17.08.18

"De Ramos a Resurrección" – La glorificación de Cristo –Cuarta Palabra

 

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

La verdad de Pilatos

Lanza, sangre y agua

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios      

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

La glorificación de Cristo    

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

“De Ramos a Resurrección” – La glorificación de Cristo –Cuarta Palabra

 

 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

(Mc 15, 34).

 

 

Hasta aquí Jesús había tenido en cuenta al prójimo y, haciendo gala de saber cuál era la misión que le había encomendadoel Padre, había entregado estos sus últimos momentos de vida aprocurar su bien. Desde ahora y hasta su muerte como hombre que vive en la tierra, va a ser Él mismo quien sea el protagonista absoluto de lo que diga. como todo estaba escrito y se estaba cumpliendo aquella muerte como ofrecimiento de salvación para la humanidad, Jesús debía convertir aquel terrible ejemplo de injusticia humana en algo de lo que se pudiese obtener fruto abundante. 

La cuarta Palabra es un síntoma de la situación por la que estaba pasando Jesús en aquellos momentos. estaba muy cerca el momento de su muerte física y si entonces pronuncia el principio del Salmo 21 era porque se sentía más que mal.

“Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?”

Aquella expresión aramea queera,decimos, el comienzo del citado Salmo, era expresión de una grave angustia. Si casi todos le habían abandonado al pie de la Cruz ¿podía Jesús sentirse, también, dejado de lado de parte de su Padre Dios?

Es muy cierto que Jesús se dirige al Todopoderoso diciéndole “Dios mío”. Lo hace, primero, porque lo tiene, en efecto, como Dios que hace suyo a través de la comunión exacta de pensamientos y obras. Pero también lo hace porque estando Dios en Él, Él está en Dios (cf. Jn 14,11). Por eso se puede dirigir al Creador con una expresión tan acendrada de entrega y de cariño.

Además de dirigirse al Padre con el sentido de apropiación de quien se sabe amado, la pregunta terrible que Jesús hace en aquel momento expresa un gran abismo de desolación. Ciertamente Jesús sabía que su Padre no lo había abandonado porque su misión era cumplir su santa voluntad y eso era lo que había estado haciendo todos los años de su vida. Por eso aquella exclamación era expresión del máximo pesar porque parecía que, en efecto, Dios se había olvidado de Él: allí colgado, siendo zaherido por los que le martirizaban y dejado de la mano de casi todos los suyos… tan sólo pudo provocar en su corazón una situación de difícil parangón.

Sin  embargo,  aquel  hombre  que,  siendo  Dios,  se  había querido abajar a nuestra naturaleza humana para ser hermano nuestro, había querido apurar hasta lo último de aquel cáliz del que habló en el Huerto de los Olivos (cf. Lc 22, 42). No dejó que se perdiera ni una sola gota del mismo y lo bebió total y completo. aquella mortificación, excelso ejemplo de hasta dónde puede llegar el amor filial, era, para la humanidad entera, un espejo donde mirarse a la hora de la tribulación y a la hora del desprecio que el prójimo puede hacer recaer sobre un hijo de Dios por el hecho de serlo.

“Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona” (Mc 15, 33).

En aquel momento, la hora nona, fue cuando Jesús pronunció la cuarta Palabra. Habían pasado, pues, tres horas desde que se hiciera noche cerrada en aquellas tierras donde estaban martirizando al Hijo de Dios. Y en aquel ambiente es en el que Jesús se dirige a Dios con aquella pregunta. Y es que si, además del martirio que estaba sufriendo, la naturaleza le ocultaba la luz que el Creador había hecho aparecer antes de que existiera todo… era lo que podía colmar el cáliz que estaba bebiendo allí colgado.

Por otra parte, no podemos negar que Jesús no podía ignorar nada de lo que le estaba pasando. San Juan escribe en su Evangelio (cf. 21, 17) que Pedro contesta, ante las reiteradas preguntas de Jesús acerca de si le ama, que Él lo sabe todo. También, san Pablo escribiría (Col 2,3) refiriéndose a Cristo como el “misterio de Dios”, que en Él “están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col, 2, 3). Por tanto, no podemos afirmar sino que Jesús estaba en el conocimiento de aquel supuesto abandono de Dios.

