Entre la luz y la tiniebla - Mirarse en Cristo
El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.
Mirarse en Cristo
“Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 4, 48). Esto lo dice Jesucristo en el contexto del Sermón del Monte. Gran momento para el espíritu saber y reconocer lo que importa para un hijo de Dios y un discípulo del Emmanuel.
Se pregunta S. Agustín, al respecto “¿Qué es lo que se nos ha prometido?”, para responderse que ‘Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es’. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?”.
Pero, al igual que para disfrutar del reino de Dios, que es Cristo, no tenemos que esperar mas que a aceptarlo en nuestra vida, la semejanza que predica san Juan en su Primera Epístola y que hace expresar a S. Agustín (Sermón 305-A), al respecto de quién es a quien seremos semejantes, que “Sin duda alguna, semejantes a aquel de quien somos hijos”, es decir, a Dios, ha de ir referida, también, al mismo Cristo que es, no obstante, el Creador hecho hombre y que no puede, por tanto, ser Otro distinto del Padre.