en llamar así) y la mayoría de los ambiguos entre la jerarquía.
Y aquí, como en tantas cosas, nos encontramos un déficit grande de sana doctrina. Menudo cacao tienen algunos en cuanto a la gracia, la ley y la libertad. Entienden que el cristianismo es anomia, y se basan de modo parcial y fundamentalista en las sagradas escrituras, renunciando a una comprensión cabal de la misma, que inevitablemente ha de ser completa y tradicional.
Y me permito comentar a un comentarista: el cristianismo no es un moralismo. No confundamos moralismo con moral. Y el cristianismo sí es encuentro personal con Cristo. Pero no seamos superficiales pretendiendo una compatibilidad entre ese encuentro y la permanencia en el pecado. Otra cosa es que ciertas frases en sí mismo ciertas se empleen de forma sentimental o para justificar la tibieza.
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