Lo podía haber abandonado, por ejemplo, en el sentido de que Jesús había asumido sobre sí todos los pecados del mundo cometidos contra Dios y los mismos eran muchos y abundantes. Por eso escribía San Pedro:

“El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados” (1 Pe 2, 24).

Pero también podía abandonarlo porque era la forma más eficiente (espiritualmente hablando) de apagar el fuego del infierno con la sangre del Hijo de Dios. Liberarnos, pues, de las llamas eternas de la condenación a través de la dulce savia de Cristo haría posible la salvación eterna. Por eso escribiría, muchos siglos antes, el profeta Isaías acerca de esto:

“¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? (is 33,24).

Y es que sólo quien era capaz de sostener una esperanza profunda en la bondad y misericordia del Padre podía soportar aquel supuesto abandono y favorecer, de paso, a los que, siendo hermanos suyos, podían caer directamente en tan gran fosa de quemazón y eternidad.

Jesús, además, se pudo sentir abandonado porque era el remedio mejor a la pérdida de la gracia de Dios que, a partir del momento en el que adán quiso ser como su creador (en el conocimiento del Bien y del mal) había acontecido para el resto de la existencia de la humanidad hasta que llegasen los últimos tiempos. Jesús, que había entregado todo por el bien del hombre y, en tal sentido, había preferido el amor de Dios al bien del mundo:

“’El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.’ ‘También es semejante el Reino de los cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra’” (Mt 13, 44-46).

 

Aquel tesoro, aquella perla, era lo que Jesús había encontrado a través de la Gracia de Dios y que, por desgracia para el hombre, había perdido el primero de entre nosotros cuando habitaba el Paraíso. Pues para eso, para que se nos retornara aquel te- soro, aquella piedra preciosa, Jesús tuvo que sentirse abandonado por el Padre porque, digámoslo así, su propia vida era el pago por tamaño desatino de parte del hombre.

Digamos, si queremos ir completando las causas del supuesto abandono de Jesús por parte de Dios, que las puertas del Cielo iban a ser abiertas gracias al duro sufrimiento de Jesús en su Pasión y, ya finalizada la misma, en su propia muerte. El abandono que Jesús siente de parte de Dios tiene, también, relación, con lo que podríamos denominar “llave que abre la vida eterna” que no era otra cosa que sus miembros lacerados, su costado abierto, su sangre vertida.

Hay, sin embargo, una razón muy grande y muy gozosa en el sufrimiento de Jesús y en el abandono que le hace preguntar, dirigiéndose al Padre, las causas de lo que suponía un abandono clamoroso. Y es que Jesús, que sentía y tenía un amor sin igual por Dios, su Padre, no podía hacer menos de lo que estaba haciendo para satisfacer, de forma más que abundante, el corazón del Creador. El caso es que tal satisfacción sólo podía acaecer si era abandonado por Dios ante y en su sufrimiento, su dolor, su llanto de hombre que muere pues, de otra forma, no hubiera sido posible mostrar al Padre el amor, decimos, que su Hijo engendrado y no creado, tenía por el Señor.

De todas formas, todo lo hasta aquí dicho tiene relación directa con una virtud que, sobre otras muchas que tiene Cristo, destaca en este preciso momento en el que se siente abandonado por Dios: la humildad. Si en otros momentos de su vida ha demostrado tenerla (cf. Mt, 11, 29) es ahora, precisamente ahora, cuando muestra y demuestra que se puede ser humilde incluso en la peor de las situaciones por las que puede pasar un ser humano y mostrarlo de forma, verdaderamente, santa.

La humildad, como decimos, la manifestó Cristo en aquellos momentos en los que se sintió abandonado por Dios. Y es que, como escribiría san Pablo:

“Y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús ‘toda rodilla se doble’ en los cielos, en la tierra y en los abismos, ‘y toda lengua confiese’ que Cristo Jesús es señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 8-11).

Y junto a la humildad, otra virtud copiosamente puesta en práctica: la paciencia. Y es que tuvo que hacer uso abundante de la misma mientras muchos lo zaherían, otros blasfemaban contra Dios y otros, los más, lo dejaban solo.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

De Ramos a Resurrección es un tiempo de verdadera salvación eterna. 

