20.01.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – El poder de Dios en Cristo

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

El poder de Dios en Cristo

 

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Y Jesús dijo… (Mc 2, 9-12)

 

“¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico- : ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’. Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Jamás vimos cosa parecida’”.

No podemos negar que hay textos bíblicos que son bien significativos, muy claros y, en fin, que vienen muy bien para comprender cuando no se comprende, para aprender cuando no se sabe y para hacer crecer la fe en nuestro corazón.

Aquellos que no querían nada bien al Hijo de Dios siempre estaban esperando la ocasión propicia para hacerlo quedar mal ante los que lo escuchaban. Y es que se creían celosos defensores de la Ley de Dios cuando, en realidad, sólo defendían sus egoístas intereses espirituales.

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19.01.18

Reseña: “Orar y meditar con Santa Teresita del Niño Jesús”

Orar y meditar con Santa Teresita del Niño Jesús                 Orar y meditar con Santa Teresita del Niño Jesús

Título: Orar y meditar con Santa Teresita del Niño Jesús

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 108

Precio aprox.:   3.99 € en papel –  0.99 € formato electrónico.

ISBN:  5800126420325 papel;   978-0-244-36164-8 electrónico.

Año edición: 2018

 

Los puedes adquirir en Lulu.

 

“Orar y meditar con Santa Teresita del Niño Jesús” - de Eleuterio Fernández Guzmán

 

Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título Oración.

Vayamos, pues, con la reseña. Y, para eso, reproducimos el primer apartado del libro que bien puede servirnos de presentación del mismo y que se titula, el tal apartado, “Santa Teresita del Niño Jesús.”

 

Cristo como ejemplo.

Así veía Santa Teresita del Niño Jesús al Hijo de Dios. Y como ejemplo no sólo a admirar sino, sobre todo, a seguir e imitar.

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18.01.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar". Anhelo que da vida

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” - Anhelo que da vida

 

“Señor, tengo un deseo inmenso de cumplir tu Voluntad y nada más que ella; hundirme en tu Voluntad, amarla hasta morir, ahogarme en ella, y vivir sólo para cumplirla…, esto es cierto.”

 

Lo que se puede expresar desde la fe católica alcanza, si es cierto y verdad, altas cotas de espiritualidad si se hace y dice con franqueza y sin inútiles manipulaciones de la fe. Y es que, sabiendo que Dios todo lo conoce nosotros, sus hijos, no es nada extraño que hermanos nuestros como el Hermano Rafael ponga sobre la mesa un anhelo que bien debería ser el cada uno de nosotros.

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17.01.18

Serie “Los barros y los lodos”- 1. La voluntad de Dios

 

“De aquellos barros vienen estos lodos”. 

Esta expresión de la sabiduría popular nos viene más que bien para el tema que traemos a este libro de temática bíblica. 

Aunque el subtítulo del mismo, “Sobre el pecado original”, debería hacer posible que esto, esta Presentación, terminara aquí mismo (podemos imaginar qué son los barros y qué los lodos) no lo vamos a hacer tan sencillo sino que vamos a presentar lo que fue aquello y lo que es hoy el resultado de tal aquello. 

¿Quién no se ha preguntado alguna vez que sería, ahora, de nosotros, sin “aquello”?

“Aquello” fue, para quienes sus protagonistas fueron, un acontecimiento terrible que les cambió tanto la vida que, bien podemos decir, que hay un antes y un después del pecado original. 

La vida, antes de eso, era bien sencilla. Y es que vivían en el Paraíso terrenal donde Dios los había puesto. Nada debían sufrir porque tenían los dones que Dios les había dado: la inmortalidad, la integridad y la impasibilidad o, lo que es lo mismo, no morían (como entendemos hoy el morir), dominaban completamente sus pasiones y no sufrían nada de nada, ni física ni moralmente. 

A más de una persona que esté leyendo ahora esto se le deben estar poniendo los dientes largos. Y es que ¿todo eso se perdió por el pecado original? 

En efecto. Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, lo dota de una serie de bienes que lo hacen, por decirlo pronto y claro, un ser muy especial. Es más, es el único que tiene dones como los citados arriba. Y de eso gozaron el tiempo que duró la alegría de no querer ser como Dios… 

Lo que no valía era la traición a lo dicho por el Creador. Y es que lo dijo con toda claridad: podéis comer de todo menos de esto. Y tal “esto” ni era una manzana ni sabemos qué era. Lo de la manzana es una atribución natural hecha mucho tiempo después. Sin embargo, no importa lo más mínimo que fuera una fruta, un tubérculo o, simplemente, que Dios hubiera dicho, por ejemplo, “no paséis de este punto del Paraíso” porque, de pasar, será la muerte y el pecado: primero, lo segundo; lo primero, segundo. 

