Es que Masiá es demasié o el miedo a llamar a las cosas por su nombre
De las muchas cosas que el Jesuita y Profesor de Ética en la Universidad Sophia (Tokyo) Juan Masiá Clavel ha escrito últimamente, resulta, de todo punto interesante (por decir algo caritativo) el que haya dado cabida al libro de Carlos Alonso Bedate (integrante del Comité de Bioética de España) titulado “El estatuto ético del embrión humano”.
Desde que se acuñara el término pre-embrión un poco de la dignidad de la persona se ha intentado dejar atrás porque se han creído, ciertas instancias científicas y, como podemos ver, teológicas (Masiá, por ejemplo) que pueden establecer el momento en el que un ser humano es persona y, sobre todo, desde cuándo no lo es.
Así, se ha dicho que, hasta los 14 días desde el momento de la fecundación, sólo somos un conglomerado de células y, por lo tanto, algo desdeñable, manipulable y, sobre todo, negociable.
Más que nada, se trata de una cuestión económica. O sea, por el puro y vil negocio.
Pues bien, el poco ínclito Masiá, azote de la ética católica y acogedor de las más peregrinas ideas, ha admitido (es de suponer que como buena) otra tergiversación de la realidad humana.
Ahora, al parecer, tenemos que admitir un nuevo término que vendría a sustituir al citado “pre-embrión”: “para-embrión”.
Y tal forma de definir al ser humano es, como poco, inadmisible y, como mucho, vergonzosa.