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16.08.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Confiar en Dios

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –  Confiar en Dios

 

“’Señor, Señor, mira mi intención y purifícala Tú!  ¿Qué podré yo hacer sin Ti?… Aunque me degüelle vivo a fuerza de penitencia, ¿qué vale si Tú no lo quieres, y yo pongo vanidad y gusto propio en ello?” (Punto 218)

 

Confiar.

Así, dicha de primeras, es una palabra que supone tener por buena determinada realidad o, si se trata de personas, poner nuestro corazón en las mismas. Y si hablamos de Dios… entonces ¿qué no podemos esperar?

El hermano Rafael lo pasó mal, física y espiritualmente, durante unos años de su vida. Seguramente, lo pasó peor de lo segundo mucho antes pero se debió acrecentar el sufrimiento del alma cuando se dio cuenta de una verdad grande e importante: Dios importa.

Pues bien, lo que queremos y anhelamos sólo tiene importancia si lo vemos con los ojos que Dios lo puede ver. Y es que San Rafael Arnáiz Barón, que sabe lo que es y significa pasarlo mal, es plenamente consciente de que sólo si Dios purifica lo que quiere… entonces y sólo entonces, puede ser santa su intención y libre su pensamiento, verdaderamente libre.

El hermano Rafael quiere que Dios lo mire, que lo vea. Sabe más que bien que eso así, que lo ve y que lo mira. Y, entonces, desde tan crucial momento, el ser consciente de ser visto por el Creador, sólo puede proceder de forma correcta aunque crea el buen hombre que le puede resultar difícil porque es hombre y, como ser humano, la tentación está siempre al acecho y el Enemigo no descansa. 

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15.08.18

Subió a los Cielos para reinar como Madre de Dios

 

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Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo, 
Madre de la Iglesia, 
Madre de la divina gracia, 
Madre purísima, 
Madre castísima, 
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada, 
Madre amable, 
Madre admirable, 
Madre del buen consejo, 
Madre del Creador, 
Madre del Salvador, 
Madre de misericordia, 
Virgen prudentísima, 
Virgen digna de veneración, 
Virgen digna de alabanza, 
Virgen poderosa, 
Virgen clemente, 
Virgen fiel, 
Espejo de justicia, 
Trono de la sabiduría, 
Causa de nuestra alegría, 
Vaso espiritual, 
Vaso digno de honor, 
Vaso de insigne devoción, 
Rosa mística, 
Torre de David, 
Torre de marfil, 
Casa de oro, 
Arca de la Alianza, 
Puerta del cielo, 
Estrella de la mañana, 

Salud de los enfermos, 
Refugio de los pecadores, 
Consoladora de los afligidos, 
Auxilio de los cristianos, 
Reina de los Ángeles, 
Reina de los Patriarcas, 
Reina de los Profetas, 
Reina de los Apóstoles, 
Reina de los Mártires, 
Reina de los Confesores, 
Reina de las Vírgenes, 
Reina de todos los Santos, 
Reina concebida sin pecado original, 
Reina asunta a los Cielos, 
Reina del Santísimo Rosario, 
Reina de la familia, 
Reina de la paz.

 

Esto apenas traído aquí son, digamos, los atributos que ostenta la Madre de Dios. Por eso, la Madre tuvo que ascender al definitivo Reino de Dios de una forma como la que tenía reservada Dios para ella. 

Los católicos tenemos una devoción muy especial por aquella joven que, un día, se vio en la tesitura de tener que responder al Ángel Gabriel si aceptaba o no aquello que le estaba proponiendo. No obligaba a la hija de Joaquín y de Ana a decir que sí a los halagos que le hacía aquel especial enviado de Dios. 

Era de esperar que, de parte de Dios, tuviera una especial atención por quien quiso que bajara al mundo para hacer posible lo que el hombre, con sus propias fuerzas, no podía hacer y, ni siquiera, ser capaz de imaginar.

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14.08.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Saber aprovechar lo que tenemos

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de El sillón de ruedas

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Durante unas semanas, si Dios quiere, vamos a dedicar el comentario de los textos de Lolo a un apartado particular del libro citado arriba de título “Recuento de beneficios” donde hace indicación de los beneficios de la relación del Beato con el Todopoderoso.