¡La muerte y el pecado! 

Estas dos realidades eran la “promesa negra” que Dios les había hecho si incumplían aquello que no parecía tan difícil de entender. Es decir, no era un castigo que el Creador destinaba a su especial creación pero lo era si no hacían lo que les decía que debían hacer. Si no lo incumplían, el Paraíso terrenal no se cerraría y ellos no serían expulsados del mismo. 

Y se cerró. El Paraíso terrenal se cerró. 

1 -  La voluntad de Dios 

 

“En el principio creó Dios el cielo y la tierra”

(Gn 1, 1)

 

Sin duda alguna, Dios, el Creador, podría haber hecho las cosas de otra forma. Queremos decir que, siendo Todopoderoso, hacer, por el Padre, no era problema alguno.

El breve texto que hemos traído aquí para encabezar este apartado dice mucho. No se trata de cosa baladí sino de algo muy importante y que tiene que ver con el resultado de aquello que inició Quien podía hacerlo en aquel primer principio de todo lo que fue. 

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16.01.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Dios está así en la vida del hombre

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de Mesa redonda con Dios

 

A partir de hoy, y con la ayuda de Dios, vamos a dedicar los próximos artículos referidos al Beato Manuel Lozano Garrido, a traer aquí textos de sus libros. Y vamos a hacerlo empezando por el primero de ellos, de título “Mesa redonda con Dios”. 

 

Durante las próximas semanas, y hasta cuando Dios quiera, vamos a traer aquí un capítulo del libro de título “La verdad de las cosas bonitas” que viene a ser como las palabras dichas por el Creador a sus hijos.

 

Dios está así en la vida del hombre

 

“Todo lo que de Mí es radical y plenamente bonito, de una belleza sin tijeretazos. Ocurre como con el sol, que vierte a chorros su luz y calorías por el firmamento, para que sólo os llegue una parte infinitesimal, la justa para sentir la armonía y el punto de caramelo de la lumbre y la claridad”.

 

Cuando Dios habla al hombre de la forma que sea (pongamos, por ejemplo, en la Sagrada Escritura o de la forma que sea que haya tal tipo de manifestación divina) sabemos que podemos esperar, sólo, lo mejor y que no van a haber palabras vanas, dichas por decir o que sobren. No. Nosotros sabemos, porque así se ha demostrado a lo largo de la historia de la salvación, que nuestro Creador dice lo que tiene que decir y que eso, como suele decirse, va a misa.

Pues bien, este texto del Beato Manuel Lozano Garrido muestra muy bien lo que es, qué es Dios, para el hombre. Vemos, como es de esperar, que no es sea más o menos, sino que es, sencillamente, todo.

Para empezar, cuando Dios dice que todo lo suyo es radical nos está diciendo que todo lo que viene del Todopoderoso es, primero, origen de todo y, luego, que es la base de todo: todo nace de Él y todo le pertenece a Él.

Además, nadie duda que lo que tiene relación, digamos, directa con Dios, puede calificarse de bonito que es una apreciación dulce y amigable de lo que es bueno y mejor. Y, como sabemos que todo en Dios es bueno y mejor, no nos extraña, para nada, que afirme nuestro Señor y Padre que todo en Él es bonito. Y es que lo es, como bien saben aquellos que creemos en nuestro Creador.

En realidad, todo, aquí es mano de Dios, corazónmano en cuanto todo lo ordena en bien del hombre; es corazón, en cuanto tal orden tiene el origen de su bondad, de su amor y de su misericordia. Por eso decimos, y estamos totalmente de acuerdo con Lolo, que Dios es bello sin tener que quitar nada de tal belleza. Y es que nada nos sobra de la plenitud de la belleza y nada debemos tener por no verdad: todo, en Dios, es bello y maravilloso y lo es por mucho que no seamos capaces de entender ni una mínima parte de tal belleza porque sólo en el Cielo podremos comprenderla y, es más, contemplarla. 

Antes hemos dicho que la mano de Dios tiene una importancia más que decisiva. Y aquí lo vemos a la perfección.

Cuando Dios crea de la nada no lo hace, digamos, a tontas y a locas y sin tener en cuenta lo que eso puede suponer para lo que sería la culminación de su creación, el hombre. No. Lo hace con una conciencia acertada y perfecta. Por eso, lo que puede suponer un detalle de poca importancia, y nos referimos al sol, al llamado astro rey, es, en realidad, algo muy importante.

