Intolerancia
El título del artículo de hoy recuerda, exactamente, al de una película del año 1916 cuyo director, D.W. Griffith, quiso reflejar cuatro momentos de la historia de la humanidad en el que el “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” fue escaso o nulo.
Lo que sucedió, pues, es que a la definición aquí traída, la que define qué es la tolerancia, se le agregó el prefijo que niega, precisamente, lo que viene luego. No hubo, por tanto, en determinados momentos de la vivencia del ser humano, demasiado respeto, en general, por el otro o, en particular, por las ideas del otro.
No vayan a creer que lo hasta aquí escrito es algo que caracteriza una época pasada ni que queda lejos de la que ahora mismo vivimos. Es más, no vayan a sentirse poco concernidos por lo que supone ser intolerante porque, por desgracia, la dictadura de lo políticamente correcto está sembrando el campo de la existencia, de una semilla que, de fructificar como quiere el Maligno, obtendrá frutos que ni Aldous Huxley habría soñado para “Un mundo feliz”, aunque tal felicidad diste mucho de serlo.
Es, en realidad, una intolerancia que viene aunque se manifieste, ya, en más de un lugar, sitio, nación o Estado.