Saber aprovechar lo que tenemos

 

“En los meses y las estaciones de una austeridad forzada, existe la contrapartida de un Creador que se ahínca y hace estallar en el eje de la espiritualidad los colores, las gracias y los matices de la dicha.”

 

Lo que nos pasa y lo que nos puede pasar si somos capaces de atender a las posibilidades que tiene ser hijo de Dios y reconocer que se es. De eso sabe mucho el Beato Manuel Lozano Garrido.

Es bien cierto que, en nuestra vida, no siempre las cosas son, como suele decirse, de color de rosa. Es más, es posible que casi nunca lo sean. Es una realidad insoslayable porque nuestra vida en este valle de lágrimas es así.

Nuestro hermano Lolo habla de momentos en los que se pasa mal. Y los llama meses o estaciones como si fueran, en nuestra vida, algo así como esperado, como que ha de pasar… como que pasa, vamos.

A todo esto lo tilda de algo forzado. Y es que, claro, nadie (en su sano juicio) se procura, a sí mismo, momentos como los referidos por el Beato de Linares (Jaén, España) No. Eso no puede ser sano para el alma. Por eso se refiere Lolo a que se nos fuerza a pasar por ahí porque, por nuestro gusto, nada de eso soportaríamos. Es, pues, como una especie de prueba a la nos somete nuestro Creador. Y, seguramente, para ver si somos capaces de enfrentarla con  las armas de la fe.

Pues sí. Existen armas que nos pueden venir más que bien en estos más que frecuentes casos.

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12.08.18

La Palabra del Domingo. 12 de agosto de 2018

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Jn 6, 41-51

 

“41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: ‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo.’ 42  Y decían: ‘¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?’ 43 Jesús les respondió: ‘No murmuréis entre vosotros. 44 ‘Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. 45 Está escrito en los profetas: = Serán todos enseñados por Dios. =Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. 47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de la vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; 50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. 51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.’”

COMENTARIO

 

Jesucristo es el alimento para la vida eterna y no hay otro

 

Jesús tenía que cumplir la misión para la que el Padre le había enviado. Ni podía callar acerca de lo que debía hacer ni podía escudarse en ningún tipo de respeto humano para salir bien parado ante el mundo.

El Hijo de Dios dice cosas muy importantes en este diálogo que mantiene con otros judíos que no le querían bien y que pretendían menospreciarlo. Dicen, por eso mismo, como haciéndolo de menos, que conocían a sus padres y era de esperar, eso creían ellos, que del Mesías no se conocería más que era el enviado de Dios pero no su, digamos, familia. Pero en eso estaban bastante equivocados, como muy bien sabía Jesucristo.

Jesús era Quien era y, si se daba el caso (y si no, también), no lo ocultada. Como ahora era una ocasión muy buena para dejar claro qué había venido a hacer, no la pierde y hace lo único que podía hacer: decir la verdad.

A Dios, en efecto, no lo ha visto nadie que pueda atestiguar que lo ha visto cara a cara. Sin embargo, Cristo sí lo ha visto porque es Dios hecho hombre. Por eso, en tal sentido, ha visto el rostro del Padre y, aunque decir eso suponía mucho en su contra, no puede callar lo que es cierto y verdadero.

Por ejemplo, que hay que creer en Él para tener al Padre consigo. Y esto es una forma convincente de sostener que Cristo y Dios están más cerca de lo que muchos de sus contemporáneos pensaban y estaban en la seguridad de creer.

Pero Jesús dice mucho más. Y es que siempre aprovecha la oportunidad para predicar y enseñar la Verdad.

No es sólo el Hijo de Dios, al que ha visto, sino que es el pan.

El pan es una comida, era entonces seguramente más que ahora, esencial en la vida de una persona (no debía haber tanta preocupación por las dietas alimenticias…) Pero el Pan que es Cristo es mucho más que un alimento que da la vida en esta tierra como, por ejemplo, fue el maná que comieron los antepasados de los que hablan con Él. Cristo es el Pan que da la vida eterna y sin él no hay tal vida. Así se sencillo y de fácil de entender.