Con esto queremos decir que lo que aparenta poca cosa, el citado tema del sol, nos dice que Dios, al poner la Tierra donde la puso hizo lo mejor que podía y, en tal sentido, lo que era necesario para la vida en ella y para un correcto desarrollo de su criatura humana. Por eso nos dice Lolo, poniéndolo en boca y corazón de Dios, que del sol nos llega lo justo y necesario y no lo que sobra y podía hacer daño.

Entonces, en tal momento, vincula Dios qué es Él mismo y lo que apreciamos, o podemos apreciar del sol: es lo mejor, los justo que necesitamos, lo necesario a lo que podemos abocarnos en nuestras necesidades y tribulaciones.

Lo que nos quiere decir, eso creemos nosotros, Dios es que de nuestro Señor conocemos lo absolutamente necesario para adorarlo y alabarlo: lo ha creado todo, también a nosotros los hombres y, por último, nos ha amado tanto y nos ama tanto que ha entregado a su Hijo para que, muriendo, nos salvara al resto de sus hermanos. Y es que, en realidad, saber mucho más haría estallar nuestro corazón de gozo y, para eso, ya está el Cielo, cuando Dios quiera que eso sea y si nosotros ponemos de nuestra parte, claro. 

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

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Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:

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14.01.18

La Palabra del domingo - Domingo, 14 de enero de 2018

 

Jn 1, 35-42

 

35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. 35 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘He ahí el Cordero de Dios’. 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ‘¿Qué buscáis?’. Ellos le respondieron: ‘Rabbi’ – que quiere decir ‘Maestro’ - ‘¿dónde vives?’. 39 Les respondió: ‘Venid y lo veréis’. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron aquel día. Era más o menos la hora décima.

 

40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: ‘Hemos encontrado al Mesías’, que quiere decir Cristo. 42 Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’, que quiere decir ‘Piedra’.

 

 

COMENTARIO

Quien tenía que venir

Quien lea el texto del evangelista Juan se dará cuenta que a Juan, el Bautista, se le había comunicado cuál era la finalidad de su labor y qué, sobre todo, tenía que anunciar. 

Cuando da testimonio es porque es testigo de la venida del Mesías. Él, a lo mejor el único que así aprecia tal cosa, ve al Espíritu Santo bajar sobre Jesús cuando sale de las aguas del Jordán tras el bautizo. Fue, con toda seguridad, una gracia de Dios otorgada a quien se le había dicho lo que tenía que hacer y lo había hecho. 

Había pasado un día desde que Jesús se acercó al Bautista para que le limpiara las impurezas que su alma podía tener. Bien sabemos que eso debía ser, sobre todo, para dar ejemplo, porque es bien cierto que el Hijo de Dios no tenía pecado ni podía tenerlo. Tenía, sin embargo, que cumplir la misión que le había sido encargado (“para eso he salido” diría en una ocasión) que no era otra que hacer cumplir la Ley de Dios y la conversión del corazón era uno de sus principales motivos de vida.

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13.01.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – La confianza en el poder de Dios en Cristo

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia?“ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

La confianza en el poder de Dios en Cristo

 

Resultado de imagen de “Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: 'Quiero, queda limpio”

 

Y Jesús dijo…(Mc 1, 41)

 

“Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero, queda limpio”.

 

Lo que había pasado instantes antes es más que conocido. Y es que un leproso le suplica al Hijo de  Dios que lo cure. Es más, le dice “Si quieres, puedes limpiarte” (Mc 1, 40). Y, entonces, sucede esto de que ahora hablamos.

Aquí, todo es confianza, fe, creencia. Y poder, de Dios.

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12.01.18

Serie “De Ramos a Resurrección” - V- La urdimbre del Mal

De-ramos-a-resurrección

Durante las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” - V- La urdimbre del Mal

 

Digamos, para comprender lo que iba a suceder apenas pasadas unas horas después de aquella cena, que todo tenía origen en algo tan humano como el egoísmo. También en algo tan cotidiano como la falta de comprensión de parte de uno de los discípulos que más cerca habían estado de Jesús a lo largo de la que se ha dado en llamar “vida pública del maestro”. Esto lo recogen tres evangelistas y, aunque el contenido sea similar no podemos negar que hay alguna que otra diferencia que hay que hacer notar. “Faltaban dos días para la Pascua y los ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían:

 

“‘Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.’

Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.  Había algunos que se decían entre sí  indignados: ‘¿Para qué este despilfarro de perfume? se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.’ Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: ‘Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.’

Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno” (Mc 14, 1-11).

 

“Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: ‘¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?’ ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle” (Mt 26, 14-16).