Anticipa, con estas palabras, la creación de la Santa Misa o Acción de gracias y su propio sacrificio. Así, Cristo dice que su carne la da por la vida del mundo y, además, que con ella, se vive para siempre, siempre, siempre.

Aceptemos, pues, la carne de Cristo y la sangre de Cristo como instrumento espiritual que nos garantiza la vida eterna la cual, por cierto, es anhelada por el ser humano desde que sabe que Dios es Dios.

PRECES

Pidamos a Dios por aquellos que no quiere tener a Jesús como el Hijo de Dios.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por aquellos que no aceptan la carne de Cristo como Pan de vida eterna.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a tener el convencimiento más absoluto en las palabras de Cristo.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

El Pan bajado del Cielo se nos da como alimento que lleva a la vida eterna. Y es, por eso mismo, nuestra salvación

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11.08.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – La fe que salva

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

La fe que salva

  Resultado de imagen de Jesús le dijo: 'Vete, tu fe te ha salvado'. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.”

Y Jesús dijo… (Mc 10,52)

 

“Jesús le dijo: ‘Vete, tu fe te ha salvado’. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.”

 

Aquel hombre, que estaba ciego, no necesitaba la ayuda de cualquier persona, aunque fuera médico, sino del Único que podía devolverse la vista. Y por eso llama muchas veces al Hijo de Dios a pesar de que muchos le dijeran que se callara. Y es que su situación no era como para callarse…

Y le dice a Cristo, inmediatamente antes de esto aquí traído, que quiere ver. ¿Podría esperarse otra cosa de alguien que está en la situación en la que se encontraba aquel hombre? 

Aquí hay dos realidades más que unidas: el ansia y la fe. 

El ansia de aquel hombre que, ciego, nada podía hacer por salvar su miserable vida, podemos entenderla a la perfección. Basta que cerremos los ojos un rato (si es largo mejor) para ver qué podría ser de nuestra vida. Imaginemos, por tanto, cómo sería la de aquel hombre en una sociedad donde se asociaba la enfermedad con la comisión de pecados… 

No podemos, por tanto, negar la voluntad de, casi, un moribundo social, para pedir que el Hijo de Dios interviniera en aquella terrible situación. Y todo porque tenía ansia… ¡de vivir! 

Eso lo puede entender cualquiera. Pero aquí interviene el otro factor que le da la vuelta a la situación: la fe

Ya sabemos lo que supone la confianza en Dios para el Todopoderoso. Y no es que sea cosa de poca importancia sino, al contrario, es lo que más importa. Y es que ¿qué se puede esperar de quien no confía en su Padre? 

Pues bien, aquel hombre confiaba, tenía mucha fe, en aquel Maestro del que seguramente tenía noticia, y, por tanto, algo que esperar. Y lo espera todo porque todo es lo que necesita. 

Y se lo pide. Aquí no lo vemos, pero es más que conocido aquel ¡Qué vea!  Sale de su boca y no era poca petición porque quería la vista, ver.

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica 

INFORMACIÓN DE ÚLTIMA HORA

A la venta la 2ª edición del libro inédito del beato Lolo

Segunda edición del libro inédito del beato Lolo

Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


Si aún no lo compraste o si aún no lo regalaste ¡ahora es el momento de pedirlo!
 
portada del libro Las siete vidas del hombre de la calle, segunda edición, del beato Lolo

Recuerda que, con la adquisición de estos libros…

  • … enriqueces la vida espiritual de quién lo lea.
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Ahora puedes adquirir tu ejemplar de la 2ª edición del libro inédito del Beato Lolo, escrito en el año 1960, “Las siete vidas del hombre de la calle”, pidiéndolo en:

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Colaboración económica: 6 € + gastos de envío

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Palabra de Dios, la Palabra.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:

da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

 

10.08.18

Serie “De Ramos a Resurrección” - La glorificación de Cristo – Tercera Palabra

 

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” -   La glorificación de Cristo – Tercera Palabra

 

 “Mujer, ahí tienes a tu hijo…ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27).