“Se acercaba la fiesta de los ázimos, llamada Pascua. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo hacerle desaparecer, pues temían al pueblo. entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce; y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de entregárselo. ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero. Él aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera” (Lc 22, 1-6).

De entre aquellos que habían cenado con Jesús uno había tramado entregar al Maestro. Lo hacía por razones que él creía eran importantes. Seguramente creía que el Reino de Dios que Jesús había traído al mundo no respondía a las expectativas de algunos judíos. Ellos esperaban la llegada de un mesías revolucionario. Y querían que se levantase en armas contra el invasor romano, le venciera y luego estableciera, de nuevo, el poder del Israel.

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11.01.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar". Esto hace Dios

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” - Esto hace Dios

 

“¡Qué inmensa es la gracia de Dios cuando va llenando poco a poco un alma: cómo se va precisando más y más la vanidad de todo lo humano, y cómo en cambio, se llega uno a convencer prácticamente de que sólo en Dios es donde se halla la verdadera sabiduría, la verdadera paz, la verdadera vida, lo único necesario, y el único amor y deseo del alma!”

 

A lo mejor podría creerse que lo que piensa y aquí manifiesta el hermano Rafael es, digamos, muy simplista. Y es que da la impresión de que ve las cosas del alma de forma dual: Dios y el hombre y las consecuencias de esto.

Pensar y creer esto es, sin embargo, manifestar con meridiana claridad que no se entiende nada de nada lo que es nuestra fe católica, la creencia en la existencia de Dios Todopoderoso y, por fin, que no se ha llegado a comprender la profundidad de un tal pensamiento.

El tiempo de vida del ser humano creyente, aquí católico, es gradual. Queremos decir, a tenor de lo aquí escrito por San Rafael Arnáiz Barón, no nacemos con una plenitud de fe tan grande que nada tengamos ya que aprender o comprender. No. Lo mismo que vamos creciendo físicamente, nuestro espíritu, nuestro corazón, necesita ser alimentado de la gracia de Dios.

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10.01.18

Serie “Los barros y los lodos”- Presentación

 

“De aquellos barros vienen estos lodos”. 

Esta expresión de la sabiduría popular nos viene más que bien para el tema que traemos a este libro de temática bíblica. 

Aunque el subtítulo del mismo, “Sobre el pecado original”, debería hacer posible que esto, esta Presentación, terminara aquí mismo (podemos imaginar qué son los barros y qué los lodos) no lo vamos a hacer tan sencillo sino que vamos a presentar lo que fue aquello y lo que es hoy el resultado de tal aquello. 

¿Quién no se ha preguntado alguna vez que sería, ahora, de nosotros, sin “aquello”?

“Aquello” fue, para quienes sus protagonistas fueron, un acontecimiento terrible que les cambió tanto la vida que, bien podemos decir, que hay un antes y un después del pecado original. 

La vida, antes de eso, era bien sencilla. Y es que vivían en el Paraíso terrenal donde Dios los había puesto. Nada debían sufrir porque tenían los dones que Dios les había dado: la inmortalidad, la integridad y la impasibilidad o, lo que es lo mismo, no morían (como entendemos hoy el morir), dominaban completamente sus pasiones y no sufrían nada de nada, ni física ni moralmente. 

A más de una persona que esté leyendo ahora esto se le deben estar poniendo los dientes largos. Y es que ¿todo eso se perdió por el pecado original? 

En efecto. Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, lo dota de una serie de bienes que lo hacen, por decirlo pronto y claro, un ser muy especial. Es más, es el único que tiene dones como los citados arriba. Y de eso gozaron el tiempo que duró la alegría de no querer ser como Dios… 

Lo que no valía era la traición a lo dicho por el Creador. Y es que lo dijo con toda claridad: podéis comer de todo menos de esto. Y tal “esto” ni era una manzana ni sabemos qué era. Lo de la manzana es una atribución natural hecha mucho tiempo después. Sin embargo, no importa lo más mínimo que fuera una fruta, un tubérculo o, simplemente, que Dios hubiera dicho, por ejemplo, “no paséis de este punto del Paraíso” porque, de pasar, será la muerte y el pecado: primero, lo segundo; lo primero, segundo. 

¡La muerte y el pecado! 

Estas dos realidades eran la “promesa negra” que Dios les había hecho si incumplían aquello que no parecía tan difícil de entender. Es decir, no era un castigo que el Creador destinaba a su especial creación pero lo era si no hacían lo que les decía que debían hacer. Si no lo incumplían, el Paraíso terrenal no se cerraría y ellos no serían expulsados del mismo. 

Y se cerró. El Paraíso terrenal se cerró. 

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

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Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

De aquellos barros pecaminosos vinieron estos lodos de hoy.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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