Jesús había pedido perdón por los que le estaban matando; también había auxiliado a quien se había arrepentido de lo mal hecho a lo largo de su vida y se había convertido mudando un corazón de piedra por uno de carne. Pero aún tenía mucho que decir en bien de la humanidad toda; muchas palabras (aunque en número fueran escasas) que iban a sembrar, para siempre, un bien que nunca podría ser pagado por el hombre.

La Tercera Palabra que Jesús pronuncia en la cruz tiene un doble sentido o, mejor, tiene básicamente dos destinatarios aunque el destino de su expresión tenga carácter verdaderamente universal. Nadie puede dudar del amor que Jesús tenía por su madre, la Virgen María. Fácilmente nos los podemos imaginar en su casa, solos tras la muerte de san José, conversando no sólo de lo humano sino, sobre todo, de lo divino. Si María había guardado muchas cosas en su corazón era porque tenía mucho que guardar en el templo del Espíritu Santo. Por eso lo que dice Jesús en aquellos momentos tan importantes de su, ya, escasa vida, tiene una trascendencia muy extensa y muy profunda. Jesús comprende, porque lo sabe, que su Madre María, no tiene pariente alguno con el que continuar su vida. Sabe, decimos, que, como viuda que se queda sin hijo (como le pasó a la viuda al que le resucitó un hijo y que recoge san Lucas en los versículos 14 y 15 del capítulo 7 de su evangelio) lo iba a pasar muy mal. Decide, entonces, que sea su gran amigo Juan, el más joven de sus discípulos (como ya hemos dicho en el apartado “cuando María se convirtió en madre de todos”), el que tenga cuidado de la vida de una persona tan pura y santa como era su Madre.

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9.08.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Saber lo que se quiere

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –  Saber lo que se quiere

 

“Vivo sediento de Ti…, lloro mi destierro, sueño con el Cielo, mi alma suspira por Jesús en quien ve su tesoro, su vida, su único amor, nada espero de los hombres…, te amo con locura, Jesús mío, y, sin embargo, como, río, duermo, hablo, y estudio, y vivo entre los hombres sin hacer locuras…, y aún me avergüenzo verlo…, busco mis comodidades. ¿Cómo se explica esto, Señor?

 

Pudiera parecer algo esquizofrénico esto que nos dice el hermano Rafael. Sin embargo, nada más alejado de eso la realidad que encierra esto que aquí hemos traído.

Los hijos de Dios sabemos que estamos en el mundo. Sería algo necio negar eso porque es lo que vemos cada día y cada experimentamos. Pero eso es una cosa y otra, muy distinta, distinguir lo que es importante de lo que no lo es.

Dice San Rafael Arnáiz Barón que no espera nada de los hombres. Y es que sabe que todo puede esperarlo de Dios y, entonces, ¿a qué querer otra cosa?

Lo que vive el hermano Rafael es su propia realidad:

ríe,

duerme,

habla,

estudia y, en suma,

vive entre los hombres porque es uno de los creados por Dios.

Sin embargo,

está sediento de Cristo,

llora por lo que considera un destierro (su vida en el mundo),

sueña con el Cielo,

su alma suspira por el Hijo de Dios,

nada espera de los hombres,

ama con locura al Mesías…

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8.08.18

Serie “El Bien, Jesucristo, el Cielo” - 2 - El Bien que debemos anhelar

El Bien, Jesucristo, el Cielo

 No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.”

 

Epístola a los Romanos 12, 21

 

En estas mismas páginas se ha publicado, en formato serie, el libro de título “El Mal, El Diablo, el Infierno”. Y, como no podía ser menos, la parte buena, la que ha de prevalecer, Cristo mismo y Dios mismo, debían tener su serie. La misma está referida al libro de título “El Bien, Jesucristo, el Cielo” que, fácilmente puede verse es, justo, lo contrario a lo otro. 

El Mal puede vencerse con el Bien. Eso es lo que la cita que hemos puesto como principal de este libro nos dice. Y San Pablo, diciéndonos tal cosa, nos auxilia ante lo que podamos estar pasando. 

No podemos, por tanto, alegar falta de socorro en estos casos pues bien sabemos que Dios nunca nos abandona y pone, en el camino de nuestra vida, a testigos de la fe que nos echan una mano. 

De todas formas, el Bien puede ser, digamos, usado contra el Mal. Y eso porque el Bien existe para mucho más que para eso que, con ser importante, no agota las posibilidades de lo bueno y mejor. 

No podemos negar, al respecto del Bien, que, para espíritus no perjudicados por el Mal, es más atractivo el primero que el segundo. Y es que no puede considerarse sana, espiritualmente hablando, la persona que esté a favor de las asechanzas del Maligno y/o de los frutos que de las mismas puedan derivarse. No. Es más seguro esperar que el común de los creyentes esté más por el Bien que por el Mal. Y eso se apoya en algo esencial: el Bien proviene de Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra en quien no hay falsedad ni mentira. 

No podemos negar, en beneficio nuestro, que a lo largo de la historia de la cristiandad ha habido hermanos nuestros en la fe que han considerado este tema, el del Bien, como uno que lo era muy importante, a tener en cuenta y a destacar. 

Así, por ejemplo, para los Santos Padres, era mayor la preocupación de señalar que Dios es el Bien Supremo y que, por tanto, toda criatura deriva de su Bondad. Pero también San Agustín, Boecio o la propia doctrina escolástica, con Santo Tomás de Aquino a la cabeza, han tenido a bien considerar el Bien entre sus temas básicos de conocimiento y estudio. 

Y ya, digamos que recientemente, en el Concilio habido en el seno de la Iglesia Católica (Vaticano I), la Constitución De Fide Catholica, en su capítulo I, dice esto que sigue:

 

“Éste único, solo, Dios verdadero, de su propia bondad y omnipotencia, no para el aumento de su propia felicidad, no para adquirir sino para manifestar su perfección por las bendiciones que Él otorga a las criaturas, con absoluta libertad de consejo creó desde el principio de los tiempos a la criatura tanto la espiritual como la corporal, a saber, la angélica y la mundana; y después la criatura humana.”

 

Vemos, por tanto, que el Bien no es, sólo, necesario en la vida del creyente católico (creemos que también en la de cualquier ser humano, en general y por ser especie creada por Dios) sino que es lo único que puede anhelar quien se sabe hijo del Todopoderoso. 

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que por el bien se va al Bien mayor que es Dios mismo.

2 - El Bien que debemos anhelar

 

Bien es amar.

Bien es olvidar.

Bien es sembrar verdad.

Bien es amar al Padre.

Bien es buscar la unión.

Bien es auxiliar al perjudicado por el sufrimiento.

Bien es ir al encuentro del Hijo de Dios.

Bien es ser misericordioso.

Bien es querer seguir a la Luz.

Bien es huir de la tentación.

Ben es no sostener nunca la mentira.

Bien es dejarse llevar por la voluntad de Dios.

Bien es transmitir la Buena Noticia.

Bien es acoger santamente a los hijos de Dios.

Bien es seguir las obras de Dios.

Bien es alimentar la comprensión.

Bien es adorar lo bello.

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7.08.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Saberse bajo una protección Superior

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de El sillón de ruedas

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

“El sillón de ruedas” - Saberse bajo una protección Superior

 

“Lo acuso y guardo para mí el escalofrío, pero ya he aprendido a cerrar los ojos con serenidad y confiarme a unas manos que hacen y deshacen con inteligencia, con dulzura, con destino, con amor, con infinito amor” (“El sillón de ruedas, pg 63)

 

Las palabras que preceden a las que hemos traído lo son de dolor, de sufrimiento. Y es que el Beato Manuel Lozano Garrido, en éste, su primer libro, pone sobre la mesa una situación dolorosa y sufriente, Sin embargo, eso no lo desespera y no lo hace pensar que Dios le ha tomado manía o algo por estilo. Es más, es, justamente, lo contrario.

Es cierto. Sí. Lolo sufrió mucho a lo largo de la vida que vivió desde que comenzó a manifestarse los primeros síntomas de su enfermedad degenerativa. Y no son pocas las veces que lo escribe en sus libros. Por eso sabe, como nos dice antes de lo aquí traído, que llegará un momento en el que, simplemente, tendrá que morir (no lo dice así, exactamente, pero se le entiende todo…) como consecuencia de tantos padecimientos que anda sufriendo por la vida. Pero hay algo, como decimos, que lo saca de un tal marasmo.

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